Un best seller y muchas tergiversaciones: el asesinato de Trotski en el cine y los libros

El crimen fue cinematográfico. La identidad del homicida quedó rodeada de misterio por muchos años. Y la víctima era una celebridad mundial. Elementos suficientes para la mejor ficción. Del diario de su guardaespaldas a una miniserie deformante: los desparejos abordajes de esta historia fascinante

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Richard Burton, como León Trotski, en el film de Joseph Losey, The assassination of Trotsky. Herido por el golpe de pico, se vuelve furioso contra su asesino
Richard Burton, como León Trotski, en el film de Joseph Losey, The assassination of Trotsky. Herido por el golpe de pico, se vuelve furioso contra su asesino

En 2009, un escritor cubano escribió una novela sobre el revolucionario ruso León Trotski, depuesto y perseguido hasta la muerte por Josef Stalin, y sobre su verdugo, Ramón Mercader del Río, que se volvió bestseller y clásico en pocos años. Pese a ser ficción, El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura, tuvo el mérito de ser tal vez la más rigurosa investigación sobre la planificación, ejecución y autores intelectuales y materiales del asesinato de Trotski en su exilio mexicano, el 20 de agosto de 1940.

El eje temático de la novela de Padura es en realidad la perversión de la utopía de una sociedad de iguales: escrita en el género policial, logra crear tensión y misterio a pesar de su desenlace conocido. De la España del 39 a la Cuba de los 90, la novela recorre escenarios geográfica e históricamente distantes pero que comparten el clima de fanatismo y autoritarismo que se gestó en torno a la idea comunista: el castrismo, la Guerra Civil española y las purgas estalinistas.

Un gran logro de la novela es convertir a Ramón Mercader del Río en un personaje real y posible. Entender las motivaciones de un joven reclutado durante la Guerra civil española por los servicios soviéticos, en base a sus convicciones: el asesino de Trotski no era un mercenario ni un demente, era un militante convencido.

"El hombre que amaba a los perros", de Leonardo Padura
"El hombre que amaba a los perros", de Leonardo Padura

Recordemos brevemente los hechos: Lev Davídovich Bronstein (1879-1940), conocido mundialmente por su alias, León Trotski, fue uno de los grandes protagonistas de la Revolución de Octubre (1917), cuando los bolcheviques tomaron el poder e instauraron un régimen dictatorial. Fue comisario de asuntos militares, negoció la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial y creó el Ejército Rojo. Tras la muerte del líder de la Revolución, Vladimir Lenin, en 1924, Trotski perdió la batalla interna por la sucesión frente a Josef Stalin, quien progresivamente se fue desprendiendo de todos sus rivales y no cesó hasta deponer a Trotski de todos sus cargos (en 1927) y expulsarlo primero a Siberia y luego más allá de las fronteras rusas (en 1929). No alcanzó. La sola existencia de Trotski, un hombre con muchos vínculos en el mundo académico, intelectual y artístico, representaba una amenaza para Stalin. Internamente, pudo borrarlo de todos los documentos, archivos oficiales y hasta de las fotografías, pero en el mundo la condición de perseguido le ganaba a su rival simpatías en el mismo campo progresista en el cual el estalinismo debía reclutar sus agentes, colaboradores, amigos y propagandistas.

“A través de medio mundo me ha seguido el negro odio de (Joseph) Stalin”, dijo una vez Trotski al diario El Universal de México, país donde finalmente recaló (en 1939) el jefe exiliado tras un largo itinerario a través de Asia y Europa.

Trotski y su esposa: en México encontraron refugio luego de un largo periplo
Trotski y su esposa: en México encontraron refugio luego de un largo periplo

A Leonardo Padura le tomó 5 años investigar esta historia y escribir su novela. El resultado es fascinante y mucho más cercano a la realidad que otras recreaciones anteriores y posteriores de este crimen político. El disparador del interés de Padura en el tema fue enterarse, de modo casual, que Ramón Mercader del Río había vivido una temporada en Cuba en los años 70, luego de ser liberado de la prisión mexicana donde purgó una larga pena por el asesinato de Trotski.

