Rachael Denhollander fue la primera mujer que acusó al médico del equipo nacional de gimnasia de los Estados Unidos, Larry Nassar, de abuso sexual. Su revelación hizo que más de 250 otras víctimas de Nassar contaran sus casos. Denhollander, quien dio un testimonio dramático durante el juicio que terminó con la sentencia del abusador a 175 años de prisión, es ahora, a los 33 años, una abogada, religiosa, madre de tres hijos. Y desde esa posición ha comenzado otro combate contra el abuso sexual: el que sucede en su propia comunidad evangélica.
Del que ella misma fue víctima a los siete años. Y cuyo silencio impuesto le enseñó una lección que le costó desaprender y que espera que nadie tenga que escuchar nunca más: que hay que callar ante el abuso sexual.
Denhollander iba todos los domingos a las clases religiosas en la Iglesia Bautista Westwood, en Kalamazoo, Michigan. Al finalizar, un joven la acompañaba hasta otra parte del edificio, donde sus padres hacían estudios bíblicos. El joven le llevaba regalos y una vez les preguntó a los padres cuál era la talla de la niña, para regalarle un vestido. También iba a la casa de los Denhollander, que regularmente la ofrecían para actividades de la iglesia.
Allí solía sentarse en un sillón, y subir a la niña sobre su regazo.
Un miembro de la congregación observó la conducta del joven y la informó a la consejera de casos de abuso sexual de la iglesia, Sandy Burdick, quien advirtió a los padres de que el muchacho mostraba las señales clásicas del abusador. Los Denhollander, preocupados, presentaron la cuestión en su grupo de estudios bíblicos.
Y se encontraron con un rechazo cerrado. "Están exagerando", les dijeron; una familia les advirtió que ya no permitiría que sus hijos jugaran con los de ellos para que no fueran "los siguientes acusados".
Cuando dos años más tarde Denhollander les contó que, durante una de aquellas visitas, el joven se había masturbado con ella sentada sobre él, los padres quedaron devastados. Mientras ellos habían planteado sus dudas a la iglesia, el depredador había actuado. Y quedaría impune: en esos años, el joven se había ido de la congregación. La madre de Denhollander, Camille Moxon, estaba furiosa y decidió no contar lo que le habían hecho a su hija: "Ya habíamos intentado una vez y no nos creyeron. ¿Para qué?", dijo a The Washington Post.
Denhollander percibió que sus padres sufrían; también hubo algunos cambios en sus rutinas en la iglesia, donde no la dejaron ya jugar con algunos amigos. Se culpó a sí misma, como suele sucederle a muchas víctimas. Así, cuando Nassar la atacó sexualmente, no se los contó.
"El presunto encubrimiento de un patrón de abuso sexual dentro de una gran red protestante que ahora cambió su nombre a Iglesias de la Gracia Soberana (SGC), ha sido una noticia de importancia entre los evangélicos de los Estados Unidos desde 2012″, explicó Slate. En aquel año hubo una primera denuncia, que fue desestimada; en 2014 hubo otra, que terminó con la condena de Nathaniel Morales por el abuso de tres niños.
Un informe de ese año sobre una de las universidades evangélicas de perfil más alto, Bob Jones University (BJU), reveló que de la institución "desalentaba la denuncia" y que cuando un joven ignoró el consejo y reveló a la policía que llevaba años sufriendo el abuso sexual de su abuelo, un funcionario de BJU lo acusó de haber "destruido a la familia" y de "amarse a sí mismo más que a Dios".
Además del abuso en sí, según Slate, las víctimas recibían presiones para perdonar esos actos y las familias que se negaban a mantener la cuestión dentro de la iglesia, e insistían en recurrir a las autoridades, caían en el ostracismo.
Denhollander ha calificado estas denuncias como "uno de los casos mejor documentados de encubrimiento institucional" que ella haya visto. El activismo de la mujer llevó a una serie de debates, sobre todo en los medios religiosos, entre los que no faltaron agresiones contra ella: seguramente "proyectaba su problema", por ejemplo.
Es muy difícil encontrar datos que permitan ver la extensión de lo que The Washington Post llamó "epidemia de abuso sexual". Joshua Pease, autor de la nota, quien fue pastor evangélico durante más de una década, explicó que según las tres aseguradoras más grandes de iglesias y fundaciones religiosas, hacia 2007 se recibían unas 260 denuncias de abuso sexual de menores por año. "Esas cifras, sin embargo, excluyen a los grupos cubiertos por otros seguros, a las víctimas de más de 18 años, a los casos que no llegaron hasta las aseguradoras y a los muchos que, como Denhollander, nunca dijeron nada", advirtió. "En otras palabras, la investigación no incluye lo que por cierto constituye la vasta mayoría del abuso sexual".
Como militante contra esos delitos, Denhollander perdió su iglesia, la Iglesia Bautista Emanuel, de Louisville. La institución apoyaba que el ex presidente de SCG, C.J. Mahaney, incluido en una demanda colectiva de 2012 por encubrimiento de abuso sexual en la iglesia (el caso no prosperó por el límite de prescripción), volviera al ministerio. Cuando en 2016 la Iglesia Bautista Emanuel invitó varias veces a Mahaney para que predicara en los servicios dominicales, Denhollander se quejó.
En ese momento, las denuncias contra Nassar se estaban sucediendo; un miembro de la iglesia le sugirió a Denhollander que buscara otra congregación a la que unirse.
"Causa aislamiento y rompe el corazón asistir a un servicio religioso donde se minimiza el abuso sexual", dijo Denhollander. "El daño [del abuso] es muy profundo y devastador, y un sobreviviente necesita desesperadamente refugio y seguridad".
Ella también habló cuando Nassar recibió su condena por haber atacado sexualmente a cientos de niñas y adolescentes. Le recordó al médico del equipo de gimnastas que el concepto cristiano de perdón proviene "del arrepentimiento, lo cual requiere enfrentar y reconocer la verdad"sobre todo lo que ha hecho "en su total depravación y horror, sin atenuantes, sin excusas, sin actuar como si se pudiera borrar haciendo cosas buenas".
Los pastores de Iglesia Bautista Emanuel escucharon a Denhollander. Comenzaron entonces un período de reflexión que condujo a una declaración que se hizo pública en mayo de 2018: "Actuamos pecaminosamente faltos de amor", escribieron, al desdeñar las preocupaciones de Denhollander y su marido, Jacob. Y solicitaron su perdón, que obtuvieron.
También aseguraron que los pastores de SGC no volverían a hablar desde el púlpito en esa iglesia "mientras las acusaciones contra ellos permanezcan pendientes de solución", según The Christian Post.
"La razón por la cual perdí mi iglesia no fue específicamente porque hablé. Fue porque hemos estado luchando por otras víctimas de ataques sexuales dentro de la comunidad evangélica, crímenes perpetrados por gente en la iglesia, cuyos abusos han sido permitidos, evidentemente, por líderes prominentes de la comunidad evangélica", explicó Denhollander en una entrevista para Cristianity Today. "No es un mensaje que los líderes evangélicos quieran escuchar".
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