Domingo. Tarde de los años '80. El futbolero le arrancaba su lado oscuro a la palabra rutina, manteniendo el rito inalterable de la radio en tiempos de nulos partidos televisados en directo. En casa, en el auto, en la cancha, en un parque. No importaba el sitio. Sí su presencia irremplazable.
Épocas remotas con la fecha jugándose a la misma hora. En medio del relato del partido principal, se colaban los reportes de las conexiones con las alternativas desde las otras canchas.
Un sonido metálico interrumpía el manantial de palabras. Era lo que nos ponía más alertas, porque con él llegaban las novedades. Eran segundos de misterio y elucubraciones, con una única certeza: cuando escuchábamos "Gol de Unión", ya sabíamos lo que venía a continuación. Y la voz lejana, apenas audible lo confirmaba: "Gol de Unión. Gol de Alí".
Fernando Husef Alí (64 años) fue sinónimo de gol. Esa raza privilegiada que posee en sus pies el pasaporte a la efímera felicidad. Gol de Unión. Gol de Alí. Siempre era así, al punto de ser aún hoy, a más de 30 años de su último partido, el máximo anotador del cuadro tatengue con 85 tantos.
Ahora intenta tener esa misma certeza y efectividad en su banca de concejal de Cambiemos en la ciudad santafesina de Santo Tomé, una actividad a la que se fue volcando de a poco: "No era un apasionado de la política, pero siempre estuve interesado en lo que pasaba en mi ciudad y mi provincia. Me di cuenta de que la manera era inmiscuirme en los temas de la gente, y desde allí, trabajar. Fue muy importante el hecho de tener un hijo que desde muy joven se involucró con la política y la convocatoria de Miguel del Sel, que me convenció de participar y ahora estoy de lleno en esto".
Con la pasión con que jugaba y encaraba a los arqueros, cuenta más de su actual actividad: "Asumí el 10 de diciembre de 2017 y tengo mandato por cuatro años con mi banca. Me gusta este desafío de estar cerca de las personas de mi ciudad".
Inicio en el anonimato y un pase que le cambió la carrera
"Pocos recuerdan que mis comienzos fueron en San Lorenzo. Había llegado desde San Juan y al poco tiempo debuté en Primera. Fue en abril de 1974, reemplazando nada menos que al Gringo Scotta y dirigido por un maestro como Osvaldo Zubeldía. Fue como cumplir un sueño". La superpoblación de atacantes le obligó a un forzado exilio en Comodoro Rivadavia. Sin embargo, ese paso por el fútbol patagónico, cambiaría su vida: "Tras un año a préstamo, Huracán de Comodoro Rivadavia me compró el pase. Y en aquel 1976 se armó un equipo muy competitivo, con la Pantera Rodríguez en el arco, la seguridad en defensa del Flaco Zuccarelli, el Chueco Britapaja, etcétera. Conseguimos la clasificación al Nacional donde hicimos un torneo con Oscar Cadars como entrenador, a quien contrata Unión a principios de 1977 y él me llevó para Santa Fe".
Los Tatengues lo tienen en el selecto altar de los más grandes ídolos. Sin embargo, el comienzo estuvo lejos de ser el soñado: "Me costó mucho la adaptación, fue volver a un fútbol más profesional. Recién pude hacer un gol tras más de 20 partidos. Sentíamos que se estaba formando un gran equipo y explotamos en 1978, donde hicimos una enorme campaña. Me fui ganando el lugar a fuerza de convertir entrando en los segundos tiempos. Era un grupo que logró cada cosa que se propuso. Nos faltó muy poco para ser campeones, porque terminamos a solo dos puntos de Quilmes, con un invicto que se extendió por veinticuatro partidos entre el Metro y el Nacional. Es un orgullo haber sido parte del mejor momento de la historia del club".
El Turco dejó su huella con un récord que pocos pueden mostrar y él lo hace con orgullo. "En septiembre de 1978 le hice goles a tres equipos grandes en una semana. Le ganamos en Avellaneda a Racing 1-0, donde todavía atajaba Agustín Mario Cejas, cinco días más tarde tres a River en la inolvidable goleada 5-0 y 48 horas después empatamos con Boca 1-1 en cancha de Racing".
A un paso de gritar campeón
La onda expansiva del '78 tuvo continuidad el año posterior con un momento único para el universo tatengue. "Éramos un plantel corto, pero con una enorme fe en nosotros, muy buen trato de pelota, donde jugábamos sin mirarnos y el equipo salía de memoria (Nery Pumpido; Hugo López, Carlos Mazzoni, Pablo de las Mercedes Cárdenas, Oscar Regenhardt; Mario Alberto, Roberto Telch, Héctor Pitarch, Arsenio Ribeca; Juan Gerónimo Paz, Fernando Alí). Llegamos a la final contra el River de todas las estrellas. Nos quedó la espina de no haber sido campeones sin perder ninguna de las dos finales. Ellos se quedaron con el título por el gol de visitante, porque fue 1-1 en Santa Fe y 0-0 en el Monumental".