The assassination of Trotsky

En 1972, Joseph Losey (El sirviente, El mensajero) dirigió The assassination of Trotsky, primera película en recrear los últimos años del creador del Ejército Rojo en México. Pese a ser una producción importante y a un reparto por demás interesante, el guión dejó bastante que desear en cuanto a la reconstrucción de los hechos. El principal fallo es que la película deforma las motivaciones de Ramón Mercader; de hecho, el personaje no aparece identificado con su verdadero nombre y nacionalidad sino simplemente como Jacques Mornard o Frank Jackson, los nombres falsos que usó para acercarse al entorno de Trotski. Mornard es una suerte de perturbado que odia a Trotski sin que se sepa muy bien por qué y que lo mata casi en un arrebato, con lo cual de paso se maquilla la autoría intelectual -estalinista- del crimen.

Trotski (Richard Bruton) se defiende para evitar un segundo golpe de Mercader (Alain Delon)
Trotski (Richard Bruton) se defiende para evitar un segundo golpe de Mercader (Alain Delon)

Richard Burton está bien caracterizado en el rol de Trotski y más todavía Alain Delon como Mercader, a quien todos los testigos describen como un hombre muy atractivo. Ese encanto es el que usó en la realidad para penetrar el círculo íntimo de Trotski: sedujo a Sylvia Ageloff, secretaria del exiliado. Una falla del reparto es la elección de Romy Schneider para ese papel, y no porque no careciera de calidades actorales, sino porque la verdadera Sylvia Ageloff era una mujer poco atractiva. El dato sería secundario de no ser porque ese hecho despertó alertas en el propio Trotski: el interés de ese supuesto empresario belga, rico, joven y muy bien parecido, por su secretaria le resultó sospechoso de entrada. Y, de hecho, Mercader sólo pudo acceder a Trotski en dos ocasiones ya que éste siempre le puso distancia; la segunda de esas oportunidades fue la que no dejó pasar para ejecutar sus órdenes.

Sylvia Ageloff, la secretaria de Trotski
Sylvia Ageloff, la secretaria de Trotski

Muchos atribuyeron la exculpación de Mercader en este film a la condición de comunista de Joseph Losey. El realizador estadounidense emigró hacia Europa para escapar de la persecución macartista.

Con Trotski, de Prinkipo a Coyoacán. Testimonio de siete años de exilio

Este libro no es ficción, sino el diario de un estrecho colaborador del jefe exiliado. Breve, conciso y sin grandes pretensiones, es sin embargo la mejor fuente sobre lo ocurrido en esos años de destierro; sólo cabe lamentar que Jean Van Heijenoort se haya ido de México un año antes del atentado fatal, algo que no pudo perdonarse, convencido de que, de haber estado él junto a Trotski, Mercader no podría haber logrado su propósito.

“Viví junto a León Trotsky (...) de octubre de 1932 a noviembre de 1939 -escribe Van Heijenoort-. Era miembro de su organización política y me convertí en su secretario, traductor y guardaespaldas. El pequeño libro que presento no es la historia política de esos años. Tampoco es un retrato de cuerpo entero del hombre. Son recuerdos, mis recuerdos. Intento recrear la atmósfera en la que vivía y trabajaba Trotsky durante esos años de exilio”.

Jean Van Heijenoort junto a León Trotski, de quien fue secretario, traductor y guardaespaldas
Jean Van Heijenoort junto a León Trotski, de quien fue secretario, traductor y guardaespaldas

La gente que rodeaba a Trotski en su exilio no era personal contratado, sino militantes de su corriente, que en 1938 se organizará como Cuarta Internacional, asignados a la tarea de asistir, acompañar y cuidar a su máximo referente. Ese fue el caso del francés Jean van Heijenoort, que en 1932 con apenas 20 años era un militante trotskista y fue elegido por sus calidades, su conocimiento de varios idiomas -francés, ruso, alemán e inglés- y su predisposición.

Van Heijenoort describe la vida cotidiana de Trotsky, primero en la isla turca de Prinkipo, luego en Francia y más tarde en México, sus actividades y sus encuentros y contactos con personalidades del mundo de la cultura, como André Gide, Georges Simenon, André Malraux, André Breton, Simone Weil, Waldo Frank, Pierre Naville o John Dewey. Y, en México, con el pintor y muralista Diego Rivera y su esposa, también pintora, Frida Kahlo, que fueron sus anfitriones en el país al que Trotski había llegado el 9 de enero de 1937, acompañado de su esposa Natalia Sedova.

De izq. a der: Diego Rivera, León Trotski, André Breton y Jean Van Heijenoort
De izq. a der: Diego Rivera, León Trotski, André Breton y Jean Van Heijenoort

Van Heijenoort anticipa que su relato “estará hecho de detalles”. “Soy el único que los conoce y no quiero que desaparezcan conmigo”, explica.

