Por Sergio Levinsky
Hay partidos que marcaron la historia del fútbol desde la política y así como se puede citar el que Irán le ganó 2-1 a los Estados Unidos en el Mundial de Francia 1998 o el de Argentina a Inglaterra 2-1 en el de México 1986, otro de los más importantes, sin dudas, y además sorpresivo, es el que Alemania Oriental le ganó a la Occidental, que además representaba al país organizador en el Mundial de 1974, por 1-0.
Ese partido, jugado por la tercera y última fecha del Grupo A del Mundial 1974 en el Volkparkstadion de Hamburgo y ante 60.350 espectadores, que contó como árbitro al uruguayo (ya fallecido) Ramón Barreto, tuvo connotaciones muy especiales, como que las dos Alemanias, separadas desde 1961 por el Muro de Berlín como producto de la división del país tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, y en plena “Guerra Fría” entre el mundo capitalista y el mundo socialista, coincidieran en el que fue el único partido en el que se enfrentaron oficialmente, y por el torneo más importante de selecciones en el planeta.
Alemania Occidental (o también llamada Federal) era claramente favorita e incluso, no sólo a ganar el partido sino el Mundial, con la base del fuertísimo Bayern Munich, que justamente ese año, 1974, comenzaría un reinado de tres años como campeón de la antigua Copa de Campeones de Europa (Champions League desde 1992), con jugadores como Franz Beckenbauer, su gran figura, aunque también un goleador implacable como Gerd Müller, un arquero de gran categoría como Sepp Maier, entre tantos cracks. Uli Hoeness y Hans Georg Schwartzembeck completaban el aporte de los bávaros a la poderosa “Mannschaft”.
Parecía un trámite ese partido porque los locales ya se habían liberado de la presión de no quedar eliminados en primera ronda. Habían vencido nerviosamente a Chile en el final con un gol de Paul Breitner (otro gran jugador, que pasó por el Real Madrid) 1-0, y ya en la segunda presentación, vencieron a Australia 3-0. Con la clasificación en el bolsillo, recibían a la otra Alemania, la del otro lado del Muro de Berlín, en un partido que podía servir para consolidarse en el primer lugar del Grupo A de cara a la segunda fase, que en aquel tiempo era de dos zonas de cuatro selecciones cada una en la búsqueda de la final.
Aquel 22 de junio (casualmente, la misma fecha en la que 12 años más tarde se enfrentarían Argentina e Inglaterra en México), a las 19,30, comenzaba un partido extraño para todos. Los helicópteros revoloteaban sobre el estadio, los perros olfateaban si había explosivos hasta en la sala de prensa, había francotiradores en la azotea y se utilizaron detectores de metales entre los hinchas. Los espectadores tuvieron que pasar hasta siete controles antes de llegar a sus lugares.
Cuando salieron los equipos a la cancha, se alinearon para los himnos y otra vez la sensación fue rara, porque además del tradicional himno alemán (“Deutschland, Deutschland Úber alles” (Alemania, Alemania sobre todo), también se escuchó el “Auferstanden aus Ruinen” (Resucitados de las ruinas), que en ese entonces oficiaba de canción nacional para Alemania del Este (o Democrática), escrita en 1949 por el poeta socialista Johannes R. Becher, quien fuera ministro de Cultura de la RDA aunque desde 1973 se tocó en versión instrumental (el compositor fue Hanns Eisler), sin letra, desde el mutuo reconocimiento diplomático entre los dos países.
Lo cierto es que en Alemania Federal se conocía poco del fútbol de Alemania Democrática, aunque no al revés. Y el equipo de Alemania del Este, sin tantas estrellas, había obtenido una medalla de bronce también en la otra Alemania en los recientes Juegos Olímpicos de Munich en 1972 (repetiría podio en Montreal 1976 y en Moscú 1980) y apenas un mes antes del Mundial, para sorpresa de muchos, el modesto Magdeburgo se había quedado con la Recopa de Europa ganándole la final 2-0 nada menos que al Milan de Giovani Trapattoni y en el que jugaban, entre otros, “El Bambino de Oro”, Gianni Rivera y el lateral alemán (occidental) Karl Heinz Schnellinger, mundialista en México 1970.
Ese partido ante el Milan se jugó en Rotterdam y al vencer el Magdeburgo, tuvo la chance de jugar por la Supercopa de Europa ante el Bayern Munich, de Alemania Occidental, en lo que pudo ser la antesala perfecta del Mundial porque eran los dos equipos más fuertes de los dos torneos europeos, pero no pudo ser. Así como meses antes la Federación de la Unión Soviética se negó a que su selección jugara ante Chile por la clasificación al Mundial 1974 por estar en contra del golpe de Estado de Augusto Pinochet, la Federación de Fútbol de Alemania Democrática se negó a que el Magdeburgo jugara ante el Bayern Munich por motivos políticos.
