El viernes 13 de septiembre, tres días después del lanzamiento mundial de Los testamentos, la esperada continuación de su gran novela El cuento de la criada, me decidí a enviarle un mail a Margaret Atwood. Sabía que la autora canadiense había tomado la decisión de dar pocas entrevistas y muy seleccionadas, pero me resultó inevitable hacer el intento. Leí por primera vez a Atwood en los 80, cuando El cuento de la criada -ese relato de una sociedad totalitaria y con problemas de fertilidad, en donde mujeres jóvenes son tomadas como esclavas y obligadas a tener sexo con los miembros de la clase dirigente para reproducirse- era una distopía lejana ya que el mundo parecía encaminarse hacia el encuentro multicultural y el consenso en materia de derechos humanos era un hecho, o así creíamos verlo entonces. Escribirle era un atrevimiento de mi parte, sí, pero el contacto con ella tenía una ligera prehistoria.
Dos años atrás, había tenido la oportunidad de entrevistarla para Infobae en Buenos Aires junto con mi compañera Agustina Larrea y durante esos días además había compartido con ella y con su marido un almuerzo encantador en la embajada de Canadá, adonde nos habían invitado a algunas de las integrantes del movimiento Ni una Menos porque Atwood quería conocernos. Aquella vez, aceptó dejar un testimonio filmado con un mensaje en contra de la violencia de género. Para nosotras fue un gesto inolvidable.
Meses más tarde, Atwood - reconocida militante por los derechos de las mujeres- intervino en el debate por el aborto en Argentina a través de un mensaje que le envió a la vicepresidenta Gabriela Michetti en Twitter. “No aparte la mirada de las miles de muertes que hay cada año por abortos ilegales. Dele a las mujeres argentinas el derecho a elegir", escribió entonces. Durante este año, en una suerte de continuidad de su vínculo con la realidad de las mujeres argentinas, Atwood le envió un texto a la manera de prólogo a Ana Correa para su libro Somos Belén, que cuenta la historia de la joven tucumana que pasó más de dos años presa luego de un aborto espontáneo y que es uno de los símbolos de la pelea por la legalización del aborto en la Argentina. El libro de Correa será publicado por Planeta en noviembre.
En virtud de estos hechos y de algunos simpáticos intercambios que seguimos manteniendo todo este tiempo en las redes sociales, fue que tomé coraje y le escribí para consultarle si podía mandarle unas preguntas. Sabía que Atwood había iniciado la gira de presentación de su nueva novela y había visto hermosas fotos en los medios más importantes del mundo en las que se la veía feliz, divertida y encantadora. Imaginaba que, una vez más, Graeme Gibson, su esposo por 45 años, estaba con ella. Sabía que él padecía Alzheimer.
La respuesta a mi atrevido correo llegó durante la madrugada argentina del sábado 14 y desde su iphone. Era corto y muy gentil pero venía con malas noticias.
“Qué bueno saber de vos... Estoy en Londres en un hospital porque Graeme tuvo un ataque cerebral severo. Enviame las preguntas, probablemente pueda responderte mientras estoy aquí sentada en el hospital”.
Eso hice. No volví a tener noticias.
El martes 17 de septiembre volví a escribirle para preguntarle si su esposo estaba mejor. Me respondió enseguida.
“Hola Hinde: estoy en la habitación del hospital ahora. Graeme sufrió un ataque masivo y está muriendo. Toda la familia está aquí con él. Estamos devastados pero felices de que no llegó a caer la demencia total, algo que él quería evitar a toda costa. Gracias por preguntar.”
Al día siguiente, la noticia de la muerte del escritor canadiense Graeme Gibson recorría el mundo. Le envié un nuevo correo con mis condolencias y cerré el capítulo; imaginé que luego de la muerte de su compañero de vida el mundo iba a ser para Atwood un antes y un después y que difícilmente las preguntas de una periodista argentina podían ser algo que valiera la pena recordar en un momento así. Me hizo feliz ver que pocos días después y, aún en pleno duelo, la escritora que el próximo 18 de noviembre cumplirá 80 años había decidido retomar las actividades por la promoción de Los testamentos.