Uno de esos detalles es el romance con Frida Kahlo que posiblemente Van Heijenoort haya sido el primero en confirmar, pero no lo hace desde un punto de vista chismográfico sino político, desde los apuros que la situación provocó en la pequeña comunidad de exiliados. Pensemos que, por más abierta o moderna que fuese la relación entre Rivera y Kahlo, el muralista mexicano fue quien intercedió ante el presidente Lázaro Cárdenas para que le concediese el asilo a Trotski. Liarse con su esposa no era lo más elegante que se podía hacer en reconocimiento a esa hospitalidad, pero el capricho fue importante al punto que, cuenta Van Heijenoort, Trotski ponía una escalera contra el muro del fondo de la propiedad para concretar sus escapadas amorosas sin ser visto por su esposa.

Natalia, la esposa de Trotski, Frida Kahlo y Trotski
Natalia, la esposa de Trotski, Frida Kahlo y Trotski

La vida del propio Jean van Heijenoort fue novelesca. Años más tarde se convertiría en un matemático notable en los Estados Unidos y muy reconocido por sus aportes a la lógica. En 1967 publicó Source Book, considerado como la obra más influyente de historia de la lógica y de los fundamentos de las matemáticas.

Cuando Ramón Mercader asesinó a Trotski, Van Heijenoort estaba en Nueva York, haciendo su doctorado. Se enteró de lo ocurrido por los diarios. Entre culposo y enojado, aseguró que a él Ramón Mercader no lo habría engañado. En Estados Unidos, ocultó su pasado trotskista para eludir la persecución macartista, y sólo muchos años después, en 1978, publicó su libro.

El destino quiso que Van Heijenoort muriese en México y también en forma violenta. Su cuarta esposa, Ana María Zamora, era psicológicamente inestable y la relación también lo fue. Tras una separación, en marzo de 1986, Van Heijenoort fue a visitarla a México. En la noche del 29 de marzo, se desató la tragedia: Zamora lo asesinó mientras él dormía de tres balazos en la cabeza y luego se suicidó.

Van Heijenoort libro
Van Heijenoort libro

Asaltar los cielos (soviéticos)

Mucho antes del resurgimiento del interés por el personaje gracias al libro de Padura, en 1996, España produjo el documental Asaltar los cielos, con dirección y guión de José Luis López-Linares y Javier Rioyo sobre el asesinato de Trotski, el mayor magnicidio cometido por un español, dicen algunos, que recogió muy buenas críticas. Allí, se llama a las cosas por su nombre: Mercader es un agente de la KGB, pero también un comunista convencido e investido de una misión y a quien, si salía indemne y libre de ella, le esperaba el cielo (soviético), la honra y el honor.

Un joven Ramón Mercader
Un joven Ramón Mercader

Cumplió su misión, y aunque el resultado fue una condena de 20 años de cárcel, el hombre nunca se quebró, nunca habló de lo sucedido, ni se arrepintió, al menos públicamente. Por mucho tiempo ni siquiera reveló su verdadera identidad.

El documental español reconstruye esta historia con bastante detalle y objetividad.

Ramón Mercader, El elegido

Años después, y esta vez sí siguiendo la huella abierta por El hombre que amaba los perros, una película mexicano española, protagonizada por Alfonso Herrera, retrató la vida de Ramón Mercader, con el nombre de El elegido. La realización es correcta y el guion bastante veraz.

Tráiler de El elegido

Aparece bien desarrollado un tercer personaje clave de esta historia, muy presente también en el libro de Padura: Caridad del Río, la madre de Ramón Mercader. Agente de Stalin y fanática comunista, no es la madre sobreprotectora, sino la instigadora, que no duda en sacrificar a su hijo a la causa. Lo contrario sería egoísmo burgués. Ella en cambio entrega a sus hijos a la causa; ya perdió uno en la Guerra Civil de España. Al otro lo sacrificará en el magnicidio de Trotski. Mientras su hijo ingresa a la casa de Coyoacán para ejecutar el crimen, ella lo espera en un auto junto a un agente soviético para evacuarlo de México.

La realización del film es correcta, la ambientación, buena, pero le falta tensión dramática, profundidad en los personajes; no termina de emocionar.

El gran libro de Padura todavía está a la espera de una realización a la altura de su argumento y de su hondura humana.

La escena del crimen en El Elegido
La escena del crimen en El Elegido

Trotski, rockstar

Muy distinto fue el impacto de la miniserie Trotsky en Netflix. No es un contenido original de esa plataforma, sino un producto ruso.

