Desde que Alejandro Tantanian comenzó a trabajar como actor, cerca de sus 17 años en el grupo Catarsis, dirigido por Manuel González Gil, su vida siempre estuvo ligada al mundo del teatro. Director, dramaturgo, maestro y gestor cultural, su nombre aparece en varios hitos de las artes escénicas de Buenos Aires, como también figura como referente para otros artistas que se formaron en sus clases. Algunos ejemplos: formó parte del emblemático grupo Caraja-ji que implicó una renovación profunda en la dramaturgia argentina a mediados de los 90, también estuvo en el desarrollo de Periférico de los Objetos, otra asombrosa compañía teatral que cambió la escena desde lo conceptual y exportó su arte a Europa. Participó en más de cien espectáculos y entre 2017 y 2020 fue director general del Teatro Nacional Cervantes, en una gestión que renovó el vínculo entre el teatro y el público.
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El año pasado estrenó en Alemania una versión de Los siete locos, de Roberto Arlt, junto a sus colegas argentinos Oria Puppo y Nacho Bartolone, en una puesta que planteaba en la ficción una comunidad que organizaba un golpe de Estado. Un día antes del estreno en Munich, las autoridades alemanas detuvieron a los integrantes de un grupo de extrema derecha que proyectaba atacar a las instituciones democráticas del país, incluido el Parlamento. Además, para los próximos meses, prepara un ciclo de teatro performático en el Museo de Arte Moderno y lanzó, junto a Andrés Gallina y Oria Puppo, el Diccionario Utópico de Teatros. Un recorrido por algunas ideas de este creador incansable.
—¿Cómo fue la experiencia de llevar la obra de Arlt a Alemania?
—Fue una propuesta pre pandemia, que finalmente pudimos concretar. Justo había salido una traducción de Los siete locos al alemán y en el teatro Kammerspiele, de Munich, les pareció que podía ser una gran atracción para el público de allá. Tomamos algunos puntos de la novela pero no sucedía ni a fines de los años 20′ ni en Buenos Aires. Ricardo Piglia decía respecto a este texto de Arlt, que había dos novelas en una: por un lado la vida de Erdosain, el derrotero de este hombre gris, y por el otro, la historia del astrólogo. Nosotros decidimos trabajar esta última línea: creamos una especie de ponencia en la cual siete voces invitaban a la comunidad a formar parte de una nueva sociedad y planteaban las posibilidades de un cambio revolucionario.
Es un trabajo que me gusta mucho y hago desde hace un tiempo, que es operar en el borde impreciso entre la ficción y la realidad. Nosotros estrenamos el 8 de diciembre del 2022 y un día antes se descubrieron 23 focos de personas que querían generar un golpe de estado en Alemania , en nombre de un nuevo líder. Las críticas hicieron foco en la sincronía de lo que pasaba en la obra con lo que sucede en la realidad, en la sociedad alemana. Es algo que ya está latente en la obra de Arlt, el astrólogo plantea la importancia de obtener el poder, que es algo que se ve en el ascenso de las nuevas derechas. Así que nosotros utilizamos la novela de Arlt para trabajar en ese campo político.
—Estrenaste mucho en otros países, ¿cómo es luego volver a estrenar en Argentina? ¿Qué diferencias ves en el campo creativo y teatral?
—Las cosas después de la pandemia cambiaron mucho. En general, comenzó a circular una idea de no trasladarse tanto en el mundo de la cultura, se lo piensa en términos ecológicos, no tomar tantos aviones, no mover tanta gente de un lugar a otro. Mi generación estuvo en el foco para Europa a comienzos del 2000, en el momento del estallido social, éramos vistos como una rara avis de resiliencia. Hoy el foco está en otra parte. La producción de Buenos Aires sigue siendo un lugar con un enorme talento artístico. Por supuesto que en Europa hay una mejor situación económica, pero la verdad que está todo medio chato artísticamente. Hay una suerte de loop en la que están inmersos los artistas, hay muy poca movilidad social entre los creadores, no aparecen nuevos nombres. Creo que es un momento bisagra para ellos y también tienen su propia crisis económica, aunque por supuesto que no se compara con la nuestra.
