“Por el dinero, su Señoría”.
Con cadenas en los tobillos, Inigo Philbrick resumió con esa frase ante un juez del Tribunal Federal de Distrito en Manhattan, Nueva York, la simple razón detrás de su larga y calculada estafa a millonarios del mundo del arte. Se declaró culpable de fraude electrónico, uno de los cargos en su contra, y reconoció sin titubear que había engañado a coleccionistas mientras realizaba negocios como comerciante de arte en Nueva York, Londres y Miami, entre otros lugares. Ahora se enfrenta a una posible condena de 20 años de prisión.
Tampoco se había escondido ni había dudado en responder con la verdad cuando agentes de la Brigada Contra el Crimen en el Arte del FBI se aparecieron en junio de 2020 en la isla de Vanuatu, donde estaba desde finales de octubre de 2019, y le preguntaron si él era el Inigo Philbrick por el que había un pedido de captura. Dijo que sí y lo arrestaron.
De vuelta en Nueva York, se declaró culpable de defraudar a compradores de arte por más de USD 86 millones, aunque la cifra podría ser mayor, más del triple, según algunas estimaciones.
Con 34 años, este ciudadano estadounidense educado en Londres y parte de la élite del mercado del arte por familia y por profesión se valió durante años de su encanto, su ingenio y un estilo de vida fastuoso para convertirse en “el mini Bernie Madoff del arte”, como lo apodó la prensa. Pero bien podría ser el Mr. Ripley de Patricia Highsmith, dueño de un talento que provocó su meteórico ascenso a costas del engaño.
Cuando escucho la palabra ‘cultura’ saco mi chequera.
No, esa no es una frase de Philbrick, sino el título de la primera obra que adquirió, una pieza de Barbara Kruger que estaba valuada en USD 350 mil, pero por la que el joven pagó más de USD 900 mil durante una subasta en la sede de Nueva York de la prestigiosa casa Christie’s. Tenía 24 años y no lo conocía nadie. Pero ese día inauguró una serie de pujas que lo ubicarían en la primera fila de un mundo pequeño y veterano de coleccionistas. Dio el golpe final para alzar su reputación al adquirir Rhein II, de Andreas Gursky por 4,3 millones, una cifra inusitada para una fotografía.
Su padre es Harry Philbrick, director fundador de la organización artística sin fines de lucro y el espacio futuro para el arte contemporáneo Philadelphia Contemporary, y quien estuvo a cargo de otros museos de primera en Estados Unidos. Su madre es la artista y profesora Jane Philbrick. Como debía de esperarse de alguien de su descendenca, su hijo acudió a la Escuela de Arte Goldsmiths, a la que acudieron artistas de la talla de Damien Hirst o Lucian Freud.
En el 2010, con tan sólo 23 años, comenzó a trabajar como becario en la galería White Cube, del inglés Jay Jopling, que cuenta entre sus firmas a Tracey Emin, Georg Baselitz y Antony Gormley, además de, coincidentemente, el ya mencionado Hirst. Pronto lo nombraron jefe de ventas de la galería más importante de Londres en el mercado secundario, y entró al selecto grupo que se permite para pujar en las grandes casas de subastas como Christie’s o Sotheby’s. Más tarde, pasó a dirigir dos galerías en Londres y Miami, especializándose en bellas artes de posguerra y contemporáneas.
La ostentación era parte de su estafa: había abierto una cuenta de la casa en Cipriani en Londres (el exlusivo C London) para demostrarles a sus acompañantes que era demasiado importante hasta para sacar la tarjeta de crédito del bolsillo. Viajaba en aviones privados de VistaJet, y lucía siempre un reloj deportivo de USD 58 mil. También dejó a su pareja Francisca Mancini poco tiempo después de que diera a luz a su hija para convivir con una figura de la TV británica llamada Victoria Baker-Harber.
Como reporta The New York Times, Philbrick no se especializó en mostrar nuevas obras ni en guiar carreras, sino en reventas o “flipping”, una forma especulativa de arte en la que los inversores compran participaciones en obras y esperan obtener ganancias cuando se vendan. Los engaños de los que se acusa a Philbrick tenían sus raíces en la opacidad del mercado de reventa, donde puede ser difícil verificar por cuánto se compran y venden las obras. Como resultado, el valor de las acciones en una obra suele basarse en “poco más que la palabra de un comerciante”.
Del 2016 a 2019, según la denuncia, engañó a coleccionistas y prestamistas y en algunos casos vendió más del 100 por ciento de la propiedad de una obra de arte a múltiples inversores.
Además, los fiscales dijeron que proporcionó “contratos de venta y consignación falsos y fraudulentos para inflar artificialmente el valor de las obras de arte y ocultar el descubrimiento de su plan”.
“Inigo Philbrick era un estafador en serie que se aprovechó de la falta de transparencia en el mercado del arte para defraudar a los coleccionistas, inversores y prestamistas de más de USD 86 millones para financiar su negocio de arte y su estilo de vida”, dijo el fiscal federal Damian Williams.
Las obras de arte utilizadas en el esquema incluyeron, entre otras, una pintura de 1982 del artista Jean-Michel Basquiat titulada Humedad; una obra sin título de 2010 del artista Christopher Wool; y una pieza también sin título de 2012 del artista Rudolf Stingel que representa a Pablo Picasso.
En el caso de Humedad, Philbrick lo compró en el 2016 por USD 12,5 millones en una venta privada. Más tarde, vendió acciones de la pintura a dos inversores mientras presentaba documentos falsos que citaban precios de compra de 18,4 millones de dólares y 22 millones de dólares. También usó esta pintura como parte de su garantía por millones de dólares en préstamos de Athena Art Finance Corp., una empresa de préstamos de arte en Manhattan, sin revelar los intereses de propiedad de otros inversores en la obra.
Sus planes se vinieron abajo cuando los compradores de arte estafados presentaron demandas civiles, un prestamista le notificó que estaba en mora con un préstamo de USD 14 millones y dejó de responder al proceso legal. En 2019, sus galerías de arte en Miami y Londres cerraron y Philbrick huyó de los Estados Unidos antes de ser arrestado en junio de 2020 en Vanuatu.
El 18 de marzo se fijará la sentencia de uno de los nombres que pasará a la historia junto con los infames Michel Cohen, Larry Salander y tantos otros estafadores del mundo del arte. ¿La diferencia? Quizás el Talentoso Mr. Philbrick lo hizo sólo por el dinero.
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