El curioso lazo entre las fake news y el interés por Rodolfo Walsh en las universidades de los EEUU

En una atmósfera de verdades alternativas y desinformación, la moral narrativa de su periodismo literario facilitó un rescate de Operación Masacre, traducida por primera vez al inglés en 2013, y su obra en general

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Para los intelectuales de EEUU
Para los intelectuales de EEUU Rodolfo Walsh es más que el hombre que descifró los mensajes de la CIA y que se adelantó al nuevo periodismo: ahora es también un ejemplo de cómo abrirse paso en un mundo de desinformación.

Hubo unos cuentos que en 1972 tradujo Donald Yates, el profesor de la Universidad Estatal de Michigan (MSU) enamorado del género policial que también tradujo a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares: “Cuentos para tahúres” y “La sombra de un pájaro”. También quedó en la biblioteca de MSU la correspondencia que mantuvo con Yates, cuando los dos le daban vueltas a la ilusión de llevar su obra a los Estados Unidos: ¿y si acaso reemplazara al detective aficionado Daniel Hernández por un inspector de policía?

Eso era probablemente todo lo que la academia estadounidense registraba de la obra del escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh.

Después su nombre se mencionó en algunos documentos desclasificados, inevitablemente: “El corresponsal de United Press en Buenos Aires recibió una copia de la carta”, en alusión a la Carta Abierta a la Junta Militar, la denuncia que él echó al correo la mañana de su desaparición, el 25 de marzo de 1977, mencionó uno; “se presume que el periodista ha sido secuestrado por razones políticas”, avisó otro.

Con el siglo XXI, sin embargo, el interés comenzó a crecer: la Universidad de Duke incluyó un fragmento de Operación Masacre en The Argentine Reader; los trabajos de investigación y las tesis comenzaron a surgir en las universidades de California en Berkeley, de Minnesota, del Norte de Illinois, de Oregon, en Cornell y en Creighton, por citar algunas. Sobre todo a partir de la traducción de su obra más famosa que publicó Seven Stories, Operation Massacre, en 2013, la escritura de Walsh comenzó a ganar la atención de los críticos literarios de los Estados Unidos.

El profesor de Stony Brooks
El profesor de Stony Brooks Pablo Calvi dedicó un capítulo a Rodolfo Walsh en su reciente libro; la traductora Daniella Gitlin lo presentó en inglés en 2013.

Porque en un ambiente de vulnerabilidad institucional inédita, de exacerbación de las diferencias y de fake news, llama la atención un hombre que investigó contra el poder para establecer los hechos en los fusilamientos ilegales de 1956. Mucho más si es el mismo que descifró la clave en los mensajes de la CIA sobre la invasión a Cuba en Bahía de Cochinos/Playa Girón. Y el mismo que se anticipó en una década al periodismo literario de A sangre fría, la obra revolucionaria de Truman Capote.

Esas empresas político literarias de Walsh están en el centro del capítulo sobre él en Latin American Adventures in Literary Journalism, el reciente libro del profesor de la Universidad de Stony Brook Pablo Calvi, él mismo autor también de periodismo narrativo.

“Las anécdotas del tema de Bahía de Cochinos —que verifiqué con Rogelio García Lupo, que estaba vivo cuando yo estaba escribiendo el libro— y el hecho de que Operación Masacre está escrito 10 años antes de que Capote publicara In Cold Blood son datos curiosos, pero creo que el interés de Walsh ahora tiene más que ver con los años del gobierno de Donald Trump”, dijo Calvi.

—Walsh trabaja, sobre todo en Operación Masacre, en el contexto de una incertidumbre institucional muy importante, con gobiernos de facto que alteran o violan las leyes. Creo que eso de alguna manera resuena en los años del trumpismo. Creo que el interés que despierta Walsh pasa por cómo hacer periodismo en un contexto de instituciones vulnerables. El periodismo funciona dentro de un marco institucional: mira al gobierno y mira a las normas al mismo tiempo, y vigila que el gobierno respete las normas.

—¿Y si algo le pasa a las normas?

"Walsh trabaja en el contexto
"Walsh trabaja en el contexto de una incertidumbre institucional muy importante: creo que eso de alguna manera resuena en los años del trumpismo", dijo Calvi.

—Tiene que ir al nivel anterior, el nivel de la moral. El periodista que trabaja en un sistema anómico utiliza un cierto sistema moral. Eso es algo que Walsh transmite y que resuena mucho hoy aquí en Estados Unidos.

En una época de verdades alternativas y desinformación, la moral narrativa del periodismo literario de América Latina en el siglo XX —que está en Walsh y también en Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, o en La Noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska— parece una brújula en la desorientación contemporánea. Pero para que Walsh fuera leído debía estar disponible en inglés, y eso no sucedió hasta apenas antes de los años de Trump, precisamente. “Hasta hace poco no había traducciones de Walsh, es decir que no había muchas posibilidades de acceder a su obra. Daniella Gitlin hizo la primera en 2013″.

