
La historia de Leonel de Jesús Álvarez Zuleta (Remedios, Antioquia, 29 de julio de 1965) sí que se sale de lo común. Perteneció a la que acaso fue la legión de futbolistas más talentosa de la historia de Colombia que explotó sobre el final de los '80 y principios de los '90 junto a René Higuita, Faustino Asprilla, Carlos Valderrama, Freddy Rincón o Adolfo El Tren Valencia, entre varios otros. El esplendor de todos coincidió con la época de mayor auge e influencia del narcotraficante Pablo Escobar, fundador del Cartel de Medellín. Y en el caso del ex mediocampista, hoy entrenador de Cerro Porteño de Paraguay, que anoche enfrentó a Boca en un amistoso, vale la pena profundizar…

Nació en Remedios, una humilde ciudad de Antioquia, Colombia, como segundo de cuatro hermanos. La primera fue Gudiela y luego de él llegaron María Dolores y Alexandra. Fue tras la llegada de esta última cuando el jefe de familia, el padre de Leonel, los abandonó. Esta pérdida marcó para siempre su personalidad pese a que por entonces apenas tenía algo más de cinco años. El pequeño se volvió estricto, maduro, laborioso. Se transformó en el centinela de la familia…
Cuentan que al año recibió como regalo una pelota de fútbol y ya ningún otro juguete tuvo sentido, que practicaba todo el día acaso como escapatoria de una pequeñísima casa en la que vivía y en la que compartía una cama con sus tres hermanas. Que rápidamente fue convocado al selectivo de Antioquia y que desde entonces se entrenaba en una cancha que quedaba lejos de su casa y a la que muchas veces llegaba después de dos horas de haber salido de su casa porque iba trotando, cuando no sin desayunar.
Leo, al decir de Fabiola Zuleta, su mamá y principal guía de su vida, sufrió a los dos años un tremendo accidente. Fue atropellado por un vehículo en su barrio y el pequeño sufrió heridas y consecuencias de gravedad, al punto de perder el habla durante cinco años en los que sólo se comunicaba por señas. A su madre le sugirieron operarlo, pero se negó. No había garantías. Esta situación hizo que el chico se volviera solitario. Su mudez no le permitió hacer vínculos de amistad y, así, su única diversión era la pelota. La familia se había resignado hasta que un día, cuando tenía siete años, Leonel balbuceó una palabra, y otra, y otra, para con el tiempo recuperar el habla por completo.

Continuó entonces con su vida, que básicamente se resumía en el fútbol. Tenía 18 años cuando firmó su primer contrato en 1983, con Independiente Medellín, equipo del que los allegados a Pablo Escobar dicen que el capo narco era hincha de corazón. Allí estuvo cuatro años y luego pasó por otros nueve clubes, finalizando su carrera como futbolista en 2004, luego de 671 partidos como profesional. De su bautismo deportivo le quedó el cariño del narcotraficante, de quien fue un confeso admirador y a quien incluso visitó en La Catedral, la famosa cárcel en donde pasó sus días desde su entrega en julio de 1991 y hasta su fuga, en julio de 1992.

Álvarez fue además jugador de la Selección de Colombia y representó a su país en los Mundiales de Italia 1990 y de Estados Unidos 1994. También lo hizo en cinco ediciones de la Copa América y en Eliminatorias. Completó 101 partidos con la Tricolor.

Entre 1987 y 1990 Leonel jugó en Atlético Nacional, el equipo que por entonces reunía a multitudes en Colombia. El conjunto de Francisco Maturana se consagró campeón de la Copa Libertadores en 1989 y en toda esa edición, cada vez que los Verdolagas jugaban en su estadio, Leonel ingresaba al campo con una culebra colgada de su cuello. A esta la bautizó Leonela. Este permiso era una de las tantas excentricidades que se permitía el equipo al que Pablo Escobar Gaviria había elegido para triunfar. Para esto, el narco apelaba a los más bajos recursos para lograr sus objetivos: en el marco de ver a su club en lo más alto cuenta la leyenda que sobornó y amenazó a los árbitros de aquella final ante Olimpia de Paraguay (la terna argentina conformada por Juan Carlos Loustau, Francisco Lamolina y Jorge Romero) para que favorecieran a su equipo, finalmente campeón.

Álvarez jamás ocultó su lealtad a Escobar y hasta participó en el documental de ESPN llamado Los Dos Escobar en el que habló de la tarea comunitaria que el narco hacía en los barrios más carenciados de Colombia. "Qué bueno que regalaran canchas y no regalaran vicios", dice en un tramo del mismo.
Apenas se hubo retirado como futbolista viajó a España e hizo el curso de entrenador y como tal también hizo su debut en Independiente Medellín en 2009. A nivel club estuvo al frente de otros cuatro y ganó tres títulos, pero su gran oportunidad fue la que asumió en 2011 cuando fue nombrado como director técnico de la Selección de Colombia y mal no le fue: cinco partidos dirigidos con tres victorias, un empate y una derrota.

En 2005 participó del reality show La Isla de los Famosos (RCN) y lo ganó. En julio de 2017 se hizo cargo de Cerro Porteño de Paraguay con el objetivo de ganar la Copa Sudamericana y en apenas poco más de un mes, los hinchas ya le demuestran su cariño.
Un 6 talentoso como pocos. Una historia distinta. Un técnico llamado a lograr algo grande.
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