Alta, esbelta, atlética, Bruna Husky es una clon humana, una replicante de combate que camina por el siglo XXII, cuando todos nosotros estemos muertos. ¿Cómo se ve desde aquel futuro lejano la humanidad? ¿Cuántas pandemias como la del covid-19 habrá sufrido el mundo en los tantos años que pasaron? ¿Qué desenlace habrá tenido esta cuarentena mundial que hoy, aquí, en esta segunda década del siglo XXI, casi cien años antes de Bruna Husky, estamos padeciendo entre la paranoia, el aburrimiento y la incertidumbre?
“A lo mejor, a mi próxima novela de Bruna le doy una pincelada de la pandemia por algún lado, no lo sé todavía”, dice la autora española Rosa Montero, del otro lado del teléfono y del otro lado del Atlántico, en diálogo con Infobae Cultura. Bruna Husky es un personaje literario que recorre tres novelas y un texto corto que funciona como apéndice de la saga. Es una replicante, una creación artificial y tiene fecha de vencimiento. Nació con 25 años y sabe que su vida termina a los 35. La primera novela, Lágrimas en la lluvia (2011), comienza así: “Bruna despertó sobresaltada y recordó que iba a morir”.
Luego llegaron El peso del corazón (2015) y Los tiempos del odio (2018) formando la trilogía —mientras tanto, antes y después, Rosa Montero siguió publicando novelas, ensayos y libros periodísticos por fuera de esta saga— y en 2019 IndieLibros publicó Animal oscuro en su colección Grandes autores para tramos cortos, un texto breve que funciona como apéndice: un monólogo teatral y filosófico de la protagonista sobre el vacío existencial que, como escribió Patricio Zunini, “es un espejo que nos interpela desde el sentimiento trágico de la vida”.
De este lado de las páginas, en la vida real, los grandes acontecimientos tienen esa intensidad. El coronavirus y todo los elementos que pululan a su alrededor —aislamiento, nubes virtuales, pantallas, soledad— nos seducen y nos atemorizan por igual modificando el imaginario futurista. “La ciencia ficción no es más que una herramienta metafórica poderosísima para hablar de la condición humana y de la realidad. Da igual con corona o sin corona, este trauma que hemos vivido o sin haberlo vivido, siempre seguiremos buscando esas metáforas, esos símbolos en otras realidades para intentar entender lo que somos”, sostiene Montero.
“Por supuesto que este episodio tremendo, esta crisis mundial, aparecerá de alguna manera en la narrativa, no sólo en la ciencia ficción, en la narrativa en general. Pero no quiere decir que tengan que salir pandemias en concreto, algunas novelas que se harán realistas, que se harán de la pandemia y tal, pero no me refiero a eso, me refiero a que ésto que estamos viviendo forma parte de una experiencia muy álgida que no todo el mundo vive de la misma manera. Y esa experiencia por supuesto que nos cambia a los escritores, a todos los seres humanos, pero a los escritores también porque nuestras novelas son todo lo que cada uno de nosotros es”.
Para Rosa Montero, una vez que “hayamos digerido” la experiencia que estamos viviendo, empezará a “salir en nuestras novelas, a lo mejor no de una forma realista, es decir, no hablando de pandemias en concreto, a lo mejor hablando de confinamientos. A lo mejor, de repente, en la ciencia ficción va a haber una ola de novelas sobre personas que se quedan aisladas en una nave, por ejemplo, en una de estas grandes naves que son casi como Estados, pero que por lo que fuere se muere todo el mundo y queda solo uno o sola una navegando en esa gran nave por el espacio sideral en soledad”.
“Lo acabo de improvisar, pero lo que quiero decir es que a lo mejor esta sensación de confinamiento, de soledad, de haber perdido por completo el control, pues saldrá en la ciencia ficción que hagamos en los próximos diez años convertida en otra cosa. Pero no solo en la ciencia ficción, insisto, saldrá también en las novelas generales”, agrega la autora, y continúa: “En el futuro inmediato no tienen por qué cambiar las narrativas, porque las novelas necesitan una digestión de lo que vives, por eso la novela es un género de madurez. Necesita un cierto tiempo de distancia con tus experiencias para que calen en tu inconsciente”.
“Bueno, ahora ya sabéis quién soy. O qué soy. ¿Qué pasa? ¿No os alegráis de verme? Ja... ¿Por qué será que a los humanos nunca les alegra encontrarse con un replicante de combate en un callejón oscuro?”, dice Bruna Husky en Animal oscuro. Alta, esbelta, atlética, esta replicante habla con firmeza, entre el sarcasmo y la venganza. Una línea negra cruza su cabeza, le recorre cráneo sin cabello, la frente, el ojo izquierdo —su mirada es fría, insobornable—, el pómulo y baja por el cuello hasta perderse en su cuerpo. El lector la puede imaginar mientras la lee. “Nos creasteis como esclavos”, le recrimina al ser humano, entre dientes, desde el futuro lejano, quizás no tan lejano.
¿Cuál es el estatuto de la ciencia ficción frente a esta epidemia real, tan propia de una distopía literaria, con calles vacías y helicópteros vigilando desde el cielo? ¿Se puede seguir narrando desde este género especulativo luego del coronavirus? “Claro que sí. Se puede, se debe y se seguirá haciendo ciencia ficción”, sentencia Rosa Montero. Luego, veremos cómo y qué tipo de “metáforas del aislamiento, metáforas de la soledad, metáforas de la radical pérdida de control de nuestras vidas” aparecen. “A lo mejor, a mi próxima novela de Bruna le doy una pincelada de la pandemia por algún lado, no lo sé todavía”, concluye en este breve pero fructífero diálogo con Infobae Cultura.
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