"Yo tuve la fortuna de ganar 14 campeonatos, de ellos, 11 invicto", dice la voz entrecortada por la señal telefónica de Julio Ribas, quien habla desde una oficina en Gibraltar, a más de 9 mil kilómetros de distancia de su Uruguay natal. Pero enseguida aclara: "Gracias a los jugadores, que son ellos los que te sacan campeones".
La nación en la que se encuentra es la sexta más pequeña de la tierra, apenas supera los 33 mil habitantes, se ubica en un extremo sur de la península ibérica y sólo comparte frontera con España, vecino que reclama la soberanía de la tierra que hasta hoy pertenece a la corona británica. El idioma es el inglés, la moneda es la libra gibraltareña -que vale USD 1,28-, el deporte más popular es el fútbol, "y aparte la federación de Gibraltar es del año 1895, date cuenta de la pasión que sienten", agrega Ribas, quien se desempeña como entrenador del seleccionado nacional.
El director técnico nació en Rivera, Uruguay, una ciudad que duplica la cantidad de habitantes de Gibraltar, y comenzó su carrera como futbolista en 1975 en Bella Vista, pero a los dos años sufrió una lesión que casi termina con su carrera. "Fijate que en ese momento una operación de meniscos era gravísima y yo tuve rotura de ligamentos cruzados. Me dijeron que no podía volver a jugar más. Yo me resistí a eso y como a mí me encantaba el fútbol, comencé a hacer el curso de entrenador, mientras hacía la recuperación de la rodilla".
Así, a los 19 años se recibió como el entrenador más joven de la historia de su país, pero como pudo recuperarse de la lesión, siguió con su carrera como futbolista profesional. "Jugué 10 años más a nivel profesional, porque yo ya había debutado en Primera División. Después me di cuenta que si bien me encantaba ser jugador, había nacido para ser entrenador".
Con ese doble comando en la mente -instinto de jugador y análisis de entrenador- forjó su carrera y ganó varios títulos, incluido un histórico campeonato con Bella Vista en 1990, con una diferencia de nueve puntos sobre Peñarol y Nacional, clubes más poderosos de Uruguay. Pero su carrera terminó abruptamente.
"El entrenador mío era Víctor Púa, que después dirigió la selección uruguaya, y cuando corrían 30 minutos del primer tiempo le digo 'cambio' '¿por qué?', me dice, 'me retiro, no juego más'. Le di un abrazo a él, saludé a los jugadores y me fui. Cuando llegué a casa le dije a mi señora: 'no juego más, el 5 de febrero comienzo a entrenar'".
En ese verano de 1993 comenzó una carrera de técnico extensa que incluyó 14 títulos, "Aparte con equipos distintos: Sud América, Bella Vista, Peñarol, Liverpool….". En uno de sus ciclos, al frente de Juventud Las Piedras, tuvo que afrontar el rol de padre y entrenador, cuando le tocó dirigir a su hijo Sebastián.
Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético Madrid, declaró hace semanas en diálogo con la cadena COPE que su hijo Gio tiene todas las condiciones para defender los colores del conjunto español, pero que sería dificil tenerlo en el plantel: "Es un chico que tiene todo para jugar conmigo, pero desgraciadamente no lo voy a traer nunca conmigo. No quiero decir nunca, pero… Es muy difícil tener un hijo en el vestuario". Pero Ribas tiene un pensamiento opuesto.
"Si yo tengo que poner a mi hijo, a mis tres sobrinos y a mi padre en un equipo, los pongo. Si tengo que ganar, los pongo. Esto no va en contra de lo que dice Simeone, pero yo no tengo prejuicio de nada. En ese momento, no sólo lo hice debutar en Primera, viajó como capitán del equipo. Yo no puedo castigarlo porque es hijo mío".
Su ambición por ganar lo llevó a coleccionar trofeos, pero el más singular sin dudas es el que levantó con Peñarol en el año 2000, mientras estaba tras las rejas.
El 26 de noviembre, a dos jornadas para el final del campeonato, el clásico charrúa terminó 1 a 1 en el marcador y 7 a 3 en detenidos debido a una batalla campal de la que Ribas, entrenador del Auringro, participó. La gresca fue tal que el juez envió a todos los agresores a la Cárcel Central de San José, en donde pasaron varios días.
La pelea entre Peñarol y Nacional del año 2000
"Cuando llegamos a la cárcel estábamos divididos en módulos. Vos sabés que las cárceles son bravas. En ese momento era una cárcel muy complicada y yo hablé con el jefe de Policía de ese momento y le pedí si era posible estar todos los jugadores juntos, no separados. Porque estaban dos en un módulo, otros tres en otro. Entonces nos mandaron al octavo piso, ahí había otros siete presos y en un cuarto ahí estuvimos los 17 juntos durante 11 días".
