Lo de Andy Ruiz fue un maravilloso sueño de verano

Todo fue fugaz para Andy ante Anthony Joshua, como la luz de un fósforo, como el sueño de una noche de verano

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Anthony Joshua recuperó los cinturones
Anthony Joshua recuperó los cinturones de los pesos pesados de la IBF, WBA, WBO y IBO al vencer a Andy Ruiz por decisión unánime (Reuters/Andrew Couldridge)

Esta vez ningún Arcángel impulsó su enjundia.

Sabía todo cuanto haría Joshua para evitar la pelea en el espacio breve entre ambos cuerpos y no lo pudo evitar.

Es probable que los siete kilos más que pesó respecto del combate anterior (128 ahora contra 121 en Junio) hubiesen conspirado contra su movilidad anulándole contraataque alguno. En el sentido contrario, el pugilista británico bajó 5 kilos en los últimos seis meses lo que le permitió lucir más veloz aumentando su dinámica de traslado, factor fundamental de su táctica de riesgo cero.

Así como el corazón de Ruiz no cabe en la anatomía escultural de Joshua, la exacta cerebración de éste no entra en la cabeza de Andy.

Esta vez el boxeador de dudoso temple ante la adversidad pudo más que el peleador sin distancia para consumar sus embates de respetable potencia.

Joshúa ha recuperado su corona por tres factores fundamentales:

1.- Un impecable manejo del jab de izquierda que mantuvo siempre lejos y a contrapié los intentos de ingreso de Ruiz a la corta distancia,

2.- Un estado físico excepcional que respaldó a sus armoniosos movimientos de piernas en las salidas laterales o en retroceso siempre más veloces que las de Ruiz siempre lanzado al ataque frontal y previsible, y,

3.- Una disciplina táctica pocas veces advertida para cumplir con lo planeado y un gran manejo del equilibrio emocional pues nunca aceptó el mínimo cambio de golpes y siempre evitó hasta la mínima fricción.

Todo fue fugaz; todo duró poco.

Anthony Joshua recuperó los cinturones
Anthony Joshua recuperó los cinturones de los pesos pesados de la IBF, WBA, WBO y IBO al vencer a Andy Ruiz por decisión unánime (Reuters/Andrew Couldridge)

Y será muy difícil que aún cuando se realice un tercer encuentro contra Joshua, Andy vuelva a ser Campeón Mundial de peso Pesado.

No importa, valió la pena soñar. Fue éste sueño el que le permitió que todo este emprendimiento de Matchroom Boxing por más de 100 millones de dólares pudiera realizarse en medio año, incluyendo el emplazamiento de un estadio para 15.000 personas en el Dirayah Oasis.

Valió la pena que miles de señores árabes con sus blancas túnicas y sus kuffyya cubriéndoles la cabeza se pusieran de pie para honrar al himno de México- país de sus padres impuesto por él- sumado a los del Reino Unido y al de los Estados Unidos.

Valió la pena que quienes se burlaban de él por gordito travieso, algo ingenuo y prepotente se sumaran al deseo de su triunfo, el triunfo de un hijo pródigo de la Baja California, lugar donde muchos de sus hermanos reciben escasos estímulos de la sociedad con la cual alternan.

Todo esa ilusión que se interrumpe, tuvo sentido.

Primero supo soñar cuando le compró a Bob Arum su propio contrato por 700.000 dólares y se lo vendió a porcentaje a Al Haymon si es que éste le conseguía una pelea por el Campeonato del Mundo, cosa que ocurrió.

Supo seguir soñando cuando se ofreció por Twitter para enfrentar a Joshua en Nueva York ante la deserción de Jarrell Miller, su rival programado, sancionado tras un control antidopaje.

Cual pandillero en el crepúsculo ocioso de su pueblo, Imperial, en la Baja California a 25 kilómetros de la frontera con México, Andy siguió soñando junto a sus amigos que bien podría estar la noche del 1 de Junio de 2019 en el Madison.

