En la mitad de la selva Martin Pardo toma nota sobre una de las historias favoritas que le narraba su madre. Cuando un informante del grupo Aberlardo señaló la finca de un conservador, la atacaron al amanecer. Al fondo se escuchaba el ladrido de los perros. Uno de los hombres tomó un cuchillo, abrió el vientre del dueño de la casa, sacó sus intestinos y colocó dentro de su cuerpo un gato negro. Posteriormente, otro hombre lo cosió y entonces “a manera de chiste, decía mamá, dejaron por fuera de la costura la cabeza del gato. El rostro del animal daba vueltas sobre la piel recién cosida, como si fuera el cáliz de una flor extraña”.
La escena, que es tan perturbadora, no es ajena a la realidad colombiana. Sin embargo, por suerte hace parte de Jaguar, una novela escrita por Santiago Wills, que está inspirada en una realidad que en nuestro país sigue cobrando vidas: la violencia.
Con esto, el escritor va enmarcando la figura de Martín Pardo, un paramilitar que tiene como mascota a un jaguar. Un hombre, que en principio quiere salir de tal infierno, pero que no halla salida, ni cómplice que le acolite tal idea.
Entonces, Pardo toma nota de esos recuerdos llenos de sangre y miembros diseccionados que le permiten al lector descubrirlo. De Martin Pardo se sabe mucho, pero a la vez poco. Martín es alias Fósil o Jaguar, un hombre que admite el disfrute que sentía en su infancia por los cuentos de violencia, un hombre que llega a ser comandante, una suerte de juez de la vida y la muerte, un muchacho que llega al frente de mando arrastrado por la violencia de un país, que de generación en generación, construye sobre el dolor y la muerte una oportunidad de hacerse una vida.
Pero tal construcción no surge a partir del relato de una sola persona, sino que poco a poco se cimienta en diversas voces, que capítulo tras capítulo, dan cuenta de las andanzas de esta leyenda paramilitar, que no solo es responsable de masacres, sino que también es un hombre de carne y hueso. Así, en las costuras de la novela, se llega a historias reales y la investigación de un escritor con raíces periodísticas, que invita a cuestionarnos hasta dónde la crueldad es capaz de habitar en el cuerpo de un asesino. “Hubo momentos difíciles más que todo durante la investigación previa a la novela. Leí todo lo que pude sobre el conflicto. Es impresionante que en Colombia, cuando uno cree que ya llegó al fondo, siempre hay un nuevo horror que lo sorprende. Al mismo tiempo la novela desarrolla un aspecto que era de mi interés. Quería recrear un personaje como Martin, un ser humano que a pesar de su frialdad, de tener una voz que no expresa mucho sus sentimientos, es alguien humano”.
El escritor norteamericano, Cormac McCarthy en Meridiano de sangre expone la idea de la violencia desde la razón. “Los lobos se matan selectivamente, hermano ¿qué otra criatura podría hacerlo? ¿Y no es la raza de los hombres aún más depredadora?”, pero esa idea generalizada que a la vez nos remite a Thomas Hobbes, es trabajada por Wills desde otra perspectiva. El autor, si bien no pretende justificar la violencia, señala estos comportamientos como parte de la naturaleza del hombre. “Hay unos instintos que no podemos desasociar. En la novela, uno de los personajes dice que hay una alegría en la violencia. Es un poco hipócrita decir que no, porque todos disfrutamos de ella. Por ejemplo, en el boxeo, en los deportes en general, hay mucho de violencia y hay morbo. Cuando hay un accidente la gente arma trancón solo para ver al muerto. Cuando la gente va y mira cómo van y linchan a alguien más hay morbo. Se nos olvida que somos animales. La naturaleza es muy violenta y esa violencia no es exclusiva de los seres humanos, sino que está ahí, de la manera más descarnada. Claro, queremos creer que hemos superado todos nuestros instintos porque estamos más allá de esa animalidad pero no, hacemos parte de un ciclo de vida y muerte que no puede dejar de existir”.
Todo tiene tigre
Hay un dicho arawak que afirma que “todo tiene tigre”. La expresión carga tras de sí la idea de que el poder del jaguar, esa fuerza sobrenatural, primigenia, es vigilante, omnipresente y protectora.
“Todo tiene tigre”, dice Wills y parece también un juego de casualidades. La primera vez que tuvo acercamiento a un animal similar ocurrió cuando era niño. Su padre, un profesor de la Universidad Nacional, en alguna oportunidad adoptó a una tigrilla herida que llegó al hospital de animales pequeños. Años más tarde a través de un viaje al Chiribiquete con Esteban Payán, se enteraría de que los jaguares, además de ser honrados por las comunidades indígenas, harían las veces de mascotas para algunos comandantes paramilitares. La imagen le caló y lo incentivó a comenzar a escribir el libro. Con la idea del tigrillo en la cabeza, un tiempo después pudo corroborar lo que se decía. Una fotografía obturada por Jesús Abad Colorado en donde aparecen varios hombres con un jaguar que lleva una correa de cuero, era la evidencia de que estos animales inmensos, salvajes, que temen a los hombres, que casi no se dejan ver, sí acompañaban a miembros paramilitares. “Le escribí a Jesús Abad y le pregunté que qué era eso, ¿cómo había podido pasar? Entonces me contó que era un jaguar que se llamaba Pecoso y que era de un paramilitar llamado Salomón Feris alias 08. Ahí ocurrió otra transformación y el tigrillo se volvió un jaguar y comencé a imaginar cómo sería la vida de un paramilitar con un jaguar como mascota, un paramilitar, que había cometido una de las peores masacres de la historia del país”.
Pero así como Ronco, el jaguar de Martín Pardo que se narra en tercera persona, que se mueve entre sus piernas y lo acompaña hasta el final de sus días, la idea de desarrollar una historia en torno a este animal no solo hace parte de la novela de Wills, sino que también se ha convertido en casi una obsesión que ha descubierto desde el periodismo. Viajando desde el Chiribiquete, los Estados Unidos y Brazil, y considerando la dificultad para hallar a este felino, es que el escritor colombiano ha perseguido su presencia. De la mano de la Fundación Gabo y como ganador de la beca Michael Jacobs, Wills compilará sus viajes en una próxima publicación en donde las crónicas serán el género protagonista que dará cuenta de un extenso viaje motivado por la sombra del único felino de América y el tercero más grande del mundo. “Es raro, porque el jaguar no es que sea mi animal favorito, ni nada por el estilo, lo que pasa es tiene una belleza inaudita y olvidamos su existencia a pesar de que es el gran depredador de América. Él está presente en casi todo el continente americano, pero ya con este libro de no ficción que estoy trabajando gracias a la beca Michael Jacobs, ojalá que el jaguar quede en la mente de todos los lectores, porque a estos, como a muchos otros animales, los estamos perdiendo, y esto tiene unas implicaciones grandes para los ecosistemas y para nosotros. Son consecuencia gravísimas”, agrega el escritor.
Ad portas de realizar su próximo viaje a Suriname, en donde se mueve el tráfico de partes del jaguar, Santiago Wills afirma que en su vida ha visto 13 jaguares. Describe la experiencia como irreal, porque es dejar de verlos en documentales para verlos a la cara, detallar esos movimientos casi hipnóticos que acechan y que a través de su escritura, cada vez más madura, cada vez más cómoda, le hacen sentir un entusiasmo que lleva a este deseo de adentrarse en su pensamiento y a través de descripciones cercanas, de palabras que reconstruyen imágenes en primer plano, darles voz.
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