Gitlin había escuchado hablar de Walsh en el año que pasó en Argentina, tras graduarse en la universidad, con una beca para trabajar en una fundación no gubernamental. “Creo que escuché su nombre, pero no conocí su obra”, contó. “Cuando regresé a Nueva York y visité a mis amigos, uno de ellos, Dante, que sabía que estaba por comenzar en un master de no ficción en la Universidad de Columbia, me regaló Operación Masacre con una dedicatoria que decía: ‘Un poco de no ficción argenta no viene mal’. Me lo dio como quien dice: ‘Es de lo mejor que tenemos’”.

Era el año 2009 y Gitlin se inscribió en una clase de traducción. Con la copia de Ediciones de la Flor que cita en la portada una imagen en blanco y negro de “El 3 de mayo en Madrid”, el cuadro de Francisco de Goya, trabajó en la versión en inglés de un pedacito. “Y me gustó”, recordó. “Hice una búsqueda y me di cuenta de que no había sido traducido al inglés, lo cual me pareció una locura. Porque Operación Masacre era famosa en Argentina, y la Carta Abierta, y sin embargo nadie nunca lo había traducido aquí”.

Daniella Gitlin recibió Operación Masacre
Daniella Gitlin recibió Operación Masacre como regalo al comenzar su master en no ficción y descubrió que no había sido traducido.

En esa época trabajaba part time en la editorial independiente Seven Stories. Le comentó al editor, Daniel Simon (también escritor de no ficción: es coautor de Run Run Run: The Lives of Abbie Hoffman), que pasaba esta injusticia literaria.

—¿Fue difícil convencerlo?

—Tuvo fe en mí: yo no había traducido nada y le golpeé la puerta y le dije “Quiero hacer este libro de este autor porque es un nombre muy importante”. Parte de mi pitch fue que, para que resultara más accesible a los lectores estadounidenses, les ofrecía un combo editorial: prólogo de Michael Greenberg (quien escribe para The New York Review of Books y durante los setentas estuvo en Argentina) y postfacio de Ricardo Piglia. Pero la editorial merece crédito: es un sello independiente que publica autores de no ficción política, voces de conciencia.

El texto de Calvi, “Latin American Narrative Journalism and the Cuban Revolution”, cuenta la historia de la agencia Prensa Latina, que fundaron en La Habana revolucionaria Walsh, García Lupo, García Márquez y Ricardo Masetti. Las cableras, de servicios pagos y también pirateados, imprimían las noticias a medida que las agencias las transmitían, las 24 horas del día, y el largo rollo de papel caía dentro de unas cestas. Walsh se encerró a decodificar unos cables ininteligibles y, tras romper la clave, alertó que un grupo de cubanos exiliados se entrenaba, con el estímulo secreto de la inteligencia estadounidense, en Guatemala, para invadir Cuba. Fidel Castro tuvo tiempo de prepararse.

Pero si Walsh llegó a esa posición en el enclave más hip de América Latina en los sesenta no fue por su compromiso: fue porque era una estrella. Más aun que García Márquez, quien ganaría el Nobel en 1982 —siete años después de la desaparición de Walsh— y compartía con él el mismo año de nacimiento, 1927.

En la redacción de Prensa
En la redacción de Prensa Latina Walsh descifró unos cables ininteligibles y alertó que un grupo de cubanos exiliados se entrenaba con la inteligencia estadounidense en Guatemala para invadir Cuba.

Había hecho Operación Masacre porque era un escritor, básicamente: no pudo resistirse a la “historia increíble” que le contó el fusilado que vivía, Juan Carlos Livraga. “La creo en el acto”, se recordó a sí mismo en el libro. Y corrió detrás de ella.

“Acaso por su bilingüismo y su carácter de lector voraz se interesó por el periodismo de investigación americano: lo respeta, le interesa”, comentó Calvi, quien recordó en el texto los elogios de Walsh a la revista Time. “Cuando mira al periodismo norteamericano ve un sistema de búsqueda de información, una escritura. Más allá de que en algún momento se desencanta, del periodismo norteamericano y del periodismo en general, y trata de desmarcarse. Y ahí entra el tema del testimonio, que es un género nuevo: por eso Walsh es tan importante, porque es uno de los creadores de un género discursivo original”.

Por eso allí donde Capote o Norman Mailer o Joan Didion se convirtieron en estrellas mediáticas, Walsh o García Márquez se ubicaron en otra liga: la de la historia, arriesgó Calvi.

En los Estados Unidos la mayoría de los intelectuales podía protestar contra la guerra de Vietnam, participar en movimientos sociales como la lucha por los derechos civiles o el feminismo y volver a sus casas a dormir tranquilos por la noche. “El contexto político en América Latina es otro: escriben bajo seudónimo, o desde el exilio, o vigilados por el estado”, siguió el profesor de Stony Brook.

Como el periodismo distaba de ser ideal, Walsh hizo una transición más directa hacia el activismo: “Operación Masacre es la primera novela que puede analizarse como testimonio político. Al decir esto sigo lo que dijo Ángel Rama”, reconoció Calvi al crítico uruguayo. “La creación de la novela testimonial política es patrimonio de Walsh, con su registro amplio y su búsqueda que trasciende lo meramente social”.

