Desde Bogotá, Colombia. Abiram Brizuela es un compositor y director de orquesta venezolano de proyección internacional, uno de los grandes invitados a BIME Bogotá 2022. Formado en “El Sistema”, el revolucionario programa de educación musical venezolano puesto en marcha en 1975 por el músico, educador y activista cultural José Antonio Abreu (1939-2018) y del cuál salió el famoso director Gustavo Dudamel, Brizuela también cree firmemente en el poder de la educación y la cultura como instrumentos para el empoderamiento social.
En medio del torbellino de charlas y recitales que presenta este encuentro global de la música que se realiza por estos días en el bonito barrio de Usaquén (al norte de Bogotá), Brizuela diálogo con Infobae Cultura, ratificó sus convicciones sobre este tema y las atribuyó a su formación musical en el programa social venezolano. “Como todas las cosas transformadoras de la vida, es caótico, imperfecto, irreverente, y en ocasiones, profundamente problemático, pero creo que es justamente por eso que siempre sentí que era un lugar al que pertenecía. El Sistema es un reflejo perfecto de la eterna disyuntiva con la que vive pueblo venezolano”, afirma.
Es intenso su trabajo con organizaciones que otorgan acceso a las artes y la cultura en comunidades vulnerables todo el mundo, incluyendo iniciativas como el Miami Music Project y Los Ángeles Harmony Project. Abiram Brizuela se desempeñó como Director del Programa Alumni en el Instituto Sundance -parte de los programas sociales de la Fundación que organiza el famoso festival de cine independiente- y ahora inicia una nueva etapa con mayores responsabilidades y desafíos en la meca del entretenimiento mundial: Hollywood, Los Ángeles. A la vez y mientras tanto, apoya a diferentes organizaciones en los Estados Unidos como asesor, consultor académico y director invitado de “El Sistema”. Pero sobre todo, se siente un storyteller (relator de historias). “Es una forma de agrupar todas las artes narrativas que conforman mi carrera: teatro, cine y música”, concluye.
—¿Cuál es tu inspiración musical? La música que escuchaste desde niño, la que te marcó en tu adolescencia, la escuchas ahora ¿Cuáles son tus 5 discos favoritos de todos los tiempos y por qué?
—Me uní al sistema de orquestas Venezolano cuando tenía apenas 5 años de edad, y gran parte de mi infancia estuvo marcada por un amor contrastante entre la música sinfónica que tocábamos en la orquesta y la música popular que se escuchaba en los barrios de Caracas. Aun recuerdo con asombro una colección de cientos de películas que mi papa tenía en casa y me gusta pensar que la constante exposición al cine definió mucho de lo que hoy se ha convertido en una carrera como compositor de teatro y cine.
A los 13 años comencé a descubrir otros géneros musicales, me obsesioné con el rock y la electrónica alternativa, armé mi primera banda de metal, Parkas, y entré en una etapa fascinante de exploración musical que incluía desde Nine Inch Nails hasta India Arie y desde Hector Lavoe hasta Shostakovich… podía pasar horas hablando de música mis amigos de la cuadra. Aun conservo esa misma sed de exploración musical que tenía de adolescente, y le dedico un tiempo significativo a cada disco antes de pasar al siguiente. Ahora mismo por ejemplo estoy escuchando mucho a La Monte Young, Noël Akchoté, Meredith Monk y Son Lux.
Reducir mis discos favoritos a cinco es una tarea imposible, pero creo que Kiwanuka de Michael Kiwanuka, Vespertine de Björk, Ronroco de Gustavo Santaolalla, la banda de sonido de There Will Be Blood de Jonny Greenwood, Let Them Eat Chaos de Kae Tempest y SLEEP de Max Richter están bastante arriba en mi lista de discos favoritos de todos los tiempos. Con cada disco tengo una relación emocional distinta, todos me han dejado algo transformador, por todos estos artistas he sentido envidia creativa, todos tienen una conexión con la intimidad que refleja mucho de mi propia identidad…
— ¿Cómo resumirías tu experiencia de aprendizaje en “El Sistema” y cuál crees es el mayor aporte y legado que tiene este programa tan elogiado en todo el mundo? ¿Ha cambiado algo luego de la muerte de Abreu? ¿Es otra la mirada en el siglo XXI?
