El mundo del tenis se asombra en estos días ante el enojo evidente del dúo Rafael Nadal/Roger Federer hacia el número uno del mundo, Novak Djokovic, pero la verdad es que lo que está pasando hoy es una broma liviana en comparación con la gran pelea que hace siete años tuvieron el español y el suizo.
Sí, Nadal y Federer, esos dos jugadores que siempre dijeron admirarse y respetarse. Y es cierto, se admiran y se respetan con sinceridad, por eso Federer se lamentó el sábado de que Nadal renunciara a jugar la semifinal de Indian Wells ante el recrudecimiento de sus crónicos problemas en la rodilla.
El suizo y el español están unidos por demasiada historia, pero hubo un tiempo en el que Nadal se paseaba por el circuito con un enojo creciente con Federer. Hasta que, sin querer, lo hizo público, y la respuesta llegó con diplomacia suiza y unas hebras de ironía.
"La suya es muy fácil…", se quejó Nadal hablando de Federer. "Yo no digo nada, todo positivo, yo quedo como un gentleman, que se quemen los demás".
Fue en enero de 2012 en Melbourne, Australia, y la pelea entre los dos jugadores más grandes de la última década y media tuvo su origen en el mismo asunto que hoy los distancia de Djokovic: el futuro de la ATP y el nombre del nuevo jefe, aunque en el caso del suizo y el español había ingredientes añadidos.
La pelea tenía un antecedente inmediato dos meses antes: noviembre de 2011 en Londres. Nadal visitó a Federer en su hotel cerca de la medianoche para intentar llegar a un acuerdo. No lo hubo, y el español llegaría dos meses después a Australia acumulando presión. Tanta que prefirió saltearse el desayuno que cada año comparte con el suizo antes de que se inicie el primer Grand Slam de la temporada.
Porque Nadal es como su tío Toni: si está convencido de algo sale al ataque sin medir las consecuencias. Fue lo que hizo en aquel caliente verano australiano.
"Cada uno tiene su opinión de las cosas, cada uno es libre de tener una visión diferente de lo que son las cosas. A lo mejor a él le gusta el circuito… A mí también me gusta el circuito, me parece que tenemos un circuito fantástico y mucho mejor que la mayoría de deportes, así que solo puedo hablar positivo del tenis. Eso no quita que hay cosas que se pueden mejorar. ¿El circuito está bien? Sí, pero hay cosas malas en el circuito, y las cosas que son malas se tienen que intentar cambiar".
Lo de Nadal era una catarsis, decía por fin en público lo que tantas veces había hablado con gente de confianza, aunque el asunto no terminaría allí, Nadal seguiría hablando secamente de "él" para referirse a Federer. Del cálido y respetuoso "Roger" que suele utilizar, ni noticias aquella tarde.
"Eso es todo lo que nosotros decimos, y la gran mayoría de los jugadores opinamos esto. Si él tiene una opinión diferente, pues… Si la mayoría piensa una cosa y muy poquitos piensan otra, a lo mejor los que están equivocados son ellos".
Fueron 300 segundos en los que el español escupió su verdad, su visión del circuito y su enojo con Federer por no acompañarlo en ese camino.
Cinco minutos, en definitiva, que devolvieron al tenis a su estado habitual, porque lo anormal era lo que venía sucediendo: el número uno y dos del mundo trabajando codo con codo en el consejo de jugadores.
Solo bajo efectos lisérgicos podía imaginarse a John McEnroe, Jimmy Connors, Boris Becker, Ivan Lendl, Pete Sampras o Andre Agassi viviendo experiencias similares, compartiendo horas y horas de debates y decisiones con sus más duros rivales. Lo admitió el propio Sampras en una entrevista en septiembre de 2012 con The New York Times al justificar por qué en su época jugadores como él y Agassi no actuaron como Federer y Nadal: "Es complicado reunir a los top ten en una misma sala, ni hablar de ponerlos a todos de acuerdo. No es la NBA, no es un sindicato, son individualidades. Había muchas opiniones diferentes y, para ser honesto contigo, no tenía la energía para involucrarme".
Advertido por la reacción de la prensa y el consejo de su grupo más cercano, Nadal quiso moderar los efectos de sus explosivas declaraciones, pero como suele suceder cuando las cosas se salen de carril, volver al sendero ya era más que difícil.
Porque el español había sido muy específico en sus críticas al suizo. "A lo mejor él tiene un súper físico que termina la carrera como una rosa. Ni yo, ni Murray, ni Djokovic vamos a terminar la carrera como una rosa, vamos a terminar físicamente tocados. El tenis es un período importante de nuestra vida, sí, pero así como está enfocado el tenis y de la forma en que está hecho el calendario… ¿A qué edad terminamos de jugar al tenis? A no ser que seas un súper privilegiado como él, que tiene una facilidad -no dudo de su esfuerzo, pero tiene una facilidad enorme para jugar al tenis-, todos los demás nos tenemos que esforzar un pelín más que él y nos desgastamos físicamente más que él. ¿Y a qué edad quieres terminar tu carrera tenística si empiezas joven? ¿A los 28, 30, 31? Te queda mucha vida por delante. Es importante también como acabas tu carrera, porque cuando me retire quiero ir a poder jugar un partido de fútbol con mis amigos, quiero ir a esquiar si quiero hacerlo. Tengo miedo de no poder hacerlo. ¿Es lógico quejarse de eso o no?".
Era lógico, probablemente, pero Nadal no dejaría de meter la pata en esos días de nervios en Australia.
Un rato después de la explosión verbal del español, Federer se cruzó con él por los pasillos del estadio.
"Lo vi después de que hiciera esos comentarios, en la tarde del domingo", relató el propio Federer. "Le pregunté cómo había ido la conferencia de prensa, no sabía que había hablado con la prensa. Él dijo 'sí, estuvo bien'. Mencionó unas pocas cosas y yo dije, 'ok'. Luego leí lo que había dicho".
En otros tiempos del tenis, el destinatario de la crítica hubiera respondido con violencia. Pero Federer es muy Federer como para hacer eso. "Las cosas están bien entre nosotros, no tengo malos sentimientos hacia él", dijo primero. Y, meses después, durante una entrevista con el diario español El País, se permitió ser más certero: "Lo que dijo Nadal no me dolió ni un poquito".
Más allá de sus diferencias de opinión acerca del sistema de ranking y de la extensión de la temporada, la gran brecha entre Nadal y Federer pasaba por el nombre del futuro jefe de la ATP. Aquella vez ganó Federer, esta vez ambos quieren lo mismo: que se quede Chris Kermode. Pero Kermode ya dijo que se irá, que es lo que Djokovic quiere.
A nivel público, aquel enojo arrebatado del español con el suizo en 2012 asombró más que las críticas que ambos le dedicaron en los últimos días al serbio. Pero si se escarba para ir más allá de la superficie, las distancias con Djokovic son hoy mayores. Nadal y Federer podrán no estar de acuerdo en todo, pero se sienten pares y representantes de una forma de entender el tenis y el deporte. Una forma de comportarse muy diferente a la que entienden que tiene Djokovic. Nunca lo dirán en público, pero sienten que al serbio le falta clase. Y nunca lo admitirá, pero Djokovic entiende que la dupla de las dos "R" no le da el lugar que merece a la hora de hablar del futuro del tenis.
Así, la pelea con Djokovic promete crecer, pero nunca asombrará al nivel de aquella volcánica explosión australiana de Rafa contra Roger.
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