Difícil pensar en un territorio más inhóspito sobre la faz de la tierra. Recién en el siglo XIX la Antártida comenzó a atraer el interés de las naciones y de algunos exploradores, aunque al día de hoy permanece como un continente sin banderas y sin población estable. Más allá de los reclamos de soberanía de al menos siete países, la firma del Tratado Antártico en 1959 estableció que su vasta extensión se convierta en una reserva científica internacional. Con ese espíritu, el explorador polar Jean Baptiste-Charcot realizó en 1903 y 1908, las dos primeras expediciones francesas al continente que partieron desde el puerto de Le Havre y pasaron por Buenos Aires.
Así como su padre Jean-Martin ejerció una influencia a posteriori sobre la neurología y el psicoanálisis, el navegante dejó un notable legado a las expediciones subsiguientes de los polos a través del relevamiento cartográfico de miles de kilómetros de costa, el descubrimiento de rutas, sus estudios meteorológicos y del magnetismo, además de las colecciones botánicas y zoológicas.
La curadora Agnès Voltz logró reunir en los últimos años más de un centenar de fotografías y documentos relacionados con esas misiones polares que ayudan a comprender cómo pudieron atravesar el duro invierno austral con el equipamiento disponible por entonces. Parte de ese archivo integra la muestra Expediciones francesas en la Antártida, historia y actualidad de la cooperación franco-argentina, que inaugura este jueves durante La Noche de las ideas en la Antigua Casa de Gobierno de Ushuaia y se podrá visitar durante todo el verano. Voltz estará allí para comentar las imágenes y un rato antes, en el Polo creativo Sur, dará una conferencia sobre las expediciones de Charcot en la Antártida. Desde Francia, contestó las preguntas de Infobae Cultura.
–Trabajaste por muchos años en la agencia Gamma con fotorreporteros y luego como curadora con la obra de verdaderos artistas de la fotografía como Jean-Pierre Sudre, pero también últimamente con archivos. ¿Cómo difiere tu rol en cada caso?
–En la agencia la mayoría de las fotografías eran para la prensa, las noticias o los archivos. Una vez publicadas, los diarios suelen acabar en la papelera, entonces mi rol era intentar darles otra visibilidad a largo plazo, en el marco de festivales o libros. Era un contacto directo con los autores, con los editores y con los directores de festivales. En la galería, es un asunto completamente diferente. Hay que seleccionar fotografías que se puedan vender, es decir, hacer que un comprador quiera vivir con esa foto en su pared, sin caer en el tópico demasiado decorativo. Además, es necesario encontrar a un artista que produzca una obra que no tenga un aire de “déjà vu”. De nuevo, en este caso, el contacto es directo con los artistas. Trabajar con archivos requiere perseverancia para encontrar el documento inédito. No hay contacto directo con los autores sino con los derechohabientes, descendientes, conservadores y coleccionistas.
–¿Qué es lo que te atrajo, sobre todo en términos de imágenes, de las primeras expediciones francesas en la Antártida?
–Estas fotografías, de más de un siglo de antigüedad, tomadas en placas de vidrio en condiciones extremas, impactan por su calidad. Son las primeras imágenes de esta terra incognita. Permiten descubrir los paisajes, las diferentes formas de los icebergs, la fauna y además proporcionan información sobre la vida cotidiana de los hombres atrapados en el hielo durante los nueve meses de invernada.
Fue Nicolas Mingasson quien despertó mi interés por Charcot. Él es un fotógrafo apasionado por los polos, a quien conocí en la agencia Gamma. En 2006, la galería Chambre avec Vues que creé con Bernard Derenne expuso su obra en blanco y negro sobre rusos en el Ártico, y fue por su iniciativa que organizamos la exposición “Tierra de los Polos” en las rejas del Jardín de Luxemburgo, en París, en 2008. Luego, creó el Observatorio Fotográfico de los Polos con el objetivo de reunir las fotografías sobre las regiones polares, tanto históricas como contemporáneas. Así, Charcot entró en mi vida.
–¿Cómo continuó ese interés?
