"¿Quién es ese? ¿Es el argentino del que me hablaron?", preguntó Carles Rexach, quien había llegado a paso lento, mirando a "Tarzán" Migueli y a Rifé, dos de los entrenadores de la cantera. Messi gambeteaba a velocidad, chiquito como era, y ante un rival de mayor edad. Era el último día posible para decidir si ficharlo o no para el Fútbol Club Barcelona, porque la familia llevaba quince días en la ciudad catalana y no llegaba una definición.
"¡Collons, l'hem de fitxar ara mateix!" (Joder, lo tenemos que fichar ahora mismo!), alcanzó a decirle Rexach, adjunto a la presidencia del club y secretario técnico, a sus colaboradores. "Estuvo 15 días pero sobraron 14… si hubiera pasado un marciano por ahí, también se habría dado cuenta de que era muy especial", recordó con el paso del tiempo sobre aquel día en el que Messi, con apenas 13 años, se convirtió en jugador del Barcelona. Fue un 2 de octubre de 2000, hace exactamente dieciocho años.
Unos meses antes, "La Pulga" se había ido a probar a River Plate en las canchas auxiliares del Monumental, y aunque quedó (coincidió con Gonzalo Higuaín), el ex jugador Federico Vairo (ya fallecido), supervisor en ese entrenamiento, relató al periodista Guillem Balagué para su libro Messi que él insistió ante la subcomisión de fútbol y dijo que este chico era una mezcla de Sívori y Maradona, pero le respondieron que en River se probaba tanta gente que si perdían a ese chico no iba a haber problemas. "Creo que el asunto venía porque un grupo de ex jugadores de River tenía muchos intereses en el club Renato Cesarini, de Santa Fe. Ellos colocaban muchos jugadores, y Messi no quedó por ese problema", recalcó Vairo.
En verdad, Jorge Messi había llevado a Lionel a River para medir fuerzas con el club con el que tenía ficha de federado, Newell's Old Boys, porque le costaba cada vez más cobrar los 900 pesos de su tratamiento. A veces le daban 400 y, muchas veces, nada, y estaba cansado de insistir sin respuesta. Enterado de esto, el dirigente Almirón, encargado del baby fútbol del club rosarino en el complejo Malvinas, se acercó a la casa de los Messi acompañado por un DT y le prometió ayuda económica para el tratamiento que debía realizar para su crecimiento, pero esta empezó a decaer y pocas veces se cumplía.
Sumado a la crisis que vivía el país en 2000, Jorge empezó a hablar con su esposa Celia de la posibilidad de emigrar y aceptar alguna oferta de quien pudiera hacerse cargo del tratamiento. Se recibió una oferta del Como, pero nunca se materializó la prueba. Una semana antes, tras la prueba en River, unos intermediarios relacionados con el muy prestigioso agente catalán Josep María Minguella, cercanos al Barcelona, le dejaron a Jorge una tarjeta de presentación con un teléfono, y decidió llamarlos.
Messi llegó a Barcelona junto con su padre el 18 de septiembre de 2000, gracias a la mediación del reconocido agente de futbolistas Josep María Minguella (quien había participado en el pase de Diego Maradona al Barcelona en 1982) con el presidente del club catalán, Joan Gaspart.
En el aeropuerto de El Prat, ese lunes al mediodía, los esperaba Juan Mateo, quien trabajaba en las oficinas del representante, y quien los condujo primero a la habitación 546 del Hotel Plaza, en la coqueta zona de Plaza España (cuya paga estuvo a cargo del propio Minguella), y luego se dirigieron a las oficinas. En el ascensor se encontraron con Txiki Begiristain, un ex jugador del Barcelona de Cruyff en los noventa y que años más tarde sería el director deportivo, y cuando alguien le dijo que ese chico que subía con él era argentino, le acarició la cabeza y afirmó "ha de ser bueno porque es pequeñito".
Allí, en las oficinas de Minguella, Joaquín Rifé, uno de los entrenadores de la cantera, le dijo a Jorge Messi que querían ver a su hijo ese mismo día, a las 18, en el entrenamiento.
Mientras esto ocurría con Messi, todo el barcelonismo estaba centrado en Estambul, donde se encontraba el Barcelona de Lorenzo Serra Ferrer para debutar en la Champions League ante el Besiktas, con la posibilidad de que Iván de la Peña regresara a la titularidad, en una época de crisis (venía de perder 3-1 en San Mamés ante el Athletic por la Liga). Gaspart había quedado como presidente del club tras casi un cuarto de siglo con Josep Luis Núñez en el cargo.
