Hay seres humanos que están destinados a hacer historia porque la vida los pone frente a desafíos que parecen desbordarlos, pero gracias a su enorme capacidad de superación consiguen atravesarlos. Sin embargo, hay otros que se alimentan de este tipo de retos y buscan alguno que esté a su altura para demostrarle al destino que ellos también merecen un lugar en el libro de los grandes. Uno de éstos es Oliver Crane.
Sin provenir de una familia de marineros y sin tener ningún tipo de conocimiento sobre náutica, el neoyorquino de 19 años estaba cursando su último año de colegio secundario cuando se plantó frente a sus padres y les dijo: "Sé lo que voy a hacer, voy a remar al otro lado del Atlántico".
Así, el joven comenzó a transitar un camino de preparación mental y física para emprenderse en un viaje que le cambiaría la vida. El 14 de diciembre de 2017 zarpó desde las Islas Canarias, al noroeste de África, con más de 4.800 kilómetros por delante y remó durante 44 días hasta llegar a la isla de Antigua, en el Caribe, para convertirse en el ser humano más joven en haber cruzado el Océano.
Durante la expedición, Crane se enfrentó a olas enormes, vientos fuertes y tormentas peligrosas. Pero uno de los grandes desafíos que tuvo que afrontar fue el de la soledad. Él y su mente compartieron un viaje que los puso a prueba y tras lograrlo, decidió compartir su experiencia con Infobae.
Crane, quien llegó a la Argentina gracias a la compañía Internet Media Service (IMS) para realizar sesiones inspiracionales de cómo superar límites y poner a prueba la mente, es consiente de lo que logró, pero a cada rato de la charla intenta convencer de que "todos en la vida tenemos un Océano Atlántico". Claro, cualquier persona atraviesa diversos conflictos durante su vida cotidiana, pero no todos son comparables con los 4.800 kilómetros que separan África de América y que él cruzó a bordo de una embarcación que sólo avanzaba gracias a la fuerza de sus brazos.
"Pasé seis meses entrenando muy intensamente para esto. Intenté obtener tanto peso como sea posible de músculos y grasas, porque pierdes casi el 20% de tu peso cuando estás en el Atlántico", recuerda y explica que el trabajo físico no fue lo único que hizo: "También hice un poco de yoga y aprendí técnicas de meditación, para preparar el aspecto de aislamiento del viaje".
Para afrontar el periplo, se preparó una rutina que le organizaba los descansos y el trabajo sin tener que padecer las adversidades que el océano presenta: "En un día normal remaba aproximadamente entre 12 y 14 horas y yo hacía eso en lapsos de dos horas. Así que remaba durante 2 horas y luego comía y dormía, también lo hacía durante la noche, así que nunca dormí más de 2 o 3 horas seguidas".
Pero ningún plan puede prever lo que sucederá al estar en el medio de la nada y rodeado de agua: "Hubo muchos desafíos allí afuera. Al principio fue la enfermedad del mar, no pude comer durante las primeras semanas sin vomitar. Y luego fue la soledad, 44 días y el aislamiento repercute mucho en tu mente. Pero el mayor reto digamos que fue probablemente el clima".
Al estar a bordo de una embarcación que no superaba los 23 pies de largo, Crane pudo sentir y vivir cada golpe que el Atlántico le dio. Incluso, su bote se dio vuelta en seis oportunidades a lo largo del viaje y en una de ellas casi muere ahogado.
"El bote se dio vuelta. Estaba bajo el agua atado por mis pies en la posición incorrecta. No podía salir. Pateé y pateé. Pero seguía sin poder salir. Y sentí ese miedo. Esa desesperación. Pensé que iba a morir. Y finalmente pateé y me levanté. Mis pulmones estaban a punto de reventar. Pude liberar mis zapatos y luego salí a la superficie. Pero fue un momento difícil".
Con una sonrisa en el rostro, el neoyorquino recuerda ese episodio que jamás se borrará de su mente. Pero sabe que aquel día pudo haber sido el último de su vida.
Completamente aislado, mientras su cuerpo se balanceaba al ritmo del oleaje, Crane compartió al rededor de 1.056 horas solo con su mente. A pesar de los consejos de sus amigos de llevarse algún objeto, como Tom Hanks en la película "El náufrago", el joven no quiso hablar con ninguna pelota de voleibol y eligió no cruzar esa línea. "Tenía miedo de perder la cabeza; Me volvería loco. Así que principalmente hablaba con las voces de mí cabeza".
Completar semejante expedición le sirvió además para recolectar donaciones e impulsar la causa que lleva adelante. Sus objetivos son luchar contra la desigualdad, intentar que, al menos en su país, no haya personas que vivan en la calle y concientizar al mundo sobre el cambio climático y la importancia de cuidar el Océano.
Por ese motivo, emprenderá a partir de este año un reto aún mayor. Crane comenzará a estudiar ciencias políticas porque cree que estando en el gobierno podrá cumplir con sus objetivos. Habrá que esperar para saber si la atravesar una carrera política es más o menos complicada que cruzar el Océano Atlántico.
La entrevista completa
¿Cómo fue que decidiste cruzar el Atlántico?
