Fue condenado a 35 años por homicidio, aprendió a boxear en la cárcel, llegó a ser el primer retador, pero ningún campeón quiso ir a pelearle a la prisión

James Scott se convirtió en una gran figura del boxeo siendo presidiario. Había logrado una autorización especial para hacerlo profesionalmente en la penitenciaría de Rahway pero jamás un permiso de libertad por 24 horas para ir a pelear por el titulo. Las principales cadenas de televisión compitieron fuertemente por la transmisión de sus combates. Pero los campeones medio pesado de la época -fines de los 70’- se negaron a darle una chance en el penal

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James Scott, “el ídolo de
James Scott, “el ídolo de la prisión”

Vista desde afuera, la cúpula de la penitenciaria de Rahway en Nueva Jersey pareciera extenderle a los pabellones extendidos un sentido arquitectónico victoriano acogedor , casi piadoso tras el maquillaje de sus silenciosos y prolijos ladrillos a la vista.

Allí estuvo preso James Scott durante 28 años, toda una vida, casi su única vida agonizante entre 1977 y 2005 con la excepción de tres años gloriosos, aquellos en los cuales se convirtió en el "ídolo de la prisión".

La experiencia del encierro ya la había experimentado durante su juventud en el reformatorio de Trenton State. Fue allí, cumpliendo una condena por "robo a mano armada" durante 1969, donde aprendió a boxear bajo las indicaciones de Al Dickens, su primer instructor. Por entonces James Scott, nacido el 17 de Octubre de 1947 en Newark, Nueva Jersey, no pensaba en la gloria si no en la preservación de su integridad física; para poder sobrevivir en una cárcel juvenil – en realidad en cualquier presidio – hay que saber defenderse.

Era el mayor de diez hermanos igualmente marginales, pobres y discriminados. El boxeo al igual que en cientos de casos similares no sería nada mas – y nada menos – que una oportunidad de emerger, de salir a superficie, de respirar un aire más puro, de soñar un cuento imposible, de transitar una leve ilusión, una quimera silenciosa.

Tenía grandes condiciones James Scott. Bajo su rictus severo y su mirada triste, existía un peleador fuerte, determinado y de gran pegada. Al cabo, un chico de la calle no es otra cosa que un peleador callejero; para abrazar al boxeo sólo requerirá afinar la técnica de sus envíos, frenar su mecánica instintiva y automatizar movimientos de defensa.

Cuando salió del reformatorio de Trenton State bajo palabra en 1974 ya era un proyecto de boxeador. Y era a la vez un hombre libre con sueños inconfesados, invisibles.

La vida de Scott estuvo
La vida de Scott estuvo marcada por el encierro

Para no seguir mezclado con los amigos de Nueva Jersey , integrantes de su pandilla de pertenencia, Scott se fue a vivir a Miami. Allí firmó contrato con el "Grupo Mendoza" –una escudería de muy buenos boxeadores, especialmente latinos – y quedó a las órdenes de su nuevo director técnico Murray Gaby, un ex boxeador que actuaba bajo el nombre Marty Kaplan.

En sus primeras doce peleas arrasó. Quedaron en su nómina de ilustres derrotados Ray Anderson, John Johnson, Sergio Loyola (argentino, durísimo rival), Jesse Burnett en su pelea numero 12 a comienzos de 1975…Se trataba de medio pesados de primera línea que alternaban con los mejores de la época.

Todo duró poco: hubo un robo a mano armada en el Down Town de Miami que produjo la muerte de un hombre. Las placas del auto utilizado indicaron que su propietario era James Scott, boxeador profesional en libertad bajo palabra con antecedentes de un hecho similar en Nueva Jersey ocurrido en 1969.

Scott se presentó espontáneamente ante la policía esa misma noche jurando que no había participado del suceso. El juez no le creyó y en el juicio oral el jurado lo declaró culpable. Fue sentenciado a 35 años de prisión, condena que sólo podría ser a revisada recién pasado el año 25 de reclusión. Lo remitieron entonces a la penitenciaría de alta seguridad en Rahway, Nueva Jersey, Estado de Nueva York antes que finalizara el año 1976.

