Diez años se cumplieron desde que el peruano Mario Vargas Llosa recibió, en la mañana del 7 de octubre de 2010, una llamada del secretario general de la Academia Sueca. “Señor Vargas Llosa, me complace anunciarle que es el ganador del Premio Nobel de Literatura”, se oyó del otro lado de la línea. Era un reconocimiento esperado por muchos años por el mundo de la literatura hispanoamericana. Pese a las limitaciones lógicas por la pandemia de coronavirus, el novelista nacido en 1936 en la ciudad peruana de Arequipa fue homenajeado en el Instituto Cervantes, en Madrid, con motivo del aniversario de su galardón.
El evento, que también contó con la organización de la Cátedra Vargas Llosa y de la Fundación Libertad, tuvo una reducida asistencia presencial debido a las medidas sanitarias necesarias por la pandemia de Covid-19. No obstante, una gran cantidad de seguidores y colegas del escritor peruano siguieron en vivo el homenaje a través de diferentes plataformas virtuales.
Antes de dar paso a la conversación entre Vargas Llosa y su hijo Álvaro, los organizadores exhibieron dos videos: uno con diferentes fotos de su extensa trayectoria, y otro con testimonios de colegas y destacados referentes de la cultura hispanoamericana. Juan Jesús Armas Marcelo (escritor), Ryukichi Terao (traductor japonés), Raquel Chang-Rodríguez (historiadora), Santiago Muñoz Machado (Director de la Real Academia Española), y Gerald Martin (biógrafo y crítico), entre otros, expresaron su admiración y respeto al escritor. El periodista cubano Carlos Alberto Montaner, en tanto, lo calificó como “la persona más influyente de América Latina”, ya que “su peso depende únicamente de su talento”. El escritor español Javier Cercas sostuvo que Vargas Llosa “es un novelista de una dimensión única en nuestra lengua”: “El hecho de que le dieran el Nobel tiene poca importancia; sólo Vargas Llosa ha sido capaz de escribir lo que él ha escrito. Es mucho más fácil ganar el Premio Nobel que ser Vargas Llosa”, expresó.
Luego de que el último video finalizara con un saludo de sus otros hijos, Gonzalo y Morgana, y de sus nietos, Álvaro comenzó el mano a mano con su padre. Como puntapié inicial, el ensayista y periodista peruano recordó una frase que su padre pronunció cuando llegó a Suecia para recibir el galardón: “No me voy a dejar enterrar por el Premio Nobel”.
“¿Has evitado que el Nobel te enterrara en vida?”, le consultó.
“Una de las dificultades que tiene quien recibe el premio es demostrar que después de ese premio está vivo. Es un premio que tiende a enterrar a los escritores, como si realmente ya hubiera acabado su experiencia literaria. Implica unos compromisos con universidades, ferias... Durante unos meses uno está realmente ocupado. La idea general es que si alguien recibe el premio de alguna manera su carrera literaria ha terminado; si uno todavía está vivo se siente desmoralizado y trato de demostrar que eso no es verdad. Creo haberlo demostrado, he publicado bastantes libros después. En general me siento vivo, no me siento un cadáver después del Nobel”, reflexionó el autor de “La ciudad y los perros” (1963), “La casa verde” (1966), “La guerra del fin del mundo” (1981) y “La fiesta del chivo” (2000), entre otros.
El ex candidato a la presidencia de Perú continuó haciendo referencia a la necesidad del ser humano de contar historias, y cómo la literatura ha sido “un refugio” durante los últimos meses de pandemia.
“Los seres humanos somos capaces de salir de nuestra propia historia e imaginar otras historias. Es probablemente la tradición más antigua de la humanidad. Nuestros viejos ancestros, después de esos días difíciles, se reunían, generalmente en cavernas y rodeando una fogata, y se contaban historias. Era una manera de superar las enormes dificultades de esa vida difícil. Salir de sí mismo, imaginar un mundo distinto los animaba, los estimulaba, y era también la fuente del progreso. Era una manera de adelantar aquello que con nuestro esfuerzo iba a ir sucediendo. Esa ha sido una de las grandes funciones de la literatura: crear el incentivo para que a través de nuestro esfuerzo, del desarrollo, de las actividades técnicas y científicas, ese mundo vaya evolucionando; quizá esa sea la gran historia de la humanidad, la del progreso. La literatura ha sido un ingrediente fundamental”, explicó.
