La tecnología atraviesa todos los aspectos de nuestra vida y es una disciplina que sigue en expansión, ofreciendo oportunidades de crecimiento para los usuarios, pero especialmente para quienes están detrás del mostrador y se ocupan de generar soluciones innovadoras.
Es un área donde hay pleno empleo: según la Cámara de la Industria Argentina del Software (CESSI), cada año quedan 5.000 puestos sin cubrir dentro de las empresas. En línea con este tironeo entre la oferta y la demanda, los salarios y las condiciones laborales suelen ser bastante atractivas en este rubro, sobre todo si se las compara con otras.
Lamentablemente es un lugar donde la brecha de género está presente. Es una disparidad que surge en la infancia, cuando se opta por regalarle a una niña una cocina o muñeca en vez de una computadora y continúa en la escolaridad y el resto de la formación cuando se choca con estereotipos que indican que “las mujeres no son buenas para las matemáticas” o se machaca el estereotipo de que el mundo de la informática es un ámbito exclusivo de los hombres.
Chicas en Tecnología es un libro que aborda esta temática con datos, fuentes e investigaciones que dan cuenta de la desigualdad que impera en ese ámbito; además, se analizan posibles soluciones para achicar esa brecha de género. Las autoras, Sofía Contreras, Carolina Hadad, Melina Masnatta y Mariana Varela, integran un colectivo que lleva el mismo nombre del libro -editado por Penguin Random House- y que se creó en 2015. Desde allí generaron varias iniciativas, como charlas y capacitaciones, para potenciar la presencia femenina en el mundo de la tecnología.
Infobae Cultura dialogó con dos de las autoras, Mariana Varela y Carolina Hadad, para conocer un poco más el análisis que se hacen de la situación actual y las propuestas a futuro para lograr “reiniciar el sistema”, como dicen ellas en el texto.
-En el libro dicen que la disparidad comienza en la infancia: ¿cuáles son esos sesgos que hacen que las mujeres se alejen de disciplinas consideradas “duras” como la tecnología o las matemáticas?
Mariana Varela: -Hay un mito que dice que las mujeres no somos buenas para las matemáticas, pero es solo eso, un mito. La dificultad por las matemáticas no es algo inherente a las chicas sino que depende de dónde crecimos y cómo hemos sido educadas. Ellas, a medida que van creciendo, van perdiendo confianza en su habilidad, se ve especialmente comparando a una niña que tiene 6-8 años o una que tiene 9-10 años. Las chicas no son especialmente malas en matemáticas, sino que creen que lo son.
-La creencia juega un factor determinante, entonces
MV: -Culturalmente a nivel mundial se asocia a la matemática e inteligencia con la tecnología y ciencia, y si no se cumplen estos factores parece que es imposible dedicarse a eso. Desde temprana edad, esos conceptos están asociados a niños y en menor medida a las niñas. Lo cierto es que lo emocional y lo lógico conviven en la tecnología, ya que habilidades como la empatía y comunicación son claves en esa área para poder desarrollar herramientas que les sirvan a la gente y resuelvan problemas reales. Necesitamos líderes tecnológicos conscientes de las necesidades de las personas y que trabajen por un mundo mejor.
-¿De qué manera, en el colegio, los medios, los hogares, se puede potenciar a las niñas y jóvenes para que se acerquen a la tecnología?
MV: -Detectar cómo las niñas se perciben a sí mismas, pudiendo identificar en qué creen que son buenas y qué creen que es bueno para ellas. Esto se hace principalmente jugando en casa y en la escuela. El aprendizaje jugando no se trata de adquirir solamente conocimiento académico sino también teniendo experiencias positivas: divirtiéndose y generando experiencias positivas relacionados con la tecnología y ciencia: un espacio para experimentar con la curiosidad.
Por último, tener en claro que no hay factores biológicos, instintivos o innatos que hacen que ellas tengan habilidades para unas cosas sí y otras no. Asustarlas o sobre protegerlas es subestimarlas de por vida. Buscar otras metodologías y formas de abordar los temas que les cuestan debería ser la norma: tanto niños como niñas por igual.
-Hay varios estudios que dicen que en los 80 la cantidad de mujeres abocadas a estudiar computación era igual o superior que el de los hombres pero que con la llegada de la computadora personal, la publicidad apuntó a vincular ese objeto con algo netamente masculino y así se fue desalentando la presencia femenina en el rubro. ¿Es realmente así? ¿Hubo algún otro factor que haya entrado en juego en este viraje?
MV: -Trabajar en tecnología era algo que atraía mucho a las mujeres, no solo en algunos sectores eran mayoría sino que también fueron pioneras. Las razones por las cuales se alejaron fueron externas a ellas: la profesión en sí, la cultura del trabajo y los estereotipos culturales se fueron potenciando entre sí hasta lograr esta disparidad numérica que tenemos hoy, además de la diferencia en el trato por cuestiones de género y sobre todo posibilidades de crecimiento.
-¿Qué es el “efecto tijera” del que hablan en el capítulo 4?