Fue así como una incipiente estrella del boxeo que edificaba su carrera como atracción en el Convention Center de Miami se convertiría en el recluso 57.735 de la cárcel de Rahway, uno más entre los 1227 prisioneros para quienes las agujas del reloj agonizan con su marcha fatalmente lenta.

Debió esperar más de un año para que el alcalde de la prisión Robert Hartak le concediera el derecho de sumarse a un "programa de inclusión" para reclusos que admitía la practica del boxeo. Antes que ello ocurriera oficialmente James Scott debió pasar por la más difícil de las pruebas, salir ileso de las peleas entre presos, algunas a puño limpio y otras contra agresores armados con filosos cuchillos caseros, también conocidos como facas. Si después de un año de luchar en patios y pabellones alguien sale indemne actuando solo y por sus propios puños ganará el liderazgo y no será molestado nunca más. Lo supo James Scott como antes lo habían sabido otros boxeadores como Ron Lyle (peleó con un permiso especial contra Bonavena estando preso en el Coliseum de Denver, Colorado y años después lo hirieron de muerte en la cárcel), Rubin Carter (inspirador de la película "The Hurricane"protagonizada por Denzel Washington) y Sonny Liston ; tiempo después lo padecerían sus colegas Carlos Monzón, Bernard Hopkins o el mismisimo Mike Tyson entre otros. Todos ellos debieron pelear más en la cárcel que en los rings.

Sus peleas en la cárcel
Sus peleas en la cárcel generaron atracción en todo el mundo

Su valentía le dio a Scott reputación de líder entre la población carcelaria y el alcalde de la prisión fue su aliado para lograr algo muy difícil, que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DOJ) le permitiera pelear profesionalmente en la cárcel, un hecho sin precedentes. En algo más de un año de gestión – 1978 – James Scott sería la estrella convocante de una experiencia inédita: convertir una cárcel en un estadio cuyos espectadores serían exclusivamente delincuentes.

No fue fácil para los boxeadores visitantes ir a pelear en tales condiciones. Y mucho menos para los trabajadores de las cadenas de televisión que debían instalar cámaras, sonido, iluminación y micrófonos desde el día anterior.

James Scott comenzaría así la segunda y última parte de su campaña. Por cierto que su celda ya había dejado de ser el frío depósito inanimado de su humanidad sin espacio. Ahora gozaría de un lugar más amplio, menos triste, con escritorio, un teléfono, paredes sensibles donde colgar fotos, una pequeña mesa, agua fresca , café caliente y hasta un modesto aparato de televisión para estar más cerca del mundo lejano y ajeno.

Los promotores Bob Arum y Don King competían por programar sus peleas de la mano de las cadenas ABC y CBS. Y los rivales serían cada vez más peligrosos. Desde el primer encuentro en la cárcel contra Joe Robertson su caso comenzó a ser de interés para la prensa. Y después de vencer a Freddie Brown logró que fuera a pelearlo Eddie Gregory, luego más conocido como Eddie Mustafá Muhammad. Se trataba de un peleador difícil, incómodo, imprevisible que venía de perder contra Galíndez en Italia y que dos años después de enfrentar y perder contra Scott en la cárcel se convertiría en campeón mundial al vencer a Marvin Johnson.

Aquel combate ante Eddie Gregory fue transmitido a todo los Estados Unidos de "costa a costa" y marcó un suceso de magnitud. Fue así que la Asociación Mundial de Boxeo lo incluyó entre los diez mejores medio pesados de su ránking. El Consejo Mundial en cambio prefirió no tenerlo en cuenta pues su condición de convicto contradecía el sentido deportivo de un boxeador .

A medida que crecía su figura Scott lograba mayores comodidades para sobrellevar la condena. Podía recibir a periodistas, a amigos y a tres novias sucesivas que llenaron de afecto sus 28 años de convicto y a quienes fue seduciendo epistolarmente, según decían sus compañeros.

Las comodidades del boxeador en
Las comodidades del boxeador en su celda

Si el haberle ganado a Eddie Gregory (1978) había resultado conmocionante, sus cuatro triunfos siguientes lo consolidaron en el mundo del boxeo pues venció por nocaut al notable Richie Kates (aquel inolvidable rival del estoico Galíndez en Sudáfrica), a Bunny Johnson , al italiano Ennio Cametti y a su compañero de pabellón Jerry Celestine.

