La noticia se conoció a fin del año pasado, casi al mismo tiempo en que el sorteo del Mundial de Rusia colocaba al equipo de Jorge Sampaoli en el grupo D junto a la debutante Islandia. Por primera vez, un futbolista argentino había sido contratado para jugar en la Premier islandesa. Se trataba del rosarino Ignacio Fideleff, que debutó en Newell's y pasó por Italia, Grecia, Israel y Paraguay, antes de ser convocado por el Íþróttabandalag Vestmannaeyja, más conocido como el IBV, que juega en la máxima categoría de la isla anclada en el Atlántico Norte, a orillas del Círculo Polar Ártico.
Parecía que se rompía el cerco de una de las pocas ligas del mundo en la que nunca jugó un argentino… pero no podrá ser. Fideleff conoció y sufrió la cara menos amable de Islandia y dejó el país hace algunos días, antes del comienzo de la temporada.
"Lamentablemente me di cuenta de que no era mi momento ni el de mi familia para estar en un lugar así. El costo podía ser muy alto", explicó el defensor a Infobae.
¿A qué se refiere? El IBV tiene su sede en Heimaey, una pequeña isla frente a la costa sur de la isla principal de Islandia, en la que viven poco más de 4 mil habitantes, entre ellos, nada menos que el entrenador de la selección de Islandia, Heimir Hallgrímsson.
La isla de Heimaey, frente a la costa sur de Islandia
La isla sufrió en 1973 una devastadora erupción volcánica que obligó a su evacuación total y sepultó la mitad de sus viviendas. Sus habitantes regresaron y reconstruyeron esta simpática villa pesquera a la que llegan los turistas en masa para ver a los frailecillos, un ave de pico colorido que se concentra en sus costas como en ningún otro lado del mundo. El emplazamiento del pequeño estadio del IBV, rodeado por dos enormes rocas volcánicas puntiagudas, quita el aliento.
Pero ese paisaje agradable se disfruta durante el corto verano.
Fideleff venía de una lesión en los meniscos de la pierna izquierda que casi no lo dejó jugar el año pasado en Nacional de Paraguay. Fue entonces que un agente alemán le ofreció la posibilidad de Islandia para terminar de recuperarse y volver a ganar ritmo competitivo. El rosarino, un trotamundos del fútbol, no lo dudó demasiado.
Llegó a Heimaey junto a su familia a comienzos de enero, en pleno invierno, cuando casi no asoma el sol por esas latitudes. Si las condiciones de vida son rigurosas en Reikiavik y sus alrededores, en aquella pequeña isla a 150 kilómetros de la capital, todo se puede volver una pesadilla.
Comenzó a entrenarse con sus compañeros bajo el resguardo de uno de los enormes hangares techados que se construyeron en las últimas década para el desarrollo del fútbol islandés. Pero su esposa embarazada y su pequeña hija de un año casi no podían salir de la casa por el frío y el viento. Sin plazas o lugares para divertirse, el único paseo familiar diario era el modesto supermercado, donde la oferta de productos era escasa. Lo mismo que en la farmacia del pueblo.
El embarazo de su esposa avanzaba y el zaguero argentino comenzó a preocuparse. En el hospital no hay ecógrafo, y el obstetra llega solo una vez a la semana. Para los controles de su esposa, había que trasladarse a Reikiavik, pero las tormentas de nieve hacían que los viajes en ferry o avión se cancelaran a cada rato. Una vez que lograban salir de la isla menor hacia la isla principal, no sabían con precisión cuando podían regresar.
A Fideleff le aconsejaron entonces que cuando su esposa llegara a los 7 meses de embarazo, lo mejor sería que se mudara a Reikiavik. Y cuando ya estaba organizando esa mudanza con su suegra, su hija pequeña se cayó de una escalera en la casa y se quebró cuatro dientes. Los dos dentistas de la isla (¡uno de ellos, el técnico de la selección!) no estaban, y fue una odisea conseguir alguien que cosiera la herida.
Fue la gota que rebasó el vaso. "Mi esposa quería que nos quedáramos, pero yo comencé a evaluar si no le estaba haciendo pagar un costo muy alto a mi familia", cuenta el defensor central que pasó por el Napoli, Parma, Maccabi Tel Aviv, Tigre y el Ergotelis griego.
A fines de abril, antes del comienzo del torneo local, acordó rescindir el contrato, y se mudó a Milán, donde, gracias a su ciudadanía italiana, su esposa tiene atención médica en los meses finales del embarazo y su hija puede ir al jardín de infantes. Mientras busca un nuevo club, Fideleff comenzó además el curso de entrenador UEFA B, que en dos meses ya le permitirá trabajar como ayudante, aunque aún con 28 años tiene tiempo para seguir jugando. "Pero yo soy muy competitivo, y si no puedo regresar en mi mejor nivel, buscaré trabajo como entrenador", explica.
A pesar de su corta y frustrada experiencia islandesa, se sigue escribiendo con sus compañeros del IBV y no le parece descabellado que un argentino vaya a jugar allí en algún momento: "Es una buena posibilidad para mostrarse para muchos chicos que no tienen posibilidad de jugar en la primera división argentina. En los últimos años creció mucho el profesionalismo y la liga islandesa es observada. Es una experiencia que te hace crecer como persona y una buena vidriera para dar el salto a otras ligas europeas".
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