Si Ron Howard, el director de Rush, el film que reprodujo el duelo de Niki Lauda y James Hunt en el campeonato de Fórmula 1 de 1976, decidiera hacer lo propio con las batallas entre Ayrton Senna y Alain Prost, tendría para hacer dulce. Podría hacer una, dos o tres películas. O más. La rivalidad entre el brasileño y el francés fue épica porque se trató de dos número uno. Ambos campeones mundiales fueron la referencia de la Máxima durante casi una década y dejaron su sello para siempre. Aunque cuando fueron compañeros en McLaren su mano a mano llegó al punto más álgido, en especial un día como hoy, hace 30 años.
Hay varias razones para explicar la grandeza del duelo Senna vs. Prost o Prost vs. Senna (para que nadie se enoje). La principal es que fueron dos de los diez mejores pilotos en la historia de la F-1. También que el talento de ambos se potenció cada vez que se encontraron en la pista. Elevó sus niveles. Luego, que durante nueve temporadas entre 1985 y 1993 inclusive, entre los dos se quedaron con siete campeonatos. El Profesor (como lo llamaban a Prost) se coronó en 1985, 1986, 1989 y 1993. En tanto que el brasileño hizo lo propio en 1988, 1990 y 1991. Se entrometieron con sus títulos, otro brasileño, Nelson Piquet, en 1987 y el inglés Nigel Mansell, en 1992 (ambos con Williams). Entre 1988 y 1990 (los años más duros entre ambos), Senna y Prost ganaron en total 36 carreras sobre un global de 48 competencias (el 75 por ciento). Su rivalidad llevó a la F-1 y al automovilismo a lo más alto del deporte mundial. Nadie quería perderse una carrera y en especial cuando compartieron el equipo McLaren en 1988 y 1989, ya que era la máxima expresión de un piloto. Es decir, a igualdad de medio mecánico, la diferencia la hacía el factor humano. Y ellos estuvieron cabeza a cabeza en esas dos temporadas. Su rivalidad sigue tan vigente que hasta está recreada en el videojuego F1 2019.
A su vez ellos tenían dos estilos bien marcados: Prost siendo un cerebro en la pista. Una máquina de sumar puntos. Un estratega. Sabía cuándo atacar o en qué momento esperar las carreras, es decir, cuidar el ritmo del auto para poder ganar en el final. En tanto que Senna era un velocista nato. Por algo su récord de 65 poles positions recién fue batido por Michael Schumacher en 2006 y con muchas más carreras. El brasileño sólo concebía el automovilismo yendo siempre al frente.
Sus encuentros en la pista datan desde la primera temporada de Senna, en 1984. Fue aquella carrera de Mónaco bajo una lluvia torrencial donde el paulista venía cumpliendo una labor de antología con su humilde Toleman. Llegó a ponerse segundo y estaba cerca de pasarlo a Prost, quien ese año volvió a McLaren, equipo con el que debutó en la Argentina en 1980. El sobrepaso era inminente, hasta que el director de la prueba, el belga Jacky Ickx por seguridad dio por terminada la competencia con 31 vueltas cumplidas de un total de 76 y el galo se llevó el triunfo.
Pero al año siguiente, también bajo el agua, Senna logró su primera victoria ya con Lotus y en Portugal. Tuvo un franco ascenso y hacia fines de 1987 ya era uno de los mejores corredores de la categoría. Honda motorizaba a Lotus y en 1988 se iba a sumar a McLaren. Ayrton tenía una buena relación con la gente de la fábrica japonesa y esto le generó una chance de llegar al equipo de Woking. Pero el que tenía que dar el visto bueno era el propio Prost.
“La elección de mi compañero en 1988 estaba entre Senna y Piquet. Cuando fui con Ron Dennis (director del equipo McLaren) a Japón, a reunirnos con la gente de Honda, le dije a Ron que debía escoger a Ayrton, porque era el piloto con más talento, y para mí el equipo era lo primero. Si ahora mismo fuera a empezar de nuevo mi carrera, actuaría de forma diferente, me concentraría más en mí y en mi trabajo…”, contó Alain en 1998 en una entrevista con el periodista Nigel Roebuck. “Yo podía haber dicho no a la llegada de Ayrton a McLaren. Una de mis virtudes es que normalmente, cuando tomo una decisión, no me arrepiento de ella, pero desde mi propio punto de vista, definitivamente me equivoqué en aquella ocasión…”.
Hacia 1988, Prost ya era bicampeón mundial (los dos títulos con McLaren). Senna era el joven con mucha capacidad y hambre de gloria. Ambos estaban en la mejor escudería y Ron Dennis no planteó órdenes de equipo, por lo tanto la lucha en pista iba a ser abierta. Claro que la frutilla del postre fue el auto que manejaron: el McLaren MP/4, el coche más exitoso en 69 años de historia de la F-1 si se toman cantidad de carreras y triunfos. Los corredores de la escudería británica se quedaron con 15 de las 16 competencias del año (8 para Senna y 7 para Prost) donde solo Ferrari y el austriaco Gerhard Berger pudieron doblegarlos, justo en Monza y a 28 días del fallecimiento de Enzo Ferrari. Mejor tributo, imposible.
