"Estamos contentos con nuestra inversión, porque creemos en nuestros jugadores. Queremos continuar nuestro proyecto". La frase con la que sintetiza Al-Thani la eliminación del PSG en los octavos de final de la Champions League parece no representarle ningún daño. Sin embargo, el empresario que está a cargo del club parisino lleva gastados más de 500 millones de euros y el título más codiciado del continente sigue sin aparecer.
Desde su arribo en 2011, el conjunto parisino se ha consolidado en el fútbol doméstico de Francia, pero la incorporación de figuras internacionales no le fue suficiente para conquistar las fronteras y el resto del territorio europeo.
Con el aval de Qatar, Emiratos y otros patrocinadores que le permitieron tener una billetera abultada, el jeque árabe gastó 107,10 millones de euros en su primer mercado de pases con las llegadas de Pastore, Ménez, Thiago Motta, Gameiro, Sisoko, Matuidi, Sirigu, Alex y Maxwell.
Para la temporada siguiente el impulso económico continuó con una cifra de 149.95 millones de la moneda europea. Entre el 2012 y 2013 el PSG fichó a Thiago Silva, Lucas Moura, Lavezzi, Ibrahimovic, Verratti y Van de Wiel, pero la Orejona siguió sin aparecer.
Los 135.90 millones que se depositaron para la llegada de Cavani, Marquinhos, Cabaye y Diagne no brindaron ningún fruto internacional y la presión del Fair Play financiero obligó a que al año siguiente sólo contrate a David Luiz en una operación que rozó los 50 millones de euros.
La paciencia sirvió para ahorrar: Dani Alves, Aurier, Stambouli, Trapp y Neymar completaron las operaciones más ostentosas para llegar a los 533 millones invertidos y convertir al elenco francés en un galáctico sin corona.
Tras la eliminación frente al Real Madrid en la edición actual, Al-Thani reconoció que "no es el momento de pensar en el futuro", pero advirtió que "habrá que calmarse para pensar qué cambiar".
Sin dudas, el fenómeno que atraviesa el PSG es una clara muestra de la filosofía que afirma que el dinero no lo es todo. En el fútbol capitalista, todavía hay valores que no se pueden comprar y en Francia son conscientes del maleficio que no se puede quebrar: pasan los años, los jugadores y la Champions sigue sin llegar.
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