–Quisimos impulsar un proyecto de muestra en 2016 para el 80º aniversario del naufragio del Pourquoi-Pas? (el barco de la segunda expedición antártica francesa) y nos pusimos en contacto con la familia Charcot en 2015, en particular con su nieta Anne-Marie Vallin-Charcot, que nos recibió en su casa en Neuilly (cerca de París). Lamentablemente, tuvo problemas de salud y no pudimos seguir adelante. Por lo tanto, busqué en otros lugares, en las instituciones, universidades, museos y colecciones privadas, para tratar de encontrar fotografías y documentos relacionados con estas expediciones polares, a diferencia de los otros autores que anteriormente solo habían trabajado a partir de los archivos familiares. Asimismo, descubrí documentos inéditos, como el cuaderno de bocetos de Jacques Nozal por ejemplo o el pulóver de Benoît Boland (hermano de la famosa aviadora Adrienne Bolland). Météo-France (el Servicio Meteorológico Nacional de Francia) nos apoyó porque el naturalista Louis Gain, que había participado en la segunda expedición antártica, fue director de la Oficina Nacional de Meteorología de 1934 a 1940.
Nuestra primera exposición, presentada en la Maison de l’Amérique latine de París en septiembre de 2016, conmemoraba el aniversario de la muerte de Jean-Baptiste Charcot. La editorial Larousse nos propuso elaborar un libro. Tres autores porque fue Nicolas Mingasson quien escribió a partir de mi trabajo documental e iconográfico y Vincent Gaullier realizó las entrevistas con distintas personalidades.
–¿Qué es lo que podrá ver el público que se acerque a la muestra en Ushuaia?
–La exposición rinde homenaje a las mujeres y a los hombres, marinos y científicos de ayer y hoy que con pasión y valentía permitieron realizar significativos descubrimientos en la Antártida. De 1903 a 1905, a bordo de Le Français, y de 1908 a 1910, con el Pourquoi-Pas?, se aventuraron en sus dos primeras expediciones a la Antártida desde el puerto de Le Havre. En ambas ocasiones, los navíos hicieron escala en Buenos Aires y Ushuaia. Argentina, convencida de la importancia científica de la expedición, inclusive solventó las necesidades de la tripulación francesa. En Ushuaia, se presentarán algunas fotografías de la segunda expedición antártica (1908-1910) del barco Pourquoi-Pas?, especialmente durante su escala en Buenos Aires y durante la invernada en la isla Peterman.
–¿Cómo eran las expediciones en aquella época y cuánto de ese espíritu se conserva en estos tiempos en los que prevalecen otro tipo de intereses?
–En ese entonces las expediciones tenían por supuesto un aspecto científico, pero también se interesaban por la conquista del territorio. En este caso, las expediciones recibían apoyo financiero de sus respectivos países. No fue así con Charcot. Su objetivo era el descubrimiento científico y en ninguna circunstancia una conquista de territorio. De hecho, la primera expedición con el barco Le Français fue financiada en gran parte por el propio Charcot gracias a la herencia de su padre. La segunda expedición recibió más apoyo de Francia, dado el éxito de la primera. Charcot había respetado escrupulosamente el terreno del capitán Scott, hasta el punto de que Scott lo llamaba el “Polar gentleman”. Luego y gracias al Tratado Antártico, este continente solo se utiliza con fines científicos y, por tanto, ya no es objeto de conquista territorial.
–En Argentina, el nombre de Charcot probablemente esté más asociado con uno de los precursores del psicoanálisis, quien inspiró a Freud. ¿Qué tipo de influencia cree que tuvo esa figura paterna en el trabajo de Jean-Baptiste?
–Es tentador ver una simetría entre ambos, uno investigador de la mente humana y el otro explorador del mundo exterior. Jean-Baptiste Charcot fue primero médico como él sobre todo porque lo deseaba su padre. Fue sólo después de la muerte de su padre que Jean-Baptiste pudo desarrollar su carrera. Siempre supo que nunca iba poder igualar la figura de su padre en el ámbito de la medicina. Sin embargo, quería hacer algo útil y decidió poner su fortuna al servicio de la ciencia y de Francia. Esta fue su manera de no ser un calco de su padre, sino el hijo digno de su padre.
Además, pienso que si Jean-Baptiste Charcot fue tan bien recibido en Buenos Aires durante su primera visita en 1903, tuvo que ver con la fama de su padre en la Argentina. Durante su segunda visita, en 1908, se benefició del éxito de su primera expedición, lo que explica la publicación de una revista exclusivamente dedicada a él y cuya portada en color se expondrá en la muestra en Ushuaia.
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