En aquella temporada se vieron chispazos. En Mónaco, Senna hizo la mejor vuelta de su vida en la clasificación donde le sacó 1,4 segundos a Prost, la diferencia más grande entre el primero y el segundo en la era moderna de la F-1 en el Principado. En carrera el brasileño ganaba por una ventaja de más de 50 segundos sobre francés, pero terminó contra el guardarrail. “Quería humillarme. Quería mostrarle a la gente que él era mucho más fuerte. Mucho mejor”, dijo Prost.
Sin embargo el encuentro más fuerte que tuvieron en 1988 fue en Portugal, donde Senna le tiró el auto encima a Prost en plena recta principal y lo llevó contra el muro. Ese año el brasileño fue campeón una fecha antes del final tras ganar en Suzuka, Japón, un lugar donde aún es adorado. Los nipones lo comparaban con un samurai por su estilo agresivo de manejo. A esa altura tal vez el francés ya estaba arrepentido de haber aprobado su llegada a McLaren. Las chicanas lights entre ellos a la hora de declarar tenían los días contados. Si alguien creía que para el venidero ejercicio la relación iba a mejorar, no fue así, todo lo contrario...
Fue en la segunda fecha de 1989 en el GP de San Marino corrido en Imola, Italia, cuando el vínculo se quebró. Según el francés, habrían acordado que si uno de los dos llegaba liderando la prueba a la curva Tosa en la primera vuelta, el que iba detrás lo respetaría. El brasileño largó mal y fue superado por su coequiper, no obstante, Senna superó a Prost en la curva Tosa y esto enojó al galo. Allí se terminó el clima de tensa calma y estalló el conflicto.
Crecieron las batallas en la pista y una guerra psicológica fuera de la misma. La tensión y la desconfianza entre los dos competidores llegaron a un punto crítico. Ya no se dirigían la palabra. En el medio sus mecánicos e ingenieros tomaron partido por cada piloto. A todo esto los medios se frotaron las manos porque su duelo arriba y abajo del auto vendía, y mucho. Es que acaparó la atención de la gente con un público dividido ya que se trataba de los dos mejores pilotos del momento. McLaren seguía teniendo el auto a vencer con el MP4/5, aunque no tan apabullante como su antecesor. Y otra vez estos titanes volvieron a definir el título.
La carrera clave fue de nuevo en Suzuka, penúltimo episodio de la temporada. Hasta la cita nipona Senna tenía seis victorias y cinco abandonos. Prost, en tanto, cuatro triunfos, pero ninguna deserción. El brasileño esta vez debía ganar o ganar para forzar una definición en el cierre en Australia. Hizo la pole positions, aunque largó mal. Fue superado por el francés. Ayrton se fue acercando y en el giro 46 (total de 53) ya no había diferencias. Hasta que al llegar a la chicana se tiró por adentro para superar a Alain, quien sabiendo que si ambos abandonaban él era campeón, se cerró hacia la derecha y generó el toque más recordado de la historia. Fue impactante. Tuvieron una mirada que duró un segundo, pero que fue eterna. No volaba ni una mosca. Fue el día que el Planeta Tierra se detuvo porque estas dos estrellas ahora sí se habían encontrado con todo en la pista. Y porque esa maniobra definió un campeonato aquel 22 de octubre de 1989.
Senna no se dio por vencido y le pidió a los auxiliares de pista que le empujen su auto. Siguió e ingresó a boxes a cambiar la trompa rota. Retomó la marcha, superó al italiano Alessandro Nannini (Benetton) y venció en pista. Sin embargo, fue excluido porque los comisarios deportivos consideraron que cortó camino al no hacer la chicana completa luego del encontronazo con Prost, quien tras bajarse de su monoposto fue a hablar con las autoridades de la prueba. Y también con su compatriota, Jean-Marie Balestre, presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA). Este dato no era uno más: Senna nunca se calló nada y si tenía que criticar a la dirigencia lo hacía. No era bien visto por varios popes de la FIA. Prost era todo lo contrario, muy político abajo del auto.
El francés lograba así su tercera corona. En tanto que el brasileño recibía una sanción de retiro de su Superlicencia y quita de todos los puntos de ese año. Aunque apeló y esa pena no llegó a efectivizarse. “Estaba completamente seguro de que ganaría la carrera o que tendría un accidente como este. El problema con Ayrton es que no puede aceptar perder y no puede aceptar que alguien le aguante un adelantamiento”, sentenció el francés. “La manera en que todo el asunto ha sido tratado es como si yo tuviera la total responsabilidad de todo. Fui culpado y sancionado por todo. Fui tratado como un criminal. Y es totalmente inaceptable. No causé ningún accidente”, respondió Senna que terminó muy herido y el tema con Prost no tenía retorno. De hecho el galo se fue a Ferrari para 1990. Ya en dos equipos diferentes y de los más fuertes en ese momento, el duelo elevaba la temperatura.
