El inglés Matt Rendell no teme sonar exagerado cuando asegura que quiere la nacionalidad colombiana, se ha vinculado activamente en causas como el intento de declarar el ciclismo como patrimonio cultural en Colombia, ha aprendido a amar el país con sus luces y con sus sombras, habla con entusiasmo de ambas, porque cada una de sus observaciones llevan consigo infinitas horas de análisis, de registro, de postales, de conversaciones, de leyendas que vio nacer y desarrollarse en las carreteras durante sus años de cobertura periodística.
En medio del lanzamiento de su libro en Bogotá, después de la apretada agenda de compromisos en el Hay Festival, muy por fuera del protocolo de un evento de este estilo, la convocatoria se convirtió en una tertulia de amantes del ciclismo con personajes de esta disciplina, como los periodistas Rafael Mendoza y Sinar Alvarado; reporteros gráficos como Fabio Cuttica; Miguel Ángel Bermúdez, expresidente de la Federación de Ciclismo, y el ex corredor Oliverio Cárdenas, además de coleccionistas y admiradores, reunidos en torno al nacimiento de un libro que resume en gran manera la pasión que los reunió: el ciclismo colombiano y su historia.
El primer “clic” con el ciclismo de Colombia ocurrió para Rendell en 1997, mientras traducía una entrevista con Jaime “Chepe” González. “Esta es una historia que he relatado muchas veces porque para mí es un gran privilegio en la vida el hecho de escuchar una voz desde muy lejos, y no digo lejos en kilómetros, sino lejos culturalmente. Cuando te encuentras comunicándote con una persona que ve la vida de una manera totalmente diferente a la tuya, inmediatamente debes intentar (así sea mínimamente) ver la vida como esa otra persona y percatarte de que tu perspectiva es relativa, eso fue lo que me pasó mientras escuchaba hablar a “Chepe”. Originalmente ‘Colombia es pasión’ tenía una línea que luego sería revisada por el editor en la que hago referencia a que la distancia que Nairo viajó desde una vereda en Boyacá hasta La Cruz en el centro de París donde meten el podio del Tour de Francia es mucho mayor a la que hicieron los primeros astronautas en Norteamérica, con todos sus avances tecnológicos hasta la luna. Lo que hizo Quintana es mucho mayor en términos de distancia cultural y, aunque pudiera parecerles ridículo y exagerado, yo solo atiné, en medio de mi timidez, a decirle que él mismo tendría que ir a verlo en su bicicleta al lado de la carretera.”
Este periodista inglés despliega cariño por el país cada vez que habla, no solo de ciclismo, sino también de la calidez de los colombianos, del campo como cimiento de esta disciplina deportiva, que brota en la sencillez e intimidad de los parajes montañosos de Boyacá, describe con emoción la idiosincrasia colombiana expresada en la calidad humana del campesinado, de los deportistas que ha entrevistado cientos de veces, habla del talento colombiano desde el afecto, pero, sobre todo, desde el respeto. “Hay una comunicadora con un gran olfato periodístico que conoce muy bien de dónde viene todo esto, conoce las historias, los territorios, tiene una perspectiva muy amplia de lo que significa el ciclismo en este país” señaló Rendell en medio de la conversación refiriéndose a Karina Vélez, parte del equipo Movistar y la primera mujer latinoamericana en ser jefa de prensa en un equipo worldtour en la historia del Tour de Francia.
Rendell no se aferra al protagonismo que naturalmente vendría en el lanzamiento de su libro, participa de la conversación como un oyente más; eventualmente, interviene para compartir una historia y responder puntualmente a la pregunta de alguno de los asistentes con una sencillez natural.
Cuenta con amplia experiencia en periodismo impreso y televisivo, ha trabajado en la cobertura del Tour de Francia desde 1997, visitó Colombia por primera vez en 1998, y su documental Kings of the Mountains (2000), de Channel 4, fue descrito en The Observer como “una joya, que nos dice más sobre la esencia del deporte en menos de una hora que el valor de una temporada de partidos de Premiership”.
Su primer libro, ‘Kings of the Mountains: How Colombia’s Cycling Heroes Changed their Nation’s History’ (Aurum Press 2002), fue descrito en The Times como ‘meticuloso, elegante y sensible’ y su texto The Death of Marco Pantani fue preseleccionado para el Premio William Hill Sports Book of the Year. Ha ganado cuatro premios del Club Deportivo Nacional, el más reciente por “Colombia es pasión”, su quinto libro sobre el país, que podría considerarse la continuación de su anterior obra; sin embargo es mucho más que eso, es el retrato de uno de los deportes que más alegrías y orgullo le ha dado al país cafetero.
