Primero fue el pago exorbitante de USD 450 millones por “Salvator Mundi”, de Leonardo da Vinci, en 2017. Al año siguiente, la creación de un Ministerio de Cultura. Luego los rumores sobre la construcción ad hoc de un museo para la obra maestra. Y ahora The Wall Street Journal (WSJ) reveló los planes secretos de Arabia Saudita para construir más de una docena de instituciones de arte de nivel internacional en la próxima década, acompañadas por otras tantas más pequeñas, a fin de atraer turistas y sumar USD 27.000 millones a la economía nacional, según citó el periódico al viceministro del área, Hamed bin Mohammed Fayez.
“Ya antes los saudíes habían revelado sus planes para construir un puñado de museos, pero no habían delineado la escala de sus ambiciones”, describió el artículo. “La infraestructura cultural que se agrega es parte de una campaña más amplia, de unos USD 64.000 millones, para mejorar la economía y la reputación del país”. Contra lo que se pensaba, el Da Vinci no está en el centro de ese despliegue, que podría en cambio poner el foco en la cultura del reino y el arte islámico.
“Es un tema de percepción”, explicó Stefano Carboni, director ejecutivo de la nueva Comisión de Museos ministerial. “¿Qué diría sobre la identidad saudí el hecho que pusiéramos esa obra en un afiche?”. Su plan, en cambio, consiste en construir un museo de arte occidental donde potencialmente exhibir “Salvator Mundi”, vecino a otro museo dedicado al arte islámico.
Kelly Crow, la columnista de arte del WSJ, ofreció una interpretación alternativa: “El retrato, de 500 años de antigüedad, representa a Cristo con la mano alzada en un gesto de bendición, un tema potencialmente provocativo para un país que se enorgullece de ser la cuna del Islam”.
La gran inversión en arte del reino es parte de las acciones del príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS) quien aspira a diversificar la economía nacional y liberalizar las costumbres sociales, aunque el historial de derechos humanos del país sigue provocando la crítica internacional. Internamente, sin embargo, hasta hace pocos años el arte mismo era un tabú, como los cines, las salas de ópera y los conciertos de rock. Y aunque la pandemia golpea al país tanto por la baja del petróleo como por la restricción del turismo, Fayez dijo que los planes continúan: “La cultura no se detiene por el COVID-19”.
La injerencia de MBS es grande desde que su padre, el rey Salman, llegó al poder en 2015. El príncipe heredero “puso fin a muchas restricciones sociales pero ha seguido adoptando una línea dura contra la crítica política”, recordó WSJ. “Agentes del gobierno mataron al periodista y crítico Jamal Khashoggi dentro del consulado saudí en Estambul en 2018; una evaluación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos concluyó que el príncipe Mohammed ordenó el asesinato”. Pero el reino lo ha negado.
En todo caso, en ese clima es difícil pensar en la generación de arte: “Si creo que un artista hace algo para complacer al gobierno, no lo compro”, dijo el coleccionista holandés Aarnout Helb, que tiene más de 100 piezas en su Museo Greenbox de Arte Contemporaneo de Arabia Saudita, en Ámsterdam. “Creo que la familia real tiene un interés genuino en el arte, pero no alcanza con poner en marcha una gran campaña de relaciones públicas. También se necesita que los artistas debatan y se desarrollen".
MBS encargó al príncipe Bader bin Abdullah bin Mohammed la creación y la gestión del primer Ministerio de Cultura del país, y como parte de esa tarea se han comprado obras de gran importancia en subastas internacionales, incluyendo algunas de Pablo Picasso, Jean-Michel Basquiat, Yayoi Kusama y David Hockney. Y fue el príncipe Bader quien hizo la oferta en Christie’s que hace tres años decidió el viaje a Medio Oriente de “Salvator Mundi”.
Aunque primero lo negó y luego dijo que era un regalo para el Louvre Abu Dhabi, de los Emiratos Árabes Unidos, hasta ahora la obra, una de las únicas 20 pinturas que se conocen de Da Vinci, sigue oculta. “Si es parte de nuestra herencia nacional, desde luego la exhibiremos”, dijo vagamente Carboni. Las ambiciones del reino van más allá de un gran maestro, sugirió el ex encargado del departamento de arte islámico del Museo Metropolitano de Nueva York.