“Infame cliché”, “segundo asesinato de Trotski”, “falsedad”, “tergiversación”: son algunas de las reacciones de críticos, historiadores, simpatizantes del personaje y de los propios familiares de Trotski.

Aunque el creador del Ejército Rojo fue rehabilitado luego de la caída de la URSS, esta miniserie vuelve a la carga con algunas de las muchas tergiversaciones sobre el personaje y su trayectoria. Ya no es posible borrarlo de la historia como hizo Stalin; ahora se trata de vender una determinada imagen de él: en este caso la de una suerte de superhéroe, seductor constante, fashionista, con algo de personaje de películas modernas. Cruel y despiadado, obsesionado por el poder y por su imagen.

La miniserie de Netflix presenta a Trotski como una rockstar

La peculiar estética de la serie se explica por esta definición de uno de sus productores, Konstantin Ernst: “(Trotski) es una verdadera estrella del rock and roll. Durante toda su vida, no sólo durante la Revolución de Octubre. Cuando miras las gafas, las chaquetas de cuero especialmente diseñadas y el tren blindado que se ha usado en la producción… Es casi una historia ciberpunk. Pensamos que es un personaje que puede ser comprensible para el público más joven”.

Como la producción se vende bajo el eufemismo “basada en hechos reales” -que traducido implica que con la historia se hace cualquier cosa- el espectador desprevenido puede tomar al pie de la letra el guión.

La mayor tergiversación está en el hecho hoy más conocido: el asesinato. De acuerdo a la serie, Ramón Mercader -Jackson- no se infiltra en el círculo del exiliado con el deliberado propósito de matarlo y cumpliendo órdenes de Stalin, sino que acaba ultimándolo en medio de una discusión provocada por el propio Trotski que casi parece estar buscando su muerte. El líder ruso desafía a Mercader insultándolo, señalándolo, al punto que su asesinato es casi un acto de defensa propia del homicida acorralado.

Ramón Mercader del Río
Ramón Mercader del Río

La miniserie culpa a Trotski por la muerte de sus propios hijos -aunque uno murió en las cárceles de Stalin y el otro fue asesinado por agentes de la KGB- e inventa un diálogo con Freud en el que el padre del psicoanálisis diagnostica a Trotski diciéndole. “Durante nuestro enfrentamiento noté que se le dilataban las pupilas. Solo he visto esa reacción en dos tipos de hombres: los asesinos en serie o los fanáticos religiosos”.

El nieto de Trotski, Esteban Volkov Bronstein, quien vive en México, les negó el permiso para filmar en la casa de Coyoacán, luego de leer el guión. “El personaje que han fabricado es una falsificación histórica. Está a años luz del revolucionario marxista que conocí”, dijo al diario El País. “(La miniserie) es además un delito contra México, que investigó y dictó sentencia sobre el crimen”, agregó Volkov. “Mercader solo visitó dos veces el despacho de mi abuelo y lo mató a traición. La versión de la serie se parece mucho a la que durante años difundió el estalinismo, que afirmó que había sido una riña con un partidario decepcionado”.

En el centro, Trotski, Frida Kahlo y Jean Van Heijenoort
En el centro, Trotski, Frida Kahlo y Jean Van Heijenoort

Los herederos de Trotski no querellarán a la productora; pretenden hacer una toma de judo y sacar provecho de la situación para difundir la verdadera historia. La serie tuvo por efecto incrementar el número de visitantes de la casa museo que, en definitiva, es la escena del crimen.

Agonía y muerte

“León Trotsky ha sido objeto de un atentado que ha causado gran sensación. […] Según las últimas noticias no confirmadas, los médicos consideran imposible que se salve”, anunciaba el diario ABC de España, el 20 de agosto de 1940. La otrora mano derecha de Lenin agonizaba en un hospital mexicano. “Se ha tenido que recurrir a la respiración artificial por medio de oxígeno”; “Los médicos han practicado la trepanación al revolucionario. Señalaron que le queda una probabilidad de vivir”, decía la crónica. Pero Trotski moriría el 21 de agosto, 26 horas después del ataque de Ramón Mercader que le partió el cráneo con un pico de alpinista. Tenía 60 años.