Bueno, en realidad fue la primavera pasada cuando todavía era estudiante de último año de secundaria y sabía que me tomaría un año sabático antes de la Universidad. Pero no sabía lo que quería hacer y me encontré con esto de cruzar el Océano e inmediatamente supe que eso es lo que iba a hacer y decidí que iba a emprender el viaje en diciembre del año pasado.
¿Cómo reaccionó tu familia?
No provengo de una familia marítima, no somos marineros y les pregunté a mis padres, les dije 'Sé lo que voy a hacer, voy a remar al otro lado del Atlántico' y me dijeron 'no, no lo harás. No harás eso'. Tomó mucho convencimiento, fue parte del proceso hacerlos partícipes. Pero se volvieron muy solidarios y estoy muy agradecido por toda la ayuda.
¿Qué tipo de preparación tuviste que llevar adelante para hacer esto posible?
Pasé seis meses entrenando muy intensamente para esto. Intenté obtener tanto peso como sea posible de músculos y grasas, porque pierdes casi el 20% de tu peso cuando estás en el Atlántico. Así que hice levantamiento de pesas, trabajé mucho en la máquina de remo y también hice un poco de yoga y aprendí técnicas de meditación, para preparar el aspecto de aislamiento del viaje.
¿Qué balance hacés del viaje?
Fue increíble, fue una experiencia que me cambió la vida, hubo muchos altibajos. Pasé algunos de los momentos más felices de mí vida, pero también algunos de los más tristes.
En un día normal, ¿Cuánto tiempo pasabas remando? ¿Cómo repartías tus ratos libres y qué hacías en ellos?
En un día normal remaba aproximadamente entre 12 y 14 horas y yo hacía eso en lapsos de dos horas. Así que remaba durante 2 horas y luego comía y dormía, también lo hacía durante la noche, así que nunca dormí más de 2 o 3 horas seguidas. Pero había muchos otros ratos libres en donde escuchaba música o simplemente soñaba despierto.
Tenías comida, tenías un mapa, un GPS y tenías tiempo libre, pero no tenías baño, ¿eso es cierto?
Es cierto. Estuve 44 días sobre un inodoro que en realidad era un cubo muy robusto.
¿Cuál fue la mayor dificultad que tuviste que afrontar?
Esa es una gran pregunta, hubo muchos desafíos allí afuera. Al principio fue la enfermedad del mar, no pude comer durante las primeras semanas sin vomitar. Y luego fue la soledad, 44 días y el aislamiento repercute mucho en tu mente. Pero el mayor reto digamos que fue probablemente el clima. Fue realmente duro, los vientos, las olas eran más fuertes y más rápidas de lo normal y eso era bueno y malo. Porque, en el lado bueno, el camino fue mucho más rápido de lo que esperaba. Pensé que estaría cerca de tres meses, pero estuve nada más que 44 días. En el lado malo, fue extremadamente difícil y el bote se dio vuelta seis veces durante el viaje. Y eso era muy aterrador y peligroso.
¿Y como sobreviviste a eso?
El bote está diseñado para corregirse automáticamente si se voltea, pero no lo hace de inmediato y ese fue el problema. En uno de esos momentos era la tercera vez que me volcaba. El bote se dio vuelta y estaba bajo el agua atado por mis pies en la posición incorrecta y no podía salir. Y pateé y pateé pero seguía sin poder salir y sentí ese miedo, esa desesperación, pensé que iba a morir. Y eventualmente lo pateé y me levanté. Mis pulmones estaban a punto de reventar. Pude liberar mis zapatos y luego salí a la superficie. Pero fue un momento difícil.
Tom Hanks tenía a Wilson en "Náufrago", ¿cuál fue tu Wilson?
La gente me dijo que debía llevar una pelota de voleibol o algo para hablar y honestamente pensé sobre eso y decidí que no iba a hablar con ningún objeto inanimado porque tenía miedo de perder la cabeza. Tenía miedo de que una vez que cruzara esa línea, ya sabes, esa de hablarle a objetos, no iba a volver. Me volvería loco. Así que principalmente hablaba con las voces de mí cabeza.
¿Qué fue lo primero que hiciste cuando llegaste a tierra firme?
Bueno, di mi primer paso en tierra y realmente no podía caminar, porque había pasado tanto tiempo en el mar y había perdido tanto peso que necesitaba ser ayudado. Pero abracé a mi madre y a mi familia. Después comí una hamburguesa con queso y una gaseosa bien fría. Esa fue mi primera comida y fue la mejor que jamás haya tenido.
¿Y ahora que sigue?
Mis padres quieren que vaya a la universidad, ya han tenido suficiente estrés este último tiempo. Pero sabes, un día me gustaría escalar el Monte Everest y hacer algo que me desafíe a mí mismo y me lleve más lejos.
Vas a estudiar ciencias políticas. ¿Por qué?
Estoy realmente interesado en la política. En realidad hice este camino para crear conciencia sobre la conservación del océano y la falta de vivienda en mi ciudad natal. Creo que el gobierno es una de las mejores maneras de resolver estos problemas y aprobar la legislación más importante que se necesita con problemas tan grandes como la conservación del Océano, el cambio climático y la falta de vivienda. Así que estoy muy interesado en política y espero algún día poder hacer un cambio.