Debido a los informes de Minguella, todos los entrenadores que tomaban decisiones en la cantera del Barcelona sabían más o menos quién era Messi, un chico que venía a probarse desde la Argentina, algo poco habitual en ese tiempo.
Rodolfo Borell, otro DT del fútbol base (ahora director de la Academia del Liverpool), que fue el primer DT de Messi en el Barça porque estaba en el Infantil A, recordó que tuvo en su oficina las fotocopias de un artículo de un diario argentino que hablaba de Messi. "Fue la primera vez en mi vida que conocí la palabra "gambeta" y la palabra "enganche", muy argentinas". Borrell dirigía un equipo histórico, el de la generación de 1987 de Cesc Fábregas, Gerard Piqué, Marc Pedraza, Marc Valiente, Víctor Vázquez, Toni Calvo, Sito Riera y Rafael Blázquez, entre otros.
"La mayoría de quienes nos dedicábamos a esto –recuerda Minguella- no estábamos negociando ni tratando con jugadores tan jóvenes. Por ejemplo, yo entré en contacto con Pep Guardiola, o él conmigo, cuando este tenía 20 años, en el momento en que pasó al primer equipo. Toda esta mecánica que hay ahora con jugadores de 12, 13 o 14 años, antes no existía. Así que, cuando nuestros contactos en la Argentina nos hablaron de un chico que era diferente y no sé qué… mi primera reacción fue casi la de pensar, bueno, ¿y qué haremos ahora con un chaval de esta edad? Yo, de entrada, dudo de este tipo de cosas, pero insistieron tanto que lo tomé como algo más en serio. Al final me hicieron llegar un video y sí… me pareció que era algo distinto. Al cabo de unos meses, lo hablé con el presidente Joan Gaspart, con Anton Parera (director deportivo del club) y con Charly Rexach (DT y asesor del presidente)".
Rexach cuenta su propia historia en el caso: "Un día, jugando al tenis, Minguella me contó que había un tío que era un fenómeno… algo parecido a Maradona. Pero como eso lo había oído tantas veces… Luego me dijo que estaba en la Argentina. Yo pensé: 'Ah, un chico de dieciocho, diecinueve años" y me dijo que tenía doce. Y exclamé "¿tú estás loco o qué?' Aquí hay un funcionamiento. Si a mí me dicen que hay alguien en Zaragoza que es un fenómeno yo pregunto quién es, dónde juega, y dónde tengo que ir a verlo y envío a dos o tres personas para que lo estudien y si entonces uno me dice que sí y otro que no, ya voy yo y desempato, pero si me dicen que hay un chico de doce o trece años y es tan pequeño y viene de tan lejos… envíamelo aquí, lo tenemos 15 días, que lo vean los técnicos del fútbol base con tranquilidad. Y aunque en los primeros días pueda estar un poco nervioso, lo superará…".
Ese lunes estaban los responsables del fútbol base (Rifé, Quique Costas y Asensi), los entrenadores Borrell, Albert Benaigues, Xavi Llorens, en los campos de entrenamiento 2 y 3 pegados al miniestadi, uno de césped sintético y otro de tierra. No era necesaria la presencia de Rexach, que había dado la indicación de que lo observaran, y se encontraba en Sídney ojeando jugadores jóvenes en los Juegos Olímpicos, con la idea de llevarlos al primer equipo.
Messi se cambió, reservadamente, en un costado. Había comenzado a cambiarse fuera del vestuario pero terminó adentro, y apenas se le escuchó el saludo. Desde lejos, los chicos de su generación que ya estaban por salir al entrenamiento, lo notaban muy chiquito y uno de los tantos que se acercaban para ser probados, como ocurría con frecuencia, aunque no tantos extranjeros. En un momento, Borrell se les acercó para pedirles que tuvieran cuidado, que no fueran a lesionarlo.
Un ayudante de Borrell vio cómo Messi se ponía vendas en los tobillos y preguntó si estaba lesionado. "No, en la Argentina se usan, es una tradición para prevenir esguinces", respondió Borrell.