La conmocionante noticia en el ABC de España
La conmocionante noticia en el ABC de España

La decisión de ejecutar a Trotski del modo en que se lo hizo fue tomada tras el fracaso de anteriores atentados, en particular uno que tuvo lugar pocos meses antes, cuando un grupo de hombres armados entró a la casa de Coyoacán y realizó más de 300 disparos por todas las habitaciones sin lograr matar a Trotski. De ese atentado, también alentado por Moscú, participó David Alfaro Siqueiros, otro muralista mexicano que, a diferencia de Rivera, era estalinista. Siqueiros confesó el crimen y pasó un tiempo en prisión.

Fue entonces que los servicios rusos “activaron” a Mercader que ya venía trabajando en infiltrar el entorno del exiliado. Éste optó por usar un arma que estaba en el lugar, el pico, en vez de ingresar con un revólver o pistola. La idea era escapar tras cometer el crimen, para lo cual debía evitar el ruido de un disparo. Pero en el momento en que Mercader descargó el golpe -estaba de pie detrás de Trotski que, sentado en su escritorio, leía un trabajo sobre el cual el impostor le había pedido opinión- el líder ruso se dio vuelta para hablarle. El pico le partió el cráneo pero no lo desmayó y Trotski empezó a gritar y a luchar para evitar un segundo golpe. Eso atrajo la atención de los guardias que llegaron e hirieron a Mercader en la cabeza al reducirlo.

Ramón Mercader, arrestado y herido en la cabeza por lo guardaespaldas de Trotski
Ramón Mercader, arrestado y herido en la cabeza por lo guardaespaldas de Trotski

Juzgado y condenado en México, purgó 20 años de cárcel. Recién en 1953 se conoció su verdadera identidad. Y en 1960 salió de prisión y viajó a Moscú. Vivió allí y en La Habana, y murió en 1978.

Para Leonardo Padura, el asesinato de Trotsky demuestra la voracidad permanente del poder. “Lo que importa sobre todo es el carácter simbólico que tuvo ese asesinato. El Trotsky que Stalin ordena asesinar en ese momento por mano de Ramón Mercader está más marginado que nunca, tiene menos poder que nunca [y] sin embargo era una luz y Stalin necesitaba apagar esa luz”, dijo el escritor, entrevistado con motivo de este aniversario.

En cuanto a Mercader, dijo: “Fue verdugo, sin duda ninguna, (pero) también fue víctima de un tiempo, de un pensamiento, de una manera de actuar. Una forma de actuar que todavía hoy vemos que se repite, porque Mercader responde a una idea y vemos que hoy hay hombres que matan a otros e incluso se sacrifican a sí mismos por una idea, ideas que a veces son muy manipuladas”. “Es algo que se puede repetir en el mundo y que de hecho se repite”, agregó.

Ramón Mercader durante su detención
Ramón Mercader durante su detención

Y, sobre la visión que se tiene de León Trotski, Padura afirma: “Por haber estado fuera del poder, la figura de Trotski alcanzó la dimensión que todavía tiene y por la cual hoy te encuentras gente que te dice ‘soy trotskista o tengo inclinaciones por el trotskismo’; y es muy difícil que te encuentres a alguien que te diga soy stalinista o tengo inclinaciones por el stalinismo”.

Mientras Stalin defendía el socialismo en un solo país -es decir, que el régimen soviético podía sobrevivir sin extenderse a otros países- Trotski abogaba por la revolución permanente o sea la exportación del modelo al resto del mundo.

Pero más allá de esas diferentes visiones, es aventurado afirmar que, de prevalecer Trotski, los horrores del estalinismo no habrían tenido lugar, porque la Revolución bolchevique, que en el fondo fue un golpe de estado que entronizó a una facción minoritaria en el poder, se vio obligada a aplicar el terror contra sus adversarios desde el comienzo mismo; llevaba ese sello autoritario desde la cuna. Nada autoriza a pensar que Trotsky hubiera sido menos implacable con los “enemigos”.

León Trotski, tras fallecer a causa de las heridas infligidas por Ramón Mercader. Ciudad de México, 21 de agosto de 1940. AP
León Trotski, tras fallecer a causa de las heridas infligidas por Ramón Mercader. Ciudad de México, 21 de agosto de 1940. AP

Un crítico de Filmaffinity, que firma con el seudónimo “Vircenguetorix” (sic) dice: “Que la historia le haya otorgado a Trotski la etiqueta de “comunista bueno” en contraposición de Stalin es muy típico del mayo del 68. Y es que la historia no la escriben los vencedores en contra de lo que se repite una y otra vez sino los románticos y estos tienen cierta inclinación por los perdedores y los mitos”.

Gran verdad, aplicable a otros íconos de la izquierda, como el Che Guevara…

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