No hay impacto alguno al saber que la aerolínea Cubana de Aviación dejó ser una empresa de vanguardia en su rubro a nivel latinoamericano. La firma creada en 1929, pionera en la región y nacionalizada después de la revolución liderada por Fidel Castro en 1959, atraviesa una de sus mayores crisis financieras. Tampoco al conocer los problemas de la industria farmacéutica, golpeada porque las materias primas necesarias para producir medicamentos son importadas y no están disponibles. Pero nadie en la isla podía presagiar que el béisbol, su deporte nacional, llegaría a sumergirse en un pésimo momento. Los bates, las bolas de 9 pulgadas y los guantes, esos componentes imprescindibles y esenciales en la nacionalidad cubana, ya no tienen la fortaleza de otras épocas. Hay síntomas muy prevalentes y la agonía es notoria. El béisbol ha perdido su reinado en Cuba y ya no es la disciplina por excelencia ni tampoco los peloteros cubanos son la gran potencia que eran en el pasado.
El último mes ha sido traumático. Por primera vez desde 1970, Cuba no alcanzó la corona en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018 y en la Semana de Béisbol de Haarlem hizo una paupérrima fase preliminar y terminó arañando un cuarto puesto que dejó sabor a poco. Ni la selección que compitió en Barranquilla ni la que asistió al torneo en Holanda lucieron bien. Son dos resultados que confirman que el béisbol de la isla languidece y se sumerge en un abismo de malas decisiones.
La jaula del profesionalismo
Podría decirse que la raíz de este problema comenzó a principios de los '60. El comandante Fidel Castro, quien había revitalizado el deporte del país con los Juegos Nacionales Escolares, donde jóvenes estudiantes forjaron talento en varias disciplinas —boxeo, béisbol, judo, ciclismo, atletismo y esgrima, entre otras—, enjauló las aspiraciones de varios atletas al eliminar el profesionalismo. Esa política deportiva fue un hondazo al béisbol. "Este es el triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava", exclamó Fidel. Sin embargo, su resolución cerró bruscamente el flujo de talentosos peloteros cubanos a las Grandes Ligas de los Estados Unidos, justo en un momento en el que la isla comenzaba a ser el principal proveedor de jugadores en la prestigiosa MLB.
Durante más de 30 años, se cerró el grifo y los jugadores cubanos comenzaron a llegar a cuentagotas a tierras norteamericanas. Había casos como el de José Canseco, nacido en La Habana, quien llegó a representar a Cuba en la liga estadounidense porque su familia escapó de la isla cuando él era niño y se crió en el sur de Florida. Pero eran simples agujas en un pajar de talento.
Con la caída de la Unión Soviética se terminaron la inyecciones económicas y el régimen de Fidel Castro se quedó sin recursos para desarrollar, entre otras cosas, el deporte. En medio del debilitamiento paulatino llegaron los grandes éxitos olímpicos —tres medallas de oro (1992, 1996 y 2004) y dos de plata (2000 y 2008) en las cinco citas que hubo béisbol— pero fueron un bálsamo en medio de una crisis en que se puso en marcha desde que surgió la obsesión del gobierno socialista por terminar con el profesionalismo.
Las decisiones migratorias de Estados Unidos contribuyeron al desangramiento de la pelota cubana y se facilitaron las condiciones para las deserciones. Al llegar el primer Clásico Mundial de Béisbol de 2006, los jugadores cubanos probaron por primera vez que estaban a la altura del mejor talento del mundo y el éxodo fue automático. No quedó prácticamente nadie en Cuba. Las canteras de talento se vaciaron y centenares de jugadores se marcharon de manera ilegal hacia Estados Unidos para aspirar a cumplir el sueño de jugar en las Grandes Ligas.
Fidel Castro dejó el poder en manos de su hermano Raúl y la políticas deportivas pasaron a un segundo plano. La crisis económica del país dio una estocada final al béisbol de la isla en todos los niveles. Las figuras consagradas se retiraron y los jóvenes comenzaron a emigrar sin escalas hacia la Gran Carpa u otras ligas. Los partidos locales comenzaron a tener errores de principiantes y la gente empezó a alejarse cada vez más de los estadios. La baja de calidad en el deporte nacional es notoria en estos días. Y la metástasis llegó hasta la selección nacional.
