"Lo más importante para la directiva y el cuerpo técnico es el bienestar de los jugadores. Hoy en día, hablar ha dejado de ser un signo de debilidad". Así explicaba en diciembre del año pasado el técnico del Celtic de Glasgow, Brendan Rodgers, por qué había apartado del equipo al delantero Leigh Griffiths en una rueda de prensa posterior a un partido de la Europa League.
Durante el encuentro, los hinchas habían desplegado una pancarta en apoyo del futbolista: "Está bien no estar bien. Nunca caminarás solo, Leigh". Tras varias semanas durante las que los medios especularon con su posible adicción al juego o a las drogas, Griffiths emitió un comunicado vía Twitter para aclarar que su temporal retirada de los terrenos de juego se debía a su estado de salud mental.
'It's ok not to be ok'
Celtic fans show their support to striker Leigh Griffiths 💚 pic.twitter.com/SWORGmQZ9N
— Football on BT Sport (@btsportfootball) December 13, 2018
Este ha sido el último, pero no el único caso de un jugador que hace público un problema de este tipo. Son conocidos los casos de Matías Almeyda o Jonathan Cristaldo, en Argentina, de los españoles Jesús Navas, Bojan Krkic y Andrés Iniesta –quien hace poco admitió en un programa de televisión que había lidiado con una depresión cuyo origen no terminaba de tener claro- o el del zaguero alemán, Per Mertesacker, quien confesó en el Der Spiegel que vomitaba antes de los partidos debido a la presión que sentía al jugar. Es solo una muestra de una realidad que siempre ha existido, pero sobre la que recién comienza a eliminarse el tabú.
En octubre de 2016, la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FifPro) publicó un informe dirigido por el ex futbolista francés y actual doctor en Medicina Vincent Gouttebarge que concluía que al menos tres de los 25 futbolistas de una plantilla podían sufrir angustia, ansiedad o depresión. Según explicó Gouttebarge a Infobae, una dolencia psíquica es complicada de identificar tanto para un médico como para el propio paciente, que muchas veces se siente mal, pero no sabe por qué: "Cuando tienes una lesión física es fácil señalar el origen del dolor, pero con la salud mental es distinto". Y es que, "al estar relacionado con el estado de ánimo, sentimientos o pensamientos del paciente es muy difícil detectarlo; como médico, solo puedes confiar en la información que alguien te da para elaborar un diagnóstico".
Una vez identificado el problema, el futbolista tiene que enfrentarse a lo más complicado: pedir ayuda. El 24 veces internacional con Gales y ex centrocampista de equipos como el Birmingham o el Swansea, David Cotterill, se retiró en 2018 con apenas 30 años. El pasado mes de septiembre, en una entrevista con la BBC, contó que padece depresión desde su adolescencia, que había intentado suicidarse en varias ocasiones y que, para escapar de esa "nube oscura" que recurrentemente lo asediaba, lo había intentado todo: desde beber –lo que había empeorado su estado- hasta jugar con el Lego recluido en su habitación durante las concentraciones. Consultado por Infobae, el galés admitió que nunca llegó a compartir lo que le pasaba porque "uno nunca sabe en quién puede confiar y lo último que quieres es arriesgar tu puesto en el equipo".
Además, Gouttebarge admite que el concepto actual de masculinidad (los hombres no lloran, no tienen miedo) tampoco ayuda: "Cuando entrenas para ser profesional, tienes que ser duro y no mostrar ninguna debilidad. Esa cultura del 'macho' que se tiene en algunos deportes no favorece para nada que un futbolista se decida a abrirse".
