Por Sebastián Fest
Santiago Solari puede encontrar cierto consuelo, y no solo por la jugosa indemnización que se llevará tras ser despedido como entrenador del Real Madrid. Le fue mal, sí, pero buceando en la personalidad de Florentino Pérez, el todopoderoso presidente del club, la historia marca que ser argentino es casi garantía de que las cosas terminen mal con él. Cuando se nació en el sur del sur, la mayoría de las veces no se fracasa en el Real Madrid: se fracasa con Florentino.
La excepción, claro, podría ser Alfredo Di Stéfano. Terminaba el siglo XX y el ya viejo ex futbolista pasaba las tardes en la barra del caduco bar que funcionaba como centro de la vida social en la sección de veteranos de Real Madrid. Él y otras viejas glorias se refugiaban en ese rincón bajo la mole del estadio Santiago Bernabéu, alejados de las luces. Pérez sacó a Di Stéfano del bar y de los juegos de cartas -o lo hizo al menos por unas horas al día- para convertirlo en presidente de honor del club y en presencia obligada en los grandes momentos. Le dio la jerarquía y el reconocimiento que merecía.
Fue una de las medidas iniciales de Florentino en su primera presidencia, la que comenzó en el 2000, pero Di Stéfano no era exactamente argentino a los ojos del presidente. Los españoles lo consideran propio, no en vano jugó en el Mundial con su camiseta y cambió la historia del Real Madrid situándolo como rey de Europa. Di Stéfano no fue argentino, sino un indiscutible, y de él se valió Pérez en diciembre de 2018, en una cena oficial previa a la definición de la Copa Libertadores en el Bernabéu, para halagar a los visitantes: "La historia del Real Madrid está muy ligada al fútbol argentino. Hasta 32 jugadores procedentes de la Argentina han defendido la camiseta de nuestro club, muchos de ellos han jugador en River Plate y Boca Juniors y ocho han sido campeones de Europa con nuestra camiseta. Entre ellos el mejor jugador de todos los tiempos, Alfredo Di Stéfano, que cambió no solo la historia del Real Madrid sino la historia del fútbol".
Muy cierto todo, pero en los años del "florentinato" (2000-2006 y un segundo período a partir de 2009) las cosas fueron difíciles para los argentinos: lo sabe bien Fernando Redondo, que en el 2000, con Pérez estrenándose en el cargo, se vio forzado a irse al Milan, pese a que era uno de los ídolos del club. En aquellos días de disputa entre Redondo y la directiva, un grupo de hinchas se concentró a las puertas del estadio gritando para que el mediocampista no se fuera. Nadie los escuchó, mucho menos Pérez, que no tenía precisamente en alta estima a Redondo.
Cuando se trata de Sudamérica, el presidente del Real Madrid siente atracción sobre todo por dos países: Brasil, con el que nutrió futbolísticamente al club, y Chile, una sociedad a la que admira y un lugar en el que ha hecho grandes negocios con ACS, la constructora de la que es dueño.
Gonzalo Higuaín llegó al club a fines de 2006 de la mano de Ramón Calderón, el entonces presidente, pero se fue en 2012, con Florentino al mando. Lo mismo sucedió con Fernando Gago, con el que se obsesionó Calderón y al que terminó dejando ir Florentino.
Más explosivo fue el "caso Milito", que golpeó también a Jorge Valdano, mano derecha de Florentino por dos ocasiones en sus presidencias. Fue en agosto de 2003, Valdano era director general del Real Madrid e impulsó a Gabriel Milito como nuevo jugador del club, pero el fichaje terminó siendo descartado por recomendación de los médicos del club, que detectaron anomalías en la rodilla del defensor. Valdano quedó fuertemente expuesto, y la impresión en Madrid fue que Pérez se había impuesto al máximo responsable del área deportiva para descartar un jugador que nunca terminó de convencerlo. Milito se recuperaría y tendría muy buenas temporadas en el Barcelona. A Valdano le quedaría un inevitable sabor agridulce.
Esteban Cambiasso, de larga historia en el club, se encontró en un momento con que no pertenecía a ninguna de las dos especies sobre las que Florentino armó su primer su modelo de club: Pavones y Zidanes. Cambiasso no era nacido en las divisiones inferiores del club, como el defensa Francisco Pavón, ni un galáctico como Zinedine Zidane. "Como Claude Makelele, soy un jugador que se nota mucho más cuando no está que cuando está. Hacemos mucho trabajo para el equipo", diría Cambiasso.
Angel Di María llegó al club en 2010 y con Pérez al mando, sí, pero el recuerdo que tiene del presidente el hoy jugador del PSG no es precisamente bueno. En un momento decisivo de su carrera, el Mundial de Brasil 2014, el argentino se encontró con que desde su club no estaban pensando en su persona, sino en el negocio: lesionado en el triunfo sobre Bélgica en cuartos de final, luchaba contrarreloj para recuperarse y estar en la final ante Alemania. Horas antes de aquella final recibió una carta del club: le exigían que no jugara la final.
"Todos habían oído los rumores de que el Madrid quería a James Rodríguez después del Mundial y yo sabía que me querían vender para hacerle lugar a él. Así que no querían que su jugador se rompiera antes de venderlo. Era así de sencillo. Ese es el negocio del fútbol que la gente no siempre ve", explicó Di María, que finalmente no estaría en aquella final. No por obedecer al Real Madrid, sino porque sentía que, con su fragilidad física, era un estorbo para el equipo antes que un aporte: "Ni siquiera abrí la carta, la rompí en pedacitos".
En los años florentinistas hubo otros argentinos en el Bernabéu: Javier Saviola, Gabriel Heinze, Ezequiel Garay, Walter Samuel y el propio Solari.
Pero si se trata de argentinos, hay solo uno que le hace perder la cabeza a Florentino: Lionel Messi. Ya lo hizo notar en 2007 en un almuerzo con Sandro Rosell, por entonces presidente del Barcelona, al que le tiró una pregunta que sonaba a broma, pero iba en serio.
– ¿Cuánto cuesta Messi?
– No vendemos
Si llevar a Neymar al Bernabéu le encanta como plan (ya lo hizo con Luis Figo para provocar al Barcelona), capturar a Messi fue por años su sueño celestial, una forma de demostrarse que es capaz de todo. O de casi todo, porque por casi una década se cansó de lanzar mensajes a los Messi en forma directa o a través de emisarios para que dejara el Mediterráneo y se instalara en la meseta castellana.
Imposible, inviable. Y atención a las estadísticas de los Real – Barcelona jugados en Madrid en la "era Messi": 12 victorias de los catalanes en 21 partidos y apenas seis derrotas. No hay caso con Florentino y los argentinos: mejor que éste tampoco se acerque por el Bernabéu.