El meteórico ascenso de la joven tenista Monica Seles fue proporcional a su rápido declive en el mundo deportivo. Con sólo 16 años se quedó con el Roland Garros y para los 19 ya era número uno del ranking mundial. Sin embargo, un intento de asesinato en pleno partido y una enfermedad desconocida acabaron con su prometedora carrera al año siguiente.
Pese a retirarse del circuito profesional en 2008, la estadounidense de origen yugoslavo, no volvió a ser la misma después del 30 de abril de 1993, fecha en la que fue apuñalada por la espalda por un fanático de Steffi Graf mientras disputaba el torneo de Hamburgo.
En 2009 Seles confesó que padecía de un trastorno alimenticio por atracones llamado Bringe eating disorder (BED). "La comida era mi mejor amiga", aseguraba.
"Me sentía sola y comía", explicaba tiempo atrás al "Herald Sun". Similar a la bulimia, el BED se caracteriza por tener episodios de ansiedad y voracidad con la comida, la diferencia es que tras darse un atracón, la persona no se provoca el vómito, ni acude a laxantes. "Comer de esa manera era mi mecanismo de defensa. Utilizaba la comida para curar mi estrés", se lamentaba.
"Mis atracones solían ocurrir en las tardes, cuando volvía de un largo día en las pistas de tenis", comentaba la ex tenista, quien supo ser la adolescente más ganadora en la historia del deporte, a "ABC News".
"Mi alimentación era incontrolable. Una vez que terminaba el atracón, me sentía muy molesta conmigo misma", reconocía Seles y detallaba que sus principales alimentos durante esos episodios eran "pretzels, papas frítas y galletas".
La talentosa tenista convivió con la enfermedad durante casi 10 años, la cual se apoderó de ella tras sufrir el ataque de un fanático de Steffi Graf el 30 de abril de 1993, mientras disputaba el torneo de Hamburgo. A pesar de que su herida en la espalda cicatrizó en dos semanas, ella se alejó del circuito por dos años.
Su cuerpo no resistió. La inactividad, el estrés y problemas psicológicos, tras el ataque, y el BED, hicieron que la joven de 20 años aumentara 15 kilos. A su vez, la muerte de su padre en 1998 de cáncer de próstata, la hundió más: "Me sentía sola, y sólo me dedicaba a comer".
Finalmente en 2009, un año después de su retiro, confesó lo que había padecido tiempo atrás en un libro que llamó: "Getting a Grip: On My Body, My Mind, My Self". En él, detalló que pudo superar aquel trastorno a partir de un momento decisivo.
"Un amigo me había pedido que sea la dama de honor en su boda. Yo quería ser glamorosa. Sólo me quería sentir, ya sabes, una chica hermosa y todas esas cosas. Para ello tuve que recurrir a innumerables ajustes porque mi peso no era el mismo debido a mis atracones. Llegó un punto en que dije: 'Hay más en la vida que esto. Necesito ayuda'"
Tras esa reflexión acudió a un médico que la atendió y le dio una estricta dieta, ya que el trastorno compulsivo por atracones, no se oficializó como una enfermedad hasta el 2013, cuando se convirtió en el trastorno alimenticio de mayor incidencia en Estados Unidos, por encima de la bulimia y la anorexia.
El tratamiento que se acostumbra para las víctimas del BED puede darlo tanto un médico clínico, como un psicólogo y se compone de una dieta controlada, terapia psicológica y antidepresivos o ansiolíticos.
"Llore mucho, ahora no volvería a mis viejos hábitos", reconocía la actual tenista de 44 años, quien viaja por el mundo con su libro bajo el brazo, intentando concienciar y ayudar a las mujeres que están pasando por lo mismo que pasó ella.
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