A los 90 años de edad, murió Al Álvarez. Escritor “londinense, de corazón y alma” aunque “no del todo inglés”, como dijo hace tiempo. Ese chiste hacía alusión a la identidad familiar que lo compone: su familia judía sefardí residió en Inglaterra durante más de 200 años.
Este genial escritor —poeta, novelista, ensayista, crítico inglés—, falleció de una neumonía viral, según informó el diario The Guardian. Escribió libros muy destacados que aún hoy se leen con mucho entusiasmo: En el estanque, El dios salvaje y La noche, por poner apenas algunos ejemplos. Deja para sus lectores —y para quienes aún no lo leyeron— una obra inmensa y diversa.
En el estanque es un diario sobre su relación con la naturaleza pero también una crónica sobre el trance de envejecer. Así comienza el prefacio para la edición publicada por Entropía. “Me encantan las palabras y todo lo que se puede hacer con ellas, y me encanta la intrincada tarea de usarlas bien; pero sentarse a escribir, leer libros y mirar por la ventana requiere una disciplina nada fácil para una persona inquieta y adicta a la adrenalina como yo”.
El dios salvaje es un largo ensayo sobre el suicidio donde, además, narra sus encuentros con la poeta estadounidense Sylvia Plath, quien se suicidó en su casa de Londres en 1963. (Álvarez también intentó suicidarse durante una larga depresión, sabe de lo que habla.)
Otro de sus grandes libros es La noche. Al respecto, escribe Jorge Fondebrider: “La prosa de Álvarez es sencillamente deslumbrante. La sencillez de sus argumentos, siempre basados en documentación precisa o en la propia experiencia, justifica los elogios. Se trata de un libro que hay que correr a comprar y leer, y esperar a que alguien continúe publicando los otros ensayos de Álvarez”.
Otra faceta es la crítico literario. Entre 1956 y 1966, fue editor de poesía y crítico en The Observer. Allí dio a conocer autores desconocidos para los lectores británicos: John Berryman, Robert Lowell, Sylvia Plath, Zbigniew Herbert y Miroslav Holub, entre otros. En ese sentido, fue también un gran difusor de la buena y más vanguardista literatura de su tiempo
Su literatura y su vida tienen, por supuesto, varios puntos en común. De ahí, lo inclasificable y siempre zigzagueante de sus libros. Si bien se definía como poeta, sus ensayos fueron tal vez más conocidos, y su labor como docente universitario —dio clases en Oxford, entre otras prestigiosas instituciones— acabó convirtiéndolo en una influencia para muchos narradores.
Tenía grandes aficiones, grandes hobbies. El póker, por ejemplo, juego en el que era realmente bueno a tal punto de haber ganado el Campeonato Mundial de Póker. Además, el montañismo, el atletismo y la natación, para lo cual siempre mantuvo un cuerpo atlético.
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