Empezó en aquellos 2000 cuando Google y Facebook aumentaron dramáticamente sus ganancias y el iPhone y Twitter revolucionaron el mundo. En la década siguiente la tendencia se había instalado con fuerza en Silicon Valley y se irradiaba hacia otros espacios de riqueza e influencia, y redes sociales, medios y libros la reflejaban. Del mismo modo que los productos y servicios de las grandes empresas tecnológicas, la filosofía de los estoicos, que muchos de sus CEO habían abrazado como una fe, se masificó convertida en una suerte de autoayuda para el siglo XXI.
La resurrección de los estoicos entre los multimillonarios parece algo raro: ¿no eran unos pensadores que despreciaban los bienes materiales?
¿No era la escuela que Zenón de Citio había fundado alrededor del año 300 a.C., luego de perder todos sus bienes en el mar? “Hice un viaje próspero cuando sufrí un naufragio”, había dicho sobre el momento en que se quedó sin posesiones en Atenas y comenzó a escuchar a Crates de Tebas. “La fortuna quiere que tenga yo mayor libertad para filosofar”.
Séneca, otro famoso estoico, aseguró que “no es la persona que tiene muy poco, sino la que anhela más, la que es pobre”. Dijo más: “Una gran fortuna es una gran esclavitud”.
Y Epicteto: “Es mejor morir de hambre habiendo vivido sin dolor y miedo, que vivir con un espíritu atribulado, en medio de la abundancia”.
Sí, esos son algunos de los epigramas —muchos de los escritos de estos pensadores que sobrevivieron son máximas— que inspiran al establishment contemporáneo. Charlie Munger, número dos de Berkshire Hathaway, suele adornar su conversación con citas de Séneca; Elizabeth Holmes, la del escándalo de Theranos, había lo mismo con frases de Marco Aurelio.
Thomas Kaplan, CEO de The Electrum Group, dedicado a la energía, financia una cátedra sobre los estoicos en la Universidad de Brown; Kevin Rose, fundador de Digg, suele difundir ideas de los estoicos en su podcast, como “imitar el entorno de nuestros ancestros y sus desafíos cotidianos, como llevar sandalias en la nieve de diciembre”.
Jack Dorsey, fundador y director ejecutivo de Twitter, es conocido por caminar las cinco millas entre su casa y su oficina, meditar en silencio 10 días al año, comer una sola vez al día y tomar duchas frías. Jeff Bezos, el hombre detrás de Amazon y Blue Origin, repite que su cultura empresaria gira alrededor de la escasez: “La austeridad motiva la innovación, al igual que otras limitaciones”. Mark Cuban, el inversor de Shark Tank, ha dicho: “Cuanto más te estreses por las cuentas, más difícil te resulta concentrarte en tus objetivos. Si vives con menos tienes más opciones”. Warren Buffett sigue en la casa que compró en 1958 por USD 31.500, aunque con un patrimonio de USD 100.400 millones podría aspirar a una más grande.
Para entender el fenómeno de los ricos estoicos, en su libro A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy (Guía para la buena vida: el antiguo arte de la alegría estoica), William Irvine empezó por aclarar un malentendido:
Para los lectores modernos es fácil malinterpretar lo que los estoicos entendían por “una buena vida”. En realidad muchos lectores equiparan tener una buena vida con ganarse bien la vida, es decir, con tener un trabajo bien remunerado. Los estoicos, sin embargo, pensaban que era perfectamente posible que alguien tuviera una mala vida a pesar de ganársela muy bien. Supongamos, por ejemplo, que esta persona detesta su empleo bien pago, o que su labor le causa conflictos internos porque exige que haga cosas que él considera que están mal.
Entonces, ¿qué debe hacer una persona para tener lo que los estoicos llamaban una vida buena? ¡Ser virtuosa! Pero, una vez más, virtud es una palabra que invita al malentendido.
Depende de su excelencia como ser humano: de lo bien que realiza la función para la cual los humanos fueron diseñados. Del mismo modo que un martillo virtuoso (o excelente) es aquel que realiza bien la función para la que fue diseñado —es decir, clavar clavos— un individuo virtuoso es aquel que realiza bien la función para la cual los humanos fueron diseñados. Ser virtuoso, entonces, es vivir como fuimos diseñados para vivir; es vivir, como dijo Zenón, de acuerdo con la naturaleza.
El boom de los virtuosos ricos
La primera señal del revival de los estoicos fue The Obstacle Is the Way (El obstáculo es el camino) que vendió 230.000 ejemplares cuando salió en los Estados Unidos, en 2014, y se tradujo a 20 idiomas: un reciclado de las enseñanzas de Marco Aurelio, fan número 1 de los estoicos griegos y figura central de esta escuela filosófica occidental.
