* MELBOURNE
Diego Schwartzman se ríe cuando escucha la primera línea de su perfil de Wikipedia: tenista profesional argentino de religión judía formado en el Náutico Hacoaj. Aquel que lo haya escrito se quedó solo con una pequeña parte de lo que es Schwartzman hoy. El número uno de Argentina, el número uno de América Latina, un hombre respetado entre sus colegas y al que Roger Federer le hace “60 veces” la misma broma. El que le pone límites a uno de los más polémicos del circuito, el ruso Daniil Medvedev, el número 14 del mundo, el que está en Melbourne y apuesta a hacer algo grande en el Abierto de Australia porque ya está, porque ya es hora, porque este año quiere ser “top ten”.
“Y, la verdad que sí... ¡No lo puedo esquivar ya!”, le dice Schwartzman a Infobae durante un mano a mano en Melbourne. Y vuelve a reír.
Batallador incansable, Schwartzman es a sus 27 años sobre todo un “cerebrito”, alguien que piensa y piensa, que lee y lee. A 10.000 metros de altura, en los aviones que lo llevan de una punta a otra del planeta, o en la habitación de su hotel, cuando descubre que tiene un tiempo muerto y, en vez de “instagramear”, lee un libro. Un tenista que escudriña los medios con intensidad para estar informado –"Infobae, Ámbito Financiero, CNN y Bloomberg"– y que bromea con uno de los vicepresidentes de la ATP, el italiano Nicola Arzani, haciéndole saber con modales impecables que cuando llegue al “top ten” otro será el cantar: “Ahí Nicola me va a dar bola, que estando 14 no me da nada de bola”. Y los dos ríen.
— El tenis de elite hoy se divide en tres categorías: Federer, Nadal y Djokovic, los cuatro o cinco que los persiguen... y vos, que estás muy cerca. ¿Coincidís?
— Por como se ha venido dando en los últimos años se puede decir que sí, que hay una serie de jugadores que aspira a meterse en esa competición con Tsitsipas, Zverev. Estamos quizás un escalón más atrás por tener un poco más de irregularidad y porque ellos nos ganan, ahí está la diferencia.
— Vas volando a 10.000 metros de altura dando la vuelta al planeta... ¿Pensás en que sos el 14 del mundo y hay solo 13 tipos que juegan a esto mejor que vos?
— No, pienso que caí al 16 y qué carajo estaré haciendo mal para haber perdido dos puestos. Soy demasiado perfeccionista, y el tenis tiene eso, te vas para atrás y te duele. Pero cuando estás un poco frío y tenés un poco de calma tenés que pensar en todo lo positivo que te está pasando.
— ¿Cuándo pensás, cuándo podés estar con vos mismo en medio de la vorágine del circuito?
— En los aviones... Cuando estoy solo alguna tarde en el hotel que no sabés bien qué hacer te ponés a pensar cosas de Buenos Aires, de acá, del tenis. Ahí tenés un momento en frío. O cuando te recuerdan algo de hace diez años y tomás perspectiva. Los aviones son un lugar especial, ahí no tenés conexión.
— Precisamente, ¿cómo controlás la adicción al celular? Porque hoy, la gente, cuando tiene un momento libre lo que hace es mirar la pantallita.
— Sí, es terrible... Y es difícil, tengo momentos. Cuando estoy en competencia lo miro muy poco, son muchas horas del día que estoy sin el celular. Pero después agarrás el teléfono y te hablan de Buenos Aires y aparecen tus amigos, tu novia, tu familia... Y empezás a responder y te contestan ellos y no parás más. Habría que bajar un poco eso, porque la misma gente si no le respondés durante media hora te preguntan si te pasó algo, que donde estás. Habría que bajar un poco ese ritmo, pero es difícil porque todo está ahí, en el teléfono, en la tableta.
— ¿Lees libros?
— Sí. Me gusta leer, leo mucho de cuentos sobre fútbol, Fontanarrosa, Sacheri. Hay un novelista de afuera, John Katzenbach, que me gusta mucho. Ahora estoy leyendo ‘El robo del siglo’. Y hay otro libro que me recomendó Gaudio, lo tengo en espera, pero ahora no me acuerdo el nombre.
— Cuando estás en los grandes escenarios del tenis, ¿tenés un momento en el que te decís a vos mismo ‘¡Uh, mirá adonde llegué!’?
— No, no... Creo que es muy importante en un deporte individual, sin soberbia, estar convencido de que uno llegó ahí por algo, pensar que uno se merece estar ahí y disfrutarlo. Son oportunidades lindas que no querés soltarlas más.
— Sos un número uno de Argentina y de América Latina con un perfil muy bajo. ¿Lo buscás, te lo impusieron?
— Buena pregunta. Me parece que me lo impusieron un poco porque no tengo nadie alrededor que peque de soberbio. Si hago alguna cosa de más mis amigos me van a joder toda la vida y mi familia me va a preguntar qué estoy haciendo. Soy muy social, pero no soberbio.
— ¿Ves mucha soberbia en el tenis, gente que se sale de órbita?
— Hay algunos que sí, otros que no. Es difícil... En el tenis pasás poco tiempo en tu país, y cuando volvés a casa querés estar con tus amigos, no vas tanto a eventos sociales, así que pasás más inadvertido aún.
— Tenista argentino de origen judío, profesional del Náutico Hacoaj. Así comienza tu perfil en Wikipedia. ¿Ese es el resumen de Diego Schwartzman?
— (ríe) Hoy por hoy soy de otro club, pero nací en Hacoaj. Hoy mis amigos son de otro club de la colectividad. Mis amigos son de la colectividad, pero tengo mucha otra gente amiga. Soy una persona muy tranquila en cuanto a la religión y trato de respetar a todos. Soy recontra comprensivo. A cada uno le gusta una cosa o la otra, lo primero que tiene que haber es respeto.
