El legado de Jiro Taniguchi, conocido como “el poeta del manga” y como el más europeo de los dibujantes nipones de cómic, sigue más vivo que nunca con exitosas adaptaciones a la pequeña y a la gran pantalla, cuando se cumplen cinco años de su muerte.
Taniguchi falleció el 11 de febrero de 2017 a los 69 años. Dejó tras de sí una producción deslumbrante por la variedad de géneros abarcados después de haber tocado la cumbre de su carrera con legiones crecientes de lectores tanto en su país natal como en el resto del mundo y de haber logrado además de un sinfín de galardones.
Célebre en Occidente sobre todo por obras introspectivas y nostálgicas como “Barrio lejano” o “El almanaque de mi padre”, el mangaka nipón comenzó su trayectoria dibujando animales humanizados y tipos duros inspirados en el cine negro estadounidense, y se atrevió también con el cómic de ciencia ficción, de samuráis o gastronómico.
La adaptación televisiva en 2012 de “El gourmet solitario”, la historia de un comercial que se recorre restaurantes de Tokio y otras de ciudades de Japón en busca de sus platos más populares, catapultó su nombre al público general, después de haber sido durante décadas un autor de culto para los amantes del cómic.
Este 2022, otra adaptación al cine de animación de su obra “La cumbre de los dioses”, dirigida por Patrick Imbert, ha sido galardonada con un premio Lumière en Francia, y está nominada también a los premios César y Annie, tras haberse estrenado en el Festival de Cannes el año pasado.
UN PINCEL VERSÁTIL
“Me interesa mucho todo y no quiero que me encasillen en una única categoría. En el fondo de mi corazón, tengo intención de expresar cualquier cosa a través del manga”, dijo Taniguchi en una entrevista recogida en la muestra “El hombre que dibuja”, organizada en Tokio con motivo del aniversario de su fallecimiento.
La exposición, que puede visitarse hasta finales de mes en el Museo de Literatura de Setagaya, reúne unos 300 dibujos y viñetas originales del historietista, además de diversas ediciones de sus obras y otras piezas que ilustran su medio siglo de trayectoria artística.
Nacido en Tottori (oeste de Japón), Taniguchi comenzó su carrera de dibujante de veinteañero y como asistente del mangaka Kyuta Ishikawa, conocido por sus obras sobre animales y con quien aprendió a dar protagonismo y expresividad a los perros salvajes, hormigas u halcones que aparecieron en sus obras posteriores.
En la década de los 70 y los 80, pulió su estilo realista y su perspectiva cinematográfica inspirándose en el cómic estadounidense y en filmes de la Era Dorada, y empezó a ganar adeptos entre el público juvenil nipón con “Trouble is my business” o “Knuckle wars”.
En 1987 emprendió el hasta entonces proyecto más ambicioso de su carrera, “La época de Botchan” donde retrata al escritor Soseki Natsume y a otras de las figuras literarias, políticas y sociales más prominentes del período histórico Meiji (1868-1912), y que se publicó de forma serializada durante nueve años.
DIBUJAR PARA CONTAR
Habiéndose ganado ya reconocimiento editorial en Japón, Taniguchi dio rienda suelta a su creatividad en los años 90 y dibujó historias de perros moribundos (“Inu wo kau”/ “Cuidar a un perro”), hombres que sencillamente caminan por su barrio (“El caminante”) o sosegados dramas familiares que parecían sacados del cine de Yasujiro Ozu.
Además de tratar temas poco habituales en el manga japonés con un nivel de detalle y realismo inéditos, Taniguchi destiló durante la madurez de su carrera su maestría para evocar emociones y narrar historias sin recurrir al texto, como puede verse en las decenas de páginas sin apenas bocadillos de “El caminante” o “Furari”.
“Dibujar está ligado siempre a contar. Cuando yo viajo, no dibujo (lo que veo), sólo tomo nota y hago fotos. Únicamente dibujo cuando hago manga. Para mí el dibujo es sólo para expresar historias”, afirmaba el autor.
Títulos como “Barrio Lejano”, el surrealista viaje atrás en el tiempo de un “salaryman” (oficinista nipón) traducido a más de una decena de idiomas y también llevado al cine en 2010, le valieron diversos premios en Europa y dispararon su cotización entre editoriales fuera de Japón.
Taniguchi siempre se mostró sorprendido por ser más valorado como artista fuera de su país, algo que por otra parte encaja con su estilo y trayectoria como historietista, que bebe también de la “bande dessinée” franco-belga y de autores como François Schuiten o Moebius y que se hace más presente en su producción tardía.
El dibujante consolidó su estilo libre y se atrevió con obras aún más líricas en la última década de su carrera, en la que colaboró con el propio Moebius (“Ícaro”) y publicó “Los Guardianes del Louvre” tras una estancia en el museo parisino.
Taniguchi dedicó los dos últimos años de su vida, cuando estaba ya aquejado de una enfermedad, a “El bosque milenario”, una obra a todo color y en formato apaisado que dejó inacabada y se publicó de forma póstuma a finales de 2017, en la que según dijo, quería recrear paisajes que expresaran sus emociones.
Con información de EFE
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