—Estuviste a cargo del Teatro Cervantes donde planteaste una gran renovación en su programación y también tuviste que afrontar conflictos gremiales complejos, ¿Volverías a la gestión pública?
—Sí. Fue una experiencia muy intensa, tanto en lo bueno como en lo malo. Pero creo que si hay algo que demostramos en el Cervantes, que todavía sigue con nuestra programación planificada, es que desde lo público hay mucho por hacer. Eso que parecía tan nuevo, en realidad no lo es. Fue nuevo para la Argentina, pero es clave ahondar y profundizar las relaciones con la gestión y permitir otro tipo de excelencia en la práctica. Lo fuerte de la función pública es que hay una posibilidad de cambiar la realidad del medio teatral. No me refiero en términos generales, pero sí la realidad de ese espacio, la relación con el público. La función pública tiene una enorme capacidad de transformación y es hermoso poder generar esos cambios.
—De hecho, ahora vas a trabajar en el Museo de Arte Moderno.
—Sí, vamos a hacer la tercera edición de El borde de sí mismo, junto a Javier Villa. Es la oportunidad para que los artistas de teatro puedan probar el espacio de una sala de museo, cambia mucho esa arquitectura la manera de crear. Los artistas teatrales cuando hacen esta experiencia sienten una libertad que no experimentan en la sala teatral, como si hubiese un superyó del teatro que no les permite hacer ciertas cosas. Para esta edición, el ciclo entrará en diálogo con la exposición Astronáutica curada por Javier Villa y Marcos Krämer. En esta los curadores ahondan en la relación entre el espacio exterior y la tierra desde una perspectiva científica y espiritual. Desde esta premisa las obras escénicas tendrán resonancias con temas diversos desde cómo los pobladores originarios miraron y estudiaron las estrellas, hasta los satélites lanzados por la Argentina en la actualidad.
—Por último, también llevaste el campo creativo al teórico con la creación del Diccionario Utópico de Teatros, junto a Andrés Gallina y Oria Puppo ¿Cómo fue esa fusión de teoría y práctica?
—Una de las características de la práctica teatral en Buenos Aires es que los propios artistas no tenemos el espacio ni el tiempo para poder producir teoría. Hay muy pocos artistas que producen teoría y publican libros, como por ejemplo Ricardo Bartís o Rubén Szuchmacher. Este proyecto lo pensamos con Andrés Gallina y Oria Puppo, juntos trabajamos en la dirección general del Cervantes y luego pensamos en crear la Compañía U, que tiene que ver con lo utópico. Así nació el Diccionario de Teatros, es importante pensar el plural, porque habla de muchos teatros. Trabajamos con las categorías existentes como teatro antiguo o biomecánico y otras que no, como zombie, wifi, cybor. Llamamos a artistas de distintas disciplinas, no solo autores y directores. Se convocaron a iluminadores, escenógrafos, referentes de la academia. La idea fue incluir todos los saberes de la práctica teatral. También grabamos los textos y algunas performances en un canal de Youtube público, en el cual los autores de los materiales leen sus textos. Fue un proyecto muy largo pero hermoso, que contó con el apoyo de la Fundación Medifé y el Banco Macro.
Por si faltan proyectos, Tantanian prepara para el 2024 su próximo estreno en el Teatro San Martín: una versión de Eduardo II, de Christopher Marlowe, creador de teatro inglés contemporáneo y vinculado a Shakespeare, con una vida misteriosa y que en estea obra fue pionero en planetar la homosexualidad en el centro de la escena. Habrá que esperar cómo será su adaptación junto a Carlos Gamerro, para la próxima temporada.
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