Comenzó rápido y terminó rápido: el mexicano Salvador Sánchez Narváez, mejor conocido como Sal Sánchez, no necesitó de mucho tiempo para alcanzar el Olimpo del boxeo y dejar un recuerdo que, a más de 37 años de su muerte, sigue tan vigente como cuando estaba vivo.
Sánchez, uno de los grandes exponentes de la escuela mexicana de boxeo, inició su carrera profesional a los 16 años, e inmediatamente mostró sus dones. Con una pegada muy fuerte y gran contraataque, el nacido en el Estado de México acumuló 18 victorias por nocaut en sus primeras 18 peleas a lo largo de dos años.
Su nombre saltó inmediatamente a la escena nacional. En un país de tradición boxística, el nuevo prodigio llamó la atención por su capacidad, estilo y arrojo y empezó a ser considerado como más que una promesa.
Sin embargo, para que la historia fuera perfecta, la joya mexicana necesitaba, antes de alcanzar la gloria, una caída. En 1977, en un combate donde se disputó el cinturón vacante de peso gallo local, Sánchez perdió por decisión dividida ante su compatriota Antonio Becerra.
Desde entonces, y hasta su sorpresiva muerte, Sánchez no volvió a ser derrotado. Acumuló en su efímera carrera 44 victorias (33 nocauts), una derrota y un empate.
En 1980, el mexicano se consagró campeón de peso pluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) ante el estadounidense Danny "Coloradito" López, ya con 21 años, y no volvería a dejar el cinturón en vida. Durante nueve peleas, algunas de las más importantes para el boxeo mexicano, defendería su título con uñas y dientes.
Las peleas inolvidables
Durante sus nueve defensas consecutivas, Sánchez se convertiría en un ídolo en su país por las emotivas peleas, primero ante el puertorriqueño Wilfredo Gómez y por último ante el ghanés Azumah Nelson.
Contra Gómez, en el Caesars Palace de las Vegas, en agosto de 1981, Sánchez ofreció la exhibición que lo consagraría para siempre. Enfrente, el boricua era un experto en derrotar a boxeadores mexicanos. Ya lo había hecho con diez de ellos antes de esta pelea.
En la previa, Gómez, envalentonado, despreció a Sánchez y aseguró a los periodistas que acabaría con la esperanza mexicana en ocho rounds, como lo había hecho antes con otros de sus compatriotas.
La expectativa creció con las declaraciones del puertorriqueño, pero Sánchez, siempre de perfil bajo, eligió esperar hasta subirse al cuadrilátero para mostrar todo su abanico de virtudes.
El contraataque del mexicano, una de sus características más festejadas por los expertos, hizo estragos desde el primer episodio, cuando mandó a Gómez a la lona por primera vez en su carrera.
Sánchez construyó con paciencia su demoledora victoria. El duelo terminó, como había adelantado Gómez, en el octavo asalto. Pero, a diferencia del pronóstico realizado por el boxeador, el resultado fue a favor del mexicano, que se impuso aquella noche con un contundente nocaut técnico.
La victoria elevó a Sánchez, que ya había dejado de ser un aspirante para ser una realidad, hasta el nivel de ídolo de la afición mexicana. Entre sus defensas del cinturón pluma, desfilaron nombres como Juan Laporte, otro puertorriqueño, y el mexicano Rocky García.
En julio de 1982, sin embargo, Sal Sánchez subiría, sin saberlo, por última vez al ring que lo hizo famoso. En el Madison Square Garden de Nueva York enfrentó a Azumah Nelson, un contrincante de emergencia: el rival que el mexicano tendría que haber enfrentado, el colombiano Mario Miranda, se lesionó dos semanas antes del combate.
Nelson, valiente, aceptó sustituir a Miranda unos días antes de la fecha marcada. Sánchez parecía un abrumador favorito, pero el ghanés fue, de acuerdo con los expertos, el rival más duro que tuvo en el cuadrilátero durante su carrera.
Sin embargo, Nelson despertó el coraje de Sánchez. Después de agotar al africano y mandarlo a la lona en un par de ocasiones, el mexicano se impuso por KOT en el último round, el décimo quinto, mucho más tarde de lo que las casas de apuestas esperaban.