Fue así que la incipiente cadena HBO se lanzó a conseguir el contrato de la siguiente pelea del convicto James Scott a quien el prestigioso periodista Bert Sugar- siempre con su sombrero Fedora y su habano sin encender – lo bautizó "el ídolo de la prisión" lema que se multiplicó en toda la prensa; más aún, Bert Sugar vaticinó que Scott podría ganarle a los dos campeones mundiales del momento (Mike Rossman y Marvin Johnson de la AMB y CMB respectivamente) en la misma noche. Transcurría el año 1979 y mientras Scott escalaba en el ranking mundial, sus abogados no lograban el más enfático pedido del boxeador prisionero: que le permitieran salir de la cárcel por 24 horas para ir a pelearle al campeón donde éste quisiese darle la oportunidad.

El 1 de Diciembre de 1979 James Scott hizo delirar a los 500 presos autorizados a ver el combate considerado eliminatorio frente al famoso Yaqui López a quien venció ampliamente por puntos. "Déjenme salir 24 horas y seré campeón del mundo", repetía Scott al tiempo que su derrotado rival confesaba lo difícil del ámbito para pelear tranquilo a juzgar por los gritos, amenazas y la tenebrosidad de todo el entorno.

Fue ésta la razón por la cual el promotor Tito Lectoure nunca quiso discutir con su amigo Bob Arum- presidente de la Top Rank – la posibilidad de que Victor Galíndez fuera a exponer su corona ante James Scott en la cárcel de Rahway después de haberla recuperado en Abril del 79' ante Mike Rossman en Nueva Orleáns.

.-¿Por qué Tito?, le pregunté .

.- No se puede ir a pelear a una cárcel.-, me respondió algo molesto. Y agregó: " Un peleador no puede estar pendiente del comportamiento del público, rodeado de guardiacarceles con bastones y armas, inseguro en una oficina que sería su camarín sin poder relajarse, pasando por pasillos con celdas hasta llegar al ring, imposible para mi, además darle chance a un convicto… yo no llevo a un boxeador allí ni loco…

la cárcel, el lugar al
la cárcel, el lugar al que nadie quería entrar a retar a Scott

James Scott era el "idolo de la prisión" pero era sobretodo prisionero. Y aunque disfrutaba de ciertas flexibiliades éstas no lo eximían de estar en contacto con los demás condenados. Personas de distintos comportamientos, la mayoría sin la fe que valora la vida. Inesperadamente, cinco meses después de haberle ganado a Yaqui Lopez en la que fuera su mejor pelea, Scott perdió contra Jerry Martin después de caer dos veces y tras una pésima actuación. Quedó para siempre entre los mitos de la cárcel que Scott "debía perder" pues había sido amenazado por un grupo de presos que habían jugado mucho dinero en su contra ya que se pagaba 10 dolares contra 1 en las apuestas si ganaba Martin. Y obviamente ganó…

Sus ultimas dos peleas -1981- fueron contra Dave Lee Royster al que venció por nocaut en el 7° asalto y contra un compañero de penal Dwigth Braxton quien lo derrotó y al recuperar su libertad boxeó con el nombre de Muhammad Qawi logrando dos titulos mundiales, el de los semi pesados y el de los crucero.

En el año 2005 bajo la figura del "buen comportamiento" y después de 28 años de prisión James Scott volvió a ver personas, pájaros, flores, niños, calles, colores; el sol, la lluvia y la nieve aun "existían". Pero nadie le daba trabajo y todo lo que ganó sobre el ring se lo administraron en la cárcel. Entre abogados y algunas transferencias a su madre no le quedó nada. Entonces a los 59 años intentó regresar a los rings como si el tiempo se hubiera suspendido en su mente cual paréntesis de los años del presidio en los que pasó la mitad de su vida.

En el 2012 fue incorporado al Salón de la Fama de Nueva Jersey y tampoco pudo sentir tal emoción pues tenía una demencia senil que lo impulsó a la muerte a los 71 años el 8 de mayo de 2018 en un asilo para ancianos de Newark.

En la abyecta sordidez de la cárcel aprendió a boxear; fue muy bueno, un implacable peleador que pegaba fuerte y quería ser campeón del mundo.

¿ De que mundo?, ¿del mundo que le tocó vivir? ¿o del mundo que nadie le ayudó a vivir…?

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