Se cumplen 106 años de la muerte del gran poeta, periodista, escritor y diplomático nicaragüense Rubén Darío, representante del Modernismo literario y conocido como el “Príncipe de las lenguas castellanas”.
Su obra incluye grandes libros que se repasan en las escuelas de todo el continente, como “Azul”, “El canto errante”, “Cantos de vida y esperanza”, “Los cisnes y otros poemas”, entre otros; sin embargo, hay un género en el cual es desconocido para muchos y estudiado por pocos que es su incursión a la crónica.
El trabajo del reconocido escritor en este género periodístico, que cultivó este escritor que hizo parte de la llamada generación del 98, tiene muchos datos que no todos conocen, incluso ha sido objeto de estudio de pocas personas, como es el caso de Sac-Nicté Guevara Calderón, maestra en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Complutense de Madrid; maestra en Comunicación, por la Universidad Iberoamericana, y doctorante en la misma institución, pero en el área de Letras.
En una entrevista que tuvo con Infobae, Sac-Nicté contó al respecto de cómo encontró algunos de sus escritos periodísticos, cómo estaban realizados y otras curiosidades más de la carrera como cronista del autor de “Azul”.
— ¿Quién es Rubén Darío?
— Todos lo conocemos porque es uno de esos poetas que nos ponen en la primaria, sobre todo, a aquellos que, como yo, fuimos a primaria pública. Nos hacían leer “Margarita, está linda la mar” o “Sonatina”. Es uno de los grandes poetas de América Latina, uno de los padres del Modernismo; su poesía lo cambió todo en la vida y, algo que me gusta mucho contar, es que fue un gran periodista y su trabajo lo cambió todo para el periodismo en América.
— ¿Cómo fue su proceso periodístico?
— Su proceso periodístico fue un poco, no quiero decir extraño, pero le dieron el puesto porque ya era muy famoso. Él era nicaragüense, pero ya había tenido varias oportunidades de estar como embajador y cónsul en otros países.
Llega a Argentina y en La Nación, que es un diario, que siempre se ha dicho que es “Diario de presidentes”, fundado por la familia Mitre, empezó a publicar una serie de perfiles de sus escritores favoritos, que luego se publicó como libro y se llamó “Los Raros” eso en 1896.
Tres años después, Emilio Mitre que era hijo del fundador, pero que había asumido la dirección del periódico, lo manda de corresponsal a España que estaba pasando por un momento súper complicado, porque había perdido sus últimas colonias y todo lo que se conocía del arte maravilloso de España ya no existía, ahora todo ocurría en América Latina.
Lo mandan como corresponsal y él empieza a mandar sus crónicas que firmaba curiosamente como si fueran cartas dirigidas a Emilio Mitre y estas se publicaban, más o menos, una vez al mes en La Nación.
— ¿Por qué no sale a la luz el periodismo de Darío, así como el de García Márquez?
— Para empezar, todos los modernistas, excepto uno, fueron periodistas, pero como el modernismo fue un movimiento importante desde la poesía, también se tuvo en cuenta la obra en cuentos que hicieron estos escritores.
Rubén Darío es un gran cuentista y así como él, José Martí es también un fantástico periodista, como Gutiérrez Nájera, pero sí creo que tiene que ver mucho con que los ubicamos como poetas y se quedaron en el canon y de ahí es súper difícil sacarlos.
— Llaman a Rubén Darío el “Príncipe de las letras castellanas”
— Seguro fue por su poesía y por este rompimiento que hubo con el Modernismo, a todo lo que venía haciendo antes, pero no se sabe quién le puso ese título.
— ¿Cuál fue el trabajo periodístico más importante de Rubén Darío?
— Que yo ubique, y esto es gracias al trabajo de la Universidad 3 de febrero, en Argentina, y de algunos académicos españoles como Noe Rivas Bravo y el argentino Rodrigo Caresani, los perfiles, que son raros en la España contemporánea, estas primeras crónicas de 1899 a 1900, y luego “Tierras solares”, que además fue una de estas ediciones que la RAE saca una edición especial, y “La caravana pasa”, una edición que sacó la Universidad 3 de febrero. Esas son algunas de las cuatro recopilaciones que hay de crónicas.