Su autor, Ryan Holiday, no era un académico —se hizo conocido por un primer libro en el que contaba los detalles sórdidos de sus operaciones de marketing— pero desató una ola de publicaciones que incluyeron reimpresiones de las mismísimas Meditaciones del emperador romano, cuyas ventas aumentaron en 2020, como las Cartas a Lucilio, de Séneca.
Le siguieron el libro de Irvine, que Y Combinator, la aceleradora de startups (de la que se beneficiaron, entre otras 2.000 empresas, Airbnb, DoorDash, Dropbox y Twitch), incluye en la bibliografía para los entrepreneurs; How to be a Stoic: Using Ancient Philosophy to Live a Modern Life (Cómo ser estoico: filosofía antigua para la vida moderna) de Massimo Pigliucci; How to Think Like a Roman Emperor: The Stoic Philosophy of Marcus Aurelius (Pensar como un emperador romano: la filosofía estoica de Marco Aurelio), de Donald Robertson; The Practicing Stoic: A Philosophical User’s Manual (El estoico practicante: un manual de uso filosófico), de Ward Farnsworth.
Se multiplicaron los blogs, como el de Pigliucci o el de Tim Ferriss; incluso surgió una conferencia anual, Stoicon, que organiza Modern Stoicism.
Holiday aprovechó su buena temporada y publicó The Daily Stoic: 366 Meditations on Wisdom, Perseverance, and the Art of Living (366 meditaciones sobre la sabiduría, la perseverancia y el arte de vivir, en colaboración con Stephen Hanselman), un compendio de citas de estoicos para un año (bisiesto) entero, que lleva el nombre de su sitio, y Ego is the Enemy (El yo es el enemigo).
Además de citar a Zenón, Diógenes de Babilonia, Catón el Joven o Epicteto a sus casi 475.000 seguidores en Twitter, Holiday sintetizó en Business Insider por qué, aunque parezca extravagante, es extremadamente adecuado asociar la filosofía estoica con los gigantes del dinero contemporáneo.
“Ellos han incorporado —a sabiendas o no— muchos de los principios vitales y los criterios de conducta que propugna el estoicismo, una filosofía diseñada para resolver los problemas y tener una vida buena”, escribió. A continuación, asoció citas de estos pensadores de Grecia y Roma con hechos y dichos de importantes hombres de negocios del presente:
Sobre la humildad: “Desecha tus opiniones engreídas, pues es imposible que una persona comience a aprender lo que cree que ya sabe”, dijo Epicteto. Holiday lo asoció a una frase de Sam Walton, fundador de Walmart, “Se puede aprender de todo el mundo”, y a la actitud siempre curiosa de Bill Gates, “un lector voraz que trata de entender el mundo un poco más cada día, de a un libro por vez”.
Sobre el entorno: “Sobre todo, vigila esto: nunca estés tan atado a tus antiguos conocidos y amigos como para rebajarte a su nivel. Debes elegir entre ser amado por esos amigos y seguir siendo la misma persona, o convertirte en una persona mejor aun perdiéndolos”. Epicteto, nuevamente, en este caso asociado a Bezos: “La vida es demasiado corta para rodearse de gente que no sea industriosa”. Y a Buffett: “Es mejor juntarse con gente mejor que tú. Escoge socios cuyo comportamiento sea mejor que el tuyo e irás en esa dirección”.
Sobre el tiempo: “Ninguna persona entrega su dinero a un caminante, pero ¡a cuántos entregamos nuestras vidas! Somos tacaños con la propiedad y la riqueza, pero pensamos muy poco en perder el tiempo, la única cosa sobre la que todos deberíamos ser los más avaros”. Holiday vinculó la idea de Séneca del tiempo como el único bien irreemplazable a una observación del fundador de IKEA, Ingvar Kamprad: “Mucho se puede hacer en 10 minutos. Una vez que han pasado, esos 10 minutos no vuelven. Divide tu vida en unidades de 10 minutos y sacrifica tan pocas como sea posible en actividades insignificantes”.
Sobre la creatividad: “Abordamos las circunstancias no de acuerdo con los supuestos correctos sino sobre todo siguiendo el hábito miserable”, citó a Musonio Rufo. Y a su lado ubicó a Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX: “Creo que el mejor consejo es que constantemente hay que pensar cómo se podrían hacer mejor las cosas, cuestionarse a uno mismo”.
