En marzo pasado, durante la temporada baja de la NFL, el defensivo Anthony Chickillo firmó una extensión de contrato por dos años con Pittsburgh Steelers, el equipo que lo reclutó en el Draft del 2015. Siete meses después, el linebacker protagonizó el arresto número 944 de un jugador perteneciente a esta liga desde el año 2000 y primero en menos de 3 meses.
Antes del arresto del jugador número 56 del equipo acerero por violencia doméstica el pasado domingo 20 de octubre, habían pasado únicamente 2 meses y 11 días desde que Darius Philon de los Arizona Cardinals fuera detenido por un asalto con arma mortal.
Según una base de datos del portal USA Today, Philon fue el último jugador de la máxima liga de fútbol americano que había sido aprehendido. Su detención ocurrió el 9 de agosto y, desde entonces, nadie había sido atrapado por la justicia. Hasta que Chickillo fue arrestado por violencia doméstica.
Aunque esos menos de 80 días pudieran parecer poco tiempo, se trata de la racha más larga en 19 años sin que un jugador de fútbol americano profesional perteneciente a esa liga fuera detenido.
“Tiene que ver directamente con la competitividad del deporte estadounidense, es tal el nivel de competitividad y es tal la gente que quiere acceder a la industria del deporte que provoca una presión social que deriva justo en problemas de tipo físico, moral y económico”, dice a Infobae México, Mario Villagrán, subdirector de la revista GQ Latinoamérica y maestro en sociología por la Universidad de Santiago de Chile.
La base de datos del citado medio únicamente contempla las detenciones efectuadas desde el año 2000 en adelante. El primer arresto que aparece en el listado es el del ex receptor Rod Smith, quien jugaba para Denver Broncos cuando el 24 de enero de aquel año, fue acusado de asfixiar, golpear y empujar a su esposa en su casa cerca de Denver, Colorado.
“Responden a un sistema de presión social en el que puedes ser hindú, nigeriano o mexicano, vas a acabar golpeando a tu esposa, drogándote o en la calle tres años después, porque la industria de Estados Unidos es altamente competitiva. El espectáculo cada vez es más competitivo y cada vez más gente quiere acceder a él”, explica Villagrán.
“El eje tiene que ver con competitividad que deriva en presión y la otra línea tiene que ver con la procedencia de los jugadores, en EEUU el deporte sirve como un puente para poder hacer industria, generar una vida de wellness, de bienestar económico. Entrar a esa industria provoca que la gente que viene de sectores marginales sienta una presión y lo vea como el único camino de vida. Al final se vuelve la única opción y se une la competitividad, presión social y procedencia del deportista”, refuerza.
Según reportes, Chickillo, originario de Tampa Bay, Florida, fue aprehendido después de que supuestamente agrediera a su pareja, la atleta canadiense Alysha Newman, especialista en salto con pértiga.
Chickillo, de 26 años, fue detenido por agentes de la Policía Estatal de Pennsylvania y acusado de agresión, daños a propiedad privada y hostigamiento. Luego fue dejado en libertad tras el pago de una fianza de USD 10.000, pero deberá comparecer ante una audiencia preliminar programada para el 30 de octubre.
Diversos factores se conjugan para que estos atletas terminen por tener serios problemas con la ley. Uno de ellos podría ser el de un sistema educativo que premia y solapa a los estudiantes con becas por méritos deportivos, siempre y cuando entreguen resultados.
“Yo veo el sistema deportivo colegial estadounidense con la misma estructura que el profesional en todo sentido en cuanto a audiencia, espectadores, negocios, con la cuestión del capital invisible que no hay un pago aparente, o patrocinios. Pero a nivel deporte, las ligas colegiales siempre responden a esto y a presión social, lo que deriva que un estudiante estadounidense marginal, que la única manera que tiene de obtener un título es acercarse al deporte, pues como puente de salvación deriva en esto. Creo que el deporte estadounidense en ese sentido, responde la industria, están de la mano”, desmenuza el periodista egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Aunque específicamente en el football, los constantes golpes con la cabeza juegan un papel trascendental para entender los actos ilícitos de los jugadores. Recién la NFL reveló que el número de conmociones cerebrales en los partidos de la reciente pretemporada se elevó 44% a 49, respecto de los 34 registrados en 2018.
Esto representa un tropiezo en las iniciativas para reducir los impactos en la cabeza que se implementaron como una medida desesperada ante los estudios que revelan la correlación entre los golpes recibidos por los jugadores a lo largo de su carrera y severos daños neurológicos.
Hace unos años, Jeff Miller, vicepresidente de la liga profesional de Estados Unidos para la Salud y Seguridad, aceptó ante el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes que hay un vínculo entre las conmociones cerebrales que sufren los jugadores de fútbol americano y la encefalopatía traumática crónica (CET, por sus siglas de inglés), una enfermedad cerebral degenerativa inducida por repetidos golpes en la cabeza.
El neuropatólogo de la Universidad de Boston encontró CET en cerebros de 90 ex jugadores de 94 analizados. Además de los casos con ex jugadores, el estudio de McKee encontró CTE en 45 de 55 jugadores universitarios examinados y en seis de 26 en edad escolar.
“Por supuesto que tiene que ver los problemas físicos, mentales y neurológicos que presentan los jugadores de esta liga con la relación a la propia dinámica de juego. Se debe estudiar cómo la tecnología ha dado pasos gigantes para tratar de amortiguar el daño de los golpes, la liga ha empleado reglas para tratar de tener algún control de un problema que saben que no está en sus manos en el sentido que no lo han intentado arreglar, pero también tiene que ver con la naturaleza del juego que se ha vuelto mucho más competitivo que hace 30 años, cuando había menos interés masivo por querer ingresar a la industria”, insiste Villagrán.
Pero para entender cómo puede afectar un golpe que provoque CTE a un jugador y ello lo orille a cometer alguna atrocidad, basta con ver el caso del ex receptor de New England Patriots Aaron Hernandez, quien se suicidó en la cárcel luego de haber sido condenado por el asesinato de uno de sus amigos en 2013. Los análisis de su cerebro mostraron un estado de encefalopatía traumática crónica similar al de alguien afectado por esa enfermedad cerebral degenerativa de 60 años.
El portal NFLarrest.com arroja datos sobre los equipos de procedencia de cada uno de los jugadores de esa liga que han sido detenidos por la policía, así como cifras por años y hasta por delito, siendo el de conducir bajo los efectos del alcohol el más recurrente.
A pesar de los constantes arrestos a atletas de la liga, vale destacar que entre los alrededor de 1.700 jugadores que la conforman, 82 han sido detenidos en alguna ocasión, lo que representa una tasa per cápita menor en proporción con la población total estadounidense.
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