¿Es posible tomar el ciclismo como una conversación cultural? “El ciclismo es, sobre todo, cultura, la resistencia de la cultura, no tomada en el sentido revolucionario o político, que en cierto sentido puede ser conservadurismo, como desear que las lenguas indígenas no desaparezcan, o aceptar la ciencia médica y priorizar el conocimiento ancestral, donde el centro no es la ciencia en sí, sino un sistema de identidad y creencias. Esto también llega a una disciplina como el ciclismo colombiano, que está representada por el campesinado, esto define mucho de sus costumbres, de los horarios para ejercer sus labores, sus rutinas. En Alemania o Inglaterra es el 1% de la población el encargado de la producción de comida, en Colombia son 10 millones de campesinos; el campesinado en el mundo desarrollado basa ese “desarrollo” en ser desplazado de los campos a las fábricas en las ciudades, eso pasó en mi país hace 250 años. El ciclismo rural conforma un grupo demográfico que sobrevive tenazmente, de ahí viene la resistencia…”, señala Rendell, planteando que el ciclismo existe en medio de una lucha acelerada por sostener un sistema de costumbres que componen el entramado de todo lo que representa y propicia una tradición ancestral en un mundo con transformaciones frenéticas donde el uso habitual de una bicicleta en las condiciones naturales de la ruralidad presentan, sin lugar a dudas, una muestra patrimonial de la cultura colombiana que va mucho más allá de los titulares de noticia, las copas, la champaña y las modelos en el podio de un tour.
Este libro registra con detalle, tanto la transformación como la perdurabilidad de la cultura ciclística colombiana, en la que, si bien los avances tecnológicos y los medios de comunicación han marcado una pauta en la línea de tiempo de las memorias deportivas, también destaca las señas comunes entre las leyendas de este deporte. “No creo que la figura del ciclista colombiano haya cambiado tanto; por ejemplo, el accidente de Egan que terminó por unificar el país en un sentimiento por su preocupación, su miedo, empatía y su amor. Algo como lo sucedido con Efraín “Zipa” Forero y luego Lucho Herrera representando en sí mismo la estética del Señor caído de Monserrate con su cara ensangrentada en el Tour de 1985, que resume la espiritualidad colombiana que une al país, las caídas son fundamentales en el ciclismo y también lo son en la espiritualidad colombiana. La autenticidad de Nairo, su procedencia, su forma de hablar, que en su niñez no hubiera visto televisión moldeó en él una personalidad auténtica, espontánea y solo fiel a sí mismo y su esencia, no hubo tiempo para moldearse a la imagen copiando actores que en su lugar reaccionarían a la presencia de una cámara de televisión. Son perspectivas de la experiencia humana expresadas en un deportista que no cambian o que están destinadas a cambiar lentamente”.
En su libro, el autor señala la territorialidad del ciclismo, que marca la diferencia cuando pasa por cada pueblo, donde la gente sale a la carretera a saludar con inmensa alegría a sus ídolos mientras enfrentan el camino en competencia. “El ciclismo es un deporte que va a tu casa, pasa por tu pueblo, se toma las carreteras y puedes pedalear en donde pedalearon los campeones, también posee mucho de la sabiduría campesina en donde una etapa plana que termina en un embalaje puede ser muy aburrida en donde se dan diversas dinámicas propias de la competición, pero en donde finalmente brilla la paciencia, creo que quienes amamos el ciclismo perseguimos esa misma paciencia del campesinado en donde asumen el proceso de siembra y cosecha, la germinación de la semilla, todo en un proceso de meses y no es el proceso de quien está en una fábrica sometido a la productividad. El fútbol es muy estructurado y cada pase del balón es una fase distinta en un proceso productivo para lo que ha de ser un gol, en el ciclismo hay momentos claves, creo que un momento clave en la vida de un joven ciclista es la segunda vez que se cae, porque la primera vez puede caerse de la bicicleta, pero la segunda vez se da cuenta de que eso hace parte de la rutina, de que se va a a caer cuarenta veces, de que va a hacerse daño, pero el ciclista se enfrenta a lo que casi es una enfermedad: no sentir dolor, así tenga todas las condiciones para hacerlo; esa dinámica es completamente distinta en el fútbol”.
Este cronista del ciclismo ha documentado buena parte de la historia de esta disciplina en Colombia, ha seguido de cerca sus transformaciones, ha registrado los manejos burocráticos que ha tenido alrededor, las luchas silenciosas de sus leyendas y cuenta también con su propia visión del futuro de esta pasión para el país. “Cada año hay gente nueva que está proponiendo un sistema nacional de detección de talentos , cada año hay alguien que está proponiendo un equipo “world tour”en Colombia y el problema es que hace falta un visionario, el problema sigue siendo que el ciclismo, como muchas cosas, está considerado como una “vaca lechera” por unos grupos pequeños que no quieren que haya 500 vacas, quieren una vaca lechera que que sea solo de ellos, esa es la mentalidad de ciertas personas; supe de un narrador muy famoso que durante una etapa hubo un escape de diez corredores y tres de ellos pertenecían a un equipo que no le pagaba a él y pos consiguiente no los mencionó en su transmisión de radio y con todo lo que amo este país debo decir que eso también es muy colombiano. Esa es la manifestación del otro lado, lo mezquino, lo absurdo. (...) No sé de dónde va a venir este visionario, que puede ser un presidente, un jefe de federación, un ministro de deportes o de agricultura, alguien debe entender que el ciclismo cambia. Desde 2013 a 2021, en diez podios del Giro hubo colombianos y cuatro veces en el podio de la Vuelta a España, esa es una visibilidad inmensa en 210 países en todo el mundo, detrás de eso hay equipos multidisciplinarios para los que no existe la especialidad académica, Colombia podría liderar en estudio de atletas nacidos en la altura, es lo que llamo el “ciclodesarrollo”, no es un asunto de ganar o perder carreras, es estructural, ya que incluso la seguridad vial para los ciclistas en un indicador de esta problemática.”