En su horizonte apareció la oportunidad de llevar sus goles a España, pero antes dejó su marca en un cotejo inolvidable contra el Boca de Maradona en junio de 1981. "Siempre jugábamos con nuestra cancha repleta, pero esa tarde era especial. Ganamos 2-0 y tuve la suerte de hacer los dos goles contra el Flaco Rodríguez, que había sido compañero mío en Comodoro. A Diego lo marcaron muy bien y fue una de las pocas derrotas de ellos en ese torneo, pero es justo decir que a nosotros era muy difícil ganarnos allí".
Como cada protagonista que estuvo cerca de Maradona, tiene un recuerdo imborrable: "Estar en la misma cancha fue un lujo. Los delanteros lo admirábamos, pero la peor parte se la llevaban los defensores, que eran objeto de burlas y chanzas en los vestuarios, porque nadie lo podía parar. Recuerdo una tarde en cancha de Argentinos, nos metieron cinco goles y Diego fue una cosa de locos. Tenía 18 años y era increíble lo que hacía. Nos cansamos de cargar a Batata Merlo, que tuvo la misión de marcarlo. Una misión imposible…".
La hora del retorno
Regresó en 1983 para jugar en Velez. No hizo goles, pero compartió un plantel repleto de figuras como Carlos Bianchi, Norberto Alonso, Carlos Ischia, Nery Pumpido y bajo la dirección técnica del inefable Juan Carlos Lorenzo. Su verdad era el gol y ella estaba esperándolo en Santa Fe. Hacía allí volvió a mediados de ese año, para cubrirse con los colores amados. Fueron cinco años más, donde al principio configuró una delantera que se recita como un rezo para los tatengues: Escudero, Centurión y Alí. Ellos volvieron locos a los defensores de River una noche con televisión en directo, y una chapa final de 5-1 que causó conmoción en la ciudad y la renuncia de Luis Cubilla como entrenador millonario.
Pero aquello fue como el último resplandor de felicidad. Estaban por llegar años difíciles, donde la prioridad era poder mantenerse en Primera. Hasta que llegó el duro momento del descenso, en un desempate con Racing de Córdoba en cancha de Boca, que marcó su despedida. "En los últimos partidos de ese torneo, el técnico interino decidió sacarnos del equipo a los más experimentados. El día del desempate estuve en el banco e ingresé los últimos 15 minutos. Fue muy doloroso".
Era la hora del retiro
El equipo debía volver a ponerse ropas laburantes para reconquistar su lugar en Primera, pero ya sin la seguridad de mirar la punta izquierda del ataque y saber que allí estaban los goles de Turco. Para él había llegado la hora del retiro. Unos años más tarde, la pasión por Unión y la número 5 lo motivaron a volver, asociándose a la aventura de un viejo compañero, ahora devenido en entrenador y que como futbolista había aprobado todos los parciales de la materia campeón: Nery Pumpido.
El éxito estuvo con ellos, con buenas campañas en Unión hasta llegar al desafío de Olimpia de Paraguay, un grande del continente que deseaba volver a tener en sus vitrinas el máximo objeto de deseo: la Copa Libertadores. Y se dieron el gran gusto de levantar el trofeo en dos finales para el infarto con Sao Caetano en 2002.
Fernando Alí siempre tuvo en claro los proyectos y objetivos, que en estos momentos están vinculados a su ciudad desde su cargo como concejal: "Trato de recuperar los espacios perdidos, como lo son las plazas. Por mi profesión de futbolista y lo que viví en la infancia, me preocupo por los clubes de barrio, principalmente por el rol que tienen en la sociedad. El contacto diario con la gente me hace muy bien. En las recorridas me piden por mayor seguridad, mejoras en el transporte interurbano, y las cosas que hacen a mi labor de concejal. Yo tengo una premisa: menos escritorio y más calle".
Sobre el final de la década pasada, mientras en él crecía cada vez más el ímpetu para vincularse a la actividad social y política, nuevamente Unión llamó a su puerta. Puso la cara y asumió la dirección técnica para salvarlo de una mala situación. Y como esos superhéroes que aparecen cuando más se los necesita, el Turco lo rescató para que la institución comenzara su reconstrucción. Esa que ahora lo ha depositado en el tan ansiado debut en torneos internacionales.
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