Apuntó, además, que la literatura representa “una manera paralela de vivir en un mundo de fantasía, de historia, de personas inventadas”: “Leer es vivir más intensamente, es trasladarse a un mundo de fantasía, donde todo suele ser bello. Incluso las cosas feas suelen ser bellas, si los autores logran trasladarnos a ese mundo de horror. La literatura ha sido para mí otra manera de vivir, más rica, más esencial, más solitaria también, pero una existencia que es absolutamente mental y que enriquece la sensibilidad, y desarrolla el espíritu crítico en las personas”.
Sobre cómo transitó los meses de confinamiento por el coronavirus, comentó: “Vivir esta pandemia ha sido una manera de inmiscuirme mucho más en la literatura de lo que antes estaba. A partir de cierto momento, las obligaciones lo van apartando a uno de los libros, de las horas que uno quisiera pasar. Estos meses he vuelto a leer muchísimas horas como lo hacía de niño. Me ha servido para releer algunos libros, y para leer libros antiguos”.
Durante la conversación, Álvaro recordó otra frase en la que su padre sostiene que “escribir una novela es una ceremonia parecida al strip-tease”. “¿Sigues viendo a la literatura como un proceso de strip-tease?”, le preguntó.
“Yo creo que hay una verdad allí. Lo que no es cierto es que todos los escritores tengan conciencia clara de que utilizan sus propias experiencias, sus propios recuerdos, a la hora de inventar, a la hora de escribir historias. Si uno escarba en el fondo de las ficciones encuentra en la raíz de las historias algunas experiencias personales, algunos hechos que han marcado al escritor, aunque él no lo sepa, o lo recuerde. Hay ciertas experiencias fundamentales. Muchas veces la obra de un escritor parte, se origina en esas experiencias”, aseveró el Nobel.
En esa línea, opinó que “conocer la vida de un escritor es muy importante para conocer por qué eligió ciertos temas, qué le faltó a esa vida para completarla…”: “Todo eso revela muchísimo lo que es la realidad de un escritor. No creo que la crítica biográfica sea definitiva, que resuelva todas las curiosidad que tenemos del origen de una obra, pero sí es un ingrediente muy importante. Lo fui descubriendo tarde. Esa crítica que está concentrada en el lenguaje, es una crítica que algo le falta. Lo que le falta es ese vínculo entre la personalidad del escritor y la historia. La obra literaria se puede enfrentar desde muchos puntos de vista, y se pueden encontrar muchas sorpresas en esa exploración”.
En su rico análisis sobre los métodos aplicados por los escritores, Vargas Llosa aseguró que no existe “una fórmula válida”. Citó, como ejemplo, los casos de Franz Kafka y Albert Camus. “Hay escritores que se han aislado absolutamente y que han escrito en la más absoluta soledad. Kafka, por ejemplo. Obra extraordinariamente discreta, casi no publicó en vida. Otros, por el contrario, estaban en la calle, como Camus. No son unos mejores que otros, depende de la obra. La obra puede surgir tanto de una actitud como de la otra. No hay nada escrito sobre lo que debe ser un escritor. Eso depende mucho con el temperamento, con la fantasía, con el tipo de literatura que quieres hacer, y que está inspirada casi de una manera secreta en esos autores. Otros autores necesitan participar de una manera activa del mundo en el que han vivido, porque ese mundo alimenta su fantasía, su curiosidad”.
