En los años 60, y en algunos rincones de Buenos Aires, ignorar quién era Frazetta era anatema. Condena eterna. Los acólitos y verdugos que habitaban esos rincones –¡esos templos!– pertenecían a una especie de secta (aunque el término suene exagerado): Los Adoradores del Dios Cómic. Y su papa laico, su vicario indiscutible, era Frank Frazetta, un hijo de Brooklyn llegado al mundo real en 1928.
Un chico inquieto, que empuñó su primer lápiz a los dos años y, a los ocho, por presión de sus profesores, los padres lo inscribieron en la Brooklyn Academy of Fine Arts, donde pasó los siguientes ocho años.
Uno de sus profesores, Michael Falanga –deslumbrado–, intentó llevarlo a Europa para que se perfeccionara, pero murió en 1944. Plan inconcluso…
Sin embargo, Frazetta sólo recordaba como gran maestra… a su abuela.
“Cuando yo dibujaba algo –recordó en 2010, poco antes de su muerte–, ella decía que era un trabajo `maravilloso´, y me daba un centavo para animarme a seguir. A veces no tenía material adecuado, ¡y dibujaba en papel higiénico! Y un poco después comencé a dibujar algunas cosas bastante salvajes para mi edad. Los maestros siempre estaban hipnotizados por lo que hacía, de modo que fue difícil aprender algo de ellos. Hasta en la Escuela de Arte, más tarde… ¡se volvían locos! Ni siquiera Falanga me enseñó algo. Decía `Muy bien, muy bien´, y eso era todo. Hablaba inglés muy mal. Aprendí más de mis amigos”
A los 16, enamorado del género cómic, empezó como ayudante en 1944 y en el estudio de un grande: Bernard Baily. Pero en esa época no era práctica ni obligación que los ayudantes firmaran, de modo que su nombre recién se reveló en dos piezas (lápiz y entintado) en Treasure Comics, 7 de julio de 1946, y algo más tarde en su Captain Kidd Jr., que le abrió las puertas de la revista Standard Comics convocado por Graham Ingels: “El primero en la industria del cómic que reconoció mi talento, y me dio trabajo”, recordó.
A partir de entonces fue una máquina de crear sin predilección de géneros: western, fantasía, misterio, drama histórico, animales, celebridades, romance, y la ilustración de la biografía de Burt Lancaster…, sin contar sus tapas para Famous Funnies del personaje Buck Rogers, y sus trabajos con Dan Barry en un hit de los 50: la tira diaria Flash Gordon…
En 1956 se casó en Nueva York con Eleanor Kelly, una hija de Massachusetts con la que tuvo cuatro hijos: Frank Jr., Billy, Holly y Heidi…, que después de la muerte de Frazetta se enfrentaron duramente por los derechos de la obra de su padre. En especial por los 111 dibujos y pinturas elegidos por los expertos como “lo mejor” producido entre 1963 (Carson de Venus) y 1996 (Desde el anochecer hasta el amanecer). Antología que no ignora su interpretación y serie de Conan el Bárbaro, King Kong, Tyrannosaurus Rex, El demonio de la cueva, Ogro del pantano, Vampirella, y sus versiones de la aterradora la dama de la guadaña…
El mundo casi lo pierde después de Flash Gordon, cuando colgó lápices y pinceles dispuesto a ser… ¡una estrella del béisbol! Giro copernicano que lo distrajo hasta 1965 y sus 37 años, para volver con furia volcánica –período 65 al 73– con Warren Publishing, de enorme impacto y musa inspiradora de una nueva generación de ilustradores: Jeff Jones, Berni Wrightson, Michael Whelan, Don Maitz, Boris Vallejo…, enamorados del Frazetta Style: dinámico, versátil, inagotable.
Por supuesto, el negocio del cine le tiró su anzuelo, y entró en el mundo de los afiches a raíz de su cuadro de Ringo Starr para la revista Mad. ¿Los más recordados?: Hola, Pussycat, Tras la pista del zorro, La danza de los vampiros –joyita de Roman Polanski–, Ruta suicida…
Los premios se sucedieron como incesante agua de lluvia: tres Chesley (88, 95, 97), Hugo, Spectrum Grand Master of Fantastic Art Ward, Eisner, e invitaciones a exponer de galerías tradicionales que jamás abrirían su puerta al cómic, “un género menor”: prejuicio más que real valoración estética…
En cuanto a su primer poster para la pantalla de plata, Frazetta recordaba:
–En una tarde, creando el poster de Hola, Pussycat…, ¡gané mi sueldo de un año!
Murió –derrame cerebral– el 10 de mayo de 2010, a sus 82 años.
Tres de sus hijos se enfrentaron y demandaron a su hermano mayor, Frank Jr., acusando a éste de “apropiación indebida” de la obra de su padre. Disputa agria, si las hubo. Pero la furiosa tormenta amainó –se ignoran las condiciones del arreglo– cuando los cuatro publicaron un comunicado: “Desde ahora, todos los hijos de Frank Frazetta trabajarán juntos para promover su colección de imágenes”.
Desde 2013, esa colección, guiada por Holly, la hija menor del ese artista “de talento leonardiano”, como sentenció un crítico, viaja por todo Estados Unidos. Y la Frazetta Girls Company maneja una tienda web para el merchandising.
El 16 de mayo de 2019, a noventa años y un centavo de su nacimiento, su Reina Egipcia fue vendida en cinco millones y medio de dólares en subasta pública de cómics antiguos:
Ese mal llamado “arte menor” que derrumbó tantas barreras…
Post scriptum. Dato clave. Quien tenga, desde su niñez o adolescencia, la serie libros de bolsillo con la historia y las aventuras de Tarzán, el Rey de los Monos, escritos por el norteamericano Edgar Rice Burroughs –Tarzán y su compañera, y su hijo, y su tesoro, y su fuga, y el león dorado (una docena por lo menos)… que los cuide y no los preste. Fueron dibujados por Frazetta. Ergo: valor de colección en un apuro…
Consejo casi sabio. Abrir la página www.frazettaartgallery.com//ff/b...
Recién al recorrerla se comprenderá la dimensión de su obra. Y por qué todavía inspira a los nuevos y tienta a los que copian…
SEGUIR LEYENDO: