Todo comenzó en Barcelona. Allí fue donde el fútbol cruzó las vidas de Luis Enrique y Robert Moreno, dos apasionados de la pelota que forjaron con el tiempo una amistad que los egos y las malas formas terminaron de resquebrajar después de lo que sucedió entre el entrenador que llevó al equipo culé a ganar su última Champions y su fiel ladero.
A diferencia de la gran carrera como futbolista que tuvo Luis Enrique -jugó en el Real Madrid y el Barcelona, y cosechó 11 títulos como jugador-, la historia de Moreno y el fútbol estuvo, siempre, detrás de la línea que divide el campo de juego. Barcelonista de pura cepa, Robert se licenció en comercio internacional en la Universidad de Barcelona, pero su conexión con la pelota se dio en plena adolescencia: ya a los 14 años comenzó a dirigir y fue una década más tarde cuando tomó las riendas de pequeños equipos del fútbol catalán.
Ya instalado en el Fútbol Club Barcelona, Robert se conectó con Luis Enrique en la filial B. Tras la elección para que Guardiola se haga cargo del plantel profesional luego del alejamiento de Frank Rijkaard, el ex jugador de la institución blaugrana secundo a Pep y, en tres años junto al equipo, logró el ascenso a la segunda categoría del fútbol español.
Una vez que Lucho dio por terminada su etapa en la filial barcelonista, su carrera como entrenador en Europa se puso en marcha en la Roma -duró una temporada-, luego siguió en el Celta de Vigo -una campaña- hasta que regresó al Barça para la 2014/2015, luego del fallecimiento de Tito Vilanova, ex ayudante de Guardiola en el banco.
En todo ese proceso, Moreno trabajó codo a codo con Luis Enrique. Seleccionado como su técnico alterno por el propio DT, Robert era el encargado de llevar una tarea preponderante en el armado estratégico y en la planificación de los partidos: cumplía la función de analizar a los rivales y luego reflejar dicho estudio en videos para los futbolistas. Gracias a ese trabajo se convirtió en uno de los mejores scouting del fútbol en europa.
Después de acompañar a Lucho durante tres temporadas en el Barcelona, en la que se destacó el triplete conseguido en su primer año cuando obtuvieron la liga española, la Copa del Rey y además le ganaron a la Juventus la final en Berlín para convertirse en campeones de Europa, a todo el cuerpo técnico les llegó la gran oportunidad de sus vidas.
Una vez que pasó el Mundial de Rusia 2018, con la eliminación del seleccionado en octavos de final en los penales ante los locales, sumado al papelón del despido de Julen Lopetegui en las horas previas al estreno en la Copa del Mundo, Luis Rubiales, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, tomó la decisión de elegir a Luis Enrique, que junto a Robert Moreno y el resto del staff técnico asumieron al frente de la selección de España.
Pero después de ocho partidos como director técnico, el anunció de Luis Enrique el pasado 19 de junio sorprendió al fútbol mundial. La enfermedad de su hija lo motivó a dejar la selección para ocuparse de su familia. Ahí entró en juego Robert Moreno: con el pulgar arriba de Rubiales y José Francisco Molina -el director deportivo que reemplazó a Fernando Hierro después del Mundial- el número 2 se transformó en el 1 del seleccionado español.
Ante el escenario de quedarse sin su entrenador principal, lo mejor para la RFEF fue ofrecerle el cargo a una persona que se podía correr más fácil del puesto que si la elección hubiera sido por un DT con mayor trayectoria.
Los meses pasaron. De la mano de Moreno, España logró la clasificación a la Euro del año próximo. Pero una vez que Enrique hizo el duelo por el fallecimiento de su hija, y sintió que ya era hora de volver a trabajar, la relación entre Robert y Luis se resquebrajó.
“Me comprometí públicamente a que si Luis Enrique quería volver tenía las puertas abiertas y cada vez que me han preguntado hemos actuado igual. Nadie se puede sentir engañado. Transparencia y rigor”, declaró Rubiales después del triunfo de la selección española frente a Rumania por la clasificatoria a la Euro 2020, en el Wanda Metropolitano. El mensaje fue claro.
¿Qué motivó la pelea entre el entrenador y su fiel ladero? Más allá de cuestiones personales, Moreno quería ser el técnico sentado en el banco hasta la máxima competencia para selecciones europeas que se jugará el año próximo. Según indicaron medios españoles y que luego confirmó el principal protagonista de esta novela, Robert estaba dispuesto a devolverle el puesto a su jefe una vez que pase dicho torneo. Para Luis Enrique, eso fue una jugada “desleal”, por eso cuando se sentó para acordar su regreso a la selección, eliminó a su principal ayudante del cuerpo técnico.
“El único responsable de que Robert Moreno no esté en mi staff soy yo. No Rubiales, ni Molina ni la Federación. El desencuentro con Moreno viene el 12 de septiembre”, detalló Luis Enrique en la conferencia en la que se oficializó su vuelta.
“Ese fue el único día que tuve contacto con él. Me llamó, tuvimos una reunión en mi casa y percibí que quería hacer la Eurocopa y que después, si yo quiero, volvería a ser mi segundo. Lo veía venir por los acontecimientos de las últimas semanas. Voy a ponerme en el otro punto de vista: entiendo que le haga ilusión, que es la oportunidad de su vida, ha trabajado mucho y es ambicioso, que es una cualidad a valorar, pero para mí es desleal, yo no lo haría y no quiero a nadie con esas características en mi staff. La ambición desmedida no es un a virtud, sino un gran defecto”, agregó Lucho.
Hace menos de una semana, ya con su despedida consumada del seleccionado española, Robert Moreno fue claro. “Lo mejor es que quede entre nosotros, si él quiere hablar, que hable”. Y Luis Enrique, habló. ¿Será el turno de que el ladero de toda la vida de Lucho de su versión de lo sucedido?
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