Dos torneos, una señal de alerta
Dos selecciones de Cuba han competido recientemente y sus resultados fueron preocupantes. Un 'equipo B' tuvo una actuación decepcionante, con una fase preliminar de escándalo: cinco derrotas en fila ante Alemania, Japón, Italia, los anfitriones y China Taipei. Varios de estos países son de pobre tradición beisbolistica. El conjunto insular logró maquillar su performance con dos triunfos seguidos, lo que resultó insignificante al considerar que años atrás Cuba llevaba sus jugadores más modestos, más aún que los actuales, y ganaba sin esfuerzo a cualquier rival.
Una semana después, la selección principal de Cuba perdió ante Puerto Rico en Juegos Centroamericanos y del Caribe. Su primera caída desde 1982. En un sistema de 'todos contra todos', que ofrece una justicia deportiva inapelable, los cubanos obtuvieron la medalla de plata al terminar con 5 triunfos y 2 derrotas. Duele el segundo lugar después de tantos años consiguiendo el oro. Aunque aseguró su pase directo a los Panamericanos de Lima 2019, el equipo de Carlos Martí tuvo un desempeño muy pobre.
Más allá de los resultados, que hablan por sí solos, el béisbol de Cuba agoniza dentro de cada terreno de juego. El modelo de conducción está obsoleto y todo se traduce a la hora de batear y lanzar la bola.
El fútbol gana terreno
Todo esto fue caldo de cultivo para que crezca la pasión por el fútbol y ha contribuido a que la gente de Cuba sea espectadora de lujo de cómo el paso del tiempo generaba un cambio de paradigma en el deporte de su tierra. Asistieron al declive de la liga cubana de béisbol, que dejó de llenar el apetito deportivo de su gente. Y ni siquiera la MLB pudo saciarlos porque poco a poco se dejaron de transmitir los juegos por televisión.
Actualmente, sólo se emite un partido de las Grandes Ligas por semana (en diferido, los domingos por la noche). Incluso han llegado a editar las imágenes para suprimir las intervenciones de peloteros cubanos considerados desertores. Eso inevitablemente ha dado espacio al despertar de una nueva pasión: el fútbol.
Por un lado, a los jóvenes les resulta más barato jugarlo —un balón cuesta menos que un bate, un guante y una bola— y, por el otro, la televisión nacional transmite mucho fútbol europeo. Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, entre otros grandes nombres, con sus goles, lujos y récords de cada fin de semana, se han ganado el corazón de una nueva generación de amantes del deporte. Sus ganas de espectáculo no encontraron amparo en los bates nacionales y se cobijaron principalmente en los pies de los reyes del fútbol de la última década.
Las nuevas generaciones buscan emular a los Messi, Ronaldo y Neymar, no a los héroes de la pelota nacional, porque esa gran cantidad de juegos de béisbol que se ven en televisión carecen de calidad. Desde el Estado creen que no hace falta modificar nada.
"A nosotros no nos preocupa el crecimiento del fútbol. El béisbol es nuestro deporte nacional. El fútbol tiene un fenómeno mundial, no solamente en Cuba. Esto pasa en Estados Unidos, pasa en el Asia, pienso que pasa en Puerto Rico también. Ha tenido un auge, porque es el deporte, si no el que más, uno de los que más promoción tiene en el mundo, uno de los deportes que necesita menos recursos", explicó Higinio Vélez, presidente de la Federación Cubana de Béisbol, al periódico El Nuevo Día.
El Mundial Rusia 2018 evidenció que el fútbol había ganado mucho terreno y alimentó el debate. Al béisbol de Cuba le queda aferrarse a los cientos de peloteros de la isla esparcidos por el mundo y la enorme historia que trae el país en dicha disciplina, dos factores que aún mantienen la llama de la pasión encendida. Esa debe ser la base para construir un nuevo espíritu en la juventud cubana y evitar que las derrotas ante países sin tradición como Alemania y China Taipéi retumben en sus cabezas o generen dudas. Los diamantes en bruto aún pueden pulirse. El amor por el béisbol sigue ahí para superar la crisis.
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