“La creación de la novela
“La creación de la novela testimonial política es patrimonio de Walsh, con su registro amplio y su búsqueda que trasciende lo meramente social”, destacó Calvi. (Monika Norwid)

Y la potencia de esa escritura tiene un atractivo adicional para la interpretación académica: se filtró incluso al relato consagrado de la muerte de Walsh.

El grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada lo emboscó en el barrio porteño de San Cristóbal. Él disparó con un arma de mano, de calibre 22; sus asesinos lo barrieron con ametralladoras. Las balas lo alcanzaron de pie. Y de pie murieron tanto Mario Brión en Operación Masacre como su hija mayor, Vicky Walsh, en la azotea de una casa luego de resistir a otro grupo de tareas, según él contó en la “Carta a mis amigos”, de 1976.

“Esta fue la versión de la muerte de Walsh más difundida entre familiares, colegas, amigos y la prensa. No sólo sobrevivió a otros relatos en competencia sino que se convirtió en la historia oficial y hoy es una parte integral de los testimonios judiciales, así como de los registros legales y oficiales”, escribió Calvi.

—¿Qué le pareció significativo de ese detalle?

—Los testimonios oficiales van todos en cierta dirección, la situación del enfrentamiento. Walsh se enfrenta con un grupo de tareas que está destinado a secuestrarlo, lo matan, lo cargan en un auto y nunca más se sabe de su cuerpo. Para mí lo curioso no es que haya otros relatos sino que la potencia de la narrativa de Walsh haya pasado al registro oficial de su final. Todo gran escritor genera su propio mito, y Walsh es un escritor genial, mayor: el motivo literario se filtró en la literatura del estado, lo cual es una muestra de la potencia de su narrativa.

Un fragmento de la traducción
Un fragmento de la traducción de Gitlin, de los párrafos más famosos de la introducción de Walsh a Operación Masacre.

Esa fuerza, que atrapó a Gitlin —”su voz en Operación Masacre realmente me tocó”—, fue también el obstáculo con el que chocó a lo largo de la traducción: la precisión de una escritura que aspira a usar la menor cantidad de palabras posible, la atención a los detalles, la minuciosidad. Para resolver algunos de esos problemas recurrió a su mamá.

No es algo que enseñen en los cursos de traducción. Pero la madre de Gitlin nació en La Plata, la ciudad donde vivió Walsh, donde la noche de los levantamientos de 1956 escuchó morir a un conscripto en la calle, que no dijo “Viva la patria”, como en los bodrios escolares, sino “No me dejen solo, hijos de puta”. Si bien Gitlin nació en Israel, y por eso creció en hebreo, el recuerdo del sonido de aquel idioma en el que su madre hablaba con la abuela la llevó a estudiarlo.

También Pablo Ruiz, escritor y profesor de la Universidad de Tufts, en Boston, conocedor del contexto político e histórico de la Argentina donde nació, “leyó cada palabra de cada página más de una vez”, agregó la traductora. “Me hizo sentir segura porque el libro es sobre gente real, sobre sufrimiento real, y también un testimonio de la vida de Walsh, que cambió luego de descubrir este crimen. Todo eso me resultaba muy pesado. Y esa era la única oportunidad de presentarlo en inglés”.

Es posible que no sea la última; Seven Stories suelen publicar autores, no libros sueltos, y a Gitlin le gustaría traducir más de Walsh. “Acaso la serie de los irlandeses”, aventuró: relatos como “Irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres” y “Un oscuro día de justicia”.

Hasta la traducción de Operación
Hasta la traducción de Operación Masacre en 2013, en los EEUU Walsh sólo era conocido por dos cuentos que Donald Yates publicó en una antología de 1972, ya fuera de circulación.

Operation Massacre recibió muy buenas críticas y también se publicó en el Reino Unido; desde entonces el libro se ha utilizado en clases de literatura latinoamericana. Ella misma se cuenta entre los que estudian a Walsh hoy: escribe su tesis de doctorado en la Universidad de Nueva York (NYU) y uno de los capítulos compara el libro con la película que Jorge Cedrón filmó en la clandestinidad, sus cruces entre el arte y el activismo.

“Hoy está más en boga esa idea que une periodismo, literatura y política”, sumó Calvi. Hasta hace poco primaba otro criterio: bastaba con citar en un artículo al vocero de una minera y a la comunidad que denunciaba a la empresa. Pero la ecuanimidad terminó por ocuparse más de evitar juicios a los medios que de buscar los hechos. Pero esa idea del equilibrio que surge de presentar dos opiniones contrapuestas no les alcanza a los intelectuales estadounidenses hoy.

“El rescate de Walsh pasa por ese lado: explorar cómo sería tomar posición. Y se ven ejemplos históricos, como Ida B. Wells: la toma de posición frente a la violencia racial es necesaria”, comparó. “Es un momento propicio para narrativas como la de Walsh. Y para ver lo que sucede más allá del periodismo corporativo. Hoy no hace falta una audiencia de 30 millones de lectores. Periodistas como Glenn Greenwald o David Sirota pueden financiar su trabajo con 15.000 suscriptores que pagan USD 2 dólares y pueden crear equipos de investigación”.

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