El inaudito contrato millonario que firmó un rival de Mike Tyson: llevar publicidad en las suelas de las botitas

La pelea no llegó a los dos rounds, pero Julius Francis salió derrotado con buen dinero. La diferencia fue llevar la publicidad en el lugar menos pensado

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Francis ya está en el suelo luego de la primera andanada de Tyson. En las suelas del vencido, la publicidad que apostó a perdedor… y acaparó la atención de todo el mundo. (Shutterstock)
Francis ya está en el suelo luego de la primera andanada de Tyson. En las suelas del vencido, la publicidad que apostó a perdedor… y acaparó la atención de todo el mundo. (Shutterstock)

Fue una sensación desconocida, un sonido sin registro anterior, un zumbido extraño.

Cada golpe que Mike Tyson le arrojaba a Julius Francis traspasaba mis auriculares de comentarista de tevé cual ráfaga ventosa, cruenta, huracanada, indetenible. Era un zzzzuuuumm, zzzuuummm, zzzuuummm que acompañaba aquellos gruesos brazos de brilloso ébano de Tyson que lanzados parecían proyectiles de fuego .

El Manchester Evening Arena ( MEN ) –el estadio cubierto más grande del Reino Unido –vibraba al conjuro de la excitación que acompañó siempre cada combate de Mike Tyson. Éramos 21.000 personas en el estadio emplazado sobre la estación Victoria y unos 12 millones de televidentes en el resto del Mundo.

La pelea desde la propuesta resultaba desigual. No obstante entre los pesados, se sabe, siempre hubo –y habrá- sorpresas: no siempre gana quien pega más fuerte –todos lo hacen- , sino quien más aguante los golpes del rival .

Fue el 29 de Enero del 2000. Una fecha propicia para la reformulación de la carrera de Tyson quien venía del momento más oscuro de su atribulada vida:
-Diez años de condena con seis de prisión y cuatro bajo libertad condicional por la violación a la modelo –"Miss América Negra"- Desiree Washington de 18 años. Este aberrante hecho que Tyson negó ante el tribunal se produjo en la suite 606 del Canterbury Hotel de Indianápolis el 19 de Julio de 1991.

-La jueza Patricia Gifford le impuso, además, una multa de 30.000 dólares y las autoridades de las diferentes entidades del boxeo mundial le aplicaron diferentes sanciones que le impedirían pelear, cuanto menos, por tres años.-

– Fue recién en 1995 que prosperó una última apelación y logró la libertad "por su buena conducta" bajo condiciones de extrema prudencia en el devenir de sus días.

El campeón más joven de la historia de los pesados (a los 20 años, 4 meses y 22 días de vida) tras vencer a Trevor Berbick en 1986, volvería casi diez años después y tras el escarnio de la cárcel a intentarlo.

Por cierto que lo logró después de vencer rivales como Bruce Seldon y Frank Bruno. Pero habría de cruzarse en su carrera Evander Holyfield, su verdugo, su estigma, su insalvable obstáculo. Fue aquel a quien terminó mordiéndole la oreja y por tanto descalificado.
Esa noche sobre el luminoso ring del MEN habrían de enfrentarse dos criaturas sin niñez, ni pudor.

Tyson había sufrido a los 10 años 38 arrestos: el primero por robar una tarjeta de crédito, el último por asaltar un supermarket.
Su rival, Julius Francis, 110 kilos de masa muscular sin grasa, gran cultor también de la Artes Marciales Mixtas, estuvo tres veces preso, la última ya de adulto acusado de apuñalar con 60 cuchilladas a una persona durante una fiesta , además de reincidir en riñas callejeras como reconocido Hoolingan.

Reformatorios, cárceles juveniles, escuelas especiales… Ese fue el hábitat natural durante años de estos atletas en esplendor. Y en el caso del favorito para el combate, Mike Tyson, muchas dosis ingeridas de Clorpromazina, un duro antipsicótico, única manera en que los guardias podían neutralizarlo, tal su descomunal fuerza física.

Todo lo previo a aquella noche en Manchester fue una fiesta. La cerveza impuso su reinado antes y después del match en calles y pubs.

La pelea duró muy poco: apenas 4 minutos y 3 segundos, toda vez que la potencia de Tyson resultó incontenible para el intrépido Francis quien subió sabiendo que sólo un "lucky punch" podría darle la gloria inesperada.

Apostaron a la publicidad en las suelas porque Tyson era el favorito indiscutido. Pero si Francis ganaba tendría que zapatear de una manera particular para dejar a la vista el logo del cliente.
Apostaron a la publicidad en las suelas porque Tyson era el favorito indiscutido. Pero si Francis ganaba tendría que zapatear de una manera particular para dejar a la vista el logo del cliente.

Fueron cinco caídas: dos en el asalto inicial (tremendo gancho de derecha filtrado al estómago e izquierda en swing corto en retroceso al pómulo y tres en el 2° round, momento en que el árbitro dijo "no va más", tal como lo indica el reglamento.
No hubo euforia en Tyson. Se diría casi la misma actitud que le viéramos el día anterior en el pesaje cuando estuvo más dedicado a emprolijar de a uno los rulos de su novedoso look con rayita en el costado izquierdo de su cabeza a la altura de la sien que al acto de subir a la báscula y prestarse al consabido show frente a las cámaras.