Cesc Fábregas, hoy volante del Chelsea, recuerda aquellos días: "Llevaba un pelo larguito. Hablaba un argentino fino, bajito, apenas se le oía. De hecho, apenas hablaba. Y era un fideo. Pensamos: 'Este tío, básicamente, es tonto'….y comenzaron las bromas del grupo. 'Este tío es un enano', pero Messi no decía nada. Le llegaba a la cintura a Piqué. Jorge Messi estaba en las tribunas. Empezaron a calentar con pelota y ahí, ya notaron que al chiquito no se le caía haciendo jueguito. Ahí nos dimos cuenta de que era diferente a todos los nenes que se venían a probar, y ni qué hablar de cuando Borrell ordenó un uno contra uno. Ahí, Messi la rompió". Cesc recuerda que pasó un ridículo con él: "Y eso que yo, de pequeño, tenía un don especial en el uno contra uno y robaba balones con mucha facilidad pero me lo hizo varias veces". Sin embargo, no hubo una definición sobre su futuro.
En los días siguientes pudo ver en el Camp Nou un Barcelona 3 Racing 1, con dos goles de Kluivert y el restante de Overmars. También quiso entrar, junto con su padre, a ver al Barcelona contra el Milan por la Champions, pero no consiguieron entradas (ganaron los italianos 0-2).
Messi seguía yendo a los entrenamientos. Tomaba el metro verde en la estación Plaza España (desde su habitación se podía observar la fuente del Montjuic, la Feria de Barcelona y las dos torres) y viajaba apenas cuatro estaciones hasta Les Corts. La mayor parte del turno la realizaba con el Infantil A, y al final lo mandaban al Infantil B, siempre observado por Jorge apoyado en la valla que separaba los dos campos. Un día llegó a meter cinco goles. Otro día, seis, pero su padre no tenía en claro si su hijo iba bien o no. Un amigo de Minguella le propuso cambiar goles por regalos como una mochila o botines de fútbol que le gustaran, y Leo aceptó el desafío. Pasada la primera semana se acercó Migueli, que había jugado con Maradona, y dijo que era "lo más parecido a Diego". Pero Jorge empezó a impacientarse.
Esperaban la decisión de Rifé, y este, el regreso de Rexach de Sídney. Para Jorge, eran ya varios días sin escuela y se dieron un plazo de una semana más y si no, regresaban a Rosario. Iban ocho días de estadía. En el club le dijeron que el lunes 2 de octubre, Rexach estaría de regreso.
Efectivamente, al volver de Australia pidió que a Messi lo pusieran en un equipo de más edad, en el juvenil, dos años mayor que él. "Quiero ver cómo se desenvuelve con chicos más grandes", dijo en aquel momento, y recuerda: "Entré en el asunto para desempatar, porque si los de abajo hubieran dicho directamente 'lo fichamos', no habría hecho falta que me implicara yo". Habían pasado dos semanas desde la llegada de los Messi desde Rosario, y ya habían pautado regresar al día siguiente. Organizaron, entonces, para verlo, un partido entre Infantil A y Cadetes.
La prueba se realizó ese lunes en la cancha de césped sintético 3, frente al miniestadi, al lado del Camp Nou (Messi había practicado en esa y en la 2, de tierra, en los días anteriores). Fue a las 18 horas. Pero cuando comenzó el partido, aunque se encontraban Rifé, Costas, Llorens, Benaigues y Borrell, Rexach no aparecía, demorado en una comida. A los pocos minutos, subió por las escaleras de acceso a la cancha. "Hice lo típico, me paraba cuando él tomaba la pelota, caminaba un poco…". Ingresó por la puerta, pasó delante del banderín del córner, cruzó por detrás del arco. "Era fácil de localizar, porque era pequeñito", recuerda.
Justo Messi agarró la pelota y se puso a gambetear a cuanto rival le salía por el camino, y definió. Fue el único gol de su equipo, que perdió 2-1. Rexach llegó al banco de suplentes, y se sumó al resto de los entrenadores. "Tardé siete u ocho minutos en completar el recorrido" y dos minutos más tarde abandonó la cancha y se fue por donde había venido.
Jorge Messi, que estaba en la tribuna, pensó entonces que con apenas diez minutos luego de tantos días de espera, Rexach no le había dado importancia al asunto. Al terminar el partido, Messi no dijo nada, siempre callado.
"¿Para eso me esperaron dos semanas?" —recriminó Rexach a los entrenadores. "Este chico se ficha solo, no me necesitaban", completó, y se fue.
Charly Rexach llegó al Barcelona con 12 años y se mantiene por cuatro décadas. Tiene una columna en el diario Mundo Deportivo, de Barcelona, que se llama "Correr es de cobardes". Fue el compadre de Johan Cruyff en el equipo de los años setenta que cambió la mentalidad del club. Fue jugador, asistente de Cruyff, DT, secretario técnico y mano derecha del presidente.