Algo que es muy maravilloso, de la Universidad 3 de febrero es que tiene un archivo en donde tiene digitalizadas las páginas de La Nación, de 1899 a 1900, donde están las crónicas originales.
— ¿Uno qué encuentra en el archivo de Rubén Darío que está en la complutense de Madrid?
— Cuando asistí a la Complutense, en mi primera maestría, tenía un tema distinto, pero ya en la segunda maestría, y por la influencia de Susana Rotcker, me obsesioné con los Modernistas.
Ella ya había estudiado a José Martí, pues me decidí a estudiar a Rubén Darío. Regresé a España por una estancia de investigación y me dejaron entrar al archivo con una carta del profesor que me recibió.
Todo es muy cuidado porque son papeles muy grandes y a lo que iba era sobre cartas. Ya sabía que no estaba ahí la hemeroteca, todavía no sabía en dónde estaba, pero me interesé por las cartas y algo que me sorprendió mucho y me obsesiona mucho y va a ser el tema que investigaré para toda mi vida es el juego de firmar las crónicas como si fueran cartas, como si estuvieran dirigidas a Emilio Mitre, porque eso en los libros no está.
Si yo fuera una señora de Buenos Aires de 1899 que ve que se publica una carta para Emilio Mitre, pues es sorprendente, porque es como si contara un chisme (cotilleo) que yo no debería saber.
Me gustó mucho descubrir eso y entendí por qué las cartas que están en el archivo de la Complutense, todos sus lectores le llamaban correspondencia a lo que él publicaba en La Nación.
A partir de ahí, y de unos estudios de una profesora de la Complutense que se llama Rocío Biedao, lo que aplica en la poesía, para mí es como este interés de Rubén Darío de ir formando a sus lectores para que alcances el nivel intelectual que el deseaba que tuvieran. Porque además, algo muy interesante es que Argentina, en esa época, salía del analfabetismo. Justo implementaban mecanismos para pelear en contra.
En La Nación, si entras al archivo de la universidad 3 de febrero, que es abierto para todos al igual que la Complutense, es que en sus páginas gigantes a veces las crónicas estaban con otras crónicas, pero a veces estaban con anuncios de “se busca doctor” o “se busca mozo” o “el barco sale a tal hora”, es una intersección de muchas cosas.
— ¿Son las únicas crónicas o hay más?
— Hay muchas otras crónicas que no están recopiladas, que siguen por ahí y en 1910 era ya muy famoso.
— ¿Qué te llamó la atención estudiarlo?
— Por azares del destino me encontré con un libro de Susana Rotcker que se llama “Invenciones de la crónica” y ella defiende mucho esta idea de que los Modernistas son los padres de la crónica, no nada más en América Latina, sino en todo el mundo.
Seguramente a ti te pasó, a mí en la universidad me decían que el nuevo periodismo era una cosa que se había creado en Estados Unidos, entonces, de pronto, encontrar a Rotcker que defiende a José Martí y a Rubén Darío y a los Modernistas a mi me pareció brutal y necesario y ella murió tristemente muy joven.
La tesis de Rotcker fue sobre José Martí y por eso decidí estudiar a Rubén Darío, y cuando empecé a revisar todo lo que pasó en esa época, cuando España no tenía arte tan vibrante como solía tenerlo, confirmé que todo lo mágico (aunque no me gusta usar esa palabra) estaba ocurriendo en Latinoamérica.
Latinoamérica siempre está en esta búsqueda de identidad constante, pero no lograba esa independencia intelectual ni en la poesía, ni en el cuento. Hasta que llega la crónica y estos poetas súper elitistas se enfrentan con que tiene que escribir para el público masivo y tienen que transformar sus códigos para la gente entienda lo que cuentan y más Rubén Darío, que está en Madrid y tiene que interesar para que la gene siga comprando el periódico.
Es un momento que no se repite y marca mucho la historia de América Latina.
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