La colombiana María del Mar Ramón es autora de libros de ensayos como ‘Coger y comer sin culpa. El placer es feminista’ (Planeta, 2019), es columnista y ha escrito en diversos medios latinoamericanos como ElDiarioAr, Playboy, el Periódico de Poesía de la UNAM, Volcánicas, Latfem, Página 12, El grito del sur. Con el cuento ‘El deseo es una cicatriz’ formó parte de la antología ‘Cuerpos’ (Seix Barral, 2019) y ha participado en diversas iniciativas y organizaciones feministas en Colombia y Argentina.
Escribe, hace radio, sigue cercana al activismo feminista, es consciente de su ingenuidad del pasado, se expone en la franqueza divertida de su diálogo, se ríe de la mujer que ya no es, habla de las militancias que terminaron por aburrirla, de la manera de honrar sus búsquedas personales y de la expansión de su mundo a través de ellas. ‘La Manada’ es su primera novela, un reflejo de su rebeldía y el reto que implicó pasar de la no ficción a la ficción.
¿Hace cuánto está en Argentina? ¿Cómo ha sido ese proceso de escritura repartido entre dos países?
Hace ocho o nueve años, hace un montón de tiempo y la verdad es que ahora estoy muy contenta porque también estoy publicando en Colombia, para mí hay un interés particular en publicar primero en Colombia y una ilusión de que los libros lleguen después a Argentina, pero eso no puedo darlo por sentado, no funciona así, ellos (la editorial) eligen si les gustan los libros y dependiendo de eso los traen. Para mi hubo un quiebre de paradigma súper bonito cuando pude construir ese puente editorial con Colombia y cuando pude publicar allá los dos libros, a pesar de que como mercado me va mejor en Argentina, creo que es quizás testarudez o algún gesto de alguna especie de resistencia o de algún rastro identitario el hecho de querer publicar primero allá.
Tampoco sé si les interesa de alguna manera lo que hago en Colombia, no escribo pensando en eso, es la cualidad de que los textos no sean tan locales, de que algo local muy bien descrito funciona en cualquier lugar, pero sí es como un orgullo o algo que me gusta, que resuelve muchos de mis conflictos en Colombia, crear ese puente editorial primero allí, eso ha hecho que vaya más y esté más presente en Colombia. No sé si eres o has sido migrante pero es una relación súper compleja, al menos es mi relación más compleja con Colombia, la sufro, la padezco, no la puedo definir, es algo que no sé si me hace sufrir pero es algo sobre lo que pienso muchísimo y también entiendo que no es algo que le pase a los y las migrantes; la situación de viajar en una condición de privilegio, me voya hacer una cosa documental a Argentina y resulté quedándome, es un caso usual en América Latina, pero sí me pasa que lucho mucho con el dilema de entender que le patriotismo es un concepto muy patriarcal, la identidad patriótica es al algo que hay que abolir y además sentirlo en el cuerpo, sentir cosas súper cursis que me dan un montón de pena, escucho el himno colombiano y me da emoción. En el Paro Nacional me dio muchísima angustia y una cosa de “yo me voy a Colombia no sé a hacer qué”, era algo como una pretensión como si yo fuera a resolver el problema (entre risas), pero voy a estar ahí. Es algo sobre lo que pienso mucho ahora que voy y vuelvo, es como una sensación muy constante de desarraigo y una pregunta constante sobre la identidad porque sé que no soy argentina y aunque eso resolvería muchos problemas, pero no, soy colombiana y eso del dilema identitario es algo sobre lo que necesariamente no tiene que ver mi trabajo, pero sí es la razón de mi búsqueda de ser publicada en Colombia.
¿Como migrante cuál es su relación con ese territorio? Tanto aquel en el que dejó tantas cosas que construyen quién es y ese que la recibió y que hoy es su casa?
Hay una comodidad para mi, una muy extraña porque es muy difícil de describir y es muy difícil no caer en lugares comunes con los conceptos de “tu tierra”, “tu país”, porque yo odio esos lugares comunes y con muy difíciles de evitar cuando uno está hablando de la identidad de su país pero también hay una comodidad del primer lenguaje que, llevando tantos años acá, hablo en la radio y sin embargo siempre entiendo que estoy usando un código que no es mi lenguaje materno que aprendí muy bien a hablarlo, me esforcé muchísimo en entender las referencias, consumo mucho de Argentina para poder hacer chistes en Argentina, pero hay una cosa del lenguaje primario sobre el “por favor”, “gracias”, “sí señora”, “me regala”, que es una situación de confort. Hay dos referencias para mi que las recuerdo mucho, la primera ‘Modern Family’, la serie en donde aparece Sofía Vergara, hay un capítulo en que su personaje comienza a equivocarse con las palabras en inglés, otros personajes se burlan de eso y ella les responde “¡si ustedes supieran lo inteligente que soy yo en español no se burlarían!”, de hecho se convirtió en un meme buenísimo que sintetiza algo que es difícil de explicar para los migrantes, si supieran lo fluida que soy en mi lengua materna y si supieran todo el esfuerzo que hago para hablar en un estándar normal como ustedes y tener un código normal, apreciarían mucho más esto.
