El que pregunta es Roger Federer: "¿Qué tengo que hacer, qué tengo que jugar?". Tres personas muy importantes en su vida -sus dos entrenadores y su preparador físico-, son unánimes y tímidos a la vez en la respuesta: "Jugá cuando y donde quieras, lo importante es que disfrutes".
Insuficiente para el Federer que sigue dominando en las alturas del tenis pese a que en siete meses cumplirá 38 años. Federer quiere más, necesita certezas. La gran duda del suizo hoy es si es una buena idea regresar a Roland Garros, un torneo que no pisa desde 2015, una superficie, la del polvo de ladrillo, en la que no juega desde mayo de 2016. Porque Federer quiere disfrutar, claro, pero sobre todo ganar. Por eso es que el "lo importante es que disfrutes" que le lanzó su círculo íntimo días atrás implica, en cierta forma, olvidarse del animal competitivo ante el que están. Un animal además muy sensible, como se vio en la reciente entrevista con CNN en la que se quebró y lloró cuando se le peguntó por Peter Carter, aquel entrenador de sus primeros años como profesional que murió en un accidente en su luna de miel.
Visita a París o no, sería miope reducir el dilema federiano a un canchas lentas sí o canchas lentas no. No, el tema va mucho más allá. Lo que el suizo quiere saber es el "cómo" para poder dilucidar el "hasta cuándo". ¿Mantener la estrategia de seleccionar torneos y no desgastarse en el polvo o regresar a uno de los grandes escenarios del tenis? Porque, al fin y al cabo, de eso también se trata la cosa: jugar con los grandes y en los estadios más grandes. Y ganar el título de Grand Slam número 21.
La gran noticia para los amantes del tenis es que mientras define el "cómo", Federer no tiene respuesta para el "cuándo". Así, el sueco Mats Wilander, ex número uno del mundo, tiene cada vez más posibilidades de acertar su pronóstico de que el suizo jugará hasta los 40.
Al mundo del tenis lo tienta mucho apostar a cuándo se retirará el que muchos consideran como el mejor tenista de todos los tiempos. ¿Este año? "No", dijo esta semana en una entrevista con la agencia suiza Keystone-SDA tras ganar la Copa Hopman en Perth. ¿Piensa entonces ya en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020? "No aún", responde Federer, consciente de que agrandar el misterio solo puede beneficiarlo.
Durante las tres semanas intensas de entrenamiento en Dubai, donde tiene un piso, Federer siguió escuchando el "hasta cuándo" que resuena en sus oídos desde hace más de una década. Sus respuestas confluyen siempre en la misma idea: "Esto me gusta demasiado, ¿por qué dejarlo?".
El suizo nunca hubiera imaginado jugar hasta la frontera de los 40, una edad a la que prácticamente todos están retirados del tenis, y mucho menos pensarían en luchar por el número uno. En febrero de 2007, durante una entrevista en Dubai, la respuesta a esa reiterativa pregunta incluyó un detalle atractivo por parte de un Federer veinteañero: "Cuando mi tiempo termine vendrá el tiempo de Mirka. Ella es muy paciente conmigo, por eso siempre que puedo la acompaño a los shoppings o adónde quiera ir".
Aquel Federer no era padre de cuatro hijos, y Mirka Vavrinec, una ex tenista que es su más celosa consejera, nunca hubiera imaginado que debería esperar tantos años para que ese momento suyo llegase. Y, en cierto sentido, sigue esperando.
Dueño de 20 títulos de Grand Slam, Federer parte una vez más como claro favorito en el Abierto de Australia que comienza este lunes (noche del domingo en América Latina). Se consagró en las dos últimas ediciones del torneo, que conquistó en seis ocasiones. Lleva 99 trofeos de individuales ganados y busca el número 100, una cifra que tiempo atrás parecía imposible alcanzar. Pero la palabra "imposible" no existe en el planeta Federer. ¿O alguien se atreve a descartar que rompa el récord de 109 títulos que ostenta Jimmy Connors?
Un Federer que tiene puntos de contacto con Lionel Messi: los dos se quedaron en 2018 sin el premio al mejor deportista en su país. Si Agustín Canapino, un automovilista, se llevó el Olimpia de Oro, Nino Schurter, un mountain-biker, relegó a Federer al segundo puesto en la elección del "deportista suizo del año".
A Federer le pareció bien -"me alegré mucho por él"-, pero la pregunta sigue dando vueltas en su cabeza: ¿ir a Roland Garros o no? "Es algo que quiero definir pronto, porque quiero prepararme de la mejor manera".
El polvo de ladrillo exige el físico del suizo como ninguna otra superficie. Su saque y sus golpes semiplanos hacen menos daño allí, los rivales tienen más recursos para anclarlo en el fondo de la cancha y obligarlo a correr mucho más tiempo del habitual. Y, sin embargo… Federer, el insaciable que quiere ganar en 2019 su vigésimo primer título de Grand Slam, sabe que si también quiere tener posibilidades serias en Tokio 2020, jugar ese año en París sería un error, recargaría demasiado su calendario. Y quién sabe si seguirá en el circuito en 2021. Por lo tanto: todos los caminos conducen en 2019 a París. Y de paso a Roma, como debe ser, un gran torneo preparatorio para el Abierto de Francia.
Hasta que la decisión llegue, Federer debe responder a preguntas de todo tipo. Una que le hicieron recientemente apuntaba a la mala imagen que deja el deporte cuando afloran los escándalos de doping o de manipulación de resultados por las mafias de apostadores.
"Claro que me enoja eso… Pero también hay deportistas que hacen el bien. Lo negativo, lamentablemente, forma parte del asunto. Aunque quizás las cosas estén yendo mejor que hace un tiempo en el deporte. Digámoslo de esta forma: ya no soy tan naif como antes, sé que hay ciertas cosas en algunos deportes. Diría que en el tenis probablemente no, porque yo mismo veo que a mí me funciona sin consumir ninguna sustancia prohibida".
Demasiada sencillez para un tema espinoso. Tanta como la que exhibe en su enésima respuesta ante el enésimo "¿hasta cuándo?". ¿Hasta Tokio 2020 al menos, para que Uniqlo, su nuevo patrocinador, aproveche al máximo los millones invertidos?
Es muy posible, porque la palabra "retiro" le genera entre alergia e indiferencia al suizo. "Sigo lo suficientemente enamorado de este deporte, de los entrenamientos, los partidos e incluso de los viajes. Mental y físicamente me siento igual de bien que en los últimos dos años". Los años, precisamente, que lo consolidaron como inabordable e indiscutible leyenda. Creer o reventar: hay Federer para rato.
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