Todo fue un sueño en la meritoria carrera de Ruiz, el país de sus padres pues siempre sintió su pertenencia a la raza inclaudicable de esa incomparable estirpe y es por ello que el Canelo Álvarez estuvo presente y lo alentó enfáticamente .

El niño obeso que alguna vez entró al gimnasio para adelgazar, había alcanzado la celebridad. Y tal sueño era lo más fuerte que le ofrecía su vida a veces rante, en otras desorientada pero siempre ingenua y bondadosa.

La noche de Ryat con sus luces opulentas entrecruzadas iluminando príncipes y campeones había superado todo lo imaginable en aquella quimera sin final.

Atrás habían quedado los días de 10 ó 12 caramelos Snickers de chocolate relleno y las 6 hamburguesas de las visitas diarias a Mc Donalds.

“Quiero la revancha, prometo tomar
“Quiero la revancha, prometo tomar la mejor forma de mi carrera”: Andy Ruiz, tras perder con Anthony Joshua (Reuters/Andrew Couldridge)

Quedaba como risueña anécdota la vez que no lo dejaron pelear profesionalmente pues había superado los 160 kilos y la Comisión de Boxeo de California le recomendó bajar 20 kilos, cuanto menos, para darle el permiso.

El fastuoso estadio de Diríyah, su lujo y su gala, desconocían que detrás del esforzado soñador había una historia de sufrimiento ante todas las veces que Andy padeció, desde niño, el trato cruel del “bullyng” y la discriminación por gordo.

Todo acabó. El sueño siempre será más valioso que esta realidad con derrota.

El millón de dólares de bolsa del primer combate hace seis meses se convirtieron en 13 millones para ésta otra. Para Andy resultaron poco pues aspiraba a los 50 millones que embolsó Joshua. Tardó en entender que cuando se libró el primer combate la condición que puso Eddie Hearn, el empresario, fue que si Joshua perdía –cosa que ocurrió en el 7 asalto – había revancha directa en el lugar del mundo que fuere Joshua cobraría 50 millones de dólares.

Fue así cómo la Oficina de Turismo de Arabia Saudita le ofreció a Matchroom Boxing 100 millones de dólares más gastos para viajes en primera clase, estadías, comidas, traslados, traductores y otras prebendas como pago por todo el paquete cerrado. Esto implicarían las peleas preliminares y todos los oficiales provenientes de cualquier parte del Mundo que actuaran en ellas.

“Si yo soy el campeón, ¿por qué yo cobro 13 millones y ese cobarde inglés recibe 50 millones?”, le inquirió Ruiz a Al Haymon.

Y éste le respondió: “Porque sin la chance que te dio Joshua no estaríamos aquí, no hubieses asegurado tu futuro, no tendrías casa nueva para tus padres, tus hermanos, para ti, ni el Cadillac último modelo", le agregó con contundencia. Y concluyó: “Si le ganas, ganaras 50 millones en tu próxima pelea contra Deontay Wilder o Tyson Fury".

Que pena, todo acabó.

No habrá que golpear a las puertas de las casas de Mike Tyson o Evander Holyfield para explicar nada.

No habrá que ir hasta las tumbas de Rocky Marciano, Joe Frazier o Muhammad Alí para explicar que la corona de peso pesado que ellos inmortalizaron la conservó un guerrero llamado Andy Ruiz cuya cara tiene la redondez de la picardía infantil y a quien se le notaba el abdomen caído y prominente bajo una generosa camiseta blanca al momento en que lo anunciaban desde el ring hacia todo el mundo.

Tampoco que quien le ganó es un esbelto atleta inglés de 1.98 y perfecta anatomía llamado Antonhy Joshua que boxea maravillosamente sin pelear y tiene el corazón oculto.

Todo fue fugaz para Andy, como la luz de un fósforo, como el sueño de una noche de verano…

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