El estrés del futbolista profesional
Aunque se nos ha dicho que el dinero no da la felicidad, es difícil discrepar con Groucho Marx en que el secreto para hallarla está en las pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna… Por tanto, puede ser complicado creer que una persona que vive de jugar al fútbol, que gana mucho dinero por año y a la que muchos consideran un héroe pueda sufrir depresión o ansiedad. Sin embargo, la realidad nos dice que el porcentaje de futbolistas que lidia con problemas de salud mental es igual o superior al de la media de la población, que se sitúa en el 25%. En todos ellos hay factores comunes: la predisposición biológica, vivir en un entorno marginal o de pobreza extrema, la pérdida de un hijo… El fútbol, además, tiene sus propios disparadores.
Hace algo más de dos años, Ricard Pruna –doctor de los Servicios Médicos del FC Barcelona en el Centro de Excelencia que la FIFA tiene en la ciudad condal- y Khatija Bahdur -de la Universidad de Zululand, en Sudáfrica- publicaron un estudio en la Journal of Novel Physiotherapies en el que señalan los factores estresantes presentes en el fútbol. En los casos de los jugadores de clubes grandes, cada partido implica estar expuesto a una enorme presión asociada a las expectativas que de él tienen los hinchas, la prensa o el entrenador, además del miedo a decepcionar a sus compañeros o a no cumplir las metas individuales o grupales. Un ejemplo de ello es lo que le ocurrió al español Kiko Femenía, que debutó en primera división con el Hércules a los 19 años.
Tras tres intervenciones fallidas, el futbolista comenzó a sufrir un ataque de ansiedad que le estaba impidiendo respirar. El apoyo de los suplentes que calentaban en la banda –fundamentalmente el de quien debería haberle sustituido, el veterano Rufete- fue vital para que el joven debutante ganara confianza y terminara soltándose.
"Dejadle, que no se note nada. No le cambies", el gran @Rufetesiete al ver el ataque de ansiedad de Kiko Femenía en su debut con el @cfhercules. #Bakalá pic.twitter.com/JdMxNThoB9
— La Casa del Fútbol en Movistar+ (@casadelfutbol) January 23, 2019
La FifPro realizó en 2016 un informe sobre las condiciones laborales en el fútbol profesional a nivel mundial. En su introducción, advertían de que la gente se ha creado una determinada idea sobre los futbolistas (ricos, privilegiados, exitosos) por ser las grandes estrellas quienes más atención mediática suscitan, aunque en modo alguno se corresponde con la realidad de la mayoría de los jugadores. Por ejemplo, menos del 2% del total gana más de 720.000 dólares anuales mientras que el 45% no llega a los 1000 dólares al mes si los cobran, porque al 41% de los futbolistas se les paga con retraso y, a veces, tienen que llegar a acuerdos para percibir al menos algo de lo que les deben.
Además, el 22% se ha visto forzado por su club a entrenar solo como medida de presión y uno de cada tres es transferido a otro equipo contra su voluntad. Estas circunstancias pueden afectar a su estabilidad mental durante toda su carrera, ya que continuamente lidian con la indefensión legal, la soledad, la incertidumbre sobre su futuro…
Saber cuál será el siguiente paso en su carrera es uno de los disparadores comunes a todos los futbolistas. La investigación de Ricard Pruna incide en el hecho de que a un jugador de 27 años ya se lo considera "veterano" y a los 35 años, si aún no se ha retirado, "viejo". Es cierto, según indica el informe, que "a partir de los 30 uno empieza a estar más lento y tarda más tiempo en recuperarse de un partido". Además, los clubes comienzan a buscar reemplazos más jóvenes y se reducen las probabilidades de que un equipo te quiera, por lo que la angustia, los miedos y la inseguridad comienzan a aparecer. También es a partir de los 30 años cuando el futbolista corre mayor riesgo de lesionarse, aunque ninguno está exento de ello, lo que, según la investigación dirigida por el doctor Gouttebarge, es una de las mayores fuentes de angustia, especialmente para los que han tenido tres o más lesiones graves durante su carrera.