En medio de aquel ensordecedor murmullo con los reflectores apuntando a los protagonistas, los parlantes transmitiendo todo cuanto sucedía sobre el poblado ring, Tyson austeramente en su rincón recibiendo abrazos y felicitaciones y Francis sentado en su banquillo reponiéndose, alguien –sólo uno- desde abajo del ring mirando al perdedor le gritaba con sonrisa, satisfacción y euforia:

– Well done (bien hecho) Well done Boy (bien hecho, muchacho). Y le repetía a Francis, el perdedor por nocaut tras cuatro caidas.-

– Well done, Julius, well done, baby…Fantastic, fantastic…-

Mi puesto de transmisión estaba pegado y como me pareció ver tal hecho por primera vez en mi vida de comentarista de boxeo, me quité los auriculares para asegurarme que la lectura labial era la correcta. El señor elegante, un cincuentón de cuidadas canas, de impecable traje oscuro, finos modales con gemelos y reloj de reluciente oro y brillantes, estaba felicitando a Francis. Lo hacía con la euforia que sólo acompaña a los grandes ganadores, al tiempo que el sufriente campeón británico le agradecía moviendo su cabeza tratando de recuperar su respiración normal tras la paliza recibida.
El hombre se llamaba Maxwell Frank Clifford, considerado un verdadero genio de la publicidad, un visionario de la semiología. Y podría agregarse en términos actuales un influencer.
Clifford saltó de periodista a relacionista público, de allí al marketing, luego a la publicidad y la mezcla de todos sus conocimientos lo convirtieron en un número uno de la comunicación.

Se le atribuyen a Max Clifford enormes méritos como el de haber conducido a Los Beatles en su primera gira por los Estados Unidos y también de responsabilizarse por la publicidad, el marketing y la prensa de Frank Sinatra y Judy Garland durante sus inolvidables presentaciones en Inglaterra. Realizó, ademas, muchos eventos para la Reina Isabel.
Muchos medios recurrieron a él en momentos de ventas declinantes. Impuso tapas en ediciones de The Sun que generaron enormes polémicas, pero consiguieron el objetivo de levantar sus tiradas y multiplicar sus repercusiones.
La explicación a su felicidad aquella noche de derrota la supimos tan pronto llegamos de regreso a nuestro hotel, el Townhouse. Se trata de un historia particular y cuasi insólita. Es la siguiente:

Francis cayó varias veces en el transcurso de la pelea, pero lo hacía de un modo particular: que los logotipos de su anunciante quedaran a la vista. (Shutterstock)
Francis cayó varias veces en el transcurso de la pelea, pero lo hacía de un modo particular: que los logotipos de su anunciante quedaran a la vista. (Shutterstock)

La empresa Showtime estaba en condiciones de ofrecer a Mike Tyson para pelear fuera de los Estados Unidos. Había que pagarle una bolsa de 1.900.000 dólares libres de impuestos y gastos más seis pasajes en primera clase, gastos de entrenamiento, comidas, alojamiento cinco estrellas en una suite para Tyson y cinco habitaciones dobles para su equipo. Además, los derechos de televisión para los Estados Unidos serían para Showtime.

La bolsa del rival –Julius Francis, no menos de 1.100.000 dólares-, sus gastos e impuestos correrían por cuenta del organizador local . En procura de optimizar estos ingresos, los organizadores recurrieron a la venta de publicidad en la indumentaria del campeón inglés. Ninguna empresa quiso acompañarlo; se trataba de un seguro perdedor, apuesta que las empresas no hacen.

Hasta que recurrieron al controversial Clifford. Fue él quien en otro audaz emprendimiento pidió una reunión con la cúpula del diario The Mirror.
– Estás loco Max.-, fue la primera y lógica reacción.
El creativo fue explicando las razones de la inversión: " The Mirror" será la tapa de todos los diarios del Mundo cuando Tyson derrote a Francis. Y si Francis gana, será tapa de todos los diarios del mismo modo.-
-¿ Y cómo lo harás?

– Pondría nuestro logo en la parte posterior del pantaloncito, en los elásticos de la cintura y en las suelas de las botitas, con algunas exigencias a Francis.
1) las botitas deberán ser blancas, las suelas de las botitas también blancas y las medias obviamente blancas pues nuestro logo es de color rojo,
2) solo le pagaremos si pierde cayendo horizontalmente de la manera que sea pero cayendo; si abandona de pie, apoyado en las cuerdas, no sale a pelear al comenzar un round, se baja del ring, le tiran la toalla , el árbitro o el médico la detienen por inferioridad sin que le cuenten, no le pagaremos.

3) si no cae pero le gana a Tyson le pagaremos el doble,

4) En ese caso lo celebrará tirándose al piso y quedándose por más de diez segundos para que las cámaras le tomen en primer plano las suelas de las botitas,y por último,

5) Cada vez que caiga deberá hacerlo de espaldas o de rodillas, nunca con los glúteos de forma que cualquiera de nuestros fotógrafos y las cámaras de la TV puedan mostrar nuestro logo.

Finalmente The Mirror compró la idea y se generó tal discusión que la inversión resultó la más satisfactoria de todas cuanto se habían hecho desde la década anterior pues los debates aumentaron las ventas.

Los tres actores de ésta historia estuvieron signados por un destino esquivo.

Max Clifford murió en 2017 de un ataque al corazón luego de haber estado seis meses en prisión acusado de ocho violaciones a mujeres de entre 15 y 19 años. La condena había sido a ocho años y al momento de fallecer se hallaba procesado con libertad condicional pues el tribunal no hallaba aún pruebas suficientes..

Julius Francis volvió a prisión por un hecho menor, pero lleva a cabo tareas de bien público, maneja un ómnibus de lectura por distintos barrios y estudia teatro; en su última actuación interpretó a Otelo de Shakespeare en la obra "Ring Envy".

Mike Tyson se declaró en bancarrota después de haber ganado 312 millones de dólares y vive de lo que le pagan por actos presenciales en diferentes partes del mundo desde donde se lo requiera.

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