Carolina Hadad: -En nuestro libro mostramos un gráfico de la proporción de mujeres investigadoras del CONICET en los distintos niveles de sus carreras. Argentina es uno de los países con mayor proporción de mujeres en ciencia, arriba del 50%, muy por encima del promedio internacional (29%), europeo (32%) y latinoamericano (44%). Las mujeres son mayoría en la base de la pirámide (60% de becarias doctorales, por ejemplo) pero la proporción se invierte totalmente cuanto más alta sea la jerarquía (las investigadoras superiores mujeres son solo el 25%). El la forma del gráfico que muestra los porcentajes de mujeres y de varones tiene forma de tijera y por eso recibe ese nombre.
En las carreras relacionadas con sistemas informáticos, las mujeres somos el 16% en total y cada vez menos conforme aumenta la jerarquía de roles.
Ese fenómeno no ocurre solamente en CONICET ni solamente en Argentina. En las carreras relacionadas con sistemas informáticos, las mujeres somos el 16% en total y cada vez menos conforme aumenta la jerarquía de roles. Todo nuestro libro es un recorrido sobre estas barreras que experimentamos las mujeres en tecnología, con datos y estudios que muestran como este fenómeno no se debe a las capacidades de las mujeres, sino a estructuras y políticas excluyentes que ofician de techo de cristal y nos permiten llegar a posiciones de liderazgo. La brecha de género en general y en tecnología en particular son problemas sistémicos. En nuestro libro y a través de nuestro trabajo proponemos herramientas e ideas para facilitar diálogos que permitan desarticular estas barreras, entre todos los actores del ecosistema: familias, escuelas, universidades, empresas, etc.
-¿Cuáles son los puestos dentro del área de tecnología que ustedes ven con mayor proyección de crecimiento y chances laborales? Usualmente se habla de programación pero es algo tan mecánico y esquemático que ya hay máquinas capaces de programar por sí solas, con lo cual no pareciera ser “la mejor opción” de estudio en términos laborales, ¿cómo lo ven ustedes?
CH: -Es cierto que el ámbito tecnológico tiene mucha proyección y oportunidades, pero no estamos de acuerdo con que programar sea algo mecánico y esquemático. Ese es, también, uno de los estereotipos acerca de cómo son y qué hacen los y las programadoras. El proceso de crear tecnología involucra una infinidad de tareas: desde identificar problemáticas, validarlas, probarlas, mantenerlas. Programar es explicarle a un dispositivo qué debe hacer y también es una manera de comunicarse con otras personas: la manera en la que pensamos la solución, nuestras dudas, lo que faltaría completar. Sólo parte de ese trabajo se hace frente a la computadora. Entendemos el proceso de desarrollo de software como un proceso creativo, colectivo y colaborativo.
-Pareciera que las máquinas podrían llegar a ser cada vez más eficaces y autosuficientes. ¿No lo ven así?
CH: -Aunque la ciencia nos puede sorprender todo el tiempo, hoy no estamos ni cerca de máquinas “capaces de programarse por sí solas”. Un Skynet que cobra una vida propia y “desafíe” la programación original no es un escenario posible. Claro que hay programas de inteligencia artificial que analizan datos, detectan patrones y son capaces de categorizar un nuevo dato de acuerdo a la información analizada, pero la “inteligencia” del programa se reduce a eso. Para que esto pueda ocurrir, todo los casos requieren de programación para definir las categorías, los datos del conjunto de aprendizaje, el modo y los resultados. Cuando escuchamos noticias de algoritmos discriminatorios o sesgados, no es “el programa” quien discrimina, son las personas que lo hicieron, que transmitieron sus ideas al código o al conjunto de datos original (que no contemplaba diversidades, por ejemplo). Poder abrir esta caja negra y entender cómo se toman estas decisiones es lo que la programación nos permite.
Programar es una herramienta, no es una carrera. Podés programar para potenciar tu trabajo en cualquiera sea la disciplina que te desempeñes. Por eso, desde Chicas en Tecnología, entendemos que las posibilidades se abren aprendiendo a programar. Cuando arrancamos nuestra organización les preguntamos a las adolescentes, mediante encuestas, cómo elegían la profesión que querían tener; las 3 opciones más nombradas son consistentemente: soy buena haciendo esto, me va a permitir ayudar a otros y me va a permitir tener un impacto positivo en el mundo. Entendemos la tecnología y saber programar como medios para alcanzar esos objetivos, a través del puesto y el trabajo que elijan tener.
-Me gustaría saber si, en su experiencia personal, alguna vez se sintieron presas de los estereotipos que circulan en relación a estos temas y cómo aprendieron a lidiar con todo eso
MV: -Más que hablar de nuestras experiencias particulares, que son iguales a las que pasan muchas mujeres en tecnología, en el libro traemos historias de mujeres que han se han animado a abrir caminos y romper estereotipos dejando un legado a la humanidad: desde 1842 con Ada Lovelace hasta el día de hoy.
En el día a día, sentimos estos obstáculos en las aulas, en las empresas y en la mesa de toma de decisiones, donde aprendimos a poner en relieve la falta de diversidad y hacer escuchar nuestra voz. Creo que hablo en nombre de todas cuando digo que particularmente somos 4 personas que no se quedan quietas frente a las cosas que nos incomodan y nuestra manera de lidiar con este tema fue crear Chicas en Tecnología.
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