— ¿Qué te pasó con Medvedev en la ATP Cup? Se te vio muy enojado...
— Me cuesta mucho separar lo que pasa en la cancha de lo de afuera. Yo tenía una muy buena relación con él, porque entrenamos varias veces juntos, y no esperaba que tuviera esa reacción. Y la tuvo, le hacía gestos al banco argentino, que no había hecho nada, ¡me gritaba a mí! Lo mandé a cagar y le dije bobo dos veces. Le pegó dos raquetazos a la silla del juez... Tiene reacciones que no son acordes con el nivel de su juego.
— Le dijiste también algo en la red al final del partido.
— Me dio la mano y me dijo “buen partido”, como si no hubiese pasado nada. Le dije que sí, que muy buen partido, pero “tenés que cambiar mucho, porque como persona y como jugador tenés cero respeto”. Y se lo repetí. No me dijo nada, repitió “great match” y no le dio importancia. Yo corté la relación, porque no separo lo que sucede en la cancha de lo de afuera.
— ¿Pensás que tal como es en la cancha es también la persona fuera de ella?
— En el fondo sí. Sí. ¿Viste alguna vez a Rafa o a Federer tener algún problema así dentro de la cancha? Nunca. Y afuera de la cancha los aman todos. Por algo es.
— Llamativo, ¿no? Porque los mejores de cada deporte suelen ser objeto de envidias y maledicencias por parte del público y de sus propios colegas, ni hablar en el tenis, donde hay tanto dinero en juego. Pero con ellos no pasa eso.
— No, la gente los ama. Los colegas, los periodistas...
— ¡Los rivales!
— ¡Todos! Porque generan eso, son un ejemplo en todo sentido. En trabajo, adentro de la cancha, en fair play, en todo. Y no es una exageración ni nada, es muy bueno tenerlos al lado. Hay gente que se agranda y se comporta mal y les decís “miralos a ellos”. Federer jugó este torneo en cuatro décadas distintas a partir de los 90, y entra al vestuario y saluda a cada uno.
— ¿Cuál es tu mejor anécdota con ellos?
— Últimamente, cada vez que lo veo a Roger le gusta mucho como digo su nombre. Royyyyyyyeeeer, dice, estirando la "y". Es una sh, “she”. Cada vez que me ve dice “Rosssshhheeerrr...”. Me lo dice 60 veces por día. Y su entrenador también. Lo repite con acento argentino. La verdad que tenemos buena relación. Y con Rafa me une el idioma y estamos todo el día hablando de fútbol.
— En este comienzo de año los incendios en Australia fueron noticia mundial. ¿Cómo llegabas a este torneo, eras sensible a las imágenes?
— Era duro ver las imágenes, y parecía que no se podía frenar. Por suerte la lluvia ha ido frenando los incendios, pero nos fuimos informando y entendiendo un poco mejor qué día el aire iba a estar en malas condiciones. Y las noticias estaban por todas partes y yo las seguía.
— Sos un buen lector de medios, ¿te gusta informarte?
— Sí, mucho. No me gusta entrar en una conversación y no saber qué decir.
— ¿Lees diarios internacionales?
— No, a veces CNN para algunos informes, Bloomberg para la economía.
— ¿Te gusta la economía?
— Sí, me gusta. No sé por qué...
— ¿Hubieras sido economista en vez de tenista?
— No, no, no me da la cabeza (ríe). Me gusta leer, me gusta leer todo. Leo y leo. Y a veces me aparecen cosas en la pantalla y también las leo.
— Antes jugabas bien atrás, defendiendo, contragolpeando. Ahora atacás la pelota, ¿cómo fuiste cambiando?
— El ir compitiendo más seguido con aquellos que están arriba te hace mejorar y te vuelve más agresivo.
— ¿El ‘top ten’ es un objetivo este año?
— Sí, la verdad que sí. No lo puedo esquivar ya, je. Y así Nicola me da bola, que como estoy 14 no me da nada. Estuve muy cerca en cuanto a puntos muchas veces, esta es una buena semana para seguir sumando y acercarse. Y habrá que juntar puntos en algún Masters 1000, las condiciones están dadas, hay que jugar mejor en Masters 1000 y los 500.
— Recientemente la Asociación Argentina de Tenis emitió un comunicado diciendo que apoya la Copa Davis y no la ATP Cup. ¿Qué opinás?
— En cuanto a las federaciones es una mirada particular, yo estoy muy de acuerdo con lo que está haciendo la federación con Zabala (Mariano Zabaleta) y (Agustín) Calleri y los otros jugadores. Es la mirada de una federación que toda la vida respondió económicamente a la ITF y votó al actual presidente. Lo que sería bueno es que se unan la Davis y la ATP Cup. No está bueno tener en dos meses dos competencias prácticamente iguales. Me gusta el nuevo formato de la Davis, no la fecha. La ATP Cup tiene muy buena fecha, da dinero y puntos, termina teniendo un poco más de valor individual que la Davis, que significa tanto para los países. Sería bueno que le encuentren la vuelta de tuerca para que no pierda eso que toda la vida tuvo la Davis.
— Se la quiere llevar a septiembre.
— Y, yo creo que la fecha que tiene hoy es mala, porque no nos da descanso, ni pretemporada. Ojalá que se pueda cambiar.
— En formato son casi idénticos. Jugaste los dos torneos, ¿varía en algo la sensación entre jugar uno y otro?
— Parecen iguales, sí. Yo las vi igual, aunque en la Davis solo jugás por el país, sin puntos, y eso te da un extra de nerviosismo. Pero en la ATP Cup estas jugando partidos por muchos puntos para el ranking. Y eso, en el comienzo del año, sirve mucho.
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