Cualquier ciudad no podría escapar al éxtasis si el equipo local alcanza las semifinales de la Champions League, eliminando a equipos de la talla del Borussia Dortmund y el Manchester City. Pero en el pequeño Principado de Mónaco, donde uno de cada tres habitantes es millonario y la mayoría son extranjeros, la fiebre por el fútbol recién empieza a crecer otra vez. Este año, el Stade Louis II, construido en 1985 en las tierras ganadas al mar del distrito de Fontvieille, comenzó a llenarse de nuevo. Tiene una capacidad de 18.523 espectadores. Suena a poco, pero es lo suficientemente grande como para albergar a la mitad de los acaudalados habitantes. Siempre costó verlo a tope, más durante el paso del club por la segunda división, pero su brillante presente subirá notablemente el aforo.
El AS Mónaco de Leonardo Jardim es la mayor sensación del fútbol europeo esta campaña. Da pelea en cuatro competiciones. Es líder de la Ligue 1 con 77 puntos. También está en los semifinales de la Copa de Francia y en la misma instancia de la Liga de Campeones de Europa.
La efímera inyección financiera de Rybolovlev
Hubo una época en la que proyecto monegasco consistía en gastos astronómicos provenientes de la fortuna del magnate ruso Dimitri Rybolovlev, un vecino del Principado que decidió comprar el club en crisis, sacarlo de segunda división y formar una plantilla estelar. Primero contrató a Claudio Ranieri –que aún no había sido campeón con el Leicester– y el técnico italiano los devolvió a la Ligue 1. En segunda instancia, la inversión fue mayor. En 2013, de cara a su regreso a la élite del fútbol francés, Rybolovlev se gastó 160 millones de euros en fichajes. El colombiano Radamel Falcao se convirtió la contratación más cara de la historia del club por 50 millones. Llegó junto a su compatriota James Rodríguez y otras figuras como Geoffrey Kondogbia, Joao Moutinho, Anthony Martial y Jérémy Toulalan. Quería competirle a la inversión qatarí del Paris Saint Germain de igual a igual.
Todo indicaba que el AS Mónaco seguiría el camino de las inversiones desmedidas tomado por varios clubes europeos para regresar al éxito obtenido durante las doradas décadas de los 70 o los 80. O que invertiría mucho dinero para aspirar a llegar a la final de la Champions League, alcanzada por última vez en 2004. Pero repentinamente el equipo del Principado se convirtió en plebeyo. Tras terminar en el segundo puesto detrás del PSG, el plan de las inversiones astronómicas dio un vuelco inesperado.
Entre obligaciones fiscales, un divorcio multimillonario y reglas de la UEFA, el magnate ruso cerró el grifo y cambió la hoja de ruta de sus políticas de transferencia. Los grandes contratos desaparecieron. A Ranieri lo reemplazaron por un hasta entonces desconocido Leonardo Jardim. Vendió a James Rodríguez al Real Madrid y Falcao se marchó a préstamo al Manchester United. Había clima de desmoronamiento.
Un éxito rápido y de bajo costo
Sin embargo, encontró una receta saludable y efectiva: expandió su red de ojeadores y compró jugadores baratos con potencial. Leonardo Jardim se transformó en una grata sorpresa. Aceleró el proceso con un excelente trabajo. Potenció a la nueva plantilla y el club que importaba estrellas mutó en un exportador de jóvenes talentos. Al término de su primera temporada, en la que también alcanzó los cuartos de final de la Champions League y acabó tercero en la Ligue 1, el AS Mónaco embolsó una fortuna al vender a Anthony Martial al Manchester United, Yannick Carrasco al Atlético Madrid, Layvin Kurzawa al PSG, Geoffrey Kondogbia al Inter y Aymen Abdennour al Valencia.
Al regresar Falcao de su periplo poco fructífero por la Premier League, Jardim rodeó al experimentado delantero colombiano de un grupo de jóvenes hambrientos, técnicamente bien dotados, y creó un funcionamiento eficaz, que mezcla ataques vertiginosos -sobre todo por la bandas- con una defensa sólida y voraz. El técnico de 42 años, nacido en Venezuela y criado en Portugal, del que nadie se fiaba por no haber sido futbolista profesional y que era criticado en su primer año por jugar un fútbol poco vistoso, demostró que es un entrenador pragmático y versátil. Encontró las piezas correctas para darle más vuelo a sus estrategias y transformó a Tiémoué Bakayoko, Bernardo Silva, Jermerson, Benjamin Mendy, Thomas Lemar y Kylian Mbappé en los jóvenes mejor cotizados del fútbol europeo. Ninguno tiene más de 24 años.
Ante el Manchester City en el Louis II, donde jugó sin Falcao por lesión, sólo tres de los 11 futbolistas superaban esa edad: Subasic (32), Raggi (32) y Germain (26). La alineación francesa tenía un costo de 72 millones de euros, 320 millones menos que la inglesa. Por poner un ejemplo, sólo el belga Kevin De Bruyne costó más que toda la formación del equipo monegasco, que jugó una primera etapa soñada: consiguió que un equipo de Guardiola se marche al entretiempo sin haber rematado a portería y abajo en el porcentaje de la posesión. El 3-1 a su favor significó la clasificación por la regla del gol de visitante.
Al club del Principado se le avecina un final de temporada de ensueño, entre los ocho mejores equipos del continente y con chances de ganar tres torneos domésticos. Su proyecto está más sólido que nunca. Cuando vendieron a sus estrellas y se acabaron las inversiones, nadie imaginó lo ricos que podían llegar a ser.
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