—Yo le debo mucho de mi identidad artística y profesional al sistema de orquestas venezolano, en gran parte porque me dio una oportunidad gratuita de habitar un espacio creativo y de expresión estética al que simplemente no hubiese tenido acceso por la condición socioeconómica en la que viví gran parte de mi infancia y adolescencia. Como todas las cosas transformadoras de la vida, “El Sistema” es caótico, imperfecto, irreverente, y en ocasiones, profundamente problemático, pero creo que es justamente por eso que siempre sentí que era un lugar al que pertenecía… De algún modo, “El Sistema” es un reflejo perfecto de la eterna disyuntiva con la que vive pueblo venezolano.
Por una parte, es un programa que genuinamente elevó las expectativas que tenía sobre mí mismo y capitalizó en ese momento de profunda revelación personal para lograr un nivel artístico que desde cualquier estándar parecería imposible. Por otra parte, es culturalmente equivalente a las comunidades a las que sirve; en gran parte porque adopta un modelo académico en el que todos los miembros participan activamente como alumnos, artistas, y profesores desde muy temprana edad; esto hace que todos los valores y antivalores que componen la idiosincrasia venezolana estén inevitablemente presentes en todas las interacciones sociales del programa. Esto no fue necesariamente negativo para mi porque la dinámica social del sistema contribuyó con que yo siempre me sintiera culturalmente compatible y cómodo no solo con el programa sino con los otros estudiantes y maestros con los que compartí.
No me atrevería a medir el impacto de la muerte de Abreu en “El Sistema”, pero si te puedo decir con total convicción que Abreu asumió un compromiso artístico innegable con el pueblo venezolano a pesar de un sinnúmero de dificultades sistémicas, económicas y sociales que hubiesen derrumbado los sueños de alguien con menos convicción.
—¿Cómo afecto la pandemia tu tarea, condicionó tu creación musical? ¿Qué enseñanzas obtuviste luego de atravesado este período? ¿Es todo igual que antes de 2020, o algo cambió?
—Esta es una pregunta compleja, si bien es cierto que los últimos tres años han sido maravillosos a nivel creativo, artístico y profesional; la pandemia ha tenido un impacto psicológico y emocional profundo en mi vida. Yo soy una persona particularmente social, empática y afectiva, y en los últimos dos años perdí a un gran número de seres queridos, amigos y familiares que formaron mucho de lo que soy como persona y como profesional. De alguna forma el arte se nutrió de todo este caos y aprendí a convertir la mierda en abono, pero ha sido una de las tareas mas retadoras de mi vida.
Tal vez es muy temprano para medir que tanto de la realidad actual se parece a la que teníamos antes del 2020, pero yo definitivamente no soy la misma persona, y agradezco todos los días esta bizarra oportunidad para bajar la velocidad, reconectar con la naturaleza, y - para parafrasear a Chavela - volver a los viejos sitios en que amé la vida.
—Como artista latino en Estados Unidos ¿cómo describirías la producción cultural de la comunidad en esta última década? Entiendo que por tu trabajo en Sundance habrás visto muchas películas de jóvenes realizadores latinos ¿Qué encuentras de especial, particular, distintivo en general, en esta clase de relatos? ¿Hay algún denominador común? ¿Cuál es el potencial que ves para los años que vienen?
—Estoy maravillado con la proliferación del arte latinoamericano y de las voces latinas en la industria del entretenimiento estadounidense; particularmente en Los Angeles. Una de las grandes ventajas de la progresividad política de California es que el estado tiene una tendencia general a la expansión de derecho y la inclusión social, y creo que esto ha creado una dinámica en la que la industria se ha visto moralmente forzada a eliminar muchas de las prácticas segregacionistas que históricamente han caracterizado a Hollywood.
En los últimos 5 años, un importante numero de artistas latinoamericanos se han encontrado finalmente con el tipo de oportunidades que marcan un antes y un después en este tipo de carreras. Pienso por ejemplo en el cineasta mexicano Carlos Lopez Estrada, Maite Alberdi de Chile y Ana Katz de Argentina. Y por supuesto, Germaine Franco, quien acaba de convertirse en la primera mujer latinoamericana en recibir una nominación al Oscar por mejor música original. El orgullo que siento por el nivel de sus visiones artísticas y el merecido reconocimiento que están teniendo en la industria, me convence de que estamos entrando en un muy buen momento para los artistas latinos con propuestas innovadoras.
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