Por su parte, la selección de Alemania Democrática debutó en el Mundial en medio de la indiferencia de los “otros” alemanes, venciendo 2-0 a Australia en Hamburgo, y empatando después 1-1 ante Chile en el Estadio Olímpico de Berlín. De esta forma, Alemania Federal llegaba con un punto de ventaja (4 sobre 3) al tercer partido entre ellas.
Sin embargo, pese a la gran expectativa desde el fútbol a la política y a las enormes y costosas medidas de seguridad, todo resultó un fiasco. Las acciones eran muy aburridas y el 0-0 parecía inexorable cuando a los 77 minutos, Jürgen Sparwasser, jugador del Magdeburgo e ingeniero mecánico de 26 años, aprovechó una desatención de Franz Beckenbauer, Berti Vogts y Horst Höttges y dentro del área sacó un remate que venció al gran Sepp Maier. Fue una de las grandes sorpresas de la Copa del Mundo y de la historia de los Mundiales y obligó a Alemania a jugar ante Polonia, Suecia y Yugoslavia, aunque hay otros que sostienen que con esta derrota, los locales evitaron a Holanda y su “Naranja Mecánica” hasta una posible final.
Años más tarde, Sparwasser se refirió a ese gol desde un costado más político: “Era golpear al enemigo donde más le duele. Mucha gente, entonces, lo veía así. Si en mi lápida pusieran “Hamburgo 74”, todos sabrían quién yace abajo”. Para Beckenbauer, en cambio, la lectura fue al revés: “El gol de Sparwasser nos despertó. Sin ese gol jamás habríamos ganado ese Mundial”, aunque no hace referencia a que se salvaron de enfrentar a Holanda en la segunda fase y que aquella derrota les permitió un camino un poco menos complejo, aunque en el grupo de la segunda fase esperara la poderosa Polonia con el arquero Jan Tomaszewski, un defensor como Wladyslaw Zmuda, un crack como Kazimierz Deyna y tres temibles delanteros como Grzegorz Lato, Anderzej Szarmarch y Robert Gadocha.
Sparwasser jugó en el Magdeburgo hasta 1979, cuando a los 31 años, una lesión truncó su carrera y había sido pieza fundamental en el ascenso a Primera en la temporada 1966/67 anotando 22 goles en 27 partidos. También ganó la medalla de bronce en Munich 72 y entonces llegó a recibir una oferta del Bayern Munich para jugar allí pero la rechazó. “Los rumores decían que estuve recompensado en mi país por aquel gol con una casa, un coche y un premio en dinero, pero eso no fue cierto”, desmintió más tarde, a tal punto que Sparwasser aprovechó un partido de veteranos entre las dos Alemanias en 1988 para fugarse a la Occidental aunque un año más tarde se produciría la caída del Muro de Berlín. Luego, fue asistente del entrenador en el Eintracht Francfurt y más tarde, DT del SV Darmstadt 98.
La celebración post-partido de los alemanes democráticos incluyó una cena en el hotel y una excursión a la calle Reeparbahn, “la milla del pecado”, el foco más vivo de la prostitución en el Barrio Rojo de Hamburgo, incipiente cuna del movimiento okupa europeo, pero entre los integrantes del plantel no estaba Sparwasser. “Un chofer me sugirió que me quedara en el hotel porque si me encontraban en el barrio rojo, se iba a quedar sin trabajo. No se sabe qué habría sucedido si me encontraban. Me quedé en mi habitación tomando cerveza. Se dice que la Stasi (el servicio de inteligencia de la RDA) nos metió gente alrededor pero no creo que haya sido así. Eso es una estupidez. Yo estuve 15 años viajando por todo el mundo y jugué 40 partidos internacionales en Europa. No había más que nuestros delegados pero nadie nos vigilaba”,
Uno de los motivos por los que se cree que finalmente Sparwasser se fugó a Alemania Federal es que tras el Mundial, lo silbaban en todos los estadios, desconfiados por ese gol que permitió a la RFA avanzar al grupo más fácil de la segunda fase, y así llegar y ganar la final más tarde.
A diferencia de Alemania federal, Alemania Democrática avanzó a la segunda fase pero en su grupo coincidió con Brasil (perdió 1-0), la Holanda de Johan Cruyff y la base del Ajax tricampeón de Europa (1971, 1972 y 1973), con la que perdió 2-0, y finalizó su participación en la historia de los Mundiales al empatar 1-1 ante la selección argentina el 3 de julio de 1974 en el Parkstadion de Gelsenkirchen (ganaban los alemanes con gol de Joachim Streich en el primer tiempo pero cuatro minutos más tarde empató René Houseman, en un partido en el que debutó Ubaldo Fillol y en el que el conjunto albiceleste aún estaba conmocionado por la noticia a la distancia de la muerte del presidente Juan Domingo Perón dos días antes).
Con caminos opuestos, Alemania Occidental sería campeona del mundo al vencer a Holanda por 2-1 en la final, mientras que Alemania Oriental no volvería a jugar otro Mundial y se disolvería como equipo en septiembre de 1990, menos de un año después de la caída del Muro de Berlín.
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