Por Carlos A. Ilardo
Ese joven de tez blanca, el rostro cuadrado, con nariz y mentón de boxeador, y que usa el jopo rubio como el cantante Luis Miguel, se llama Magnus Carlsen; la nueva megaestrella del mundo del ajedrez y que, desde hace cinco años, modificó los usos y costumbres de una nación.
Nacido en Tonsberg (Noruega) el 30 de noviembre de 1990, Magnus es el único hijo varón del matrimonio entre Sigrun y Henrik Carlsen, y hermano mayor de Ellen, Signe e Ingrid. Desde niño posee una memoria de genio: a los cuatro años descifraba rompecabezas para chicos de doce, y a los cinco recitaba las capitales y colores de las banderas de todos los países del mundo.
Tenía 8 años cuando descubrió los secretos del juego con un profesor, el ex futbolista (integrante del seleccionado noruego) y gran maestro de ajedrez, Simen Agdestein. Pero cuatro años después, el alumno superaba al profesor. Fue entonces cuando sus padres antepusieron la acción al pensamiento y con la venta de uno de sus autos, el alquiler de la vivienda más algunos ahorros apostaron por el ciclo de enseñanza "aprender jugando". Diagramaron un viaje familiar por Dinamarca, Alemania, Austria, Italia, Los Balcanes, Rusia y Grecia con la consigna de visitar museos, aprender geografía, historia y la cultura de cada país. El plan incluía dos ítems sin concesiones: que en cada ciudad donde hubiera un torneo de ajedrez, el pequeño tomaría parte del mismo, y que al regreso los niños rendirían los exámenes escolares de manera libre. Cuando en 2003 los Carlsen retornaron a su terruño, el pequeño Magnus había alcanzado la máxima graduación en el milenario juego, el título de gran maestro, una especie de cinturón negro entre los judocas.
Lo que vino después fue un ascenso electrizante, con victorias ante los mejores jugadores del mundo, entre ellos Karpov y Kasparov, y la propuesta de auspiciantes como Artic Securities, Isklar y Microsoft para acompañar los avances del joven prodigio. Hace seis años que la indumentaria G-Star lo sumó como imagen de la marca junto a la actriz Liv Tyler, y por ello recibe 1,2 millón de euros al año. En el mundo editorial, la revista Cosmopolitan cree que su imagen es la de uno de los jóvenes "más sexy del mundo", lo que le permitió protagonizar un aviso junto a la tenista María Sharapova, mientras que para Time integra la nómina de las cien personas más influyentes de la Tierra.
A los 18 años, en 2010 alcanzó el liderazgo en el ranking mundial del ajedrez; una condición de N°1 que aún mantiene entre los casi 500 mil ajedrecistas federados del planeta.
Acaso el primer vestigio de su potencial mediático sucedió en 2013, cuando alcanzó su consagración de campeón mundial de ajedrez, a los 22 años, al superar en Chennai (la ciudad natal de su rival), al maestro indio Viswanathan Anand. Ese duelo fue seguido por la TV estatal Noruega (NRK) con una audiencia de 335.000 espectadores en una nación con 5 millones de habitantes. Fue tal el grado de euforia en el país nórdico que durante los juegos en India, la dirección del Banco Nacional de Noruega (DNB) ordenó bloquear los accesos a páginas de ajedrez en Internet, porque la productividad de sus empleados denotaba una baja.
Cuando en 2014 defendió su corona en Socchi ante el mismo rival, el indio Anand, las partidas fueron seguidas por 572 mil televidentes. La euforia no se detuvo, ya que dos años después, en 2016, cuando pasó con éxito la segunda defensa del título frente al ruso Sergey Karjakin en Nueva York, el seguimiento de los juegos tuvo un 56% de la audiencia nacional.
Sin duda la popularidad de Carlsen provocó que el interés de sus producciones con los trebejos sea similar al de las trasmisiones de esquí nórdico y el seleccionado de fútbol. Su carisma se compara con Petter Northug y Marit Bjorgen, estrellas del esquí y deporte con mayor número de aficionados en Noruega.
El periodista Jarle Heitman contó: "Hasta la aparición de Carlsen los ídolos deportivos en Noruega pertenecían a disciplinas que requerían fuerza y resistencia física. Pero el nivel intelectual medio de los ciudadanos de este país es muy alto". Más adelante, el jefe de prensa de la federación noruega de ajedrez, completó: "Magnus representa lo que necesitaban, alguien que se destacara por su inteligencia"
Acaso sin proponérselo, con el "efecto Magnus" se disparó una nueva pasión nórdica. Justamente, en un punto del planeta donde no existían grandes antecedentes del ajedrez desde la era vikinga, época del Rey Canuto II de Dinamarca, amante de este juego.
Según señala el NYT, el pasado 23 de noviembre, la popularidad de Magnus provocó que en los bares de Oslo se haya impuesto la costumbre de jugar partidas de ajedrez, e incluso se abrieron nuevos locales con esa temática de lógica e ingenio. Creen que los alcances de la popularidad del joven campeón mundial provocó que la imagen del ajedrez esté presente en la TV, diarios y los hogares.
Un dato no menor. La Argentina con más de 400 años de historia de este juego, y más de 40 millones de habitantes cuenta con 24 grandes maestros activos (en su historial sumó 34). Noruega, con 5 millones ya tiene 15, y además en la actualidad son 500 mil los que lo practican por Internet.
Aunque en 2002 los noruegos se volcaron de lleno a la práctica de "Curlin", cuando su equipo obtuvo la medalla dorada en las Olimpíadas de Salt Lake City, y poco a poco fueron perdieron el interés por ese juego, Kristoffer Gressli, uno de los flamantes dueños de bares de ajedrez señala el contraste entre uno y otro deporte. "La gran diferencia está en que no puedes jugar curlin con tu celular mientras vas al trabajo o viajas en autobús a la universidad, o si estás en tu casa cuidando un bebé o antes de acostarte. El ajedrez es más práctico".
El cambio de hábito de una nación ha comenzado a levantar temperatura. Le llaman "fiebre de ajedrez", y el protagonista principal es Magnus Carlsen; un joven dispuesto a cambiar la historia.
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