Mi segunda referencia sobre la migración es la de la película ‘Selena’ (1997), cuando ella va a empezar a cantar en México, su familia es mexico-americana, su papá le dice “nosotros tenemos que saber de Pedro Infante y de Elvis Presley, tenemos que ser más americanos que los americanos y más mexicanos que los mexicanos para que nos acepten en los dos lugares y no podemos tener grietas…”.
Uno siempre quiere participar en calidad de ciudadano y eso implica saber un contexto de un país y en Colombia está la bronca de “¡Qué argentino que tienes el acento!” y siempre como esta percepción de que uno se va y viene hablando argentino, eso es angustiante pero totalmente comprensible y es todo un dilema que es interesante y muy presente en la escritura, pero sobre todo está muy presente en mi humanidad, haber aprendido un lenguaje de otro país y haberlo interiorizado y no mirar el propio con cierta atención que permite la distancia.
Pasa que uno se obsesiona muchas veces con Colombia, me pasó que es muy difícil explicar el país cuando preguntan esperando una explicación, les parecen raras muchas circunstancias y quieren conocer la historia y es difícil contarla porque la historia colombiana tiene un montón de baches, mucho sigue en presente y son situaciones que nunca acabaron y nunca hubo un verdadero ejercicio de memoria, lo que nos vamos a contar como país, tampoco existe un relato oficial y siempre estamos reviviendo ese relato que tampoco existió, eso lo permite mucho la distancia, te da la sensación de observar un país de manera más macro, después voy y me doy cuenta de que en realidad uno no sabe nada, no entiende la mayoría de las cosas y en las capitales también es muy difícil acceder a eso que uno no sabe, es difícil conocer todo el país, difícil conocer todas las diferencias entre el Vaupés y Nariño, y uno prefiere darse vuelta, que es precisamente lo que me pasa cuando regreso a Colombia y no cuando estoy afuera, miro con mucha más atención y con la idea de poder entender con mucha más obsesión.
¿El trabajo en activismo en feminismo que viene desarrollando hace años modera de alguna manera esa experiencia de ser migrante y esa visión de Latinoamérica al conocer la experiencia de mujeres en Colombia y después de años, también en Argentina?
Creo que hubo una época de mucha intensidad en el activismo y ahora estoy en un momento de mucha más reflexión y de cierto repliegue, en especial porque en Argentina mucho de lo que aglutinó estos activismos fue todo el proceso previo a la legalización del aborto y además toda una discusión muy efervescente sobre consentimiento, sobre abuso sexual que son asunto que pasan en todo el mundo. Son elementos en los que tengo ahora bastantes reparos, porque como activista, feminista y como persona de fuertes convicciones políticas, que la falabilidad (la posibilidad de fallar o equivocarse) es una cualidad, poder decir antes creía esto y ahora creo otra cosa, no le pido a la gente constancia ideológica porque me parece incluso preocupante, soberbio y muy patriarcal creer siempre lo mismo cuando siempre hay nueva evidencia, sobre todo en el feminismo, con situaciones que involucren mujeres y comunidades LGBTIQ+ en donde todo el tiempo hay nuevas voces que cambian y empiezan a dar cuenta de que muchas de las estrategias que se crearon en el pasado funcionaron o no lo hicieron, funcionaron poquito y luego resultaron siendo peores para nosotras y creo que es que es necesaria esa humildad en el feminismo de reconocerlo para poder construir más herramientas y mejores alternativas; porque también hay agotamiento.