Dice que no hizo ningún informe sobre Messi, ni faltaba más. "Solo les dije lo bueno que era". Es el día de hoy que Jorge cree que si su hijo juega en el Barcelona es por insistencia de Rexach y por la firme decisión suya y de Leo de quedarse a vivir en Barcelona.
"A veces me da vergüenza oír, como oigo, que soy el descubridor de Messi. No es que me enfade, pero pienso: 'Joder, toda la vida jugando al fútbol y ahora me recuerdan por descubrir a Messi cuando ya he dicho muchas veces que Messi se descubre solo", insiste Rexach, que hasta se lo llegó a comentar a Jorge cuando se conocieron personalmente años más tarde, y de casualidad, en la final de la Champions de Wembley. "Qué valor el del chico, qué valor el vuestro, sobre todo el del chico. Qué cojones le puso dejando su país. El triunfo de Messi es exclusivamente suyo".
Jorge y Leo volvieron a la Argentina al día siguiente. "No os preocupéis, os solucionamos todo y volvéis cuando empiece la temporada, o antes", les dijo entonces Rexach, ya apuntando a un regreso para radicarse definitivamente, como muy tarde, en agosto de 2001.
Pese a todo, persistían algunas contras: a Leo lo veían muy bajito, era extranjero y no podía participar en competencias nacionales, había que buscarle un trabajo al padre para justificarse ante la FIFA, había que pagar un contrato muy alto para un infantil, en tiempos en los que no era habitual hacerlo, y la prioridad estaba en el primer equipo, que no funcionaba.
"¿De verdad crees que vale la pena, Charly?", le preguntó a Rexach, días después, Gaspart, en su despacho, influido por algunos dirigentes que no lo tenían tan claro. La apuesta era muy fuerte. "Charly me dijo que no lo podíamos dejar escapar y era adjunto al presidente, mi hombre de confianza, y un tipo que sabe ver el fútbol muy, muy bien. Así que le dije: 'Esto es muy sencillo, lo que tú digas'. Y él me contestó: '¿Pero tú estás de acuerdo en que se le organice una situación de alojamiento especial?'. Y yo le pregunté: '¿Tú crees que es un fuera de serie?'. 'Sí.' 'Pues, adelante'", rememora Gaspart.
Pasaron dos meses del regreso de los Messi a Rosario, y el Barcelona no aparecía. Entonces comenzaron a considerar opciones del Milan, Atlético Madrid y hasta Jorge Valdano, director del Real Madrid, llamaba asiduamente.
El 14 de diciembre, Minguella le ofreció jugar un dobles a Rexach en el Club Pompeya de tenis que él regentea. Se sumó Horacio Gaggioli, de su despacho, y cicerone de esos días de octubre de los Messi. En un descanso, Minguella le dijo: "Creo que no podemos dejar a esa familia sin una respuesta. No puede pasar de hoy. Tú eres el director deportivo del club. Te tienes que comprometer con la contratación de Leo, hoy. Si no, déjalo, no pasa nada, tú sigues tu camino, nosotros el nuestro, y ya está. Habría que firmar algo concreto porque le vamos diciendo a la familia que va todo bien, pero no tenemos nada concreto".
"A ver, dame un papel", dijo entonces Rexach. Vino un camarero con una birome, pero no había papel y la oficina del club estaba cerrada. Entonces tomaron una servilleta de esas de las cajas de metal, de las mesas. "Para que veas que la cosa va en serio", y anotó a mano: "En Barcelona, a 14 de diciembre de 2000 y en presencia de los señores Minguella y Horacio, Carles Rexach, secretario técnico del FCB se compromete, bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra, a fichar a Lionel Messi siempre y cuando se mantengan las condiciones acordadas".
Gaggioli protocolizaría ante notario la servilleta y la guardaría en una caja fuerte. Para Rexach, es un papel sin importancia. Para el Barcelona, uno de los documentos más trascendentes de su historia moderna, pero que los Messi nunca vieron. Las condiciones eran una casa para la familia, el importe del viaje desde la Argentina y un trabajo para Jorge, que debía dejar Acindar (y por lo de FIFA, que no aceptaba la contratación de menores de 18 sin que los acompañara uno de sus progenitores) y que Messi viviera con sus padres y no en La Masía, algo novedoso.