Así es fácil. Multicampeón, millonario, famoso y con la prensa siempre rendida a sus pies. Parece sencillo ser Emanuel David Ginóbili, nacido el 28 de julio de 1977 en Bahía Blanca. Clase media. Club de barrio y de básquet, Bahiense del Norte. Papá Jorge (Yuyo) trabaja, mamá Raquel lo cría junto a sus dos hermanos mayores, Leandro y Sebastián. El club está a la vuelta. Fácil. Y "Yuyo" es el presidente. Listo. Ya está. ¿Qué más necesita? Juega seguro, sin necesidad de demostrar gran esfuerzo. ¿Para qué?
Pero la idiosincrasia de nuestro héroe es otra.
A pesar de sus eternos vaivenes económicos, Argentina es aún rica en chicos con una base social similar. Entonces, ¿qué es lo que hizo a Ginóbili diferente del resto de los mortales? ¿Los dones, el físico, el talento natural exacerbado a base de trabajo, la pasión, la suerte? Es cierto que tuvo y tiene todo eso, pero no es el único.
Lo que puso a Ginóbili en la cima de la estima de los argentinos es la capacidad (inteligencia + educación) para resaltar sus virtudes y estar listo para explotar la buena fortuna, tanto adentro como afuera de la cancha. Y ser coherente al actuar. Es fácil de decir. Hacerlo es un gran logro.
Como botón de muestra vale un ejemplo plasmado por el propio Manu, sin una pelota en sus manos.
Compromiso, solidaridad
Desde que su posición económica se lo permite, Ginóbili tiene una fundación que se dedica a recolectar dinero y ayuda de para instituciones de asistencia. Entre los eventos que ha realizado están las maratones solidarias.
La primera se realizó en 2009 en Bahía Blanca. Durante el día previo la afluencia de inscriptos de última hora fue tal que decenas de voluntarios no daban abasto para el trabajo requerido. Cuando Ginóbili llegó al lugar, se tomó algunas fotos con la gente que se lo pedía pero enseguida leyó la situación y vio dónde hacía falta "un jugador".
Se recluyó en uno de los camarines del teatro –un cubículo de 2×2 metros de escasa luz sin más objetos que una silla y una pequeña mesa- con su computadora personal. Allí se dedicó a digitalizar las inscripciones cuyas fichas le iban llegando de a decenas. Un data entry más. Pero también alguien que sabe que está haciendo algo importante para saber cómo marcha el objetivo de todo el trabajo.
Un periodista de TV que tenía cita con él, le ofreció ayuda para acortar su espera, pero debió aguardar a que el data entry pusiera al día sus prioridades.
Respeto, carácter, audacia
Durante mismo evento, la Municipalidad de Bahía Blanca –cuyo hospital se vería beneficiado por la recaudación de la maratón- se había comprometido a ubicar a lo largo de la avenida Leandro N. Alem unos 200 metros de vallas para ordenar la zona de partida. Pero a la hora de instalarlas, no llegaban ni a la mitad de lo previsto. La organización remedió esa situación –y otras similares- con recursos propios.
El intendente de turno –evitaré mencionarlo para saltar la grieta que podría generar- se hizo presente al final de la carrera, en el escenario montado para anunciar a los ganadores, repartir premios y sacarse las fotos finales con Emanuel. Con respeto y generosidad, Ginóbili le cedió el micrófono en primer turno. El político alabó la iniciativa, garantizó apoyar más eventos en la ciudad y lanzó otras promesas ante miles de personas que esperaban el cierre de Manu.
– Muchas gracias –arrancó el jugador-, esperemos que esta vez sí cumpla.
Cuentas claras
Acto seguido, Ginóbili recurrió a su trabajo del día anterior (aquel de ingresar datos en el camarín del teatro) y con vocación de contador obsesivo y amante de las matemáticas, detalló ante la multitud las cifras del evento: cantidad de inscriptos y cuánto dinero significaba esa cifra multiplicada por lo que cada participante había aportado a cambio de correr y llevarse el kit de competición.
Para terminar, anunció que su Fundación aportaría una cifra extra que casi duplicaba lo que se había recaudado gracias a granito de arena de cada corredor. La sala de terapia intensiva pediátrica del hospital –ubicado muy cerca de la casa natal de los Ginóbili- vio multiplicados sus ingresos para poder ser renovada.
(Video: cortesía de Uno contra uno)
El ejemplo es mínimo. Podríamos contar detalles similares de cada cena que ha organizado, donde subasta donaciones de deportistas -de Maradona a Messi-, de sus colaboraciones con Unicef, o la Fundación Bacigalupo. O de cada partido, haya ganado o haya perdido. Lo que queda claro es que detrás de quien muchos consideran el mejor deportista argentino de la historia hay algo muy poco habitual y que excede los dones naturales. Es un modo de ser y hacer. Poco común, pero no inimitable. No hace falta ser campeón ni ser Ginóbili para empezar a ser ejemplo de eso que a todos nos gustaría que fueran nuestros hijos.
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