Hace poco leí una entrevista de Gabriela Wiener en la que dijo “uno se aburre de sus militancias” y creo que nunca me había visto tan reflejada con la posibilidad de decirlo. Lo que me pasó no fue que me aburrí, sino que me empezó a dar una urgencia como por tocar otros temas, hablar en otros registros y al mismo tiempo por no salir a hablar tanto porque empecé a sentirme muy precaria en mis respuestas, porque sé que no tengo las respuestas a todos los problemas latinoamericanos y en el momento que creía que tenía las respuestas, creíamos que las teníamos, lo cual fue eficiente por un lado e ineficiente por otro y siento que puedo reclamar el derecho al silencio por distintas razones. Venía de un momento en el que llegué con el activismo fuerte a Colombia, es una historia que hoy me da mucha risa porque estaba convencida de que era la única que sabía y que yo lo iba a resolver, hubo muchísimas críticas y ahora entiendo que no tenía ni idea de los feminismos en Colombia, de quiénes estaban hablando, de cuáles eran los conflictos que tenía el feminismo, de los vínculos que tenían las mujeres con el conflicto armado, de formas, estrategías; fue de una soberbia adolescente y ahora pienso “¡qué pendeja hija de puta!”. Hoy veo que es necesaria mucha escucha para saber eso, hay que tomarse mucho tiempo y nunca hice ese proceso, pensé que muchas de las estrategias que se habían utilizado aquí en Argentina se podían implementar en Colombia y no, no se podían implementar y no fueron eficientes, y está bien porque es algo sobre lo que se aprende.
No creo que tenga algo novedoso o importante para decir en el registro de “no ficción”, en cierto ensayo de observar la realidad y lanzar un diagnóstico del problema o una solución a ese problema. Ya dije todo lo que creía que era importante en mi primer libro, muchas de las cosas de las que hablo antes las vivía de otra forma, pero hay algo de cierta tendencia a “bajar línea”, a decir que algo de es una manera u otra, algo que ya no sé y que además no creo que mi voz deba ser una voz escuchada, ya tuve esa oportunidad y lo que esa oportunidad debía hacer es abrir la puerta para otra clase de voces. Creo que lo que las mujeres blancas, hetero cis sexuales de clase media tenemos para decir ya no me interesa, no creo que nuestras experiencias sean disruptivas para el panorama y creo que debemos hacer el ejercicio para escuchar a las mujeres trans y ver cómo arman sus estrategias, cómos se consideran, cómo se piensan, igualmente a las mujeres afro y otra clase de identidades tomando la voz. Ese es el puente entre ese primer libro y el segundo que es ficción. Lo justo es que si tuvimos alguna vez la voz, ahora la soltemos porque se necesita mucha más pluralidad y muchísima menos construcción de referencias.
¿Entonces en qué temáticas desarrolla ahora su escritura y reflexiones?
En este momento estoy fascinada por la ficción y esta novela es una historia de ficción. Es una historia sobre el lenguaje de los hombres y la única manera satisfactoria que encontré fue inventándomela porque hay una privacidad detrás de las vidas y las palabras de los hombres, sobre todo cuando hablan de sus adolescencias, intenté que no fuera en ‘no ficción’ pero es imposible porque no me querían decir cómo hablaban cuando eran jóvenes y me pareció muy interesante. es algo como lo que hablaba una una escritora llamada Betina González que escribió unos ensayos sobre la escritora de la ficción abordando la capacidad ilimitada en inventarse cosas y en escribirlas y hay un universo infinito, creo que hay que construir y consolidar es una voz y esa voz puede escribir ficción y no ficción, pero quizás es un punto de vista más agudo o un punto de vista particular, el ojo que mira desde una perspectiva que es distinta o que no se ha hecho antes, esa es la clase de observación que me interesa, de abordar realidades que no son la mía, que también tiene mucha imaginación y fue muy gratificante para mi porque también expandió mi mundo, venía de escribir el primer libro y con mucha angustia de sentir que no tenía nada más que decir en este registro, pero eso se vendió y obviamente mis editores y editoras lo que quieren es que salga con un segundo libro como este, mi vida no es tan interesante y ya lo dije todo, ¿cuánto más puedo hablar de mi concha? (ríe).
Una de las trampas del mercado es que me angustiaba llegar a las librerías y encontrar mi trabajo en una mesita llamada “literatura para mujeres”, lo cual es bueno porque nos abrió la puerta a una cantidad de mujeres y a un montón de escritoras increíbles que de otra manera no hubiéramos llegado a una librería, si no hubiera una audiencia concreta que quisiera leernos, sin ese nicho nunca nos hubieran editado a muchas de nosotras, pero llega un momento en el 2020 que concluí que no hago “literatura para mujeres” y no creo que eso exista, ¿acaso está hecha en un braile rosado?, con corazones o no sé qué podría ser eso.
Entré en un dilema muy mambeado de la ansiedad propia, de si realmente percibía eso y quería hacer literatura para todo el mundo, ¿pór qué no me pueden poner al lado del imbécil de Pérez-Reverte?, pensando que el mercado me está demandando que siguiera hablando en primera persona y empecé a sentir muchísimo rechazo, llegó la pandemia y tenía mi obsesión con escenas de hombres y mi intención de comprender, narrar estos universos y voces masculinas, y al mismo tiempo sentir que me iban a “matar” por hablar a título de un hombre y entendí que los hombres han escrito toda la vida sobre las experiencias de las mujeres y precisamente esa es la cualidad de la ficción, tiene que ser verosímil, pero no tiene que ser verdad y eso es lo hermoso. Yo puedo escribir de eso, no tiene que haber una limitación, solo la distancia que tengo con el computador, de ahí a que sea bueno pasarán otras cosas.