“Históricamente el arte saudí ha encarnado una mezcla de influencias y motivos beduinos, otomanos y europeos”, explicó WSJ. “Se considera que el maestro moderno Abdulhalim Radwi, quien murió en 2006, es el Picasso saudí. Su generación obtuvo fama en la década de 1960 con pinturas cubistas de paisajes urbanos y tranquilas escenas del desierto que entretejen elementos de la arquitectura islámica y la caligrafía árabe”.
Las generaciones que siguieron, sobre todo desde 1980, vieron el cierre de las escuelas de arte y el aislamiento de los grupos que podían ser sospechosos para la policía religiosa, agregó el artículo. “Incluso hoy en día, los desnudos y los retratos del profeta Mahoma siguen siendo escasos”.
Los artistas contemporáneos parecen tener más libertad creativa: algunas estrellas como Ahmed Mater, Abdulnasser Gharem y Ahmad Angawi han empleado en sus obras películas de rayos X, imanes y micrófonos, que algunos críticos críticos de arte interpretaron como comentarios políticos; hace poco, en Riad, Sarah Abu Abdallah aludió a la destrucción ambiental con la exhibición de una galería de tomates en homenaje a una clase de tomates locales que se perdieron.
La artista multimedia Dana Awartani, de Yeda, hace poco mostró una obra que consistía en un video en el que se veía arena coloreada dispuesta en diferentes formas sobre un piso, que luego ella barría en pequeñas pilas, con su largo pelo descubierto. “Sé que la idea de la mujer árabe oprimida es vendedora en Occidente, pero para mí es algo fetichista”, dijo a WSJ la mujer, que estudió en la Universidad de las Artes de Londres. “Ser árabe tiene muchos más matices”.
La preservación histórica también es parte de la movida cultural: además de importar piezas antiguas de museos occidentales, como hacen Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita también explora y desentierra artefactos en áreas históricas como Ad Diriyah.
El caso más conocido es el de Al Ula, un región desértica al noroeste, donde la Comisión Real invirtió ya USD 1.000 millones —y reservó otros USD 3.000 millones— para transformar esa región olvidada en un destino turístico y cultural. Además de construir museos, allí se hizo la primera muestra en cooperación internacional, Desert X Al Ula, con curadores de la bienal californiana del mismo nombre. “Tres miembros de la junta de Desert X, preocupados por los antecedentes humanitarios de Arabia Saudia, renunciaron para protestar que la mayoría votara a favor de apoyar la exhibición”, citó WSJ.
Por ahora se conocen planes para Riad, Yeda y Al Ula, describió WSJ. En la capital del reino, un Museo del Oro Negro, en el edificio del Centro de Estudios e Investigación del Petróleo Rey Abdullah, indagará en el legado global del petróleo: ya se han comprado 50 obras y se encargó a artistas, entre ellos Muhannad Shono, que realicen obras especialmente para el lugar. Posiblemente se intente comprar obras de Andy Warhol, como las de la serie Pop que representan accidentes automovilísticos, y de Edward Hopper y Ed Ruscha, quienes pintaron gasolineras. También se renovará el Museo Nacional de Arabia Saudita —dedicado a historia natural, geología, arqueología, etnografía y la vida de Mahoma— para que cumpla con los estándares internacionales.
En Yeda, un Museo del Mar Rojo, proyectado para antes de finales de 2020, explorará cómo la diversidad cultural y el comercio marino dieron forma a la ciudad. Otra sala, todavía en proyecto, se dedicaría a Tariq Abdul Hakim, compositor del himno nacional, con la exhibición de instrumentos y uniformes de bandas. Y en Al Ula al menos siete museos medianos se dedicarán a la vida antigua en un oasis, con fragmentos de esculturas y cerámicas excavados en la zona.
Raneem Farsi, co-curador de Desert X Al Ula, dijo que espera que en los próximos años el mundo pueda prestar una atención libre de prejuicios políticos a la obra de artistas saudíes como Shono y Manal Al Dowayan. “¿Por qué hay que vincular la política a cualquier cosa de nuestra creación?”, planteó. “Los artistas de los Estados Unidos no tienen que defender las suyas. Todos los argumentos contra nosotros me parecen pereza intelectual. Sólo estamos tratando de tener una escena de arte, como otros, así que ¿por qué marginalizarnos? Finalmente estamos iniciando un diálogo: vengan a completarlo".
MÁS SOBRE ESTE TEMA: