Por Martín Avilés
Soraya Jiménez arrastraba con 14 operaciones en la pierna izquierda, la pérdida de un pulmón, tres cuadros de influenza y cinco paros cardiorrespiratorios hasta el dìa de su muerte. El 28 de marzo de 2013, la campeona olímpica en Sidney 2000 falleció víctima de un paro cardiaco que fue solo el pico de in iceberg de malestares tanto de salud como económicos.
Fue la revista Proceso la que reveló -tras una entrevista con Jiménez Mendivil- que la primera mexicana en ganar una presea dorada en unos Juegos Olímpicos vivía en condiciones precarias y sin un pulmón desde que en los Juegos Panamericanos Río 2007 una influenza tipo B la llevó a perder el pulmón izquierdo.
Aunque también es cierto que después de hacer historia en Sidney no volvió a ser la misma y dedicó buena parte de su vida a los excesos.
"Fue una persona con claroscuros, como todos en la vida, que no quiso tomar la responsabilidad que le ofreció el destino y decidió navegar por un tipo de vida que le cobró la factura", dice a Infobae México, el periodista especializado en deporte amateur, Carlos Ochoa, quien actualmente es parte del equipo de Indeporte de la Ciudad de México.
Según la propia Soraya, sufría un déficit de inmunoglobulina tipo A y solo podía utilizar productos naturales que me ayudaran a fortalecer su sistema inmunológico. El día de su muerte, hace exactamente seis años, el presidente del Comité Olímpico Mexicano, Carlos Padilla, reveló al periódico Estadio que Jiménez era VIH positivo, aunque al día siguiente el propio diario publicó una fe de erratas argumentando que se habían malentendido las palabras del directivo.
"Su muerte fue sorpresiva, desde luego. Soraya tuvo en Mario Vázquez Raña, otrora hombre fuerte del deporte, un protector incondicional que la sacó avante de diferentes tropiezos, tales como falsificación de documentos escolares, dopaje e indisciplinas. Los problemas de Soraya eran conocidos, por lo menos en los círculos cercanos al deporte. Culpar a alguien en específico de los traspiés de Soraya no me parece que sea lo correcto, como todos, ella se deberá responsabilizar de sus equivocaciones", explica Ochoa.
Su muerte conmocionó a México aquel 28 de marzo de 2013. Más allá de las condiciones en las que falleció, su leyenda quedó inmortalizada desde entonces, pues más allá de su estilo de vida posterior al oro, nada le quitará el ser la primera mujer en triunfar en Juegos Olímpicos.
"En cuanto a su legado, yo pienso que el ser la única campeona olímpica en la historia de la halterofilia femenil en México, hace que ella siga y seguirá siendo historia por siempre en nuestro país. En cuanto qué lugar ocupa, opino siempre será el primero, claro, en nuestro deporte que es la halterofilia", asegura el pesista mexicano Lino Montes, quien ganó plata en el Campeonato Mundial de Levantamiento de Pesas 2017 en Anaheim.
Soraya sirvió de ejemplo para varios deportistas, especialmente a mujeres que decidieron incursionar en la halterofilia como ella. Siendo los casos más representativos los de Damaris Aguirre y Luz Acosta, ambas ganadoras del bronce en Beijing 2008 y Londres 2012 respectivamente.
"La verdad yo no la recuerdo porque aún no hacía deporte y desconocía mucho sobre los deportes, así que no puedo decir que me inspiró. Pero pienso que en la rama femenil sí influyó mucho porque se han ganado otras medallas más como la de Luz Acosta y Damaris Aguirre", afirma el yucateco Montes.
La medalla de oro de Soraya en el 2000 se dio en un ambiente de mucho pesimismo luego de que en los Juegos de Atlanta 1996, México solo alcanzó una medalla de bronce y se venía de una mala participación en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999.
Su imagen alzando los brazos al cielo y saltando de felicidad en el Centro de Convenciones y Exposiciones de Sidney fue el estandarte de millones de personas que recobraron la fe en el deporte y sintieron ese aire de inspiración que solo es capaz de transmitir gente iluminada como Soraya, quien cambió para siempre el deporte en México.