Esa es mi búsqueda ahora, además que estoy en algunos proyectos audiovisuales en los que intento llevar esa perspectiva en lo ilimitado de la ficción, me emocionó mucho y me dio aire fresco, no sé si le pasa a todo el mundo, que puede ser una bobada, pero es como si a uno le abrieran una puerta a todo un mundo de posibilidades, a pesar de que en la ficción esté siempre presente la experiencia personal, no tiene que ser siempre así. Algo que también decía García Márquez sobre la primera vez que leyó ‘La metamorfosis’ de Kafka, dijo que se sorprendió ante lo genial de poder escribir de cuando alguien se convirtió en cucaracha y también desde un lado político supongo que tengo la oportunidad de indagar o teorizar sobre la intimidad de los varones adolescentes que agreden a otros y demás.
¿Cómo recibe el logro de su primera novela?
Para mi es un hito, no creí que fuera posible, fue una escritura muy rápida porque fue en medio de la pandemia, la escribí en las noches para no enloquecerme y en un momento empezó a parecerme muy entretenida. Es un hito que me interesa mucho en esa migración de la no ficción a la ficción, creo que no soy muy buena ensayista, que hay muchas mejores, que vale mucho más la pena leer, yo soy medio perezosa para la lectura académica que implica escribir sobre otros, detesto que se me impongan lecturas, también los “libros que están de moda”, es decir ¡todos estamos leyendo la misma mierda!, soy una lectora arbitraria, me gusta leer sobre lo que no esté escribiendo, en eso me concentro mucho y eso me lleva a escribir sobre cosas que pueden ser raras, viejas o que no están en furor.
¿Qué está leyendo ahora?
Estoy leyendo ‘Sin remedio’ (1984) de Antonio Caballero, la había leído cuando tenía 14 años y me había generado la misma sensación de “odio profundamente esto” y que al mismo tiempo me interesa. La verdad no me acordaba de nada, solo recordaba la sensación de este personaje me genera rechazo pero me interesa mucho el contexto, también por la muerte de Caballero voy a chismear. Era importante para mi en la medida de que yo quería contar esa historia, quería saber si era capaz y quería ver si se leía esa historia. No sé si la novela es buena o no, pero yo me siento más cómoda y siento que escribo mejor que en la no ficción, es más una ilusión personal y evidencia el paso de una escritura mucho más personal que apunta más a la reflexión personal que a su sentido político.
Si pudiera volver a escribir ‘La Manada’, arrancaría algunas páginas, la gente no se da cuenta de eso cuando lee, pero ahora recuerdo la presión de mantener una impronta militante, totalmente activista feminista porque no sé qué va a decir la gente, mis lectores y lectoras me han seguido por esto, revisar una reputación totalmente ficticia y hoy para mi son las peores partes de la novela, son las partes en donde se explican las acciones, ahora siento que debía hacer ese proceso y probarme a mí misma en este ámbito que me hace sentir muy cómoda para consolidarme en lo que más me gusta hacer en la versión de una escritora de ficción.
Ahora que abordamos la exploración de la vida privada masculina ¿tiene alguna opinión sobre la noticia de la reciente aparición pública de la hija de Gabriel García Márquez?
Escuché la noticia una mañana en Colombia, fue el mejor desayuno de la historia. Hay una escritora, esta cita no es mía, que dice algo como que “tenemos el derecho de disfrutar de la obra de hombres que no fueron buenos hombres, derecho a disfrutarla, apreciarla y también tenemos derecho a decir qué malo tipos que fueron”; no soy la policía moral, no me voy a privar de la obra de García Márquez, de hecho hace un tiempo leí ‘Cien años de soledad’ y pensé fue ¡que le den un Nobel!, la había leído en el colegio y en ese entonces decía ¡este libro es una mierda! y ahora veo que definitivamente este libro no es una mierda y me sorprendía pensando cómo esta persona pudo haber escrito esto, me emocionó me conmovió y al mismo tiempo no conozco mucho de la vida de García Márquez, pero creo que no tengo por qué privarme de la obra de un tipo que hizo cosas reprochables, no soy yo la persona que va a juzgarlo y por qué tendría yo que asumir ese castigo, tampoco voy a salir a defenderlo, hablemos del texto y no es separar la obra del autor, puedo hablar del autor y puedo hablar de la obra, esa es una zancadilla que a veces nos hacemos porque no creo el problema esté resuelto aún.
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