El estreno de Mick Schumacher como probador en la Fórmula 1 es un hecho deseado por muchos. No solo por Ferrari que le permitirá girar en Bahrein el martes sobre una de sus SF 90 y el miércoles en uno de los C 38 de Alfa Romeo, escuadra satélite de la scuderia. Que el hijo menor de Michael Schumacher, el siete veces campeón mundial, debute en el mundo del gran circo lo celebrarán en especial los popes de la categoría que buscan dar un impacto de marketing.
Luego de correr en sus inicios en el karting con el seudónimo "Mick Betsch" para no llamar la atención y usando el apellido de soltera de su madre, el hijo de Schumi siguió en las categorías promocionales y desde 2016 se sumó al Prema Powerteam, que viene a ser un equipo "junior" de Ferrari. Ese año perdió el título de la Fórmula 4 Italiana contra un argentino, Marcos Siebert, cuyo futuro es incierto por falta de presupuesto. Mientras que el alemán, tras ser campeón de la F-3 Europea en 2018, este fin de semana arranca el campeonato de Fórmula 2 (también en Bahrein), la antesala directa a la F-1.
Por eso su primera vez arriba de un auto de la Máxima era solo cuestión de tiempo, más aún cuando hace dos meses fue anunciado como piloto de la Ferrari Driver Academy. Su debut, al menos como probador, fue planificado, caso contrario al de su padre cuando corrió su primer GP de F-1, en Bélgica, en 1991. En aquella ocasión Schumi reemplazó al franco-belga Bertrand Gachot, quien era piloto titular de Jordan, pero no pudo correr en Spa-Francorchamps porque fue arrestado por una pelea con un taxista londinense…
El ingreso de Mick genera expectativa porque tiene potencial y supo demostrarlo con un auto competitivo como el de Prema. Aunque Ferrari no lo "adoptó" solo por creer en sus condiciones o por agradecimiento a su padre, quien fue el artífice en pista de los años más exitosos de la scuderia, que entre 2000 y 2004 obtuvo diez coronas al hilo (5 de Pilotos y 5 de Constructores). Desde Maranello son conscientes del golpe mediático que se producirá cuando el joven de 20 años (nació el 22/03/1999) se suba a uno de sus autos.
Con un Schumacher hay leyenda, nostalgia y emoción. Las emociones venden y ante la falta de ellas en las aburridas carreras de la F-1 actual, qué mejor para la categoría que tener en pista al hijo del más campeón en la historia, quien sigue luchando por su vida a causa de las lesiones de gravedad sufridas hace cinco años en un accidente de esquí. Por eso la gente de Liberty Media, los dueños de la Máxima y por medio de Ferrari, intentan producir un efecto de marketing teniendo entre sus filas al apellido más glorioso.
La llegada al menos como probador del hijo del Schumi es un aliciente para la F-1 que necesita sumar focos de atención, ante el dominio de Mercedes y esa esperanza de lucha con Ferrari, que por lo visto en la primera fecha corrida en Australia, de momento está lejos del equipo alemán. Es cierto que la Máxima sigue vendiendo y que en 2018, según datos provistos por la categoría, se incrementó un 10 por ciento la audiencia por TV y plataformas digitales (490.2 millones de espectadores únicos), pero se busca que el público potencie su interés por los pilotos ya que desde hace años el factor humano pierde por goleada ante la técnica de los autos. El debut como probador de Mick, está claro, no es uno más.
La próxima semana, el ambiente del automovilismo y el del deporte en general estarán pendientes de lo que pueda hacer el novato germano. Según su rendimiento y la trascendencia de los tests del martes y miércoles, es posible que estos se repitan en los ensayos previos a las carreras los días viernes. En esas tandas la gente buscará al más rápido y también en qué posición se ubicó Mick. Las comparaciones con su padre se multiplicarán y se retroalimentaría el feedback entre la Máxima y sus seguidores.
Claro que habrá que ver si la eventual incorporación del joven alemán como titular en la F-1 en 2020 no es solo por portación de apellido. No es la primera vez que se suma el hijo de un campeón mundial o de un rutilante piloto. A veces con creces, otras no tanto. Entre las positivas se destacan las del inglés Damon Hill (campeón en 1996), hijo de Graham Hill que logró los títulos en 1962 y 1968, y el canadiense Jacques Villeneuve (rey en 1997), primogénito del inolvidable Gilles Villeneuve, alguien que ganó solo seis carreras, pero que supo dar espectáculo y con sus maniobras generó millones de fanáticos en todo el mundo.
En tanto que más allá de formar parte del plantel de pilotos de Ferrari, es casi imposible que este año el joven Schumacher pueda debutar en una competencia. En Ferrari su piloto de desarrollo es el alemán Pascal Wehrlein, de simulador el neocelandés Brendon Hartley y su tercer volante es el italiano Antonio Giovinazzi, que a su vez es titular en Alfa Romeo, equipo que tiene como tercer corredor al sueco Marcus Ericsson y como tester y de desarrollo a la colombiana Tatiana Calderón. Todos ellos tienen más experiencia que Mick sobre un F-1 en caso de que se abra una vacante, algo que sólo podría pasar si por fuerza mayor se deben ausentar en alguna carrera el alemán Sebastian Vettel y el monegasco Charles Leclerc en Ferrari, o el propio finlandés Kimi Räikkönen en Alfa Romeo. El único que podría llegar a tener algún cambio no forzado si no por decisión del equipo es Giovinazzi, pero en principio, se le respetaría su lugar hasta que termine el presente ejercicio.
Sin embargo Schumacher sabe que no tiene que apurarse y que este año se deberá focalizar en hacer un buen papel en la Fórmula 2 o por qué no, en lograr el título, que lo podría catapultar a la titularidad en Alfa Romeo en la venidera temporada. Serían los mismos pasos de Leclerc, campeón en la promocional en 2017 y en 2018, titular en Sauber (anterior denominación de Alfa Romeo). El campeón de la F-2 suele considerarse un "graduado" que merece correr en F-1.
Desde este fin de semana y por varios en 2019, el apellido más ganador de la historia volverá a estar en el gran circo. Mick conducirá bajo presión: tiene tal vez el auto más competitivo en la F-2 y debutará con un monoposto de F-1. Llegó el momento de demostrar que su campaña tiene nombre propio. Y los popes de la Máxima cruzan los dedos porque qué mejor para el negocio que tener otro Schumacher ganador.
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