Como su hospedaje era breve y el torneo estaba cerca de culminar, Ribas se encargó de organizar sesiones de entrenamiento en los ratos que podían salir de sus celdas: "Me acuerdo que de la planta baja hasta el octavo piso había 108 escalones y nosotros lo único que podíamos hacer era subir y bajarlos. Después, en el recreo, en un recinto que era muy chico, le pedíamos a los presos que nos dejaran una red de vóley para jugar al fútbol tenis". Mientras tanto, el resto del plantel de Peñarol siguió jugando y consiguió el torneo Clausura.
La carrera del uruguayo continuó creciendo y en 2008 llegó a la selección de Omán, un país del Medio Oriente ubicado sobre un desierto, que se rige bajo una monarquía absoluta, se habla árabe y en donde un paquete de yerba para el mate es tan poco común como una gota de lluvia. El entrenador fue convocado para encabezar un proyecto de cara al Mundial 2010, pero tras no lograr el objetivo se despidió. En el medio, tuvo tiempo suficiente para que dejar su carácter registrado en la memoria de los fans del combinado.
La figura de aquel seleccionado era Bader Maimani, quien al parecer no comulgaba con la idea de juego del entrenador: "Lo que pasa es que el tema era bien claro, se juega de la mejor manera y él tenía condiciones, pero también se corre. Porque es claro que cuando en el fútbol tenés la pelota, tenés que jugar de la mejor manera posible, pero cuando no la tenés, tenés que correr. Eso está clarísimo. Lo marca el fútbol de hoy constantemente. Y bueno… si no corrés y caminás, conmigo irás a caminar a la rampla, a la playa. Adentro de la cancha no. Listo, punto. Fue ese el tema".
Su verborragia, pasión y experiencia no lo depositaron en Sudáfrica 2010, pero sí le dieron una oportunidad en Europa, continente en el que, tras dos escalas, bajó del avión en Gibraltar para asumir en el club Lincoln. Al igual que hizo en Omán, Ribas estudió previamente la historia y la geografía de la pequeña nación para comprender a dónde estaba aterrizando.
En medio de la charla, tuvo una breve encarnación en profesor de historia durante la cual repasó la evacuación del peñón en la Segunda Guerra Mundial y el bloqueo geopolítico español. Pero tras la resumida clase, regresó el director técnico para contar cómo se logra el éxito en un país en donde el fútbol es semiprofesional, es decir, que los jugadores tienen que practicar y trabajar.
"Me pasó que al cruzar la frontera había un jugador importante que estaba levantando la barrera para que pase el tránsito y era el que después venía a entrenar a las 8 de la mañana".
En Lincoln no solo conquistó cuatro títulos, sino que además disputó la pre-Champions y superó al Celtic 1-0, en la ida de una serie que en el resultado global fue derrota para los ibéricos por 3-1. Aquel histórico triunfo para sus dirigidos es recordado por el club escocés como "la peor derrota de su historia".
Semejante hazaña le dio la llave para abrir la puerta de la selección de Gibraltar, un combinado que fue reconocido por la FIFA en 2013 y que desde entonces -y antes de la llegada de Ribas- sumaba apenas dos triunfos, ambos en partidos amistosos: 1-0 ante Malta y 1-0 frente a Letonia.
Pero desde la contratación del uruguayo, este pequeño rincón del Reino Unido obtuvo dos triunfos históricos: el primero oficial de su historia, ante Armenia de visitante por 1 a 0 en un duelo correspondiente a la Liga de las Naciones de la UEFA, y en un amistoso ante Liechtenstein, también por la mínima.
"Fue algo excepcional, fue algo maravilloso", relata Ribas mientras los más de 9 kilómetros que nos separan tironean de la señal intangible. "Hemos ido y nos hemos enfrentado a un equipo armenio muy fuerte y los golpeamos en su propio terreno", recuerda con orgullo el haber podido darle a esas 30 mil personas un ápice de alegría.
El triunfo de Gibraltar ante Armenia
El 16 de noviembre Gibraltar volverá a presentarse ante Armenia, en esta ocasión en el Estadio Victoria, con capacidad para 2.000 personas y Ribas tendrá la oportunidad de seguir haciendo historia, algo que no parece imposible para un hombre que a los 19 años le dijeron que no podía jugar más al fútbol, que lo pusieron tras las rejas mientras su equipo era campeón, que obtuvo 14 títulos como entrenador y que le agradece cada uno de sus logros a "Jesús y a los jugadores", a quienes trata como a sus hijos y con quienes quiere alcanzar la gloria.