El impactante centro cultural The Shed, en la ciudad de Nueva York, presenta desde el 11 de febrero la mayor exposición en Estados Unidos del artista argentino Tomás Saraceno, una experiencia multisensorial que toma casi todo el edificio –unos 25.000 metros cuadrados– y que reúne esculturas flotantes, instalaciones interactivas, donde no faltan las arañas y sus telas.
“Cerrá los ojos, tapate los oídos y sentí las vibraciones”, invita el artista y activista tucumano antes del ingreso a la exposición Particular Matter(s), cuya instalación principal es una suerte de telaraña inmensa, concebida para humanos, en un espacio a oscuras, que invita a repensar la forma de relacionarnos con otras especies, especialmente sus grandes aliados, los arácnidos.
“La tela de araña funciona como metáfora, como analogía, para entender que de alguna forma todos estamos relacionados y hay que comprender esas relaciones, para vivir de forma distinta. Más que nada entender la relación entre las especies y cuánto dependemos unos de los otros”, dice Saraceno (San Miguel de Tucumán, 1973) en esta entrevista telefónica desde Nueva York.
El artista afincado en Berlín, que ya exhibió su obra en la Bienal de Venecia, en el Palais de Tokyo de París, en el MIT e incluso en la terraza del Museo Metropolitano de Nueva York, y que presentó en la ciudad de Buenos Aires, en 2017, la tela de araña más grande de la historia, se prepara para inaugurar la mayor exposición de su carrera en tierra estadounidense: “Es una experiencia multisensorial”, adelanta este creador de ideas vibrantes, preocupado por el futuro y el medio ambiente.
La exhibición en The Shed –centro cultural que inauguró en 2019 en la gran manzana– se compone de la pieza central, titulada Free the Air: How to hear the universe in a spider/web, una instalación de casi 30 metros para el corazón del edificio, además de una amplia exposición de otras obras y proyectos del artista en los pisos 2 y 4; un total de 25.000 metros cuadrados dedicados a un único artista.
Desde hace años, las arañas y sus complejas hilaturas ocupan un espacio central en la obra de este artista y arquitecto que pasó su niñez entre Tucumán, Italia y la provincia de San Luis. La mayoría de sus piezas trabajan sobre los lazos de codependencia en el sistema ecológico, y todas sus producciones se engloban en un proyecto mayor que él mismo bautizó Aeroceno, una era futura sostenible –libre de combustibles fósiles– que propone reemplazar a la actual, de nocivo impacto sobre la Tierra.
Mientras que la exposición que realizó en el Museo de Arte Moderno en Buenos Aires en 2017 se llamó Cómo atrapar el universo en una telaraña, la pieza central de la muestra que está por inaugurar cambia una palabra en el título –Cómo “escuchar” el universo en una telaraña –aunque cambia mucho más en su intención–: “En el Mamba vos podías mirar las telarañas. Vos ahora entrás a ellas, a un lugar que se transforma, totalmente oscuro, donde sentís el mundo de una forma distinta. Sin escucharlo y sin verlo”, detalla sobre este espacio “suspendido” en el que el público sentirá las vibraciones que las arañas provocan en sus telas y que, por otra parte, “no son audibles”.
Esta obra de gran escala propone un concierto de vibraciones emitidas por el movimiento de las partículas en el aire y las redes tejidas por diversos arácnidos mientras que el interior de la “escultura” contará con suelos flotantes en forma de telaraña que se extiende de extremo a extremo, en dos niveles del edificio. Cuando entren a la instalación, los visitantes se verán envueltos en una ligera niebla y las redes donde estarán suspendidos se agitarán con las ondas sonoras grabadas, producidas por las arañas.
“La muestra invita a sentir cómo las arañas que tejen sus telas se comunican unas a las otras, a través de vibraciones. Cada especie tiene su sentido y construye un mundo alrededor de esos sentidos, y aunque no logran percibir directamente a otras especies, lo mismo se respetan unas a otras”, explica Saraceno que busca desplegar las diversas perspectivas de las formas de vida humanas y no humanas que han sido desatendidas; sin jerarquías entre unos y otros.
Como una suerte de embajador de la justicia medioambiental, Saraceno dedica además parte de la muestra a las comunidades afectadas por políticas y prácticas medioambientales no equitativas, como las arañas “adivinadoras” de Somié, el pueblo de Camerún donde aún consultan a los arácnidos a la manera de un oráculo: “Pienso en cómo podemos sensibilizarnos hacia personas que no han perdido esa práctica, de seguir estando enredada con otras especies, con otras culturas, que no tratan a la naturaleza como lo hace el hombre ‘capitaloceno’, que es el hombre capitalista, consumista. De alguna forma, esta muestra es un homenaje y reconocimiento a las arañas y a los humanos que todavía tienen una forma de relacionarse, que no piensan la naturaleza como muchos humanos la piensan”.
“Creo que no hay que generalizar con frases del estilo ‘el hombre o la mujer son los que destruyen el planeta’. No. Hay muchas personas todavía que tienen una relación distinta con el planeta. De hecho, el 5% de la población de la Tierra hoy en día son pueblos originarios o aborígenes que mantienen y preservan el 80% de la biodiversidad de la Tierra”, revela el artista.
La muestra incluirá también una sala dedicada a la comunidad Aeroceno, con obras que flotan gracias al calor proporcionado directamente por el sol en lugar de hacerlo por combustibles fósiles, helio, hidrógeno, paneles solares, baterías o quemadores, así como un apartado –en otra sala expositiva– para la mochila Aeroceno, un kit de iniciación al vuelo portátil que encierra una escultura inflable, similar a la que Saraceno hizo volar en enero de 2020 en las Salinas Grandes, estableciendo 32 récords mundiales reconocidos por la Federación Aeronáutica Internacional, por la distancia y la duración de un vuelo en globo pilotado impulsado por el sol y el aire.
Hasta la fecha –explican desde The Shed en un comunicado–, se han reutilizado cientos de miles de bolsas de plástico de más de 30 países para construir estas esculturas aerosolares, que cualquiera puede crear como un proyecto DIT (Do-It-Together) “allí donde la gente abrace la posibilidad de volar libre de carbono”.
Las “esculturas” flotantes que propone el artista responden al lema de ser infladas por el aire, levantadas por el sol y trasladadas por el viento. Y su elaboración, reutilizando plástico, de manera colectiva, cooperativa, responde a su gran objetivo: la urgencia de cuidar el planeta.
Fuente: Télam.
SEGUIR LEYENDO