Sobre el fracaso: “Si eres derrotado una vez y te dices a ti mismo que lo superarás, pero haces lo mismo que antes, debes saber que al final estarás tan enfermo y debilitado que finalmente ni siquiera te darás cuenta de tu error”. Para ese fragmento de los Discursos de Epicteto, Holiday eligió a George Soros: “Una vez que advertimos que el entendimiento imperfecto es la condición humana, no hay por qué avergonzarse de estar equivocado, sólo de no corregir nuestros errores”.
Claves de la ética estoica
El estoicismo fue última escuela de pensamiento de la Antigua Grecia, fundada en Atenas a comienzos del siglo III a.C. y continuada luego en Roma, donde asumió esta forma de ética para enfrentar los problemas cotidianos —life-hacks, en la jerga de Silicon Valley— que hoy se ha recuperado. Las figuras principales de la su primera etapa fueron Zenón de Citio, Cleantes, Crispo, Diógenes de Babilonia, Antípatro de Tarso y Panecio; las del estoicismo nuevo, o romano, Séneca, Musonio Rufo, Epicteto, Sexto de Queronea y Marco Aurelio.
En estos viajes por el tiempo la filosofía estoica perdió su física y su metafísica (su concepción del modo en que funciona el universo) y lo que quedó fue su ética (su idea de lo bueno y lo malo en las acciones humanas), que se suele reducir a una línea: no controlamos lo que nos sucede sino solamente el modo en que respondemos a lo que nos sucede.
En su blog Ex Urbe, la historiadora Ada Palmer, experta en el pensamiento estoico y profesora en la Universidad de Chicago, recordó los básicos de aquella física y metafísica para una mejor interpretación. Los estoicos eran monistas, es decir que creían en un principio único, el universo, que era un objeto enorme cuyas diferentes partes manifestaban diferentes cualidades sin dejar de ser la misma cosa.
Es muy probable que esto fuera influencia del budismo debido al contacto con la India durante las guerras de Alejandro Magno. En cualquier caso, subrayó Palmer, esa idea del principio único los hacía sostener que no existe la autodeterminación:
Todos terminaremos por ir allí donde el Plan nos lleve, pase lo que pase, pero lo único sobre lo que sí tenemos poder es sobre nuestras propias respuestas internas al camino que nos depara el destino: ¿maldecimos, nos quejamos, nos peleamos, agitamos nuestros puños contra el cielo, o nos elevamos por encima de eso, aceptamos, nos relajamos y contemplamos con feliz asombro la inmensidad de la que formamos parte?
Es a partir de esta idea que crecieron las actitudes del desapego y la virtud que traen a los estoicos al siglo XXI en forma de autoayuda: “¿Perdiste la elección? ¿No te tomaron en cuenta a la hora de las promociones? ¿Recibiste una crítica mala? Todas estas cosas son pequeñas y fugaces dentro del todo mayor. Toda la riqueza perecerá en el infinito, toda la fama se desvanecerá. Nada serio se perdió realmente”, sintetizó Palmer esta moderna lectura terapéutica de los estoicos.
Y citó a Marco Aurelio:
Qué pequeña porción de la vasta e infinita eternidad es la que se nos permite a cada uno de nosotros, y cuán pronto se desvanece en la edad general del mundo: de la sustancia común, y del alma común también, qué pequeña porción se nos asigna: y en qué pequeño terrón de toda la tierra es que te arrastras. Después de que hayas considerado correctamente estas cosas contigo mismo, no pienses en ninguna otra cosa en el mundo que tenga peso e importancia, sino en esto: en hacer sólo lo que requiere tu propia naturaleza, y en ajustarte a lo que te ofrece la naturaleza común.
Otras claves prácticas de esta escuela de pensamiento resuenan perfectamente en la vida contemporánea. La visualización negativa (premeditatio malorum), por ejemplo: la práctica de evaluar qué puede salir mal a fin de eliminar la angustia y la preocupación. Al analizar posibles escenarios negativos, se pueden establecer estrategias de corto o largo plazo, o al menos sentirse más anclado en el presente al saber que se está preparado incluso para la resignación.
También “Sufrimos más en la imaginación que en la realidad”, otra frase de Séneca: se sabe que la mente humana puede ser un obstáculo cuando la dominan los pensamientos y las emociones pesimistas. Eso permite relativizarlos: también existen pensamientos y emociones optimistas.
“Limitar los propios deseos en realidad ayuda a curar el miedo; deja de tener esperanza y dejarás de temer”, dijo también Séneca, y hoy esa idea se interpreta como la importancia de no perder de vista el vivir bien como objetivo, ya que la abundancia de la sociedad de consumo podría confundirlo con tener una vida de lujo.
