Para la escritora mexicana ganadora del Premio Cervantes Elena Poniatowska escribir es “alejar la muerte” y un oficio que ofrece dignidad a quien lo ejerce, compartió en un simposio virtual.
“Tengo 90 años, que ya son muchos, y escribir, en cierta manera, es alejar la muerte, es un oficio que te da una dignidad a lo largo de los años. Es una razón de vida”, manifestó la también periodista y activista, quien cumplirá 90 años el próximo 19 de mayo.
A su edad, la autora de “La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral” (1971), reafirmó su amor por la literatura y el periodismo para los suscriptores de la plataforma Escríbele, donde personas que quieren escribir y publicar enviaron preguntas sobre el quehacer literario que ella respondió con amabilidad.
Poniatowska (París, 1932), que ganó el premio Alfaguara en 2001, el Rómulo Gallegos en 2007, y el Biblioteca Breve en 2011, entre muchísimos otros, consideró que la humildad es un valor muy importante para cualquier persona que escriba y que se adquiere, sin posibilidad de evitarlo, al ejercer el oficio.
“Escribir te pone en tu lugar, es una gran lección de humildad. Escribes un ‘rollo’ (algo extenso), no te das cuenta de que es espantoso y ya dices ‘dije 15 veces lo mismo’, te das cuenta de que no la hiciste. En eso sí te ayuda, yo creo que es como caminar en la calle, si das un paso en falso te azotas como chango (mono) viejo”, opinó la escritora.
A QUIENES SE DEJARON PREGUNTAR
La escritora consideró que gran parte de lo que es hoy en día fue gracias a todas las personas que le permitieron preguntar y escuchar, puesto que pasó muchos años de su juventud haciendo entrevistas.
Recordó durante el simposio a personas como los premiados escritores Octavio Paz y Carlos Fuentes o la reconocida actriz María Félix, entre muchos otros, quienes, dijo, siempre le dieron tiempo “a una chaparrita (bajita) güerita (rubia) con su cuaderno y su pluma”.
“Pude entrevistar como tres personas por semana y eso fue para mí una escuela extraordinaria. Se lo debo a su generosidad, paciencia y bondad, porque podrían haberme dicho ‘quítate, tengo mucho que hacer’”, explicó.
Sobre la posibilidad de acercarse a esas personalidades -a parte de que consideró que su imagen al aparecer podía ser tierna para algunos- dijo que hace décadas había más tiempo y no había tantas celebridades, por lo que las grandes figuras eran mucho más accesibles.
Pero uno de los lugares donde más aprendió fue en la penitenciaría de Lecumberri -hoy sede del Archivo General de la Nación-, ubicado en el Centro de la Ciudad, donde pudo hablar con personalidades como David Alfaro Siqueiros, uno de los exponentes del muralismo mexicano, pero también con muchos otros reos que tenían muchas ganas de contar “su prodigiosa vida de mentiras o verdades”.
Para ella, las veces que entró a esa cárcel con una enorme grabadora que le daba al principio problemas en las revisiones de la entrada fueron toda una escuela.
“Fue un aprendizaje. Si fuera maestra llevaría a mis alumnos para que fueran a hablar con los presos porque es una escuela extraordinaria: todos están a flor de piel, todos te quieren contar”, expresó.
AMOR AL PERIODISMO
Y Poniatowska, a pesar de haberse inclinado en las últimas décadas a la literatura, nunca ha perdido el amor por su profesión primaria, el periodismo, un trabajo al que todavía no renuncia, pues continúa publicando cada domingo.
“El periodismo fue una bendición”, sentenció.
La autora compartió que sigue escribiendo y que no dejó de hacerlo desde que de niña sus padres la enviaron a un convento de monjas en Filadelfia (Estados Unidos) donde conoció a figuras como Juana de Arco o Napoleón.
“Juana de Arco me caía bien. (...) Se ponía cosas de fierro encima, se me hacia que era no un disfraz, sino que era ‘padre’ (bonito) que una mujer se vistiera de hombre”, dijo la escritora, quien confesó que después de su obra más reciente, “El amante polaco”, quisiera hacer una historia sobre mujeres, “porque son las grandes olvidadas de la historia”, sentenció.
Con información de EFE
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