También explicó la función del escritor, y el rol de la literatura en países que viven bajo dictaduras: “La función del escritor, pese a los propios escritores, es una función crítica. Nosotros, que tenemos la suerte de vivir en países libres, quizá no lo apreciamos suficientemente. Pero basta que la libertad se restrinja en una sociedad para que la literatura aparezca inmediatamente como un arma de combate. La literatura cuando surge una censura, cuando hay un poder se preocupa por aquello que se dice, por las ideas que circulan a través de los libros inmediatamente se carga de una cierta virulencia y es una especie de contrapoder. En los países libres no tenemos esa impresión, parece que la literatura es un entretenimiento y jamás se nos ocurriría pensar que un libro tiene una función revolucionaria, que puede provocar grandes estallidos sociales. En cambio, en los países con dictaduras, y nosotros los latinoamericanos tenemos muchas experiencias, la literatura inmediatamente adquiere esa función. Muchas veces, a pesar de los autores que no se consideran ni revoltosos ni revolucionarios, ni siquiera críticos. Creo que la literatura llena unos vacíos, aquellos que la prensa que no puede ser crítica ya no puede cumplir. Entonces los poemas, las novelas, las obras de teatro se cargan de un cierto elemento crítico que es absolutamente fundamental, como se ha visto en el caso de los países centroeuropeos, donde la crítica literaria ha desempañado un papel muy importante”.
Y añadió: “En esta época hay un problema. Es que la competencia con el desarrollo de las industrias audiovisuales, de alguna manera podría ir apartando al público en general de esa función perturbadora y crítica que tiene la literatura. La función de la literatura en las sociedades abiertas, tolerantes, es una función donde el efecto crítico disminuye considerablemente, y eso constituye un peligro, porque creo que si hay una razón de ser de la democracia es la de crear ciudadanos críticos, que no se dejen manipular por los poderes de este mundo, que son capaces de actuar de una manera responsable y crítica ante aquello que ocurre; no sé hasta qué punto esa enorme diversidad que existe del entretenimiento, sobre todo a través del medio audiovisual, ha ido disminuyendo cada vez más y marginando un poco a esa actitud crítica”.
Por su parte, el prestigioso escritor contó cómo cambiaron las oportunidades y condiciones para el desarrollo de la literatura desde la época de sus comienzos: “La novela latinoamericana en un momento dado tiene un crecimiento que no tenía antes, se traducen muchas novelas, y pasa a ser un fenómeno interesante en el campo de literatura, de la cultura en general. Es muy difícil imaginar lo que ocurre hoy en día con la literatura hispanoamericana, lo que era esa literatura hace 50-60 años: era una actividad realmente muy marginal. En Perú prácticamente no había editoriales, los libros tenían una circulación que era insignificante. La literatura no constituía una función social. Era muy difícil que alguien eligiera ser escritor, cuando la actividad literaria no permitía vivir de ella. Los escritores eran abogados, profesores, que dedicaban sus días libres a escribir; era una actividad más bien marginal. Había muy pocos escritores, salvo en países como Argentina, México, países más grandes que tenían editoriales”.
Según explicó, ese panorama cambió “radicalmente” en la década del 60 a partir de una visita que realizó Jorge Luis Borges a Francia: “Los franceses quedan maravillados con este ser que hablaba un francés impecable; se publican muchos libros de Borges, se le hacen homenajes en las revistas. Por ahí entra la literatura latinoamericana en Europa; España contribuye muchísimo en eso, recibiendo escritores latinoamericanos. Llegaban sobre todo jóvenes, muchachas, muchachos, que iban a Barcelona, como íbamos nosotros a París, donde estaban las mejores editoriales. Esos cambios son una realidad. Hoy es mucho más fácil para un joven hispano decidir ser escritor, no digo que sea fácil, pero por lo menos es más posible, que hace 60 años”.
Sobre el cierre del conversatorio, Mario Vargas Llosa contó que la decisión de donar su biblioteca a la ciudad de Arequipa, donde nació, se debió a la forma en que se celebró allí la entrega del Premio Nobel a su persona: “Fue tan conmovedor para mí que la gente saliera a las calles, los estudiantes, los alumnos de los colegios. Fui en esas semanas y el recibimiento fue extraordinario. Quise tener un gesto. Pensé que entregando la biblioteca a Lima no tenía sentido, y en cambio en Arequipa, donde no hay tantas buenas, podría tener una función social”.
El homenaje a Mario Vargas Llosa completo