El problema con el lujo, argumentó esta escuela, es que fomenta deseos que no están en la naturaleza del hombre, y que por ende se vuelven cada vez más difíciles de satisfacer. “La riqueza no consiste en tener grandes posesiones, sino en tener pocos deseos”, dijo Epicteto. Y Marco Aurelio: “La única riqueza que conservarás para siempre es la que hayas dado a los demás.”
De Roma a San Francisco
La historiadora Palmer observó en su artículo que “la nueva popularidad del estoicismo entre la gente de la tecnología (y también en Wall Street, que es otro lugar que ha estado leyendo a los estoicos en los tiempos recientes) es sorprendentemente similar a la popularidad del estoicismo entre las élites poderosas de la antigua Roma”.
Marco Aurelio, después de todo, fue un emperador; Séneca fue un hombre rico.
Sin embargo, Irvine señaló en su libro un elemento central, que va de Roma a San Francisco: “A diferencia del cinismo, el estoicismo no exige que sus seguidores adopten un estilo de vida ascético. Por el contrario, los estoicos pensaban que no hay nada malo en disfrutar de las cosas buenas que ofrece la vida, siempre y cuando seamos cuidadosos en la forma en que las disfrutamos. En particular, debemos estar dispuestos a renunciar a ellas sin lamentarnos si nuestras circunstancias cambian”.
La abundancia material no es anatema: es apenas un “indiferente preferido”, ni un mal ni una virtud, solamente algo que disfrutar sin apegarse. Como la salud, que puede faltar, o los amigos, que pueden morir.
“Lo que los antiguos estoicos querían decir con que la riqueza no es ni buena ni mala es que no supone diferencias en el carácter de una persona, y por lo tanto en su capacidad de prosperar”, analizaron Kai Whiting y Leonidas Konstantakos en el blog de la Asociación Filosófica Estadounidense (APA). “Ni los ricos ni los pobres son inmunes al vicio (la cobardía, la avaricia, la injusticia y la ignorancia) y tampoco están excluidos de la virtud (el valor, la justicia, la templanza y la sabiduría)”.
Palmer recordó que de las muchas escuelas filosóficas populares de la Grecia antigua (como los pitagóricos, los aristotélicos, los escépticos, los platónicos, los hedonistas, etcétera) sólo el estoicismo se centraba en la idea de la vida buena: ”El propósito del estudio filosófico no era principalmente entenderlo todo, o lograr el poder a través del conocimiento, sino lograr la felicidad personal”.
Difícilmente haya otro concepto más fácil de entender en el mundo contemporáneo. “El estoicismo moderno se ha convertido en una industria. Y vaya si es es una mega-industria”, argumentó Nancy Sherman, profesora de filosofía en la Universidad de Georgetown en The New York Times.
“Para los consumidores que buscan sabiduría sobre cómo vivir una buena vida —y son muchos— hay compendios diarios de citas estoicas, libros y sitios web repletos de saberes estoicos para empezar el día, podcasts, emisiones, cursos intensivos en línea y mucho más”, continuó. Pero ella misma, como autora de Stoic Wisdom: Ancient Lessons for Modern Resilience (Sabiduría estoica: lecciones antiguas para la resiliencia moderna), sabe que el campo es más amplio.
En sus clases, sin ir más lejos, enseña que Séneca dice que, ante la ira, es necesario que “cultivemos nuestra humanidad”. Explicó: “Esa es la promesa estoica perdurable: potenciarnos en nuestra humanidad común. No se trata de autoayuda, sino de ayuda en grupo. Si vale la pena leer a los estoicos es porque nos exhortan constantemente a elevar nuestro potencial, mediante la razón, la cooperación y el desinterés”.
Palmer advirtió también que cuando los ricos de Roma o de Estados Unidos abrazan esta filosofía pueden estar alentando la idea de que las cosas son como son, que no se pueden cambiar aunque sean injustas y que lo único al alcance del individuo es aceptarlo. El estoicismo “se puede utilizar para justificar la idea de que los ricos y los poderosos están destinados a ser ricos y poderosos, que los pobres y los oprimidos están destinados a ser pobres y oprimidos, y que incluso las peores acciones son en realidad buenas de una manera inefable y eterna”.
Sin embargo, concluyó, el estoicismo es muy anterior a la idea del progreso generado por el hombre; es decir que las personas del presente tienen dos milenios más de experiencia. “Sabemos que muchos de los males de la vida no tienen solución, pero también sabemos que, con el trabajo en equipo de los seres humanos y el método científico y una dosis de Francis Bacon y Voltaire, algunos de ellos sí pueden resolverse”.
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