Ayer recibí un nuevo correo electrónico -esta vez de Lucía, la asistente de Margaret Atwood-, con las respuestas a mi cuestionario. Toda la secuencia aquí narrada no es solo una prueba de su profesionalismo y generosidad; es una nueva demostración de su capacidad de conexión con las personas, de su sentido de la responsabilidad y de su don de gente.
Lo que sigue es la reproducción de las preguntas que le envié y de sus respuestas.
-En Los testamentos, después de 35 años los lectores nos enteramos de cómo fue la caída de Gilead. Usted es una persona muy informada, solía recortar de los diarios aquello que le interesaba y hoy sus seguidores la vemos conectada a internet muy seguido. Durante estos años, ¿alguna vez imaginó que ciertas libertades y consensos básicos serían eliminados o cuestionados, como ocurre hoy con el crecimiento de liderazgos autoritarios que limitan con el fascismo? Hablo de la xenofobia, del trato despiadado a los inmigrantes o de las leyes represivas sobre salud reproductiva, entre otros temas.
-Durante la década de 1990, justo después de que terminó la Guerra Fría, parecía que el “mundo libre” había ganado, que nos alejábamos de las dictaduras autoritarias y que las democracias liberales iban en aumento. Pero ahora, a raíz del miedo y de la inestabilidad provocados por el 11 de septiembre, por el colapso financiero de 2008/9 y por la creciente crisis climática, es evidente que hay un retroceso hacia los gobiernos represivos. La historia no se mueve en línea recta, y no hay nada que podamos evitar en este sentido.
-Leí que en 1991 había pensado en continuar la historia de El cuento de la criada. ¿Qué la disuadió entonces? ¿Y cómo fue reanudarlo ahora, después de la serie de TV que ya avanzó y que incluso le dio nuevos ángulos? ¿La serie fue un estímulo o un corsé para usted como escritora?
-Por “secuela”, hubiera entendido escribir una continuación de la historia de Offred, con su voz. Y definitivamente no podría haber hecho eso. Pero luego advertí que lo que sí podía hacer era adelantarme en el tiempo, contar la historia a través de tres narradores en lugar de uno, y analizar el principio del fin de Gilead, un tema realmente esperanzador. La serie y la escritura de Los Testamentos fueron en tándem, ya que como soy consultora, he estado leyendo los guiones y haciendo comentarios sobre ellos. ¡Diría que realmente esto fue más un estímulo que un corsé!
-Tía Lydia es uno de los personajes más fuertes de la historia y en Los testamentos es una de las voces principales. Los lectores y la audiencia de la serie la conocemos como la dueña del destino de muchas mujeres jóvenes en nombre de la ideología dominante, aunque quizás ni siquiera esté convencida. ¿Cómo nació Lydia como personaje y cómo reescribió e imaginó su historia contada por ella misma?
-Esa clase de figuras tienen la costumbre de surgir dentro de las dictaduras (alguien tiene que hacer el trabajo sucio) y algunas de ellas han tenido incluso sus propias agendas. En cuanto a las mujeres que contribuyen al control de otras mujeres por parte del Estado, ¡mira a tu alrededor!
-A mediados de los 80, la historia de Offred fue documentada en casetes. Internet era algo inconcebible, hoy es una realidad. Siempre se pensó que el conocimiento conducía a un espíritu crítico. Sin embargo, como humanidad nunca estuvimos más cerca de lo que fue la década de 1930, el germen de los monstruos totalitarios y del “huevo de serpiente”. ¿Cómo ve esta contradicción?
-Cualquier nueva tecnología de comunicaciones tiene un efecto hipnótico cuando aparece por primera vez. Es lo que pasó con las películas, con la radio o la televisión: cada uno ha tenido su momento de ascenso. Y cada uno se ha utilizado también con fines de propaganda. Internet ahora está teniendo su propio momento. Veremos cuánto dura eso.
-Margaret, sabemos que en parte la idea de The Handmaid’s Tale se inspiró en el robo de bebés durante la última dictadura en Argentina. Quería preguntarle si el color verde que acompaña la estética de Los Testamentos está de alguna manera inspirado por el color verde de la lucha por la legalización del aborto en Argentina.
-Me temo que es una coincidencia. Pero posiblemente en ambos casos nos hayamos inspirado en el simbolismo del color verde, que significa primavera, crecimiento y esperanza.
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