En las bibliotecas y escuelas de Estados Unidos, la prohibición de libros se incrementó en 2022, en especial los títulos relacionados con la comunidad LGBTQI+ y las personas negras, entre ellos, clásicos como The Bluest Eye, de Toni Morrison, y The Handmaid’s Tale, de Margaret Atwood, y obras más recientes, como Este libro es gay, de James Dawson, y Gender Queer, de Maia Kobabe.
Si en 2021, los libros cuestionados llegaron a ser 1858, el año pasado el número ascendió a 2571 títulos, un 40% más. El incremento se debe a las quejas elevadas por padres, activistas, funcionarios de las juntas escolares y legisladores que cuestionan el acceso de los niños a determinados libros, según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas.
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Esta situación se ve facilitada por leyes que lo permiten y por el accionar de grupos conservadores en Tennessee, Utah y Florida, uno de los estados donde el conflicto escaló más y derivó en acusaciones a bibliotecarios por considerar que promueven obscenidades y hasta la pedofilia, muchos de los cuales recibieron amenazas por negarse a retirar textos.
La lista de libros, publicada por la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA, por sus siglas en inglés) en el marco de la Semana Nacional de las Bibliotecas, da cuenta de que los títulos más cuestionados contienen representaciones LGBTQI+ o material que los denunciantes consideraron sexualmente explícito.
Esa lista se amplió a 13 títulos, y el más cuestionado fue Gender Queer, de Maia Kobabe, una novela gráfica-memorias sobre la identidad de género, mientras que el segundo fue All Boys Aren’t Blue, de George M Johnson, una memoria sobre la infancia, la adolescencia y los años universitarios del autor, acerca de cómo es crecer siendo negro y queer.
Este libro es gay, de Dawson, que el autor describió como “un manual para todas las áreas de la vida como persona LGBT”, fue el décimo libro más buscado.
La ALA rastrea las solicitudes de eliminación de libros en las bibliotecas de Estados Unidos e informó que en 2022 había visto la mayor cantidad de informes de llamadas para eliminar o restringir libros desde que comenzó a recopilar datos hace más de 20 años. Los datos se compilan a partir de informes presentados a la Oficina para la Libertad Intelectual de la ALA por profesionales de bibliotecas y de noticias publicadas en ese país, según consigna The Guardian.
“Lo que reflejan los números es que se trata de una campaña”, dijo Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina para la Libertad Intelectual de la asociación, y sostuvo que se trata de “una campaña de grupos políticamente partidistas para eliminar una gran cantidad de libros que no cumplen con su agenda, ya sea una agenda política, religiosa o moral”.
La alarma por esta situación se incrementó entre bibliotecarios y defensores de la libertad de expresión debido a la nueva legislación que busca regular el contenido de las bibliotecas o la forma en que los bibliotecarios hacen su trabajo. En este sentido, el año pasado, se aprobaron leyes que imponen restricciones a las bibliotecas en siete estados, incluidos Tennessee, Oklahoma, Florida y Utah, según un análisis realizado por EveryLibrary, un comité de acción política para bibliotecas.
Los republicanos en la Cámara presentaron una “Declaración de Derechos de los Padres”, una propuesta de ley que a algunas organizaciones de defensa de la educación les preocupa que pueda conducir a un aumento en las prohibiciones de libros. El proyecto de ley exige que los padres tengan acceso a “una lista de los libros y otros materiales de lectura disponibles en la biblioteca de la escuela de sus hijos”, según The New York Times.
Los esfuerzos para retirar libros aumentaron durante la pandemia y se fue extendiendo de una comunidad o distrito escolar a otro a través de las redes sociales, a medida que circulaban las listas de libros marcados como inapropiados.
Fuente: Télam S. E.
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