Con la salida de Prost de McLaren se dio el trueque por Berger quien fue el mejor compañero para Senna, que ya era el piloto de referencia de McLaren. En aquel año el brasileño sumó seis triunfos y el francés cinco victorias. El marco de presión era tal que el galo tras vencer en España se quebró en llanto. Se venía un nuevo round decisivo y otra vez el “ring” era el de Suzuka. Ahora era el brasileño al que le favorecía el abandono de los dos. Compartieron la primera fila y el galo largó mejor. Pero su rival se tomó revancha y no levantó antes de llegar a la primera curva lo que ocasionó otro toque. Resultado: ambos afuera y segundo título al hilo para el sudamericano.
Sobre ese segundo toque en Suzuka, Prost afirmó que “Ayrton lo hizo a propósito porque vio que yo había salido mejor que él, que mi coche era mejor y que no tenía ninguna posibilidad de ganar. Por tanto, me sacó de la pista. Lo que hizo fue más que antideportivo, fue desagradable. La poca amistad que teníamos se terminó. No quiero tener cerca a alguien que se muestra una manera, pero piensa de otra”. Por su parte Senna sostuvo que “me importa poco lo que diga. Escogió ir de esa manera hacia la primera curva, cuando sabía que no podría salir bien parado. Sabía que iba meterme por adentro. Cometió el mayor error del año, al cerrarse. Sabe que yo siempre lucho por el hueco. No puedo hacerme responsable de las acciones de otros”.
Para 1991, Ferrari no tuvo un buen auto y Prost hizo lo que pudo. En esa temporada el gran rival de Senna fue Mansell quien no pudo evitar el tricampeonato de Magic (así se lo apodaba a Senna por lo bien que conducía bajo la lluvia). Fueron contadas las veces que el brasileño y el francés se encontraron en la pista como en Alemania, donde al llegar a una chicana “El Profesor” se fue por la vía de escape para evitar un toque. “No tengo nada que perder. No puedo ganar el campeonato, pero si me lo encuentro otra vez de la misma manera, si él hace exactamente lo mismo, lo empujo afuera”, avisó Prost. Ayrton disparó: “Prost siempre se está quejando, ya sea por el auto, los neumáticos, el equipo, los mecánicos, el combustible, los otros pilotos o el circuito. Siempre la culpa es de alguien. Nunca es suya”. En la siguiente carrera, en Hungría, la FIA ordenó una reunión entre los dos pilotos para no repetir las incidencias entre ellos.
Tras un año sabático de Prost en 1992, su vuelta en 1993 fue en Williams que era el equipo a vencer con los poderosos motores de Renault. Claro que esta vez no le dio lugar a Senna. Exigió una cláusula en la que el único piloto que no quería tener como compañero era el brasileño. Esto le molestó a Ayrton: “Si Prost quiere ser llamado a ser el único que ganó tres títulos y que volvió a la F-1 y pueda ganar otro, debería ser de forma deportiva. Por la forma en que lo está haciendo, se está comportando como un cobarde. Y si quiere ser deportivo, debe estar preparado para competir con cualquiera, en cualquier condición, y en igualdad de condiciones”.
Con un auto superior el francés plasmó su cuarto cetro. Con un coche inferior y ya sin los impulsores de Honda, Senna estuvo limitado con su McLaren-Ford, aunque dejó destellos como en Donington Park, Inglaterra (GP de Europa), donde pasó cuatro autos (incluido el de Prost) bajo la lluvia antes de cumplir la primera vuelta. También logró su sexta victoria en Mónaco, algo que todavía nadie pudo igualar.
Se dice que el tiempo ayuda a curar las heridas. En esa temporada ambos habían recuperado el diálogo. Era una relación distante, pero con respeto. El ejercicio ‘93 mostró a un Senna más maduro (ya con 33 años) y un Prost (38) en el epílogo de su carrera. Ante el retiro definitivo de su gran rival, el brasileño tuvo el gesto de saludarlo y levantarle el brazo izquierdo tras vencer en Australia, donde por última vez ambos subieron a un podio en la Máxima. Ayrton sabía que ya no iba a compartir una carrera con Alain, al menos en la F-1.
Cinco meses más tarde se produjo el trágico accidente que le costó la vida a Senna. En su despedida uno de los que cargó su ataúd fue Prost. “Hubo algo que nunca cambió, incluso cuando nuestra relación estaba en su peor momento, y eso fue el gran respeto que cada uno sentía por el otro como piloto. No creo que a ninguno de los dos nos importara demasiado el resto”, recordó el francés. “Ayrton fue el mejor piloto contra quien competí, por un enorme, enorme margen. Cuando él murió, una parte de mi murió también. Ayrton era el mejor, y por mucho”, destacó. Más allá de quién fue superior o de sus títulos, es posible que ninguno de los dos hubiese sido tan grande sin esta rivalidad. Ganó el automovilismo porque su duelo en la vida real fue de película y superó a la ficción.
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