La muerte del ídolo
En la cima de su carrera, con 23 años y después de vencer a Nelson, Sánchez comenzó entonces su preparación para defender por décima ocasión su cinturón del CMB, en la que sería la revancha ante el boricua Laporte, otra vez en Nueva York, planeada para septiembre de 1982.
Sánchez y su equipo se concentraron en la ciudad de San José Iturbide, en Guanajuato, en el rancho de su abogado. Entrenado por Enrique "Patillas" Huerta y por su consejero médico, José Luis Valenzuela, el equipo se dedicó a planear el segundo cruce ante el boxeador puertorriqueño.
Sin embargo, Sánchez solía tomarse algunas tardes para descansar. Una de ellas, la del 11 de agosto, el púgil decidió manejar su Porsche modelo 928 -ya que era un amante de la velocidad- a la ciudad de Querétaro, unos 60 kilómetros al Sureste de San José Iturbide.
Ya en la madrugada del día 12 de agosto, Sánchez emprendió el camino de vuelta para retomar sus prácticas a primera hora de la mañana. Sin embargo, se encontró en la carretera con un camión que transportaba materiales pesados de construcción.
Ansioso, Sánchez intentó adelantarlo por la izquierda, pero el pugilista se encontró con una camioneta de frente. Sin embargo, debido a la velocidad a la que manejaba, el mexicano no tuvo tiempo de recular: se estrelló con el automóvil de frente y acabó disparado contra el camión, dejando en añicos el Porsche.
Los reportes forenses indicaron que Sánchez murió de forma instantánea en las primeras horas del 12 de agosto, con 23 años. La noticia sorprendió a todo el país, que ya lo tenía en su panteón de ídolos. Los medios especializados se lamentaron la temprana muerte de una joya del boxeo.
De acuerdo con una anécdota contada años más tarde, su equipo, al enterarse del accidente, acudió a buscarlo en su cuarto en el rancho donde se concentraban, pero la cama estaba vacía y la noticia era real.
La noche del 11 al 12 de agosto fue nombrada por el diario deportivo Esto, el más antiguo de Latinoamérica, como "la tragedia más grande del boxeo mexicano".
Y es que, a pesar de su edad, hoy por hoy se encuentra considerado como uno de los más grandes boxeadores mexicanos, junto a Julio César Chávez y otros.
En 1981, con apenas 22 años, fue nombrado boxeado del año por la revista especializada Ring Magazine, junto a Sugar Ray Leonard, una leyenda del deporte. En 1999, la Associated Press nombró a Sal Sánchez el tercer mejor peso pluma del Siglo XX.
Sánchez fue incluido en el Salón de la Fama, donde se lo describió como un pugilista con un gran poder de puños y como un "excelente contragolpeador" que "desmantelaba a sus oponentes con contraataques precisos y rápidos".
Desde el primer aniversario de su muerte en 1983, un festival en honor del boxeador se realiza cada año en la comunidad de Santiago Tianguistenco, donde Sánchez nació en 1959.
Su legado es tan grande que incluso Wilfredo Gómez, uno de sus grandes rivales y a quien derrotó en un combate por un título mundial, ha acudido a conmemorar su muerte y, de acuerdo con reportes de medios locales, tiene una buena relación con su familia.
"Para mí Salvador Sánchez tiene que estar en el top cinco del boxeo mexicano sin duda alguna, merece estar sin duda entre los mejores", declaró en su momento Mauricio Sulaimán. presidente del CMB.
La fama de Sánchez llegó tan lejos que incluso Sun Mil Moon, un grupo de música folk estadounidense fundado en 2002, le rindió un homenaje en su disco "Ghosts of the great highway" (2018), donde una de las canciones lleva por nombre "Salvador Sánchez" donde se narra en seis minutos y medio la vida y tragedia de varios boxeadores que murieron jóvenes.
"La Ciudad de México engendró a tantos/ pero ninguno como él, dulce guerrero/ 'matador' de magia pura", canta Mark Kozelek, el vocalista y guitarrista de la banda.