El informe de Ricard Pruna explica que el proceso que tiene que atravesar el futbolista desde lo psicológico es similar al de las fases del duelo y que es frecuente que se resienta su autoestima y que surjan el miedo a una nueva lesión o la incertidumbre por su futuro. El futbolista cordobés Oscar Dertycia, por ejemplo, se rompió los ligamentos cruzados cuando jugaba en la Fiorentina, lo que le dejó fuera del Mundial de Italia. El estrés y la ansiedad por no saber si volvería a jugar -agravados por un problema familiar- fueron de tal magnitud que acabó perdiendo el pelo de todo su cuerpo.
Otro de los grandes obstáculos que un jugador tiene que superar es el de su retirada. Si lo hace fruto de una decisión propia, asimilada, la transición hacia una nueva etapa puede ser más fácil que cuando una lesión o la imposibilidad de fichar por un nuevo club los obliga a dejar de jugar.
Retirarse implica, sobre todo, aislamiento. Desde los ocho o nueve años el futbolista está acostumbrado a tener una dieta equilibrada, una rutina de entrenamientos, a compartir su vida con sus compañeros y a tener objetivos constantes. Todo esto, de un día para el otro, desaparece y da lugar a la soledad, la frustración, la incertidumbre y la angustia lo que, en muchos casos, puede derivar en severos problemas mentales.
Ganarle el partido a la depresión
Aunque sea lo contrario de lo que uno quiere hacer, el primer paso para lidiar con una dolencia mental es hablar, y para ello -explica el doctor Gouttebarge- hay que erradicar el estigma: "Para que cada vez más gente se conciencie de que este tipo de problemas son comunes en el deporte profesional, hay que normalizarlo y, en este sentido, es muy positivo que los medios publiquen cada vez más artículos al respecto". Por otro lado, el ex futbolista francés considera que "en lo que se refiere al apoyo al jugador, son los clubes y las asociaciones de futbolistas los que deben tener un papel predominante porque son los que están en permanente contacto con él". Por tanto, "los clubes deberían contar, dentro del equipo médico, con un psicólogo clínico o un psiquiatra independiente en el que el jugador pueda confiar".
Otra de las tareas más importantes es la de plantearse qué harán una vez que termine su carrera: "No digo que, desde un principio, tengan que saber a qué se van a dedicar, pero sí que tienen que estar preparados y buscar nuevos retos. Mientras está jugando pueden hacer diferentes cursos para saber qué les gusta o estudiar una carrera, aunque tarden ocho o diez años en terminarla", afirma Gouttebarge. Y, de nuevo, son los clubes y las asociaciones de jugadores "los principales responsables de ayudar a que esta transición sea lo más saludable posible durante y después de su carrera deportiva". Por ello, desde hace dos años la FifPro cuenta con un programa de consultas para los futbolistas recién retirados mediante el que pueden someterse a revisiones médicas y hablar con expertos tanto para asesorarlos sobre su futuro inmediato como para detectar algún posible problema relacionado con su salud mental. De momento, solo la Federación Noruega de Fútbol ha desarrollado un proyecto similar.
Hasta que este tipo de programas se instauren en el fútbol profesional de manera generalizada, existen otras instituciones al margen que tratan de aconsejar y acompañar al jugador. Por ejemplo, Premier Sports Network, que organiza eventos para concienciar a los deportistas profesionales sobre su obligación de cuidarse o para asegurarse de que los más jóvenes no abandonan sus estudios, además de darles herramientas para encajar una potencial lesión o que ningún club los quiera, si llega el caso.
Para ello, han creado una red de expertos que van de directores académicos a ex deportistas, entre ellos, el director de la academia del Manchester United, Nicky Butt, el futbolista Ryan Mason, que tuvo que ser operado tras sufrir una fractura craneal. Y también el ex internacional galés David Cotterill, quien accedió hacerse embajador de esta organización para, según explica a Infobae, "ayudar a la gente de cualquier edad y condición a entender que no pasa nada por sentirse mal y que no es un signo de debilidad".